Mientras caminaba detrás del mayordomo, Paul se preocupaba
cada vez más. La verdad era que veía poco a sus nietos y que de golpe se
presentara uno de ellos allí no hacía mas que producirle malos pensamientos.
-Aquí está, Sir. –dijo el mayordomo, dándole paso.
Paul se asomó a una de la salas de su productora, y vio allí
a una muchacha, sentada y comiendo con ganas. Esa, para nada, era alguna de sus
nietas.
-Pero...¿quién es ésa chica?
-Sir Paul, dijo que era su nieta....-al mayordomo le tembló
la voz. Si había sido engañado, en cinco minutos estaría despedido.
Su patrón negó con la cabeza, mirando a aquella chica, y entró
a la sala con paso rápido, visiblemente indignado.
-¡¿Pero qué es ésto?! ¡¿Quién eres tú?! –hasta él mismo se
notó lo alterado que estaba. Vio que la chica lo miraba sorprendida.
-Mmm...-Midori levantó una mano, haciéndole señas a Paul
para que la esperara hasta que tragara lo que estaba masticando. Cuando
terminó, se limpió con una fina servilleta –Disculpe, pero estaba comiendo y no
podía hablarle con la boca llena. Midori Watts, un gusto.
Le tendió la mano pero Paul no respondió. La miraba
alucinado, sin entender nada.
-Le explicaré bien quién soy.
-Eso es lo que quiero. Dígame ya mismo quién es y qué quiere,
antes de que llame inmediatamente a seguridad.
-Bien. Soy su nieta.
Lo miró con una sonrisa pintada en la cara. Ante todo, tenía
que ser simpática con su posible abuelo. Por dentro se felicitaba a sí misma
por la facilidad con la que lo había dicho, aunque eso no era una ventaja para
el pobre Paul.
-¿Q...qué?
-Espere, espere, le diré bien todo. Mas o menos entre los
años ’64 y ’65 usted anduvo con una chica. Bueno, por lo que sé, anduvo con
miles.
-No tantas....-contestó Paul, inexplicablemente avergonzado.
-En fin, una de todas esas chicas era mi abuela. Quedó embarazada
y tuvo a mi madre.
-Mira...¿cómo me dijiste que te llamabas?
-Midori.
-Ok, tienes un nombre raro. Midori, es muy improbable lo que
estás diciendo.
-Tengo pruebas.
Paul tembló. A saber qué pruebas eran esas.
-Son algunas fotos, y el diario de mi abuela –explicó. Abrió
un pequeño bolso que había dejado colgando en la silla y se sentó.
Paul miró a su mayordomo, que hizo un leve carraspeo, y con
la mirada le dio a entender que podía retirarse. Su experiencia le decía que
aquella chiquilla no encerraba ningún peligro para su seguridad.
Midori desparramó unas seis fotos sobre la mesa, luego de
alejar hacia un costado su tazón de cereales y el vaso de jugo.
-Estas son las fotos, y aquí el diario –le tendió a Paul un
libro blanco que en sus buenos tiempos también habría tenido hojas blancas.
Ahora estaban amarillentas y desprendían olor
a polvo y humedad.
-Mira, yo...
-Ábralo donde está el señalador rojo, no quiero que lea lo
demás, son cosas íntimas de mi abuela –lo interrumpió.
-Dime una cosa, ¿por qué no viene tu abuela a verme?
-Falleció. –Midori bajó la mirada. Era la primera vez en
toda esa “reunión” que su ánimo enflaquecía.
-Perdona. Lo siento mucho.
Sólo asintió e hizo ruiditos con la nariz.
-¿Me da un pañuelo descartable?
Suspirando, Paul le tendió un paquetito que sacó del
bolsillo interior del saco que llevaba puesto. Vio que la chica se sonaba la
nariz ruidosamente y miraba a todos lados, buscando dónde arrojarlo. Lo dejó a
un costado de la mesa.
-Oh no, mejor dámelo –extendió su mano y, con timidez,
Midori le dio el pañuelo. Paul lo tomó con asco y lo arrojó a un cesto de basura
que estaba al otro lado de la sala.
-Tiene buena puntería –dijo Midori sonriendo apenas.
-Debería haber sido basquetbolista de la NBA , a lo mejor así no se
aparecían hijos y nietos. –se arrepintió enseguida de lo que había dicho, y mas
cuando vio la cara de Midori.
Ofendida, se puso de pie y juntó las fotos con rapidez.
-Ey, ey, espera, discúlpame, no quise decir eso.
-Pero lo dijo.
-Ok, sí, lo dije. Por eso te pido perdón. Pero es que...no sé,
estoy muy impresionado con todo esto. Muchas veces vinieron mujeres a decirme
que yo era el padre de sus hijos, pero nietos....
-Tendría que haber venido m madre, pero ella no quiere saber
nada con el tema.
-A ver, siéntate de vuelta, miraré esto –Midori obedeció y
él volvió a sentarse frente a ella.
Tomó las fotos y las miró y las repasó una a una. Luego las
dejó, con cuidado, sobre la mesa, asintiendo ante la atenta mirada de Midori.
-Doris era una chica genial.
A Midori s ele iluminó el rostro. Que Paul hubiera
reconocido a su abuela y además recordara su nombre era un gran paso. Sin
embrago, no dijo nada y se quedó observándolo.
Paul tomó el diario y lo abrió donde estaba marcado. Lo primero
que notó fue una letra prolija y femenina, que con tinta negra poblaba las páginas
del pequeño diario.
“25 de noviembre de
1964.
Querido diario:
Hoy ha sido un día
fantástico. Paul se acordó de mí y me llamó. ¿Puedes creerlo? ¡Paul McCartney
llamando a mi casa! Me invitó a ir con
él a una fiesta, que será mañana en la noche. ¡Estoy muy nerviosa! Pese a que estoy castigada, me escaparé por la
ventana, como siempre. Espero no engancharme la ropa en las ramas del árbol.
26 de noviembre de
1964.
Querido diario:
Puedo decir que esta es la mejor
noche de mi vida. He salido con Paul,
pero antes casi me maté bajando del árbol, y el perro de la vecina empezó a
ladrar y casi me muerde también. Hasta ahí, todo fue un desastre. Pero después al fin llegó Paul y
fuimos a la fiesta, que por suerte no era muy elegante, asi que no desentoné
con mi vestido azul. Al contrario, Paul me dijo que ese es su color preferido.
Tomamos y bailamos mucho, él baila bastante mal, pero no importa. Cuando estábamos
volviendo...¿a que no sabes qué? ¡Me besó! ¡Paul me besó! Lo amo, estoy
enamorada de él, en la escuela se querrán morir cuando les cuente y....”
Paul pasó a la siguiente página, y luego a la siguiente, y
asi hasta llegar a casi la mitad del diario. Midori lo miraba mientras comía
galletitas, tratando de calmar su insaciable hambre. Le parecía que Paul estaba
como quien lee una novela que no puede dejar para saber qué ocurrirá. Aunque
Paul recordaba perfectamente esa novela. Doris había estado mucho tiempo entre
ellos, aunque en aquella época vertiginosa, mucho tiempo en realidad era un par
de meses. Al fin llegó a una arte del diario, o de la vida de Doris, que a él
le interesaba, porque quizás pudiera ayudarlo a sacarse a esa chica de encima.
-¿Tu abuela te habló de esto?
-Sí, un día me contó.
-¿Y te dijo que yo soy tu abuelo?
-Mmm....
-Porque acá veo otra posibilidad –la interrumpió y le señaló
una página del diario –Doris no solo anduvo conmigo, sino también con Ringo.
-Eso ya lo sé.
-Yo no. Tuve la sospecha pero nunca lo confirmé, después
Doris desapareció completamente. Es muy loco enterarse de esto tanto tiempo
después.
-Y sí, debe ser feo enterarse cincuenta años después, que te
hicieron cornud....Ay, perdón.
Se tapó la boca, avergonzada por su metida d epata y también
con miedo por la mirada asesina de Paul.
-Seguramente el padre de tu madre es Ringo.
-¿Y cómo lo sabe?
-Lo sé y punto. Tú no eres mi nieta.
Frunció el ceño, otra vez ofendida, y esperó a que Paul se
arrepintiera, pero no lo hizo.
-Quizás Ringo tampoco lo sea. A lo mejor, tu abuela tenía
otros novios.
-¿Está insinuando que mi abuela era una loca?
-No, pero si lo insinuara no estaría faltando a la verdad.
Sintió que la rabia se apoderaba de ella y juntó las fotos y
le quitó el diario de las manos.
-Ojalá no sea su nieta. Usted es una gran desilusión.
Guardó todo y, ya que estaba, se llevó las galletitas que
estaba comiendo y terminó de tomarse el jugo. Se colgó el bolso, lista para salir
de allí cuanto antes. Sin embargo, Paul no pudo evitar ceder. Tenía que reconocer
que esa muchacha le daba curiosidad y también pena, seguramente sería algo muy
duro para una joven estar buscando a un abuelo perdido en el tiempo.
-Discúlpame otra vez –alcanzó a tomarla de un brazo, para
que se detuviera –De nuevo te explico que todo esto es muy extraño, pero no me
da derecho a tratarte así. Perdón.
-Está bien. Sólo necesito su ayuda. Ah, y que me regale su último
disco, lo bajé de internet pero no es lo mismo...
-¿Cómo vas a bajarlo....?
En fin, está bien –suspiró. En medio de todo el lío que se le había formado en
la mente, le causaba gracia el desparpajo de Midori. Recién es ése momento,
ella se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
-No sé porqué me comporto así, pensaba que estaría muy
nerviosa y que no me saldrían las palabras, y míreme, no paro de hablar y decir
tonterías. Sepa disculparme.
-Ya, no te preocupes –estiró el cuello y alcanzó a ver al
mayordomo espiando detrás de una puerta. –Ya que estás ahí, tráeme un disco
para la señorita.
-Señor, yo sólo pasaba por aquí, no piense mal de mí...
-Sí, sí. Anda, tráeme un disco.
-¡Gracias! –exclamó Midori, y le dio un abrazo que tomó de
sorpresa a Paul.
-Eh...eh...de nada....
-Ahora dígame, ¿va a ayudarme? Sólo será un ADN.
-¿Qué? No, no pienso hacerme eso. Alguien puede enterarse y
filtrar la información.
-Pero es la única forma...
-Pero no quiero someterme a eso.
Lo miró indignada.
-No me puede decir semejante cosa.
-Midori, trata de entender, soy un hombre famoso, cualquier
cosa puede perjudicarme
-Usted ya tiene la vida hecha, y yo solo tengo 18 años,
quiero saber quién es mi abuelo. Entiéndame usted a mí. Al final dice una cosa
y después otra....
-No, no te enojes, te explicaré...
-Ay, ya no me moleste.
-Te recuerdo que fuiste tú la que vino aquí.
-Bueno, perdón por robarle su tiempo.
-Déjame pensar lo de los análisis, por favor...
El mayordomo se acercó con el disco.
-No quiero ese disco, después de todo, es muy aburrido,
tendría que contar con un asesor que lo guíe para elegir las canciones.
-Pero ¿qué dices?
-Déme mi abrigo y mi maleta.
El mayordomo dejó el disco sobre una mesa pequeña y corrió a
darle las cosas. Midori se abrigó y levantó con dificultad la maleta.
-Deja que te ayude
-No quiero –contestó contundente.
-Espera. Toma dinero, es para que vayas a ver a Ringo, no está
en la ciudad.
-No quie...
-Vamos, tómalo. Por favor.
Miró los billetes y luego de pensarlo unos instantes, los
tomó y los guardó en el bolsillo.
-¿Me das tu número de teléfono? Así puedo ubicarte.
-No lo necesitará. Ya volveré.
Paul no supo si aquello le sonaba como una promesa o una
amenaza. Ya volvería. Decidió cancelar todos los compromisos que tenía para ese
día y volver a su casa. No diría nada a
nadie de la extraña visita que había tenido, ni de su extraña “nieta”. Sí, sin
querer, la había llamado así.
***************
Hola!!! Después de bastante tiempo, he vuelto. Siento traerles un capitulo que esperaba que saliera mejor, pero salió así y no hubo forma de acomodarlo. Les prometo que el siguiente será mejor, o mas entretenido por lo menos.
Ahora les dejo muchos saludos a todos lo que leen esto!