domingo, 23 de septiembre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo V


-Así que usted salió con Deppart y lo acompañó hasta el hotel.
-Así es.
Dobb miró inquisitivamente a la chica. Al parecer, hablaba con sinceridad, y para él era un alivio que alguien se presentara a atestigüar en ese caso tan complicado, del que tenía pocas pistas que no llevaban a nada, y en el que, para colmo, el gobierno estaba metiendo presión.
-¿Y después?
-Tomamos u n café y hablamos de arte.
-Mmmm....sí –respondió leyendo una carpeta -¿Puede ser que hablaran en francés? Porque le tomamos declaración al empleado que los atendió, y dijo que le pareció que hablaban es ese idioma.
-Sí, era francés –sonrió para sus adentros. Su coartada estaba resultando perfecta. La vieja de la galería no había hablado aún, por lo tanto nadie podía decirle que concurrió a declarar para defenderse. Y ahora se enteraba de lo del camarero. Era obvio que no supiera nada, porque aquella noche, cuando Deppart la invitó a subir a su habitación, el lugar estaba vacío, y nadie los había visto subir juntos. Y para cuando ella salió del hotel, el pettit café estaba abarrotado de gente y había otros camareros. Sin dudas, todo era perfecto.
-¿Y luego señorita Leroux? ¿Usted se retiró?
-Sí, el señor Deppart se sentía muy cansado, así que nos despedimos y acordamos vernos a la mañana del día siguiente.
-Usted pinta, ¿no es así?
-Exacto. Estudio arte.
-¿No tenía ningún tipo de relación con él? Me refiero a algo amoroso.
-No, lo conocí ese mismo día.
-Bien...-Dobb cerró la carpeta, con lentitud –Le agradezco que se haya presentado a declarar. ¿Por qué lo hizo?
-Quiero que de una vez se termine todo esto y se resuelvan los crímenes. Ya sabe, el de Deppart y el de mi anciana vecina.
-Lamento informarle que no sabemos nada sobre ninguno de los dos. Faltan pruebas, testigos......Ojalá fueran todos como usted.
Mélisande sonrió, agradeció y desapareció por la puerta. Sin embargo, Dobb dudaba. Pero ya era tarde y continuaría al día siguiente.



“Queridos mamá y papá:
                                       Les escribo, otra vez, para pedirles que me envíen el dinero de la renta. Estoy a punto de deber dos meses y el dueño es un pesado. Por favor, es urgente.
                                       Espero que estén bien, aquí todo siguen igual.
                                       Con cariño,
                                                                Mélisande.”

Dobló y metió el papel en un sobre, en el que garabateó una dirección. Lo cerró,  y le pegó unas estampillas.
Entró al ascensor esperando no encontrarse con el dueño del edificio. Por suerte, el hombre no estaba haciendo su recorrida habitual. Salió a la calle mirando a todos lados, otra vez se sintió algo paranoica. Pero esta vez tenía razón en estarlo: aunque no lo sabía, un coche negro estaba aparcado en la esquina. Desde allí, Dobb observaba sus movimientos.


Sentados alrededor de la pequeña mesa, tomaban café. Cuidaban no decir algo que a su manager le pudiera resultar sospechoso. Estaban conscientes de que cuantas menos personas lo supieran, mejor. Luego de finalizar la charla, el hombre se despidió y se fue.
-Bien, es hora de continuar grabando -Paul se puso de pie y se colocó su chaqueta.
-Si, ya es tarde –Ringo bostezó.
-Con unos detalles mas estará lista –agregó John.
Estaban  a punto de salir de la cocina del estudio de grabación cuando se toparon con Dobb.
-Qué bueno que no vino antes –le dijo John –Se hubiera encontrado con nuestro mánager y todos tendríamos que darle explicaciones.
-Entonces fue una suerte quedarme sin gasolina. ¿Tienen tiempo? Necesito decirles algo.
-Hable rápido –dijo George -¿Se descubrió algo?
-No. Hace unas horas declaró la anciana.
-¿Y qué dijo? –John se veía entusiasmado.
-Que no ve.
-¡Eso ya lo sabíamos!
-Dijo lo mismo que les dijo a ustedes: una chica que salió con Deppart luego de haber hablado un rato. Agregó que con Deppart había cruzado unas palabras en otras visitas que hizo a la ciudad. Pobre mujer, estaba muy impresionada.
-No se fíe de las viejas –dijo George –A veces pueden engañar.
-Como policía debería saberlo –agregó Paul.
-No desconfío de ella porque desconfío de otra persona: Mélisande Leroux.
-¡La del nombre raro! –exclamó John.
-¿Es verdad que es linda?
-Paul, estoy diciendo que desconfió de ella ¿y preguntas semejante cosa?
-Está bien, no se enoje....sólo quería saber.....
-¿Por qué sospecha de ella? –preguntó Ringo.
-Anoche se presentó a declarar. Dijo que quiere que se esclarezcan los crímenes. Ella es la chica que la anciana vio.
-¿Y qué mas?
-Su testimonio fue coherente. Tomamos declaración al camarero que dijo haber visto a Deppart con una chica, y ella lo admitió, no lo niega. Pero no me convence.
-¿Y si es inocente?
-Esa pregunta no conviene. En un caso así son todos sospechosos.



Pasaron quince días. Dobb continuó vigilando a Mélisande, era un procedimiento que quería hacer por sí mismo. Pero no había ningún tipo de actitud sospechosa. La chica iba de compras, volvía, salía hacia la Escuela de arte, volvía. Y así todos los días. Nunca se detenía a hablar con nadie y siempre parecía caminar absorta en sus pensamientos. A veces dudaba, le parecía que la chica no tenía nada que ocultar, además, acababan de encontrar a un hijo de la anciana muerta en el edificio, un delincuente que estaba prófugo y se sospechaba que fuera él quien hubiera asesinado a su propia madre, para evitar que ella lo delatara o para conseguir dinero, aunque no faltó ni un centavo.
Pero no se dejaría persuadir por eso. Seguiría pensando que esa chica estaba involucrada hasta que se demostrara totalmente lo contrario.

-Viejo idiota, se piensa que no lo vi –masculló, abriendo la puerta.
Vio en el suelo una carta, la tomó y miró el remitente. Era raro, siempre enviaban un giro postal, o depositaban en su cuenta, no enviaban dinero en un sobre. Lo abrió y se sorprendió, sólo había una hoja de papel. La desdobló y leyó.

“Mélisande:
                  Nos duele decirte esto, pero con tu madre hemos decidido no enviarte mas dinero. Sabes que todo sería fácil si hubieras vuelto con nosotros, pero insististe en quedarte en Londres. Acepté tu decisión y seguir manteniéndote, pero no veo ningún avance en esa “carrera” que elegiste. Hija de exposiciones y cuadros no vas a vivir, eso ya te lo he dicho muchas veces. Por lo tanto, es hora de que te hagas responsable y vivas independiente, después de todo eso es lo que siempre quisiste, ¿no?
                 Con los años comprenderás nuestra decisión.
                 Te quiere,
                                         Tu padre.”


-¡IDIOTAS! –gritó fuera de sí, mientras rompía en pedazos la carta -¡Son unos estúpidos! ¡Los odio, los odio! –arrojó los pedazos de papel a cesto de basura, y se pasó las manos por el cabello, desesperada.
Miró el calendario, ese día o el siguiente volverían a reclamarle la renta. Se dirigió a su habitación, y del último cajón de su armario, sacó un fajo de billetes. Eran los que había robado a su tercer víctima. Dejó el dinero sobre la cama y tomó el teléfono. No quería gastárselo en la renta, pero prefería eso a que la echaran a la calle.
-Hola señor, soy Mélisande Leroux....Tengo el dinero.



-Dobb ¿usted no tendría que estar vigilando a la chica? –preguntó uno de los agentes de mayor confianza.
-No hace falta, en la noche no sale. Además quiero interrogar a este tipo yo mismo. –dijo mirando a través del cristal  de una habitación, donde el hijo delincuente de la anciana estaba sentado.
-Ya lo interrogamos dos veces.....
-Pero yo no. Esta basura me va a conocer –entró a la habitación y cerró de un golpe la puerta. El agente vio como Dobb tomaba del cuello de la camisa al sospechoso, amenazándolo para que hable.


Se ajustó su bufanda, ya que el viento helado se hacía presente en la calle, y mas a esas horas. Miró hacia las equinas, buscando el auto negro, y le pareció raro que no estuviera allí.
Caminó pese a que adonde iba quedaba muy lejos, pero no quería gastar en un bus o en un taxi. Tendría que empezar a ahorrar, y a buscar un trabajo, algo que no le hacía ni la mas mínima gracia. Pisaba fuerte, para calentarse los pies, y también de la rabia al recordar la carta de su padre. Mas que nunca le parecían unos miserables.
Cuando llegó, tocó timbre y esperó a ser atendida.
-Señorita Leroux –saludó el hombre –Pase, hace mucho frío –entró y se encontró con una acogedora sala. Era amplia y co muchos adornos, alfombras y cuadros.
-Qué bonitos –dijo mirándolos.
-Sí, los ha traído  mi mujer de sus viajes. Usted pinta ¿no?
-Si. Me gusta este –señaló uno
-Ese es de Italia.
-Ahh....¿Su esposa es ella? –señaló una foto enmarcada, la de una mujer rubia.
-Si, es ella. Ahora no está, se fue de vacaciones con su madre.
Saber que el hombre estaba solo le gustó. De repente, se le presentaba una gran oportunidad, como una venganza al tipo y a sus padres. Pero también sería un riesgo, ya estaban tras sus huellas. Aunque ella era mas lista.
-Bien, iré a buscar el recibo de pago –el hombre salió de la sala.
Miró rápidamente a todos lados, y vio una puerta, que sería de la cocina. Entró y divisó una cuchilla de carne. Perfecto. Además, tenía puestos sus guantes de cuero.
El hombre volvió con el bloc de recibos y un bolígrafo, haciendo un comentario corriente sobre el clima. Ese era momento, tenía que actuar antes que escribiera su nombre en los recibos.
-¿Podría deletrearme su apellido? Es que siempre lo olvido.....-dijo el hombre, antes de ver como la chica se acercaba, en una extraña actitud. Sólo vio el brillo de algo que llevaba en la mano, antes de que le hundiera la cuchilla en el  pecho. Lo volvió a hacer dos veces mas, hasta que cayó, aún consciente, al suelo. Dijo algo ininteligible y quedó con los ojos abiertos por la impresión y el espanto. La alfombra, que parecía ser de Oriente, se tiñó de rojo.
Ni se molestó en desenterrarle la cuchilla, de todos modos era de él. Hasta le parecía que ello hacía una especie de composé con el resto de la decoración.
Miró su mano derecha. Su guante se había manchado mucho, y parte de su tapado también. Con suavidad, se lo quitó y lo guardó en el bolso. Dio vuelta el tapado, y se lo puso del revés, para que nadie por la calle notara las manchas. Les parecería raro una chica con el tapado puesto del revés, pero eso no importaba. Con su mano izquierda, aún enguantada, levantó con cuidado el bloc de recibos y lo guardó en el cajón de un mueble cualquiera. Tomó el bolígrafo y, un poco molesta porque no podía escribir con la mano izquierda, y mas si tenía el guante puesto, escribió  “Don’t bother me” nada mas y nada manos que sobre la foto de la rubia esposa.
Se sintió tentada en llevarse algún cuadro, pero eso sería levantar demasiadas sospechas. Arrojó el bolígrafo por ahí, y con cuidado, abrió la puerta y se fue.


 *-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Hooola!!! Como les va? Yo aburrida, aunque tengo un montón de cosas para hacer, por ejemplo, almorzar XD
Estoy algo ocupada porque el miércoles tengo examen, así que desde acá aviso a las que leen la novela de Mercy, que no sé cuándo publicaré, tendrán que esperar hasta después del miércoles y mas, porque para esa novela (y para el capitulo que viene) necesito muuucha inspiración jaja. Así que aguantenme un poco. Y con esta también les digo lo mismo, está complicado el tema con la universidad, pero creo que a todas les está pasando algo parecido.
Bueno, las dejo y feliz domingo!

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Walking on thin ice (One Shot)


-¡Por favor, repítemelo de vuelta! –rió, casi gritando, el locutor de radio, mientras su compañera reía histéricamente.
-Queridos oyentes, vuelvo a leer la noticia
-Si es que no se desmayaron –interrumpió el hombre, casi ahogado
-Si aún están conscientes y no están paralizados de horror, les vuelvo a repetir la noticia: Según una importante revista del corazón, Yoko Ono y Paul McCartney ¡se casan!
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAA –el hombre prorrumpió en otro ataque de risa, seguido por la chica.
Las risas fueron cortadas por el espacio publicitario de la radio, y por un golpe furioso que le propinaron al aparato transmisor. Tomó su teléfono celular y buscó el número.
-Hola Paul –dijo con sequedad.
-Hola....-respondieron del otro lado -¿Ahora qué quieres?
-¡Quiero saber porqué abriste tu maldita boca!
-¿Yo? ¿De qué hablas?
-¡Acaban de anunciar en la radio que nos casamos! ¿Por qué lo dijiste?
-Yo no dije nada y deja de gritarme como loca. Bueno, eso haz sido siempre.
-No me hagas hablar, idiota. ¿Ahora qué haremos?
-Y yo que sé, supongo que decir la verdad.
-Los fans nos mataran.
-MIS fans querrás decir, porque no creo que tu tengas alguno.
-¿Tus fans? ¿Tus fans? ¡No tienes McCartney! Si tienes es porque te siguen desde que estaban con John!
-Y otra vez con eso.....Para tu información, John no era todo en la banda. Éramos tres mas
-¿Con que no era todo? ¡¿Y entonces porqué tanto escándalo cuando empezó conmigo?!
-¡Yoko discutimos esto un millón de veces! Ya no quiero hablar mas contigo, me hartas.
-¿Y entonces qué?
-Diremos la verdad. Nos casamos para juntar nuestros intereses. Ahora todo volverá a ser Lennon-McCartney. Eso es todo. Tú ganas, yo gano, y todos felices. ¡Dinero para todos!
-No puedo decir eso, me odiarán mas de lo que me odian esos rasposos fans. Dirán, otra vez, que todo lo hago por dinero.
-Por algo lo dirán....
-¡No empieces!
-Vamos Yoko, ¿me vas a decir que por dinero no haces todas esas exposiciones de John? ¿Acaso eso es arte?
-No entiendes nada
-Nunca entendí como una puta manzana  en una mesa puede ser arte. ¡Sólo la pusiste allí, eso cualquiera lo hace!
-¡Ya basta! No quiero seguir con esta estúpida discusión. Tú me odias y yo te odio. No es necesario que nos digamos lo que pensamos el uno del otro.
-Me parece perfecto.
-Hablaré con la prensa
-¡No! Harás un desastre ¡siempre lo hiciste!
-Oh mira, habló el que admitió haber tomado LSD. Deja esto en mis manos, ya me lo agradecerás.
Paul no respondió, solo resopló y colgó con un golpe el auricular. Detestaba a Yoko y mas aún mantener con ella una conversación, porque siempre se convertía en una odiosa discusión que trataba de cosas del pasado. Pero esta vez no le importaba. Sólo quería juntar el dinero, las finanzas, las inversiones, todo. Mas tranquilidad. Aparte...¿qué podría costarle un matrimonio con la japonesa? Nada, se aclararían las cosas, y nadie se enojaría. Bueno, nadie, salvo sus hijas, que querían destriparlo. Pero eso se solucionaba explicándoles bien todo.
Tres horas después, encendió el televisor. Justo estaba en un programa de chimentos. Y justo estaba la japonesa. Ver el titulo de abajo de la imagen casi lo desmaya: “Nos casamos porque nos queremos”
-¿¿¿QUÉ???
Subió el volumen.
-Oh si, con Paul siempre nos odiamos pero desde la muerte de John hemos estado mas unidos y nos hemos perdonado, y es tan pero tan pero tan buena persona que me conquistó, y yo creo que él ahora entiende  a su amigo y....
No pudo seguir. Sentía que le daba un colapso. Otra vez, la japonesa lo había jodido.


-¡TE VOY A MATAR! –gritó entrando a la casa.
-¿Adónde queda tu pacifismo? –preguntó, inmutable como siempre, Yoko.
-¡Al carajo el pacifismo! ¡Contigo no se puede querer la paz del mundo!
-¿Ah no? ¿Y John?
-¡No lo metas a él en esto! ¡Jamás entenderé que mierda te vio! Aunque....siempre tuviste buenas piernas.
-¿Lo ves? No en vano John te advirtió que no te hicieras el galán conmigo.
-Fue en vano, si, lo fue, porque a ti no te tocaba ni con un palo. Siempre fuiste un mono. Mi amigo tenía una novia mono.
-Y tu una novia que no se depilaba –le sacó la lengua.
-A no, me estás buscando Yoko, ¡te estás pasando de la raya!
-Aún no entiendo qué te pasa
-¡Yo no entiendo qué te pasa a ti! ¿Como vas decir lo que dijiste en la televisión? ¡Que nos amamos!
-No iba a decir que lo hago por dinero. Tuve que decir eso.
-¡Pero sin nadie te cree!
-Eso ya lo veremos. Elige  luna de miel
-¿Que? –gritó escupiendo -¡Eso no es necesario!
-No nos creerán
-Yo no quiero que crean nada, ¡solo es una cuestión empresarial!
-Como empresario has sido un desastre, que lo diga la Apple. Ay, nunca piensas sen mi
-Obvio que no.
-Se hará como yo digo
-Ah no, a mi no me vengas con aires de dominante, porque yo....
Pero Yoko le cerró la puerta en la cara.


Diez días después, un juez procedía, encantado, a casar a la “feliz” pareja. Yoko parecía estar tranquila, tenía todo bajo control, cono siempre. Incluso a Paul.
-¿Antes podrían darme un autógrafo? –preguntó el juez, emocionado.
-Si claro, como quiera....-de mala gana, Paul firmó una camiseta blanca.
Al lado, Yoko escribió: “Un racimo de uvas y margaritas vuela hasta el tejado en una noche rosada. Yoko”. El hombre miró extrañado la dedicatoria, pero no se animó a preguntarle, quedaría como un  ignorante no entendiendo el arte de la oriental.
Leyó el acta, y luego los contrayentes firmaron.

La fiesta fue en un yate. Paul se negó rotundamente a cantar, se sentía horrible, aguantando los abrazos de Yoko, que a toda costa intentaba demostrar amor por él.
-Podrías ser un poco mas demostrativo ¿no? A mi también me cuesta hacer esto
-¿¿Y para qué lo hiciste?? Ruega para que no haya tiburones, porque en cualquier momento te tiro de este barco.
Yoko solo sonrió, mientras seguía tomándose fotos con todos los presentes. Después, para completarla, cantó. Todos aplaudieron encantados, aunque solo escucharon gritos desaforados, similares a los de una gata loca, o a los de alguien a quien le han pisado un cayo. Aguantando estoicamente, Paul se quedó hasta el final de la velada.

La luna de miel fue en Vladivostok. Uno de lo lugares mas fríos del planeta. Un lugar elegido por Yoko.
-¿No es lindo? –dijo asomándose por el balcón, viendo la inmensa capa de hielo que cubría el lago.
-No. No, no, no, y ¡NO! Todo esto es ridículo, nadie en su sano juicio cree esta estupidez, todos saben que nos nos soportamos, que nos odiamos, y que todo es una farsa tuya. Lo peor es que por mas que quiera, no puedo defenderme, eres demasiado dominante y engatusas a todos.
-Tranquilo McCartney. Después de todo, salimos bien en las fotos, ¿no crees?
-¡Pero mira con lo que sales!
-A ver...-Yoko se giró, y volvió  a entrar a la habitación de hotel que Paul ocupaba –Esto lo armaste tu. Tú y tu ambición
-No era ambición, es ahorrar trabajo, ya los dos estamos grandes. Ay, por favor, cierra esa ventana, entra un frío terrible.
De mala gana, Yoko cerró la ventana.
-Eres despreciable.
-Mira quien habla. ¡Nos separaste!
-Yo no separé nada ¡fuiste tú!
-Ashhh.....te odio.
-Y yo también.
-No puedo creer que ahora seas ”mi esposa” ¡Es para matarse!
-Y yo no puedo creer que seas “mi esposo”. El tonto McCartney que hace canciones de amor melosas, casado conmigo. Que repugnante.
-Está bien. Esto fue una mala idea. Separémonos.


La vuelta a casa les dio una pila de revistas, entrevistas y todo tipo de chusmeríos. Y además, el odio irracional de los fans. Era una ofensa suprema lo que habían hecho. Eran Paul McCartney y Yoko Ono, casados. Una herejía en su máxima expresión.
-Es hora de que digas la verdad –Paul arrojó al cesto de basura una revista, que en su tapa los mostraba abrazados.
-No. Me odian. Y me odiarán mas.
-¿A quién le importa? Con tal de que no me odien a mí, es suficiente.
-Maldito egocéntrico.
-Mira quien habla. ¡Te robaste a mi amigo!
-¡Ya córtala con eso!
-Aún me sigo recriminando el día que le dije a John que te comprara flores, porque estaba mal porque habían peleado.
-Gracias a eso recompuse mi matrimonio.....-Yoko se acercó a él.
-No me toques, enviada del demonio.
-Y después me dicen a mí que soy fría....
-Hablaré con todos. Esto se tiene que aclarar.
Dos horas después, en una especie de cadena nacional, Paul habló ante los medios. Dijo que el casamiento era por intereses que tenían en común, pero nada mas. Incluso recalcó que se detestaban. Ofendida, Yoko decidió no darle el divorcio.


La ley la amparaba. Para un divorcio, eran necesarios tres años de convivencia. Y apenas hacía una semana que los dos habían dado el “si”. Tampoco se podía pedir la nulidad. Yoko estaba contenta, pero Paul no. Convivir con ella sería una desgracia.
Compraron una casa enorme. Solo estarían ellos dos, pero querían que fuera lo suficientemente grande como para no cruzarse nunca. Sin embargo,  a veces coincidían en el jardín, lo que provocaba que se arrojaran con lo que tenían a mano.
Tres años después, la casa estaba un poco desmantelada. Paul habia preferido seguir con las giras antes que aguantar  a la loca, y Yoko iba por ahí, promocionando su arte. Además, las cosas que no habían vendido, las habían roto en infinidad de discusiones.
Ambos se presentaron ante el juzgado, para que al fin los separaran. La estrategia les había salido mal, y vaya si lo sabían.
El juzgado resolvió que se separarían, pero que Paul debía entregar una abultada suma de dinero a Yoko. Se negó, y apeló. Tardó un mes mas, y otra vez ocurrió lo mismo. Luego de la segunda apelación, se les dio el divorcio sin separar ningún bien, ya que ambos los tenían desde antes de contraer matrimonio.


Ya en la casa, ambos juntaban las pocas pertenencias que les quedaban.
-Sabes Paul, ahora no sé a quien le tiraré cosas. –dijo Yoko, cerrando su maleta
-Y yo no se a quién insultaré.
-La suerte es que no te veré mas, por lo menos en un largo tiempo. –Paul caminó hasta el auto, seguido por ella.
-Si, eso es una gran suerte. Aunque extrañaré pelear. Creo que te extrañaré a ti también.
-Mmm.....y yo creo que me pasará lo mismo. –se acercó y le dio un beso en la mejilla
-Que raro eso en ti
-La fría eres tú, recuérdalo siempre. Bueno....no han sido los mejores tres años de mi vida, pero....si, te extrañaré. Es algo loco, pero si.
-Eso también es arte
-¡Ay no empieces! –rió –Sabes....me gustaría que el domingo vayas a casa, a comer una barbacoa.
-¿Tú, barbacoa?
-Es de soja, no te preocupes
-Ok, iré. Llevaré una botella de veneno para acompañar
-No hace falta, con tu lengua es suficiente –Paul rió y entró al auto
-Con la tuya querrás decir. Espero que no cantes tus bobadas.
-Nadie cantará, y tú tampoco. Nos vemos.
-Nos vemos...No olvides algo: Te odio Paul
-Yo también te odio Yoko.




*--*-*-*-***-*-*-*-*-*-*
Fans de Paul ofendidas en 3...2....1....
Sí, sonará a blasfemia lo que escribí, pero al fin y al cabo no me importa, cada quien es dueño de escribir lo que quiera, para eso hay libertad de expresión, ¿no? Bueno, si quieren pueden tirarme a la hoguera XD
Esta tontería hace mucho tiempo que la tenía en mi cabeza, pero nunca tuve tiempo, o ganas, o suficiente inspiración para escribirla enserio, y ayer, en clase de inglés, la teacher nos hizo leer y escribir una "shaggy dog story", según ella, son historias estúpidas que inventan los ingleses para reírse. El efecto me duró y anoche escribí esta gilada. Ahí tienen mi excusa para que no me acusen de hereje jaja
Mañana prometo subir un capítulo enserio. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo IV


Con una risita, arrojó despectivamente sobre la mesa, el periódico que anunciaba en su tapa que “El asesino serial está preso”.
-Pobre diablo –fue todo lo que dijo antes de mirarse al espejo y retocar su maquillaje.
Salió del departamento cerrando la puerta con sigilo, mirando a todos lados. A veces se sentía paranoica, pensaba que todos la miraban, que todos sabían su secreto, y que en cualquier momento su derrotero de sangre culminaría tras las rejas. Sacudió la cabeza, como para alejar así a todos sus malos pensamientos, y entró al ascensor. Allí se encontró con el dueño del edificio.
-Buenas tardes señorita Leroux.
-Buenas tardes –respondió con apatía. Lo que menos quería era ver a ese tipo, y menos hacer un viaje de 5 pisos junto a él.
-Señorita, le recuerdo que...
-Si, ya lo sé, le estoy debiendo la renta del mes pasado. Pero ya le dije que me espere unos quince días, incluso le pagaré los dos meses juntos.
-Eso espero –dijo el hombre, y ambos se quedaron callados, hasta que se despidieron con un escueto “Adiós”, cuando llegaron a la planta baja del edificio.



-¡George, basta de perfume! ¡Vas a una muestra de arte, no a una discoteca! –John le arrebató el frasco, y George se quedó mirándolo, un poco enojado.
-Quiero oler bien....
-Báñate. Y ahora vamos, se hace tarde.
Los dos salieron de la casa de George, quien conducía el auto. Cuando llegaron a la galería, ambos se miraron en el espejo retrovisor, para comprobar si estaban irreconocibles.
-Perfecto, bajemos –John abrió la portezuela y miró a todos lados: ninguna de las personas que caminaba por la concurrida acera se fijó en él.
Entraron, vieron que había mucha gente y pronto se mezclaron en ella.
-Están buenos, ¿no? –dijo George mirando los cuadros.
-Si, es verdad. Ey, mira éste –John señaló uno, lleno de colores.
-Me gusta. ¿De quién es? –George se agachó, para descifrar la firma –Me....Meli....Mélisande no sé qué.  No entiendo el apellido.
-Me parece haberlo oído a ese nombre, aunque es raro.
En silencio, continuaron mirando y cuidándose de que nadie los reconociera. De pronto, George vio como su amigo miraba a una chica, parada en el extremo de la galería, que hablaba con un hombre mayor.
-¿Qué pasa John?
-Esa chica....-contestó apenas.
-¿Te gusta o qué?
-No, no es eso –respondió fastidiado -Esa chica es la que se llama Mélisande.
-Ah, quiere decir que es quien pintó estos cuadros. Un momento, ¿cómo sabes que es ella?
-¿Recuerdas cuando mataron a la vieja esa, que yo acompañé a Dobb?
-Si....
-¿Te dije que habíamos hablado con una chica algo rara y que pareció reconocerme?
-No me digas que...¿es ella?
-Sí. Además tenía unos dibujos pegados en la puerta de su departamento, quizás los pintó ella.
-¿Y con eso qué?
-Pues....nada. Será mejor que nos vayamos de aquí, antes de que nos reconozca.
-Pero si nadie lo ha hecho y....
-La otra vez estaba vestido igual y ella, estoy segurísimo, me reconoció.
-¿Cómo lo sabes?
-No lo sé, pero estoy seguro.
-Está bien, vámonos –de mala gana, George comenzó a caminar –John, ¿has visto éste? –se detuvo a mirar otro cuadro.
-Vámonos Harrison –dijo por lo bajo, cuando una anciana se les acercó.
-Verdad que es bonito ese cuadro, ¿no? –dijo con voz aguda
-Sí...me gusta ésto de aquí –George comenzó a hablar con la mujer, y John no sabía si se lo hacía a propósito o si de verdad su amigo quería hablar de arte.
Sólo miró hacia el lugar donde había visto a la chica, y aún estaba allí, hablando con el mismo hombre. Se giró, dándole la espalda, para que no llegara a mirarlo.

Mélisande escuchaba a su profesor, que le daba algunas recomendaciones en cuanto al trato con la gente, algo que a ella no le apetecía en absoluto. En medio de la explicación, vio a dos tipos un poco raros, pero que por alguna extraña razón se le hacían conocidos. Uno de ellos hablaba con una mujer mayor, que había visto el día que salió con Deppart. El otro tipo miraba hacia todos lados. Por un momento pensó que serían ladrones que trataban de engatusar a la mujer.
-¿Mélisande? ¿Me escuchas?
-Ah, si, si, perdón....
El profesor continuó con su parloteo, del cual Mélisande había perdido el hilo. Simuló que lo escuchaba hasta que vio, de reojo, a uno de los supuestos “ladrones” girarse y mirar hacia su lado. De inmediato lo reconoció, antes de que él le diera la espalda, y por deducción supo quién era el otro.
-Está bien, profesor, ya entendí –se apuró a decir, apara que el profesor se fuera y así poder acercarse, con cualquier excusa, a los dos.
-Aún falta aclararte otra cosa...-Mélisande no pudo reprimir un gesto de impaciencia, parecía que el hombre se lo hacía a propósito.

Por su parte, George  continuaba conversando con la mujer. Al parecer, realmente le interesaba lo que decía, pero a John no. Así que se distrajo mirado a las personas que entraban y salían de la galería. Sólo puso atención cuando escuchó que la anciana ya no hablaba de arte, sino de Deppart, ese pintor algo famoso que había sido muerto y cuyo jodido asesino los había involucrado, otra vez, a ellos. Se acercó, para escuchar mejor.
-Yo estaba aquí –dijo la mujer –y lo vi, era un hombre tan simpático.....Estaba charlando con una chica, y luego se fue con ella. Y al otro día salió en los periódicos que había sido asesinado. No podía creerlo, ¿quien puede asesinar a un hombre así?
-¿Y no sabe quién era la chica? –preguntó John, con impaciencia.
-No joven, es que yo no veo bien, ya sabe, la edad.....-sonrió –En fin, será mejor que me vaya, un gusto charlar con jovencitos tan educados. Adiós.
-Adiós abuela....-respondieron al unísono, mientras la anciana se alejaba ayudada por su bastón.
-Vaya clase de arte me dio, sabe mucho....
-¡George reacciona! ¿Escuchaste lo que dijo?
-¿Eh? Ah si, lo escuché. Y creo que será mejor que busquemos a Dobb y le contemos.



-Igualmente, la hipótesis del asesino éste ya se cayó –Dobb arrojó sobre su escritorio la foto del sospechoso –Lo teníamos encerrado cuando pasó lo de Deppart. De modo que no es él.
-Quizás no sea él ésta vez, pero si las anteriores –dijo George,
-Eso es lo que estamos tratando de averigüar....Pero ante la ausencia de pruebas que lo culpen, no podemos tenerlo detenido. Y él, obviamente, niega todo. –soltó un suspiro de resignación –Estamos parados en el mismo lugar de antes, no sabemos nada.
-Lo de las inscripciones no lo sabe nadie, ¿no? –preguntó John
-Quédense tranquilos, salvo los investigadores, nadie lo sabe. La prensa no se meterá en esto. Ni siquiera saben lo del cuadro de Deppart.
-¿Sabe, Dobb? La mujer habló de una chica, y hoy vimos en esa galería a la chica esa.....a la que usted le hizo unas preguntas cuando mataron  a la vieja.
-Ah si, la que dijiste que tenía nombre raro.
-Si, esa.....Al parecer es pintora, y estaba ésta tarde en la galería.
-¿Ya qué hay con eso? ¿Crees que sea la chica de la que habló la mujer?
-No.  Mejor dicho, no lo sé. Chicas hay muchas.....Ay, todo esto es muy confuso.
-Bien, ubicaremos a esa anciana, es una testigo importante.
-Pero dijo que no ve bien....
-¿Y eso que tiene que ver, George? –preguntó un poco exasperado.
-Al no ver bien, no sabe cómo es la chica.
-No te preocupes, se la haremos recordar.
-Oiga no golpeará a la anciana para que diga todo lo que sabe, ¿no? Porque así hacen en Estados Unidos....-dijo John.
-No, no haremos eso, y ya dejen de mirar películas.....



Apagó la radio con furia. El maldito al que habían encarcelado había sido liberado, y se abriría la investigación otra vez. Y lo peor era que muchos estaban ocupándose de Deppart, entre ellos el propio gobierno francés.
-Maldita sea –dijo en voz alta -¿Por qué no pude elegir uno común y corriente, como los otros? Éste me está complicando las cosas, todo porque era famoso. Y ahora esa vieja de la galería....Sé que me vio con él, y por algo ésta tarde habló con Harrison y Lennon. Ellos están contactados con la policía, lo sé.....Sino, no hubiera venido con el inspector cuando ocurrió lo de la otra vieja.....Ay, ¡cómo odio a las viejas! –de la bronca golpeó, contra la mesa, el vaso que tenía en la mano, lo que hizo que se partiera y la lastimara.
Pronunciando muchas maldiciones, se vendó, mientras tomaba una decisión, llevar a cabo un plan que debía salir perfecto: se presentaría voluntariamente a hablar ante la policía.


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Sí, sé que es un capitulo muy corto, pero ando con un poco de crisis inspirativa (?
Además, algunas cosillas que iba a poner en éste, me las reservé para el próximo, porque sino cortaba la emoción jajaja
Bueno, espero sepan comprender. Ah, y perdón por la tardanza en subir.

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