domingo, 16 de diciembre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo IX


Los periódicos llevaban la noticia en sus portadas: un joven, encontrado en su departamento, muerto por envenenamiento.
Después de montones de pesquisas, se descartó la hipótesis del suicidio, la primera que se barajó. Pero entonces, si no se había suicidado, ¿quién lo habría asesinado? Si sólo era un muchacho que, según dichos de familiares y gente allegada, no tenía enemigos ni problemas graves.....
-¿Crees que haya sido ella? –le preguntó John a Paul.
-No sé....Dobb dijo que este crimen no se condice con el perfil del asesino, no hubo golpes, ni puñaladas, ni sangre, ni tampoco le robaron nada.
-Hola...-por la puerta entreabierta se asomó Mélisande, haciendo que Paul y John cambiaran las expresiones de sus rostros.
-Hola Mélisande, ¿cómo estás? –saludó John.
-Bien....dice Brian que recuerden que hoy tienen la entrevista radial.
-¡Es cierto! Ya lo  había olvidado –exclamó Paul –Muchas gracias.
-¿Quieren que les traiga té?
Se dedicaron unas miradas asustadas.
-No, mejor no, gracias.....-respondió Paul.


Dobb giró con cuidado la llave y abrió lentamente la puerta. Se colocó guantes de látex y entró. Había decidido ir solo y sin decirle a nadie al departamento de Jack Ernst. Quería investigar tranquilo y sin preguntas tontas de sus colaboradores.
Enseguida notó que el muchacho vivía solo, ya que había mucho desorden de ropa e instrumentos de cocina. Tenía familia y amigos, de hecho fue uno de ellos quien lo encontró muerto. Muchas fotos pegadas en las paredes de un pequeño cuarto que usaba como estudio demostraba que tenía buenas relaciones con todos. Estaba recién graduado de contador, y había conseguido el empleo de administrador con relativa facilidad. Tenía proyectado trabajar en eso hasta que pudiera entrar a algún estudio contable o montar el propio, o algo así había mencionado su hermano en una declaración.
Revisó con cuidado cada cosa que encontró, pero en todas sólo estaban las huellas de Jack, y ni un rastro de veneno. Cansado de no obtener nada relevante, se dirigió a la puerta, para irse de alli, cuando vio tirada detrás de un sillón, una carpeta negra. La sacó de allí  y la revisó, sólo eran recibos y papeluchos, pero igualmente los revisó uno por uno, hasta que en el revés de uno, leyó algo    que lo dejó perplejo: con una letra muy desprolija, decía “She’s got the devil in her heart”. No la leyó, directamente la tarareó, esa canción la cantaban....The Beatles.
No tenía dudas, era el mismo asesino de siempre, por lo tanto cayeron otra vez sus sospechas sobre Mélisande.


Asustada por los golpes, abrió la puerta. Ver a tres policías allí la dejó helada.
-¿En qué puedo ayudarlos? –preguntó tratando de ser amable.
-Orden de allanamiento –respondió uno mostrándole una hoja firmada por un juez.
Sintió nervios, pero los dejó pasar.
-Es por la muerte de Jack Ernst, la viuda del dueño de edificio dijo que lo mandó aquí la tarde que el murió.
-Oh si, pobrecito Jack....incluso me había invitado a salir, y yo había aceptado....
-Lo siento mucho señorita –dijo uno de los policías poniéndole una mano sobre su hombro.
-Debemos revisar todo –dijo otro.
-De acuerdo...
-También debemos tomarle declaración.
Mientras uno le hacía varias preguntas y anotaba sus respuestas, los otros dos revisaron todo. Obviamente, no encontraron nada, ella ya se habia encargado de limpiar absolutamente todo.
Cuando terminaron, volvieron a la pequeña sala.
-Ni rastros de veneno ni nada sospechoso –informó el policía que parecía mas mayor.
-En fin....-suspiró el que escribía –Lamento esto señorita Leroux, pero es parte de la investigación.  
-No se preocupen, entiendo.
Cuando los policías se fueron, cerró la puerta y suspiró aliviada. De algún modo había presentido que pasaría eso, por eso habia limpiado todo, y lo que era mas importante: había arrojado al incinerador del edificio a su pequeña hacha.


-Esa canción no es nuestra –George infló con total desparpajo el globo de su chicle, que casi quedó pegado a la cara de Dobb.
-No me digan....
-Eso es. La cantamos, pero no es nuestra. ¿Y? ¿Cuando meten presa a nuestra querida asistente?
-George...
-¿Qué, John? Es la verdad, se están tardando mucho....
-Sin pruebas....
-Si, si, ya sé, sin pruebas no hay detención. No lo vuelva a decir Dobb, que ya lo escuché muchas veces.
Dobb suspiró, no sabía de qué se quejaban esos cuatro. Está bien, debían trabajar con una chica que podría ser una asesina en serie, pero él tenía mas motivos para estar cansado, porque vivía pensando qué hacer, y no tenía resultados. Si fuera por él, la chica estaría tras las rejas, pero tenía las manos atadas, la justicia era así. Lo único bueno era que el gobierno francés había dejado de meter presión por el caso Deppart.


Mélisande bufó y le dio un pincelazo a su cuadro.
-¿Pasa algo? –preguntó uno de los chicos mas guapos de su clase, que estaba sentado cerca de ella.
-Nada –respondió con la mayor sequedad, mirándolo de reojo.
-¿Nada? –insistió.
-¿Sabes qué? Mejor me voy, esto es aburrido, y no tengo ganas de aguantar pesados como tú –rápidamente guardó sus cosas y se fue sin saludar, dejando su cuadro a medio terminar.
Como era muy temprano para volver a su casa, decidió pasar por un parque cercano y disfrutar del tímido sol invernal. Buscó un ligar apartado, y allí se sentó, en el césped. Sacó de su bolso su carpeta de dibujo y una carbonilla. Estaba un poco cansada de los abstractos, querría dibujar algo concreto y sencillo, pero no sabía muy bien qué. Decidió hacer lo que tenía enfrente: pequeñas cuestas o lomitas del parque, hojas secas revoloteando, edificios que se asomaban detrás de los árboles. Era tonto, pero por lo menos no se aburriría como en su clase.
De pronto, una pelota roja llegó rodando y golpeó levemente su pierna derecha. La miró, la había desconcentrado, y seguramente era de algún niñito chillador. Tuvo ganas de pincharla con una trincheta, hasta que escuchó una vocecita.
-Disculpa ¿podrías dármela?
Levantó la vista y se encontró con un niño de no mas de 4 años. Sin querer se le escapó una sonrisa.
-Claro, aquí la tienes –se la dio y el chiquito corrió cuesta abajo.
-¿Mélisande? ¿Eres tú?
Se giró, algo asustada, y se encontró nada menos que con John. John Lennon.
-Ah si, veo que eres tú –dijo casi riéndose –Con que dibujando ¿eh?
-Si....si...-respondió dubitativa -¿Y tú qué haces aquí? No vas muy bien disfrazado....
-Vine a pasear un rato con mi hijo.
-¿Tu hijo?
-Si, el de la pelota roja.
-¿Ese niño es tu hijo?
-Exacto.
-Lo he visto algunas veces en fotos pero....veo que ha crecido
-Si –respondió sonriendo, y luego mirando a un costado -¡Ey, Jules! ¡No vayas tan lejos!
-Es muy lindo.
-Igual que el padre –le guiñó un ojo.
Mélisande frunció el ceño y volvió a su dibujo. Se sentía incómoda con Lennon parado a su lado.
-Dibujas bien, ¿sabes?
-Si, lo sé. Estudio arte, debo dibujar bien, sino me hubieran echado de la escuela.
-Tienes razón. Yo también dibujo.
-Qué bien.
-Te estoy molestando, ¿no?
-Sí, lo haces.
-Pero soy tu jefe.
-Pero no estamos en horario de trabajo.
John largó una carcajada y Mélisande giró la cabeza para mirarlo, extrañada.
-Eres rápida para responder.
Negó con la cabeza y volvió a su dibujo.
-¿Harías un cuadro para mí?
-¿Sobre qué?
-Lo que quieras. Quiero ponerlo en mi sala.
-Lo pensaré.
-Eso es bueno. Bien, me tengo que ir, nos vemos maña. ¡Adiós Meli!
No contestó, sólo lo miró de reojo.
-“Meli”. ¿Qué se cree éste?



-“Descuentos por Navidad” –leyó en el volante que un muchachito le había entregado en la calle –Idiotas.
Arrojó el volante en la vereda y siguió caminando rumbo a Abbey Road, esquivando a la gente que, apurada, hacía compras de último momento, y a los tipos disfrazados de Santa Claus que había en la puerta de cada negocio.


-Ayes estuve con Mélisande –informó John encendiendo un cigarrillo
-¿Dónde? –preguntó Ringo, entre sorprendido y asustado.
-Estaba en el parque.
-Que raro.
-¿Por qué? Es un ser humano, puede ir a un parque.
-Si, pero pareciera un poco....
-Hosca, sí. –completó John –Sí, lo es. Pero, ¿sabes? Creo que todo esto es en vano. Esa chica no es el famoso asesino.
-¿Y cómo lo sabes? No me digas que es porque no tiene cara de asesina porque eso es estúpido.
-No, no iba a decir eso. Pero igual...¿a ti te parece que puede ser?
-Para ser sincero, a veces sí, y a veces no. Pero no hay que perderla de vista.
-Sobre todo porque es tu prima.
-¡No me jodas, John! –rió.
En ese momento, entró Mélisande seguida por Paul.
-No la mires tanto...-susurró Ringo en el oído de Paul, y él sólo rió.
-Brian les manda esto –Mélisande le entregó una carpeta a John.
-Ah si, hay que firmar unas cosas.....-dijo Paul.
-Bueno, me voy.
-Espera Mélisande –dijo John –Quería hacerte una pregunta.
-¿Qué pregunta? –todos lo miraron extrañados.
-¿Con quién pasarás Navidad?
La chica le dirigió una mirada fría, pero también curiosa, al igual que Paul y Ringo, que además se miraban entre ellos.
-¿Por qué quieres saber eso?
-No se responde a una pregunta con otra pregunta –rió –Te preguntaba porque.....si estás sola, puedes venir a pasarla con nosotros.
Paul iba a decir algo, pero Ringo lo detuvo, sin embargo Mélisande los vió.
-Lo pasaré con mi familia, vendrán de Francia.  Y con mi novio. De todos modos, gracias por la invitación –sonrió y se fue.
-Vaya, tiene novio –dijo John cuando se aseguró de que no lo escuchara.
-¡¿Pero qué mierda Lennon?! -gritó Paul -¡¿Cómo se te ocurre?!
-No te enojes, te estoy ayudando, la chica te gusta. Pero.....ya ves, tiene novio. Es una lástima.
-¡Estás loco de atar!
-Tranquilo Paul –dijo Ringo –Sólo es una estrategia, ¿no es cierto? John, por favor, dime que es una estrategia.
-Mmm....en parte sí. Pero dime si o harían una linda parejita.....
-Ay, mejor busquemos a George que no sé dónde se ha metido.....


El día de Nochebuena llegó. Vio como, de cada departamento de su edificio, las familias salían bien vestidas, con recipientes con comida, botellas y regalos, rumbo a las fiestas con sus familiares. Cerca de las siete de la noche, su piso estaba prácticamente vacío. Miró con algo de repulsión las coronas de Navidad colgando de las puertas, y se encerró en su departamento. No tenía ganas de comer, y tampoco tenía mucho para hacer. La televisión y la radio sólo le ofrecían programas navideños, así que decidió apagar todo y sentarse a pintar. Pero no encontró inspiración, por lo tanto guardó todos sus elementos, apagó la luz y se sentó en una vieja mecedora que tenía en su salita, frente a la ventana. Desde allí distinguía las luces de los árboles de Navidad del edificio de enfrente, y también las siluetas de algunas personas. En la calle no pasaba nadie, salvo algún que otro coche.
Suspiró, cansada. Nunca se había sentido tan sola. Si bien, durante casi toda su vida, la soledad había sido su única compañera en una familia donde todos parecían desconocidos,  había aprendido a disfrutarla, a sentirse independiente. Sin embargo, esa noche, se sentía tristemente sola, le pesaba mucho. ¿Qué había hecho? ¿Por qué, a veces, se sentía enferma por ser quien era? Si bien lo hacía con gusto, cuando se paraba a pensar, cuando recordaba esos rostros, no podía evitar despreciarse a sí misma. ¿Qué culpa tenían todas esas personas de que ella fuera una adicta a la muerte?
Recordó como había empezado todo: la crueldad de los niños, esa crueldad que todos tienen, no había cesado con el paso de los años. Comenzó, como hace un niño cualquiera, sintiendo placer al aplastar insectos o quemar hormigas, pero después, poco a poco, se le fue a de las manos. Cuando se dio cuenta, tenía dos muertes a su cargo en Francia, motivo por el cual decidió quedarse en Londres para siempre.
Pero, ¿en qué se había convertido? Pensó en Jack, era un muchacho encantador, del que incluso hasta podría haber sido su novia. ¿Qué mal había hecho para terminar así? ¿Por qué, cuando pensó en matarlo, nada la detuvo?
Se sentía acorralada. La policía, cada vez mas cerca, no era casi nada en comparación a  esos pensamientos, que solían aparecer para torturarla. Y para colmo de males, Lennon. Siempre había sido su preferido, desde el primer momento que supo de ellos, clavó su mirada en él. Al conocerlo, sólo le pareció un simple mortal mas, pero igual le notaba ese brillo distinto, algo que sólo él tenía por sobre los demás.
-¿Qué te pasa Mélisande? –se dijo a sí misma -¿Qué diablos te pasa?
Pasó los dedos por sus ojos, sin querer, unas lágrimas brotaron. Se puso de pie, y caminó al baño. Allí buscó un espejito de cartera, que hacía unos días se había roto contra el suelo.  Tomó la mitad, y caminó hasta su habitación. Se sentó en la cama, y otra vez volvieron unas lágrimas traicioneras, pero las dejó fluír. Estaba decidida. Mientras escuchaba algunos fuegos de artificio, y las campanadas que anunciaban la medianoche, extendió su brazo izquierdo y miró bien su blanca y delgada muñeca. Apoyó el trozo de espejo, con fuerza, sintiendo dolor. Brotó un poco de sangre, pero continuó. Era el momento de ponerle fin a todo. 

3 comentarios:

  1. :O :O :O
    Oh Mierda!!!
    Me dejaste con los pelos de punta! Qué capítulo tan genial, me encantó que trataste tanto la psicología de la protagonista, ya que poco se sabía de su manera de pensar. Y pobre John, eso de ser el favorito de una asesina en serie no es precisamente la cosa más deliciosa que le podría pasar a alguien.
    Ya hasta me hiciste tenerle cariño a Mélisande, porque por más asesina que sea, la chica tiene sentimientos. MUY escondidos, pero los tiene.
    Ojalá puedas subir pronto!
    Un saludo

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  2. Ya se que siempre comento lo mismo, pero desde el primer capítulo adoro a Mélisande, no sé por qué. Este capítulo es un claro reflejo de tu, más que obvia, habilidad para escribir. Me ENCANTÓ! En especial como es de transparente la mente de la chica esta, oooh me dejaste de manija jaja *argentinidad al palo* Espero el otroo :)

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  3. Y aquí yo que llego mil años tarde para comentar! Pero bueno, creo también que mi opinión respecto al capi ya quedó más que clara en la cantidad ingente de wasapes de esos que te mandé nada más lo acabé de leer... Jeje.
    Bueno, insisto en lo de que tú, sí tú, me quieres matar de un infarto. Sinceramente empiezo a creer que en realidad eres una asesina a sueldo a quien alguien ha contratado para que acabe conmigo y... Y... Bueno, ése es tu método de asesinato: matarme a base de microfallos cardíacos mientras leo tu fic, jajajajajajajaja. :P
    Ahora ya, desenmascarada tu verdadera identidad de sicaria, al comentario, que es lo que toca... :) Ayyyy, si es que ya sabía yo que el asesinato de Jack le iba a salir caro... Ves? Ves lo que se ha encontrado? Que las sospechas recaigan ahora con mucha más fuerza sobre ella. Ahora, que se trague los registros policiales, que aunque hays limpiado la casa, el susto no se lo quita nadie...
    Y los chicos... Los chicos. Puedo pedir una cosa? Los puedo matar YO a ellos en lugar de Mélisande. Sobre todo a uno que yo me sé, que de un grito que le daba moría en el acto... Y ahora que la quiere emparejar con
    Paul? Mira, mira... Lo dicho, que lo mato con premeditación y alevosía, jajaja.
    Pfffff... Me mató el encuentro de John y Julian con la asesina en serie más dicharachera de Barrio Sésamo en el parque. Puedes creerte que no sé por qué pero temí por Jules? Me dio cosa ver al peque así tan cerca y... Ufff, me callo que me da mal cuerpo. Y para colmo el papá de la criatura que lejos de pensar en el enano y llevárselo de allí con cualquier excusa, incluso le pide un cuadro para el comedor... Ah, y después la invita a la cena de Navidad y todo, eh? Jajaja. En fin...
    Y bueno, el final es... Es... No tengo palabras, me has dejado KO literalmente... Joder. Esa avalancha de sentimientos que se agolpan en su interior... Solitaria, obsesionada... Explica quizá como es, es una especie de génesis de la asesina, uns asesina ahora acorralada... Y decide poner fin a todo... Dios. Qué final! Nos dejas a tod@s flipando! A saber qué pasará ahora...
    Y bueno, que en definitiva, felicidades por esto que estás haciendo: un fic tan diferente y tan bien hilvanado merece todos mis respetos. Sólo por eso, te perdono hasta el que seas mi sicaria particular, jajaja.
    Saludos, geniaaaaaaaaaa! Y un montón de besos! :)

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