viernes, 23 de enero de 2015

Revolver - Capitulo 2 "Princesas bastardas"



–¿¿¿Cómo que nos robaron todo???
Los cuatro miraron estupefactos a su mánager, buscándolo culpable. El hombre miró al gerente del banco, buscándolo culpable. El gerente miró al suelo, porque no había más nadie a quien echarle la culpa.
–Lo siento. –fue todo lo que dijo.
–No, no mienta, no lo siente porque a usted no le robaron. No tenemos nada…-Paul se agarró la cara, John de mordió para que nadie notara su sonrisa.
–Tranquilo Paulie, siempre podrás ir y trabajar en la ruta…Ya sabemos que la ropa de mujer te va bien.
–¡No es gracioso, ubicate por una vez en tu vida!
–Uy, qué alterado…
–John…
Miró a su manager con fastidio, luego buscó apoyos en George y Ringo, pero lo miraron negando con la cabeza. Suspiró y se cruzó de brazos, dispuesto a no prestar más atención a aquella conversación aburrida.
–A ver, ¿no hay nada de nada? –preguntó George.
–No, nada, completamente vacío. Llama la atención que sólo se hayan llevado su dinero.
–Alguien que nos odia…Algún fan de los Rolling, seguro. –sonrió.
John se aguantó la otra vez, George ya estaba aburriéndose como él y necesitaba decir alguna barbaridad. No les preocupaba lo que acababa de pasarles porque seguramente otro banco también estaría lleno de su dinero.
–Según lo que declararon los empleados, a los que hubo que amenazar porque extrañamente no querían inculpar a nadie, parecían muy fanáticas de ustedes.
–Seguro que no querían hablar porque fueron ellos mismos los que robaron. –rió George.
–Un momento, un momento –Ringo pareció despertar-¿Dijo fanáticas? ¿Eran mujeres? ¿Y fanáticas? Sabía que estaban locas pero no tanto…
–¿Fueron mujeres? –Paul parecía indignado-¿Mujeres se llevaron nuestro dinero?
–Ehh…sí.
–A esto le llamo liberación femenina. –rio John, pero volvió a la seriedad.-Bueno sí, perdón…
–Ese es el tipo de chicas que me gustan. –completó Ringo–Bueno sí, perdón….Ay no se puede decir nada sin que te miren mal.
–¿Pueden comportarse? –Brian los reprendió, luego se dirigió al gerente–¿Cuántas eran?
–Parece que dos.
–¿Dos? ¿Sólo dos personas robaron un banco?
–Bueno…sí. Se cree que son unas chicas que ya han atacado otros bancos en el norte, algunos peajes, e incluso robaron un contenedor completo de un barco y se lo vendieron a los rusos. Estamos sobre ellas, pero no sabemos más nada, y deben pertenecer a alguna organización peligrosa y obedecerán a jefes, es claro que solas no trabajarán.
–Si lo robaron sólo dos personas, por más jefes que tengan, la culpa es de ustedes. –sentenció Ringo–Su banco tendría una pésima seguridad.
–Es que estaban todos en huelga…
–¿Y eso qué tiene que ver? Dígame, ¿cuántos guardias había?
–Contando al que le quitaron el arma…Uno.
Lo miraron incrédulos, John soltó una carcajada.
–¡Ay qué buen comediante que es usted! Debería dejar lo de los bancos, a la vista está que no es lo suyo. Ahora hable en serio, ¿cuántos había?
–Uno.
Paul resopló, cada vez más indignado.
–Entonces devuélvanos el dinero. La culpa es suya, hasta un niño de cinco años sabe que no puede haber sólo un guardia en un banco. Vamos, poniendo el dinero.
–¿Yo? ¿Y de dónde saco diez millones?
–No es problema nuestro.
–Son unos desalmados.
–Bueno, vaya y dígale eso a alguna revista para que lo publique, a lo mejor le dan algo para empezar con el pago.
–Paul, basta.
–¿Por qué Brian? El tipo descuidó lo nuestro, y se lo dimos en confianza.
–Paul, jamás fuiste a ese banco ni para firmar.
–Pero le di mi dinero.
–¡Ni sabías que estaba guardado allí!
–Eso es un detalle…
–Otra cosa –Ringo volvió a atacar–¿Cómo sabemos que no se los robó usted? Habla y habla, pero no tenemos ninguna prueba de que en verdad robaron su banco.
–Sherlock Ringo tiene razón, ¡fue usted! –señaló John–¡Va a ir a la cárcel! ¡Y su mujer lo dejará por su mejor amigo!
–Arggghh ¡yo me voy! –el gerente se puso de pie, visiblemente enfurecido–Aquí los únicos culpables son ustedes, a nadie con un mínimo de conocimiento se le ocurre meter todo su dinero en un mismo banco. Les pasa por tontos, son cuatro cabezas ineptas, sólo sirven para tener ese pelo. Que además, es horrible.
–¡Oiga no se meta con mi pelo! –Paul aplastó su flequillo.
–Nos roban ¿y los culpables somos nosotros? ¿Qué clase de bancario es usted? Váyase de una vez.
El gerente miró airado a Brian y a los demás y se fue dando un portazo.
–Inepto.
–Ojalá le roben otra vez. –dijo George. Tomó un vaso de agua y se sentó frente a Brian.
–Ey, lo de que nos robaron todo es mentira, ¿no?
–No.
–¿Cómo que no?
–Se llevaron todo. TO-DO.
–Bueno, pero hay más en otro banco, el gerente ese se piensa que tiene la exclusividad, pobre tipo. –John prendió un cigarrillo–¿Cuáles son los otros bancos?
–Se llaman Ninguno.
–Pará, pará, ¿me estás diciendo que no hay nada de nada?
–Lo que tienen en los bolsillos, nada más.
Ringo sacó hacia fuera los bolsillos de su pantalón. Cayeron una moneda y un chicle viejo.
–Digamos que esto no pinta bien…
–Y para hacer un disco faltan muchas canciones…–otra vez, Paul se agarró la cabeza–Por primera vez en mi vida, diré esto: ¡Odio a las mujeres!








–Nueve millones novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y ocho, nueve millones novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve…¡diez millones! –Chloe gritó dejando caer el último billete sobre la mesa.
–Podríamos tapizar la cocina con tantos billetes…
–Creo que nunca pasé un mejor cumpleaños. Zettie llamá a todos, tiremos la casa por la ventana. ¿Qué me puedo regalar? Ah ya sé, una casa en Hawaii.
–Hay tiburones –Zettie desparramó todos los billetes y los lanzó al aire–¡Lluvia!
–¿Qué tal una casa en los Alpes?
–Hay que saber esquiar.
–Qué me importa, me compro esquís de oro si quiero. Zettie ¿podés parar con ese papel? ¡Vas a esnifarte la tinta!
–¡Es una firma de Ringo!
–Hay diez millones sobre la mesa y sólo mirás esa firma, que encima está torcida.
-¡Porque es zurdo! Ay, seguro que apoyó su mano aquí, hasta puedo sentir su olor a colonia….Mmm…Pino…
–Estás enferma de obsesión  por él y…¿Qué? ¿Esa es la firma de John?
–Será, yo qué sé.
–¿¿¿Por qué no me dijiste???
–No la vi…
–¡Y la estuviste manoseando toda, hasta te metiste el papel en el corpiño! Qué asco…Ay mirá, mirá, qué letra tan bonita, daría estos diez millones para ser bolígrafo…Y este es el perfume de John, no el de Ringo.
–¡Es de Ringo!
–¡De John!
–¡De Ringo! ¡Y dame ese papel!
-¡No, porque no me avisaste que estaba la firma de John!
–¡Pero lo encontré yo! ¡Es mío!
La hoja se partió al medio, quedando un pedazo en manos de cada una. Se miraron.
–¡Mirá lo que hiciste! –gritaron al unísono.
Ambas se fueron, dejando los billetes desparramados. Dolores, la mucama, entró.
–Cuánto desorden, las señoritas otra vez jugando al Monopoly…





Era de tarde y los sirvientes iban y venían preparando la gran fiesta. Zettie no paraba de llamar a los amigos de Chloe y por suerte, todos aceptaban ir muy gustosos. Algunos también eran delincuentes, entre ellos estaban los rusos del contenedor. Otros no lo eran y ni por asomo imaginaban el “trabajo” de las chicas. Para ellos estaba el cuento que le metían a todo aquel que preguntara sobre quiénes eran: dos bastardas de la reina Isabel.  La disparatada historia decía que la reina había tenido amores con un tal Read, proveedor de whiskey del palacio, y que un tiempo después, con Foster, fabricante de faldas de tartán en Escocia. Las niñas se habían criado en los mejores colegios y con las mejores institutrices, pero lejos de las miradas de la nobleza. Pese a lo increíble, nadie parecía sospechar la gran mentira y tampoco se animaban a preguntar más para no hacer sentir peor a las pobres princesas desheredadas, que cuando lo contaban se llenaban de lágrimas los ojos por el abandono de su madre que las mantenía entre lujos pero nunca les había prestado atención. Sobre sus padres jamás inventaron ninguna historia, siempre rompían en llanto y ya nadie quería torturar sus pobres almas preguntándoles sobre ellos.
Mientras Zettie llamaba, Chloe recorría la casa en busca de los billetes. Si alguien los había agarrado, se lamentaría mucho. Al fin Dolores le dijo que estaban en una bolsa, junto a las cajas de los juegos de mesa. Suspiró aliviada y se llevó la bolsa a su habitación, allí empezó la repartija, o sea, armar dos pilas de cinco millones cada una.
–¡Van a venir todos! –exclamó Zettie entrando–Perdón por no golpear la puerta.  Uy, qué hermosa mi pila, qué bonitos billetitos. Ya sé qué me compraré, un avión.
–¿Un avión?
–Sí, me gusta. Pero uno de pasajeros, eh. Bien espacioso, para mí sola.
–¿Sabés qué estaba pensando? Si le robamos esto a nuestros ídolos, podríamos invertirlos en ellos.
–¿Vas a comprarte a John? Me lo imagino en una vidriera, con el cartelito de “Oferta”.
Se echó a reír hasta que Chloe le revoleó un almohadón.
–Dejá de reírte, paso a explicarte. Me refiero a…darnos a conocer.
–¿Cómo ladronas? Te aviso que existe la policía.
–Oler la firma de Ringo te trastornó la cabeza. A ver, ¿qué le decimos a la gente que nos pregunta quiénes somos?
–Que somos princesas. –Zettie hizo una reverencia exagerada.
–Oh si, mamá nunca nos viene a ver, sólo nos manda dinero, siempre está con Carlos y Sara…
Siguieron un rato partiéndose de risa hasta que Chloe pareció recuperar la compostura y decidió continuar con su explicación.
–El plan es el siguiente: si nos hacemos conocidas, mostramos que tenemos dinero, que somos nobles…podemos meternos en su círculo y conocerlos. Con el perfecto agregado de que nadie sospechará nunca más de nosotras. Y con el aún más perfecto agregado de que se enamorarán perdidamente.
–¿Y eso último cómo lo sabés?
–¿Acaso estás dudando de que John se enamore de mí? ¿Sos capaz?
–No, pero…A ver, no sé…Eso de ser conocidas no me convence, tarde o temprano se sabrá la verdad.
–¿Y cómo? ¿La Reina se enterará de que hay dos simples muchachas que dicen ser sus hijas? ¿En el discurso de Navidad saldrá a desmentirlo? No. Entonces, no hay riesgos.
–Visto así…no. Está bien, me uno a tu plan, ¡quiero ser famosa!




Como estaba muy entusiasmada con su idea, Chloe quería invitarlos a su cumpleaños, pero era obvio que unos recién robados Beatles no irían a una reunión, y menos si en esa reunión estaba toda el hampa, incluidas sus ladronas. La táctica fue que invitarían a algunos conocidos que sabían que tenían contactos con la alta sociedad. Esos conocidos les caían pésimo, pero los Beatles bien valían una fiesta aguantándolos.
–No esperaba tan repentina invitación, Chloe. –dijo uno de ellos, que se hacía llamar Dólar Blue –La verdad es que me sorprendió.
–Es que quería que estuvieran todos los conocidos  a los que admiro, y vos sos parte de ellos. Me gusta festejar con todos. –levantó su copa y brindó con él.–¿Sabés? Estoy aburrida de estar siempre entre estas cuatro paredes, quiero salir, conocer más gente, ir a fiestas…
–Puedo invitarte a una. ¿Ubicás a Twiggy?
–Tendría que ser un marciano para no saber quién es.
–Dará una el sábado que viene, estará lo mejor de lo mejor. Y estará encantada de tener a una princesa en su fiesta.
–Dos, Dólar…Y no somos princesas, ya sabés que…
–Oh, lo siento, no quise recordarte eso. Para consolarte, te diré que hasta estará Alain Delon.
–Muero por Alain.
–Ah ah, ojo ahí. Nada de acosar gente, ellos están cansados de eso y quieren relajarse, y me mirarán mal si llevo invitados que los molesten, y sabés que vivo de hacer relaciones públicas, no puedo dejar que me vean como a un moscón.
–Ay, no hace falta toda esa aclaración, ¿te creés que no soy una chica educada? Además no soy como el resto de la plebe, todos matándose por una foto o un autógrafo…-miró a Zettie, ella le sacó la lengua–Ya me pasás la dirección.
–Pasaré a buscarlas, quiero darme el lujo de presentarlas.
–¿Estarán los Beatles?
–Dije que no hay que acosar.
–Preguntaba porque si están, no voy. No lo soporto, todo el mundo hablando de ellos y su estúpida película.
–¡Al fin alguien que piensa como yo! –Dólar Blue levantó su copa, feliz–Son una banda de tontos. Y tranquila, no estarán, y eso es una suerte. Esta tarde me enteré que están con algunos problemas, pero no sé cuáles…Ya saben, la fama fugaz se les estará escapando.
La fiesta terminó cuando uno de los rusos vomitó sobre una mesa llena de bandejas con calamares. Todos se fueron asqueados, incluso el propio ruso porque Zettie le tiró los calamares por la cabeza.
–Este Dimitri  arruinó toda la fiesta. ¿Ahora qué pensarán de nosotras?
–Nada Zettie, a los ricos y famosos también les pasan cosas así, incluso peores. Lo importante es que Dólar se fue y que tenemos una invitación asegurada.
–Pero ellos no estarán.
–A no desesperarse, por algo se empieza, hay que tener paciencia, como cuando estamos por robar un peaje. Ya estamos un paso más cerca de ellos, así que Beatles…¡allá vamos por segunda vez!





*******
Sí, el tipo se llama Dólar Blue jaja. ¿Cómo están? Yo sorprendida de mí misma porque creo que es la primera vez que publico tan seguido, súper raro. Hoy no tenía ni idea de hacerlo, pero como estaba aburrida y aún falta mucho para la cena, publiqué. Agradézcanle a mi madre por tardar en hacer la comida jajaja.
Muchas gracias por sus comentarios en el primer capitulo, dan ganas de seguir con esto aunque sea una locura. Y ya que estoy, aprovecho para recomendarles otro fic, el de Valentina, que lleva poquitos capis y pinta muy bien: http://lostintimebeatles.blogspot.com
Y ahora me despido, ¡nos leemos!

lunes, 12 de enero de 2015

Revolver - Capitulo 1 "Feliz Cumpleaños"


Abril había llegado especialmente caluroso. Contrariamente a la naturaleza londinense, hacía tres días que no llovía y la niebla había desaparecido. Más que primavera, aquello parecía un verano caribeño. Desacostumbrados a tales sorpresas climáticas, los habitantes de la ciudad se refrescaban como podían y trataban de adaptarse sin quejarse demasiado. Sin embargo, el clima no parecía ser problema en “la mansión blanca”, como llamaban los vecinos a la casa de estilo victoriano completamente blanca, rodeada de anchos muros cubiertos de hiedra, que se levantaba como una fortaleza dominando un reino, aunque en este caso sólo dominaba un barrio residencial lleno de casas enormes pero de mal gusto. La mansión hacía muy poco que la habían comprado “las señoritas”. Así las llamaba el ejército de sirvientes que tenían prohibido hablar de sus jefas, por lo tanto, aquello daba lugar a varias conjeturas de los vecinos, que sospechaban que las famosas señoritas eran sólo un par de ancianas ricas y nobles con ganas de alejarse de todo. Nada más equivocado.
Recostada al borde de la piscina, tomando sol y fumando un habano muy aromático, Chloe Read agitó la campanilla.
–¿Señora? –la sirvienta, tan rápida como solícita, se acercó secándose las manos.
–Señorita,  Dolores, señorita…
–Disculpe señorita Chloe. ¿Qué deseaba?
–Más jugo. –extendió su mano con un vaso vacío. Dolores lo llenó.–Ah, podés irte, te doy la tarde libre.
–Pero la señorita Zettie me dijo que…
–La señorita Zettie no tiene nada que hacer. Andá tranquila.
–Gracias señorita Chloe, como usted ordene.
–¿Para qué te quería Zettie?
–Para que le enseñara a bailar salsa. Ya sabe, como soy colombiana…
–Ay esta chica…Andá a tu casa o a donde quieras, hace un calor horrible.
Tomá, comprate un helado. –Dolores agarró el billete que le tendía Chloe,
agradeció tres o cuatro veces más, y se fue quitándose el delantal.
Chloe tomó su jugo, despacio, mirándose las uñas despintadas de los pies.
–¡Read!
Suspiró y se quitó los lentes de sol. Vio a Zettie parada frente a ella, con las manos en la cintura. Rió.
–¿Se puede saber porqué le dijiste a Dolores que se vaya?
–Porque no tenía ganas de que los vidrios temblaran al ritmo de la salsa. Quiero paz y tranquilidad, que para eso nos mudamos acá.
–¡Pero yo quería salsa!
–Ay bueno, comprate una lata de tomates y te la hacés.
Zettie achinó los ojos, agarró el vaso de jugo de Chloe, y lo volcó en la piscina.
–¡Ey! ¡Maldita vengadora! ¿Estás loca o qué?
–¡Yo quería mi clase!
–¡Bueno, mañana te anotás en una academia de baile y te pago treinta clases! ¿Contenta?
–Eso me gustó. –Zettie sonrió  con picardía y se sentó en la reposera de su amiga. –Hablando de pagar…hoy pagué el teléfono. Eran tres mil.
–Mmm...las llamadas a Estados Unidos están caras.
–Porque hablás una hora seguida.
–Ay, me da igual.
–No tendría que darte igual…Chloe, hice cuentas y no estamos bien de números.
–¿A qué te referís con ese “no estamos bien”?
–A que sólo nos quedan quinientas.
–No están mal quinientas mil.
–No. Quinientas. Quinientas libras. Eso es todo.
–¿QUÉ? –se incorporó–Pero…¡pero si había mucho!
–Había.
–Podrías haber hecho antes las cuentas.
–No tenía ganas…¿Qué vamos a hacer?
–No sé…¡Ay, otra vez en la pobreza! ¡Para qué trabajo, si siempre vuelvo a escuchar frases de pobre!
–Mañana podríamos salir.
–¡Já! ¿Mañana? Es mi cumpleaños, y yo el día de mi cumpleaños no trabajo.
–Pero no habrá para tu fiesta. Con quinientas no hacemos nada.
–Yo no trabajo. Andá vos y sacame de pobre.
–¡No, Read! –rezongó–Yo no puedo sola, lo sabés.
–Es hora de que aprendas. Vamos, hacé algo sencillo, unas cabinas de peaje, yo qué sé…Te lo tomo como regalo de cumple. Además podemos despistar a los de Investigaciones, que me parece que ya nos tienen fichadas.
–Vayamos las dos.
–Dije que no. Es mi cumpleaños y para ocuparse de las cabinas hay que levantarse temprano y yo odio levantarme temprano.
–Tengo un plan mejor. ¿Qué te parece…un banco?
–¿Justo mañana un banco? No, otro día, ya te dije que…
–Sí, que el día de tu natalicio no trabajás. Pero por una vez, podés hacer una excepción…–de un bolsillo de su short sacó un papelito, lo fue desdoblando hasta que el papelito se convirtió en un gran mapa.–Fijate en este puntito verde. Es un banco.
–Qué novedad. Todo el mundo sabe que los verdes son bancos, los amarillos las cabinas, los naranjas los depósitos, los azules los controles policiales y el rojo….¡Joder, el rojo! ¡El rojo está muy cerca de ese punto verde!
–Y este punto verde mañana está de huelga. ¿A que es genial?
–Muy bien, muy bien, mi querida Foster…Además, este banco puede tener algún tipo de túnel o comunicación secreta con…ya sabés.
–Por eso me interesa tanto. ¿Y?
–Creo que mañana haré una gran fiesta.





Lanzó un dardo acompañado de un sonoro y largo bostezo. Por supuesto, falló. Tampoco le importó mucho.
–John, ¿qué vas a hacer mañana?
–Lo de siempre, querido Georgie. Conquistar el mundo. 
–Hablo en serio.
–Ay, disculpe señor serio. Y yo qué sé, seguramente nada porque tendré que levantarme temprano para ir  a ese banco de porquería. Odio levantarme temprano.
–Uff…el banco…–el guitarrista se quejó, pero pareció olvidarlo dándole un mordisco a un trozo de pizza.–¿Y qué es lo que tenemos que hacer ahí?
–Robarlo.
–Hablo enserio.
–Me cansás con tus “hablo en serio”–John salió al jardín y George se encogió de hombros. Lanzó otro dardo.–Ringo…
Ringo ni siquiera se movió.
–¡RINGO!
–¡Ay, ¿qué te pasa?! ¡Dejá de gritar!
George le quitó el libro que leía y Ringo se puso de pie, dispuesto a perseguirlo y hacerle cualquier cosa hasta que se lo devolviera.
–Quiero saber para qué hay que ir al banco.
–¿Y para eso me molestás? Vamos a firmar no sé qué. Dame mi libro.
–¿Adónde hay que ir? –Paul bajó las escaleras, agarrándose la panza–Auch, me muero de hambre.
–Hay que ir al banco, mañana.
–Genial, conquistaremos chicas.
–Está lleno de jubiladas. –rió George.
–Más que conquistar, iremos a que nos desintegren, se nos tirarán encima hasta las puertas. –dijo Ringo.
Estalló el sonido del teléfono, Ringo atendió de mala gana al ver que nadie se molestaba en hacerlo.
–Ah, sí. –dijo–Ah, genial. Ah, chau.
–Cuánta simpatía derrochás hoy, Starkey. –rió Paul.
–Brian dice que no vamos al banco. Hay huelga y no atienden al público.
–Buenísimo nos salvamos.



–¡Dale, seta maldita!
–¿Perdón? ¿A quién te atreviste a decirle seta maldita?
–A vos. Apurate que llegamos tarde.
–Te tomás a pecho cuando hablamos de “trabajo”. Acá no hay horarios, si los hubiera no estaría arriesgándome,  estaría en una oficina asfixiante, ganaría  un sueldo de miseria y no viviría en este pedazo de casa que tenemos.
–Arriesgarse decís, no te animás a robar una cabina de peaje. Y lo llamo trabajo porque sí hay que cumplir horarios, y hay que vestirse horrible. Como ahora.
Zettie rió al ver a Chloe y dejó de reírse cuando se miró al espejo. Los trajes de “empleadas de mantenimiento” les venían bastante grandes y eran feos, tristes, y calurosos.
–¿Está todo? –preguntó abriendo su caja de plástico.
–Yo llevo todo acá. –Chloe controló la suya–Bueno, vámonos.
–¿En qué auto?
–Hoy es miércoles, toca el rojo.
–Es muy llamativo, usemos el negro.
–El negro es para los lunes, que son días negros. Hoy es miércoles y toca auto rojo. Yo soy la dueña y decido. Y además es mi cumpleaños.
–Feliz cumpleaños.
–Zettie…son las diez de la mañana y ya me dijiste feliz cumpleaños veinte veces. Y ya te dije que gracias.
–Es que quiero romper el récord del año pasado, ¡fueron 134 veces!
–No hace falta que me lo recuerdes…
Caminaron hasta las cocheras mirando a todos lados. Una de las desventajas de vivir llenas de sirvientes era que había muchos ojos que veían qué hacían, cómo se vestían, y qué usaban. Por suerte, los habían mandado a todos a arreglar o comprar cosas y ninguno merodeaba por allí.
–Mirando a todos lados como si fuéramos delincuentes, ya no se puede trabajar en paz y menos confiar en la gente. –se quejó Chloe antes de subir al auto. Poco tardaron en llegar hasta la puerta del banco.
–Ahh…amo los días de huelga, que los trabajadores luchen por sus derechos…–Zettie sonrió con malicia, mirando la calle desierta. Se bajaron y dejaron el auto abierto.
–Ante cualquier pregunta, decimos que lo heredamos de algún tío. Porque no nos creerán que dos empleadas tengan una Ferrari…
–Te dije que mejor era el negro. Uy, mirá. –Chloe imitó a Zettie y se asomó al banco. No había nadie, salvo unos pocos empleados.
–Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así…–canturreó Zettie–Mirá, pobre gente, tienen uno sólo de seguridad.
–Criaturitas…
Zettie golpeó la puerta de vidrio. El de seguridad se acercó y con un movimiento de cejas dio a entender que quería saber quiénes eran.
–Mantenimiento e inspección municipal.
–Está cerrado –contestó el tipo, empañando el vidrio.
–No puede negarse  al control municipal, señor. –Chloe mostró dos credenciales que de lejos se notaba que eran falsas, pero el tipo ni las miró y abrió de mala gana. Se fue a un rincón, a seguir con una taza de café que había dejado a medio terminar.
Entraron silbando y mirando todo. Había cinco cajeros en total, uno hablaba por teléfono en lo que parecía ser una llamada de larga distancia porque destrozaba el francés, otro miraba una revista dudosa, un tercero contaba dinero, otro dormitaba con los pies apoyados en el mostrador, y el último se pintaba las uñas. Sí, se pintaba las uñas.
–Qué fácil está esto…
–Tu regalo de cumple. Feliz cumpl…
–Basta Foster. Empecemos. –carraspeó y abrió una de las cajas–Compañera, ¿trajo el medidor de vibraciones?
–Por supuesto compañera, aquí está. Uy, este edifico tiembla mucho, sí, sí. Lo anotaré por aquí, es una contravención.
–Así es, compañera. Como por ejemplo, robar bancos. ¡Arriba las manos!
–¡Esto es un asalto!
–Se dice atraco.
–¡Asalto! ¡Atraco! ¡Lo que sea, suban las manos!
Para ese momento, ya todos habían salido de su letargo y las miraban sin entender muy bien si era una broma o qué, hasta que vieron que tenían armas. El tipo de seguridad intentó forcejear con Chloe.
–¡Soltá eso, amigo! –como si hubiera sido un niño, le quitó la pistola reglamentaria y la abrió–Pero qué miedo me das, ni cargada con agua está. Andá, sentate y seguí con el cafecito, se te va a enfriar.
El tipo quiso abalanzarse sobre ella, pero Zettie le dio con “el medidor de vibraciones” que no era otra cosa que una radio vieja, en la cabeza, y quedó medio desmayado.
–¡Si alguno se mueve, los coso a balas! ¡Rápido, todo el dinero!
–¡Zettie, no! ¡El de las cajas no importa!
–Juju, hoy jugás fuerte, eh. Feliz cumpleaños.
Chloe ni contestó, se limitó a apuntarle al cajero del teléfono.
–A ver vos, francés trucho, llevame adonde tenés el dinero que me importa.
El cajero salió de su cubículo con las manos en alto mientras Zettie amenazaba al resto.
–Si veo un solo movimiento de ustedes, así sea para rascarse sus inútiles huevos, su compañero muere. ¿Entendido?
–¿Puedo seguir con mis uñas?
–No, dejalas secar.
Zettie corrió hacia donde su amiga tenía al cajero abriendo el pasillo que llevaba a las cajas fuertes.
–Foster mejor agarrá a otro tipo más, por las dudas que a este no lo quieran tanto.
Zettie fue por otro empleado.
–Vení vos. –le dijo al de la revista–Naa, mejor no, seguro olés raro. A vos se te arruinaría la manicure…El dormido, despertate y seguime. Y ojo, que tengo granadas y una bomba en los calzones.
Lo llevó hasta el pasillo de las cajas fuertes, que Chloe abría como si fueran botellas de gaseosas.
–Son todos papeles y más papeles. Me parece que nos jodieron, acá nadie guarda dinero.
–A ver, decinos dónde hay dinero, pero buen dinero. –Zettie apuntó al dormido.
–No sé, nunca entré acá, no sé nada.
–Hay cada inútil trabajando…Encima que defienden sus derechos durmiendo, no saben dónde se guarda la plata.
–¡Zettie! –Chloe chilló–¡Por Dios, Zettie, vení! ¡Mirá esto!
–¿Dinero?
–No, pero mirá quiénes lo guardan acá.
–Qué me importa quién lo guarda, yo sólo quiero el jodido din…¡Ay mamita! ¡Decime que no es cierto!
–Lo es…
–¡¡¡AAAAAAHHHH!!! –gritaron al unísono–¡Son ellos!
–¿Cómo sacamos este dinero? –preguntó al cajero del teléfono.
–¿Se llevarán el dinero de The Beatles?
–¡Por supuesto! Es la cifra más grande que veo en todos estos papeles que guardan aquí.
–Yo me llevaré el papel, oh por Dios tengo una firma de Ringo. –Zettie se guardó el papel en el corpiño, Chloe la miró con asco.
–Hay que entrar a las bóvedas, ahí está. –dijo el dormido.
–Llévenos.
Mientras bajaban  a un sótano, el cajero marcó dos claves para abrir unas rejas.
–Menos mal que no sabías, pájaro. –gruñó Zettie–Ya que estamos, digan si hay túneles que lleguen al palacio.
–Les aseguro que no, hasta nosotros los hemos buscado.
–Muy bien franchute, reconocés que sos delincuente como nosotras. Te daremos unas libras.
Al fin llegaron a una bóveda con más cajas fuertes. El cajero con ansias de robar el palacio les dio instrucciones para abrirlas, mientras Zettie  les ataba las manos a una reja.
–Me cago en…¡mirá todo esto! –Chloe estaba alucinada, sin creerse lo que veía.
–Ay por favor, esto está tapizado en billetes…Vamos, saquemos todo rápido.
De los bolsillos sacaron bolsas que extendieron y comenzaron a llenar de fajos de billetes. A los cajeros les dieron tres o cuatro fajos como “redistribución de la riqueza”.
–Vamos, perdimos mucho tiempo, dale Chloe o estamos sonadas.
Corrieron hacia arriba trepando los escalones de dos en dos.
–Esperá. –dijo Zettie cuando llegaron arriba.–Antes tengo que hacer una cosa.
Agarró el micrófono de una de las cajas y gritó.
–¡Feliz cumpleaños!



**********
¡Hola mundo! Hacía un tiempo que no aparecía por estos lares y como ven, hoy regresé con este desquicio, como todas las cosas que escribo. Será un fic cortito, como todos los que pongo en este blog, así que espero que les guste. Desde ya, agradezco y acepto las críticas y sugerencias. 
Un saludo para Cris que me está viendo por TV (?) y ¡nos vemos en el segundo capitulo!


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