Zettie pestañeó una vez, dos veces, tres veces. Abrió la boca y la cerró. Luego la abrió otra vez.
–Chloe…dije algo
grave pero que no les hiciera daño. Meter a un tipo para que se inmole en su
avión los lastimará un poco. Te veo mal, ¿por qué no te acostás?
–No estoy mal,
estoy mejor que nunca porque se me ocurrió una gran idea. Yo no dije nada de
inmolarse, sólo dije terroristas.
–Bueno…convengamos
que es más o menos los mismo. Mirá, esto no me está gustando nada, mejor…
–¿Qué? ¿Te vas a
abrir? Las dos estamos en esto.
–Llegó el
momento de crisis en el que los delincuentes comienzan a pelear…No dije que me
voy, pero creo que tu idea es muy riesgosa y todo puede salir mal.
–Nada saldrá
mal, porque sólo será simulación. Un simple susto, para que dejen de ocuparse de
nosotras porque los Beatles están amenazados por un grupo terrorista. Será fácil,
con que nos disfracemos de hombres árabes y los miremos de lejos y después hagamos
una llamada con amenazas, la policía se desesperará por buscar a los árabes y
como por arte de magia, se olvidarán de nosotras.
–Mmm…¿y si justo
nos encontramos con árabes de verdad y nos ven así vestidas y…?
–Ay eso sería mucha
casualidad, ¡dejá tu cuota de pesimismo para otro día!
–Está bien, pero
sin embargo no quiero que seamos árabes, no quiero problemas con esos países,
mejor seamos del Ku Klux Klan.
–Ey…eso es
bueno, ¿eh? Además ya estuvieron amenazados por esos. Si ven a un par de ellos mirándolos,
tendrán miedo, y si después los llama alguien...me gusta la idea. Pero el que llame
debe ser un hombre, si son mujeres pueden sospechar porque ya saben que fueron
dos mujeres las que robaron el banco.
–Le decimos a Dimitri,
habla raro y causará más impacto.
–Sí…-Chloe pensó
que decirle a Dimitri podía ser bueno, pero a la vez malo. No quería que el ruso
se enterara de su gran plan, querría formar parte, sacar tajada, y no tenía
ganas de luchar con eso y con su insoportable acento ruso–Lo emborrachamos un
poco, le damos un teléfono y le decimos que repita que los Beatles están en
peligro. Sonará amenazador, y él al día siguiente ni se acordará.
–La pregunta
principal es ¿de dónde sacamos ropa del KKK?
–Qué fácil, le
pedimos algo parecido al cura de la capilla que está acá cerca. De paso, entro
a una iglesia.
Brian, por primera
vez, notaba el gran negocio que tenía en sus manos siendo manager de los
Beatles. En unos días casi habían recuperado la mitad de lo que les habían robado,
lo cual le daba la pauta que en una semana tendrían todo nuevamente. Si bien ya
sabía que lo que ellos tocaban lo convertían en oro, nunca lo había tenido tan
evidente frente a sus ojos, con los números
que crecían a la velocidad de la luz. Normal que sus cuatro chicos apenas si se
preocuparan por el asunto.
–Si es sólo
dinero. –repetía George encogiéndose de hombros–Si alguien lo robó es porque lo
necesitaba, lo ayudamos.
–George, si
querés hacer filantropía hacela de otra forma. ¿Con qué pensás que pagás toda
la comida que tragás por día? Con dinero. Así que no le restes importancia.
–Mi padre ganaba
muchísimo menos y a mí nunca me faltó comida, y siempre comí mucho. Quiere
decir que no es necesario tanto dinero. Aparte no sé de qué te quejás, ya recuperamos
casi todo simplemente posando para una revista y yendo a un programa de
televisión.
–George tiene
razón.–dijo Ringo–En total habremos estado cuarenta y cinco minutos, y recuperamos
los diez millones. No veo porqué tanto problema en saber quién robó.
–Los debe estar
disfrutando en Aruba, el muy maldito.
–Paul, no seas
agarrado. –se quejó Ringo–Como si no tuvieras qué ponerte o con qué pagar una
gaseosa.
–Es que el hecho
de que hayamos recuperado todo no significa que dejemos que los ladrones anden
sueltos. Además no se llevaron sólo dinero, había muchos papeles importantes.
–Papeles que aún
no recuperé.
–¿Cómo sabremos
cuál es su número de teléfono? Ya busqué “Beatles” en la guía y no están.
Chloe rodó los
ojos.
–Hablás en
broma, ¿no?
–Por supuesto,
no soy tan tonta. Pero aún así, no tenemos su número.
–Qué mal, había
pensado todo menos eso. Y no tenemos ningún contacto para que nos
diga…Mmm…tenemos que conseguir eso sí o sí o se va todo al traste.
–Chloe, ¿junto
con el dinero no habíamos llevado unos papeles? Aparte del que rompimos
peleando por las firmas.
–Sí, había
papeles que no entendí de qué eran. Creo que no los tiré a la basura, siguen en
la bolsa del dinero.
–Quizás ahí haya
un número, aunque sea el de uno de ellos, o el del manager…Lo importante es que
nos comuniquemos.
Juntas subieron
hasta el ático y abrieron la bolsa. Sacaron los billetes que aún les quedaban,
y en el fondo de la bolsa vieron unos papeles a los que ni habían prestado
mucha atención porque no tenían ninguna firma que les interesara.
–Acá hay
algo…-Chloe señaló un número debajo del nombre del manager–¿Será este? Por las
dudas lo anoto.
Por más que
siguieron leyendo los papeles, no encontraron ningún otro dato más, salvo el número
del banco y el del estudio de grabación. Consideraron que el del manager sería
más directo y que daría más miedo que alguien extraño se comunicara
directamente con él. El número del estudio de grabación lo podía tener
cualquier bromista.
–Perfecto.
¿Empezamos hoy?
–Claro que sí,
Zettie. Vos buscalo a Dimitri, invitalo a que venga a cenar, él solo. Yo iré a
hacerle una visita al cura.
Chloe salió en
su Porsche amarillo, ya que era sábado y ese día tocaba auto color amarillo.
Zettie salió en bicicleta porque el ruso no vivía muy lejos de ahí, y también
porque no sabía conducir.
El cura estaba
de lo más tranquilo regando las flores del patio cuando escuchó una frenada en
seco delante de la capilla. ¿Quién tendría tanta urgencia en rezar? Se asomó y
vio a una chica bajarse de un auto amarillo muy llamativo, que se quitó los lentes
de sol y le sonrió.
–Buen día,
padre. ¿Cómo está?
El cura la miró
extrañado, nunca la había visto por ahí y sin embargo ella se dirigía a él con
simpatía y como si lo conociera. La saludó con cortesía y le preguntó si
necesitaba algo.
–Necesito un
favor suyo, sé que podrá ayudarme ya que usted es muy bueno.
El cura otra vez
la miró perplejo, ¿cómo sabía que él era bueno? La verdad es que se consideraba
así, bueno, un pan de Dios, pero le llamaba la atención que la chica se lo
dijera tan abiertamente. Le sonrió agradecido, al parecer su bondad se le
notaba mucho y eso podía ganarle el puesto de obispo en poco tiempo.
–Vos me dirás en
qué puedo ayudarte hija, pasá.
Dimitri abrió la
puerta. Pese a que era casi mediodía, aún estaba durmiendo y le molestaba mucho
que alguien tocara el timbre con tanta insistencia a esa hora y menos si era
Zettie. La verdad es que la chica muy bien no le caía, más aún desde que le
había tirado por la cabeza una fuente de calamares. Se quedó mirándola, sin
dejarse engañar por la sonrisa inocente de ella.
–¿Qué? –dijo al fin
con sequedad.
–¡Buen sábado!
–Ay no vengas
con esa simpatía, que ya nos conocemos. ¿Qué querés?
Zettie rió, no
sabía cómo el ruso había dicho tantas palabras juntas sin que se le trabara la lengua
una sola vez.
–Venía a
invitarte a cenar.
–¿Cuánto me
pagarás?
–¿Te tengo que
pagar para que vengas? Mirá Dimitri, que conste que yo no tengo ninguna gana de
verte, son cosas de Chloe que hoy se levantó bondadosa y quiere alimentar a los
pobres inmigrantes indocumentados como vos.
Dimitri captó
enseguida la indirecta. Si no iba a esa cena o le daba más vueltas al asunto,
Zettie no tendría problema en llamar a la policía para que lo deportaran.
–¿A qué hora?
–Ocho.
–¿Tengo que
llevar algo?
–Tu encantadora
presencia. –respondió burlona–No traigas nada, ni armas, ni postres.
Chloe se
persignó varias veces antes de salir de la iglesia, demostrando cuán devota
era. El cura sonreía, feliz de la buena obra que estaba llevando a cabo. Y es que no todos los días una bella
chica le pedía ropa para hacer una representación del nacimiento de Belén en un
hogar de huérfanos. Ayudarla también sumaría puntos para el obispado, más
porque la chica parecía ser adinerada, no por nada tenía semejante coche, y
divulgaría su buen nombre entre sus conocidos. Por lo tanto, pronto sabrían de
él las más altas jerarquías eclesiásticas.
Cuando llegó a
la casa, Zettie peleaba con la cortadora de pasto, y la estaba agarrando a
patadas cuando se calmó al ver los trajes que Chloe traía.
–¡Los
conseguiste!
–El cura quedó
conmovido con mi obra, le dije que quería hacer una representación con niños de
un hogar pero no teníamos ropa adecuada, y me dio estas que usan para las
misas.
–Pero…no pareceremos
del Ku Klux Klan, pareceremos simples curas…Y estaba pensando otra cosa: ellos
están en Estados Unidos, no en Inglaterra.
–Bueno, yo qué
sé, esta es la rama inglesa del KKK, o vinieron hasta acá exclusivamente para
molestar a los Beatles. ¿Ellos qué saben? Si seguro que ni leen noticias. Y
para no parecer curas, ya tengo unas telas para que nos pongamos en la cabeza.
No es exactamente el gorro ese que llevan, pero algo es al…-no continuó, le dio
un ataque de risa al ver a Zettie vestida con una túnica blanca que le quedaba
enorme.
–¿El cura es muy
gordo, no? –preguntó desilusionada–Porque me sobra tela por todos lados…
–Cuando Ringo te
vea así, no tengo dudas de que se enamorará. –siguió riéndose, hasta que Zettie
pudo sacarse la túnica y tirársela–¡Ey! Que el cura será muy inocente pero se
dará cuenta si la ropa está maltratada.
–Dimitri va a
venir. Ya compré el vodka que le gusta. –Zettie siguió pateando la
cortadora–¡Auuu! ¡Me hice daño! ¿Por qué le diste vacaciones al jardinero?
–Dejá eso,
tenemos que disfrazarnos. Hay unos Beatles a quienes debemos asustar.
El almuerzo con
los directores de la EMI había sido tan aplastado como tenían previsto. Según George,
la comida escaseaba; según Paul, los querían estafar; según John aquella gente
era muy aburrida; y según Ringo, era mejor quedarse a dormir la siesta en casa.
Salieron del
restaurante con cara de pocos amigos, y fue cada uno a su auto. El día no había
terminado allí, aún debían grabar unas cuantas tomas de una nueva canción para
Revolver. Antes de que entraran a sus autos, vieron a dos personas paradas en
la esquina. Las vieron porque les llamaron la atención que estuviesen vestidas
de blanco de pies a cabeza.
–Tengo calor.
–Y yo también, Además,
creo que este cura tiene piojos, no paro de rascarme. ¡Ahí están!
–Dios, mirá a Ringo…
–Nos vieron. Perfecto.
John me vio, no lo puedo creer, si tan sólo no tuviera este disfraz de oveja…
–¿Y ahora nos
vamos? ¿Es fue todo?
–Teóricamente
sí, pero creo que no nos tomaron como una amenaza, quizás nos confundieron con
dos promotores de algo, o simples locos vestidos de blanco. Tendremos que ser más
contundentes.
–O sea, que los
tenemos que seguir.
–Me encanta que
podamos entendernos aún envueltas en estos trapos. Vamos.
Los cuatro conducían
por una atestada avenida, todos con las radios a todo volumen. Paul, que iba
detrás de todo, vio por el espejo retrovisor a un auto amarillo que le pareció
espectacular. Pensó que al día siguiente tendría tiempo de ir a una agencia y
encargar uno igual. El entusiasmo por un nuevo coche se le pasó cuando notó que
el auto amarillo se le adelantaba y que dentro iban dos personas, las mismas
que había visto en la esquina del restaurante. El coche también adelantó al
coche de John, y él también vio a las dos personas, lo mismo que Ringo y George.
Los cuatro también vieron que esos dos sujetos no les quitaban los ojos de
encima y que el auto, pese a ser muy visible, desaparecía mezclándose con los
otros en el caos de la calle. Los cuatro tragaron saliva: eso era el Ku Klux
Klan, y los tenían marcados. Muy marcados.
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Como siempre, con un mes entre capitulo y capitulo, aparecí yo, que les dejo la cuarta parte de esto. Hoy me inspiré y lo escribí en un rato, aunque quizás sea el cigarrillo de malvones que me armé esta mañana jajaja.
Bueno, espero que les guste, gracias por leer y nos vemos en el próximo.