sábado, 25 de abril de 2015

Revolver - Capitulo 4 "El mejor plan del mundo"



Zettie pestañeó una vez, dos veces, tres veces. Abrió la boca y la cerró. Luego la abrió otra vez.
–Chloe…dije algo grave pero que no les hiciera daño. Meter a un tipo para que se inmole en su avión los lastimará un poco. Te veo mal, ¿por qué no te acostás?
–No estoy mal, estoy mejor que nunca porque se me ocurrió una gran idea. Yo no dije nada de inmolarse, sólo dije terroristas.
–Bueno…convengamos que es más o menos los mismo. Mirá, esto no me está gustando nada, mejor…
–¿Qué? ¿Te vas a abrir? Las dos estamos en esto.
–Llegó el momento de crisis en el que los delincuentes comienzan a pelear…No dije que me voy, pero creo que tu idea es muy riesgosa y todo puede salir mal.
–Nada saldrá mal, porque sólo será simulación. Un simple susto, para que dejen de ocuparse de nosotras porque los Beatles están amenazados por un grupo terrorista. Será fácil, con que nos disfracemos de hombres árabes y los miremos de lejos y después hagamos una llamada con amenazas, la policía se desesperará por buscar a los árabes y como por arte de magia, se olvidarán de nosotras.
–Mmm…¿y si justo nos encontramos con árabes de verdad y nos ven así vestidas y…?
–Ay eso sería mucha casualidad, ¡dejá tu cuota de pesimismo para otro día!
–Está bien, pero sin embargo no quiero que seamos árabes, no quiero problemas con esos países, mejor seamos del Ku Klux Klan.
–Ey…eso es bueno, ¿eh? Además ya estuvieron amenazados por esos. Si ven a un par de ellos mirándolos, tendrán miedo, y si después los llama alguien...me gusta la idea. Pero el que llame debe ser un hombre, si son mujeres pueden sospechar porque ya saben que fueron dos mujeres las que robaron el banco.
–Le decimos a Dimitri, habla raro y causará más impacto.
–Sí…-Chloe pensó que decirle a Dimitri podía ser bueno, pero a la vez malo. No quería que el ruso se enterara de su gran plan, querría formar parte, sacar tajada, y no tenía ganas de luchar con eso y con su insoportable acento ruso–Lo emborrachamos un poco, le damos un teléfono y le decimos que repita que los Beatles están en peligro. Sonará amenazador, y él al día siguiente ni se acordará.
–La pregunta principal es ¿de dónde sacamos ropa del KKK?
–Qué fácil, le pedimos algo parecido al cura de la capilla que está acá cerca. De paso, entro a una iglesia.







Brian, por primera vez, notaba el gran negocio que tenía en sus manos siendo manager de los Beatles. En unos días casi habían recuperado la mitad de lo que les habían robado, lo cual le daba la pauta que en una semana tendrían todo nuevamente. Si bien ya sabía que lo que ellos tocaban lo convertían en oro, nunca lo había tenido tan evidente frente a sus ojos, con los  números que crecían a la velocidad de la luz. Normal que sus cuatro chicos apenas si se preocuparan por el asunto. 
–Si es sólo dinero. –repetía George encogiéndose de hombros–Si alguien lo robó es porque lo necesitaba, lo ayudamos.
–George, si querés hacer filantropía hacela de otra forma. ¿Con qué pensás que pagás toda la comida que tragás por día? Con dinero. Así que no le restes importancia.
–Mi padre ganaba muchísimo menos y a mí nunca me faltó comida, y siempre comí mucho. Quiere decir que no es necesario tanto dinero. Aparte no sé de qué te quejás, ya recuperamos casi todo simplemente posando para una revista y yendo a un programa de televisión.
–George tiene razón.–dijo Ringo–En total habremos estado cuarenta y cinco minutos, y recuperamos los diez millones. No veo porqué tanto problema en saber quién robó.
–Los debe estar disfrutando en Aruba, el muy maldito.
–Paul, no seas agarrado. –se quejó Ringo–Como si no tuvieras qué ponerte o con qué pagar una gaseosa.
–Es que el hecho de que hayamos recuperado todo no significa que dejemos que los ladrones anden sueltos. Además no se llevaron sólo dinero, había muchos papeles importantes.
–Papeles que aún no recuperé.







–¿Cómo sabremos cuál es su número de teléfono? Ya busqué “Beatles” en la guía y no están.
Chloe rodó los ojos.
–Hablás en broma, ¿no?
–Por supuesto, no soy tan tonta. Pero aún así, no tenemos su número.
–Qué mal, había pensado todo menos eso. Y no tenemos ningún contacto para que nos diga…Mmm…tenemos que conseguir eso sí o sí o se va todo al traste.
–Chloe, ¿junto con el dinero no habíamos llevado unos papeles? Aparte del que rompimos peleando por las firmas.
–Sí, había papeles que no entendí de qué eran. Creo que no los tiré a la basura, siguen en la bolsa del dinero.
–Quizás ahí haya un número, aunque sea el de uno de ellos, o el del manager…Lo importante es que nos comuniquemos.
Juntas subieron hasta el ático y abrieron la bolsa. Sacaron los billetes que aún les quedaban, y en el fondo de la bolsa vieron unos papeles a los que ni habían prestado mucha atención porque no tenían ninguna firma que les interesara.
–Acá hay algo…-Chloe señaló un número debajo del nombre del manager–¿Será este? Por las dudas lo anoto.
Por más que siguieron leyendo los papeles, no encontraron ningún otro dato más, salvo el número del banco y el del estudio de grabación. Consideraron que el del manager sería más directo y que daría más miedo que alguien extraño se comunicara directamente con él. El número del estudio de grabación lo podía tener cualquier bromista.
–Perfecto. ¿Empezamos hoy?
–Claro que sí, Zettie. Vos buscalo a Dimitri, invitalo a que venga a cenar, él solo. Yo iré a hacerle una visita al cura.
Chloe salió en su Porsche amarillo, ya que era sábado y ese día tocaba auto color amarillo. Zettie salió en bicicleta porque el ruso no vivía muy lejos de ahí, y también porque no sabía conducir.






El cura estaba de lo más tranquilo regando las flores del patio cuando escuchó una frenada en seco delante de la capilla. ¿Quién tendría tanta urgencia en rezar? Se asomó y vio a una chica bajarse de un auto amarillo muy llamativo, que se quitó los lentes de sol y le sonrió.
–Buen día, padre. ¿Cómo está?
El cura la miró extrañado, nunca la había visto por ahí y sin embargo ella se dirigía a él con simpatía y como si lo conociera. La saludó con cortesía y le preguntó si necesitaba algo.
–Necesito un favor suyo, sé que podrá ayudarme ya que usted es muy bueno.
El cura otra vez la miró perplejo, ¿cómo sabía que él era bueno? La verdad es que se consideraba así, bueno, un pan de Dios, pero le llamaba la atención que la chica se lo dijera tan abiertamente. Le sonrió agradecido, al parecer su bondad se le notaba mucho y eso podía ganarle el puesto de obispo en poco tiempo.
–Vos me dirás en qué puedo ayudarte hija, pasá.






Dimitri abrió la puerta. Pese a que era casi mediodía, aún estaba durmiendo y le molestaba mucho que alguien tocara el timbre con tanta insistencia a esa hora y menos si era Zettie. La verdad es que la chica muy bien no le caía, más aún desde que le había tirado por la cabeza una fuente de calamares. Se quedó mirándola, sin dejarse engañar por la sonrisa inocente de ella.
–¿Qué? –dijo al fin con sequedad.
–¡Buen sábado!
–Ay no vengas con esa simpatía, que ya nos conocemos. ¿Qué querés?
Zettie rió, no sabía cómo el ruso había dicho tantas palabras juntas sin que se le trabara la lengua una sola vez.
–Venía a invitarte a cenar.
–¿Cuánto me pagarás?
–¿Te tengo que pagar para que vengas? Mirá Dimitri, que conste que yo no tengo ninguna gana de verte, son cosas de Chloe que hoy se levantó bondadosa y quiere alimentar a los pobres inmigrantes indocumentados como vos.
Dimitri captó enseguida la indirecta. Si no iba a esa cena o le daba más vueltas al asunto, Zettie no tendría problema en llamar a la policía para que lo deportaran.
–¿A qué hora?
–Ocho.
–¿Tengo que llevar algo?
–Tu encantadora presencia. –respondió burlona–No traigas nada, ni armas, ni postres.






Chloe se persignó varias veces antes de salir de la iglesia, demostrando cuán devota era. El cura sonreía, feliz de la buena obra que estaba llevando  a cabo. Y es que no todos los días una bella chica le pedía ropa para hacer una representación del nacimiento de Belén en un hogar de huérfanos. Ayudarla también sumaría puntos para el obispado, más porque la chica parecía ser adinerada, no por nada tenía semejante coche, y divulgaría su buen nombre entre sus conocidos. Por lo tanto, pronto sabrían de él las más altas jerarquías eclesiásticas.
Cuando llegó a la casa, Zettie peleaba con la cortadora de pasto, y la estaba agarrando a patadas cuando se calmó al ver los trajes que Chloe traía.
–¡Los conseguiste!
–El cura quedó conmovido con mi obra, le dije que quería hacer una representación con niños de un hogar pero no teníamos ropa adecuada, y me dio estas que usan para las misas.
–Pero…no pareceremos del Ku Klux Klan, pareceremos simples curas…Y estaba pensando otra cosa: ellos están en Estados Unidos, no en Inglaterra.
–Bueno, yo qué sé, esta es la rama inglesa del KKK, o vinieron hasta acá exclusivamente para molestar a los Beatles. ¿Ellos qué saben? Si seguro que ni leen noticias. Y para no parecer curas, ya tengo unas telas para que nos pongamos en la cabeza. No es exactamente el gorro ese que llevan, pero algo es al…-no continuó, le dio un ataque de risa al ver a Zettie vestida con una túnica blanca que le quedaba enorme.
–¿El cura es muy gordo, no? –preguntó desilusionada–Porque me sobra tela por todos lados…
–Cuando Ringo te vea así, no tengo dudas de que se enamorará. –siguió riéndose, hasta que Zettie pudo sacarse la túnica y tirársela–¡Ey! Que el cura será muy inocente pero se dará cuenta si la ropa está maltratada.
–Dimitri va a venir. Ya compré el vodka que le gusta. –Zettie siguió pateando la cortadora–¡Auuu! ¡Me hice daño! ¿Por qué le diste vacaciones al jardinero?
–Dejá eso, tenemos que disfrazarnos. Hay unos Beatles a quienes debemos asustar.





El almuerzo con los directores de la EMI había sido tan aplastado como tenían previsto. Según George, la comida escaseaba; según Paul, los querían estafar; según John aquella gente era muy aburrida; y según Ringo, era mejor quedarse a dormir la siesta en casa.
Salieron del restaurante con cara de pocos amigos, y fue cada uno a su auto. El día no había terminado allí, aún debían grabar unas cuantas tomas de una nueva canción para Revolver. Antes de que entraran a sus autos, vieron a dos personas paradas en la esquina. Las vieron porque les llamaron la atención que estuviesen vestidas de blanco de pies a cabeza.





–Tengo calor.
–Y yo también, Además, creo que este cura tiene piojos, no paro de rascarme. ¡Ahí están!
–Dios, mirá a Ringo…
–Nos vieron. Perfecto. John me vio, no lo puedo creer, si tan sólo no tuviera este disfraz de oveja…
–¿Y ahora nos vamos? ¿Es fue todo?
–Teóricamente sí, pero creo que no nos tomaron como una amenaza, quizás nos confundieron con dos promotores de algo, o simples locos vestidos de blanco. Tendremos que ser más contundentes.
–O sea, que los tenemos que seguir.
–Me encanta que podamos entendernos aún envueltas en estos trapos. Vamos.





Los cuatro conducían por una atestada avenida, todos con las radios a todo volumen. Paul, que iba detrás de todo, vio por el espejo retrovisor a un auto amarillo que le pareció espectacular. Pensó que al día siguiente tendría tiempo de ir a una agencia y encargar uno igual. El entusiasmo por un nuevo coche se le pasó cuando notó que el auto amarillo se le adelantaba y que dentro iban dos personas, las mismas que había visto en la esquina del restaurante. El coche también adelantó al coche de John, y él también vio a las dos personas, lo mismo que Ringo y George. Los cuatro también vieron que esos dos sujetos no les quitaban los ojos de encima y que el auto, pese a ser muy visible, desaparecía mezclándose con los otros en el caos de la calle. Los cuatro tragaron saliva: eso era el Ku Klux Klan, y los tenían marcados. Muy marcados.






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Como siempre, con un mes entre capitulo y capitulo, aparecí yo, que les dejo la cuarta parte de esto. Hoy me inspiré y lo escribí en un rato, aunque quizás sea el cigarrillo de malvones que me armé esta mañana jajaja.
Bueno, espero que les guste, gracias por leer y nos vemos en el próximo. 

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