–¿¿¿Cómo que nos
robaron todo???
Los cuatro miraron
estupefactos a su mánager, buscándolo culpable. El hombre miró al gerente del
banco, buscándolo culpable. El gerente miró al suelo, porque no había más nadie
a quien echarle la culpa.
–Lo siento. –fue
todo lo que dijo.
–No, no mienta, no
lo siente porque a usted no le robaron. No tenemos nada…-Paul se agarró la
cara, John de mordió para que nadie notara su sonrisa.
–Tranquilo
Paulie, siempre podrás ir y trabajar en la ruta…Ya sabemos que la ropa de mujer
te va bien.
–¡No es gracioso,
ubicate por una vez en tu vida!
–Uy, qué
alterado…
–John…
Miró a su manager
con fastidio, luego buscó apoyos en George y Ringo, pero lo miraron negando con
la cabeza. Suspiró y se cruzó de brazos, dispuesto a no prestar más atención a aquella
conversación aburrida.
–A ver, ¿no hay
nada de nada? –preguntó George.
–No, nada, completamente
vacío. Llama la atención que sólo se hayan llevado su dinero.
–Alguien que nos
odia…Algún fan de los Rolling, seguro. –sonrió.
John se aguantó
la otra vez, George ya estaba aburriéndose como él y necesitaba decir alguna
barbaridad. No les preocupaba lo que acababa de pasarles porque seguramente
otro banco también estaría lleno de su dinero.
–Según lo que
declararon los empleados, a los que hubo que amenazar porque extrañamente no
querían inculpar a nadie, parecían muy fanáticas de ustedes.
–Seguro que no
querían hablar porque fueron ellos mismos los que robaron. –rió George.
–Un momento, un
momento –Ringo pareció despertar-¿Dijo fanáticas? ¿Eran mujeres? ¿Y fanáticas?
Sabía que estaban locas pero no tanto…
–¿Fueron
mujeres? –Paul parecía indignado-¿Mujeres se llevaron nuestro dinero?
–Ehh…sí.
–A esto le llamo
liberación femenina. –rio John, pero volvió a la seriedad.-Bueno sí, perdón…
–Ese es el tipo
de chicas que me gustan. –completó Ringo–Bueno sí, perdón….Ay no se puede decir
nada sin que te miren mal.
–¿Pueden comportarse?
–Brian los reprendió, luego se dirigió al gerente–¿Cuántas eran?
–Parece que dos.
–¿Dos? ¿Sólo dos
personas robaron un banco?
–Bueno…sí. Se
cree que son unas chicas que ya han atacado otros bancos en el norte, algunos
peajes, e incluso robaron un contenedor completo de un barco y se lo vendieron a
los rusos. Estamos sobre ellas, pero no sabemos más nada, y deben pertenecer a
alguna organización peligrosa y obedecerán a jefes, es claro que solas no
trabajarán.
–Si lo robaron
sólo dos personas, por más jefes que tengan, la culpa es de ustedes. –sentenció
Ringo–Su banco tendría una pésima seguridad.
–Es que estaban todos
en huelga…
–¿Y eso qué tiene
que ver? Dígame, ¿cuántos guardias había?
–Contando al que
le quitaron el arma…Uno.
Lo miraron
incrédulos, John soltó una carcajada.
–¡Ay qué buen
comediante que es usted! Debería dejar lo de los bancos, a la vista está que no
es lo suyo. Ahora hable en serio, ¿cuántos había?
–Uno.
Paul resopló,
cada vez más indignado.
–Entonces
devuélvanos el dinero. La culpa es suya, hasta un niño de cinco años sabe que
no puede haber sólo un guardia en un banco. Vamos, poniendo el dinero.
–¿Yo? ¿Y de dónde
saco diez millones?
–No es problema
nuestro.
–Son unos
desalmados.
–Bueno, vaya y
dígale eso a alguna revista para que lo publique, a lo mejor le dan algo para
empezar con el pago.
–Paul, basta.
–¿Por qué Brian?
El tipo descuidó lo nuestro, y se lo dimos en confianza.
–Paul, jamás
fuiste a ese banco ni para firmar.
–Pero le di mi
dinero.
–¡Ni sabías que
estaba guardado allí!
–Eso es un detalle…
–Otra cosa
–Ringo volvió a atacar–¿Cómo sabemos que no se los robó usted? Habla y habla,
pero no tenemos ninguna prueba de que en verdad robaron su banco.
–Sherlock Ringo
tiene razón, ¡fue usted! –señaló John–¡Va a ir a la cárcel! ¡Y su mujer lo
dejará por su mejor amigo!
–Arggghh ¡yo me
voy! –el gerente se puso de pie, visiblemente enfurecido–Aquí los únicos culpables
son ustedes, a nadie con un mínimo de conocimiento se le ocurre meter todo su
dinero en un mismo banco. Les pasa por tontos, son cuatro cabezas ineptas, sólo
sirven para tener ese pelo. Que además, es horrible.
–¡Oiga no se
meta con mi pelo! –Paul aplastó su flequillo.
–Nos roban ¿y
los culpables somos nosotros? ¿Qué clase de bancario es usted? Váyase de una
vez.
El gerente miró
airado a Brian y a los demás y se fue dando un portazo.
–Inepto.
–Ojalá le roben
otra vez. –dijo George. Tomó un vaso de agua y se sentó frente a Brian.
–Ey, lo de que
nos robaron todo es mentira, ¿no?
–No.
–¿Cómo que no?
–Se llevaron
todo. TO-DO.
–Bueno, pero hay
más en otro banco, el gerente ese se piensa que tiene la exclusividad, pobre
tipo. –John prendió un cigarrillo–¿Cuáles son los otros bancos?
–Se llaman Ninguno.
–Pará, pará, ¿me
estás diciendo que no hay nada de nada?
–Lo que tienen
en los bolsillos, nada más.
Ringo sacó hacia
fuera los bolsillos de su pantalón. Cayeron una moneda y un chicle viejo.
–Digamos que esto
no pinta bien…
–Y para hacer un
disco faltan muchas canciones…–otra vez, Paul se agarró la cabeza–Por primera
vez en mi vida, diré esto: ¡Odio a las mujeres!
–Nueve millones
novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y ocho, nueve millones
novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve…¡diez millones!
–Chloe gritó dejando caer el último billete sobre la mesa.
–Podríamos
tapizar la cocina con tantos billetes…
–Creo que nunca
pasé un mejor cumpleaños. Zettie llamá a todos, tiremos la casa por la ventana.
¿Qué me puedo regalar? Ah ya sé, una casa en Hawaii.
–Hay tiburones
–Zettie desparramó todos los billetes y los lanzó al aire–¡Lluvia!
–¿Qué tal una casa
en los Alpes?
–Hay que saber
esquiar.
–Qué me importa,
me compro esquís de oro si quiero. Zettie ¿podés parar con ese papel? ¡Vas a
esnifarte la tinta!
–¡Es una firma
de Ringo!
–Hay diez
millones sobre la mesa y sólo mirás esa firma, que encima está torcida.
-¡Porque es
zurdo! Ay, seguro que apoyó su mano aquí, hasta puedo sentir su olor a colonia….Mmm…Pino…
–Estás enferma de
obsesión por él y…¿Qué? ¿Esa es la firma
de John?
–Será, yo qué
sé.
–¿¿¿Por qué no
me dijiste???
–No la vi…
–¡Y la estuviste
manoseando toda, hasta te metiste el papel en el corpiño! Qué asco…Ay mirá,
mirá, qué letra tan bonita, daría estos diez millones para ser bolígrafo…Y este
es el perfume de John, no el de Ringo.
–¡Es de Ringo!
–¡De John!
–¡De Ringo! ¡Y
dame ese papel!
-¡No, porque no
me avisaste que estaba la firma de John!
–¡Pero lo encontré
yo! ¡Es mío!
La hoja se
partió al medio, quedando un pedazo en manos de cada una. Se miraron.
–¡Mirá lo que
hiciste! –gritaron al unísono.
Ambas se fueron,
dejando los billetes desparramados. Dolores, la mucama, entró.
–Cuánto
desorden, las señoritas otra vez jugando al Monopoly…
Era de tarde y
los sirvientes iban y venían preparando la gran fiesta. Zettie no paraba de
llamar a los amigos de Chloe y por suerte, todos aceptaban ir muy gustosos.
Algunos también eran delincuentes, entre ellos estaban los rusos del
contenedor. Otros no lo eran y ni por asomo imaginaban el “trabajo” de las
chicas. Para ellos estaba el cuento que le metían a todo aquel que preguntara
sobre quiénes eran: dos bastardas de la reina Isabel. La disparatada historia decía que la reina
había tenido amores con un tal Read, proveedor de whiskey del palacio, y que un
tiempo después, con Foster, fabricante de faldas de tartán en Escocia. Las
niñas se habían criado en los mejores colegios y con las mejores institutrices,
pero lejos de las miradas de la nobleza. Pese a lo increíble, nadie parecía
sospechar la gran mentira y tampoco se animaban a preguntar más para no hacer sentir
peor a las pobres princesas desheredadas, que cuando lo contaban se llenaban de
lágrimas los ojos por el abandono de su madre que las mantenía entre lujos pero
nunca les había prestado atención. Sobre sus padres jamás inventaron ninguna
historia, siempre rompían en llanto y ya nadie quería torturar sus pobres almas
preguntándoles sobre ellos.
Mientras Zettie llamaba,
Chloe recorría la casa en busca de los billetes. Si alguien los había agarrado,
se lamentaría mucho. Al fin Dolores le dijo que estaban en una bolsa, junto a
las cajas de los juegos de mesa. Suspiró aliviada y se llevó la bolsa a su
habitación, allí empezó la repartija, o sea, armar dos pilas de cinco millones
cada una.
–¡Van a venir
todos! –exclamó Zettie entrando–Perdón por no golpear la puerta. Uy, qué hermosa mi pila, qué bonitos billetitos.
Ya sé qué me compraré, un avión.
–¿Un avión?
–Sí, me gusta. Pero
uno de pasajeros, eh. Bien espacioso, para mí sola.
–¿Sabés qué estaba
pensando? Si le robamos esto a nuestros ídolos, podríamos invertirlos en ellos.
–¿Vas a
comprarte a John? Me lo imagino en una vidriera, con el cartelito de “Oferta”.
Se echó a reír
hasta que Chloe le revoleó un almohadón.
–Dejá de reírte,
paso a explicarte. Me refiero a…darnos a conocer.
–¿Cómo ladronas?
Te aviso que existe la policía.
–Oler la firma
de Ringo te trastornó la cabeza. A ver, ¿qué le decimos a la gente que nos pregunta
quiénes somos?
–Que somos
princesas. –Zettie hizo una reverencia exagerada.
–Oh si, mamá
nunca nos viene a ver, sólo nos manda dinero, siempre está con Carlos y Sara…
Siguieron un
rato partiéndose de risa hasta que Chloe pareció recuperar la compostura y
decidió continuar con su explicación.
–El plan es el
siguiente: si nos hacemos conocidas, mostramos que tenemos dinero, que somos nobles…podemos
meternos en su círculo y conocerlos. Con el perfecto agregado de que nadie sospechará
nunca más de nosotras. Y con el aún más perfecto agregado de que se enamorarán
perdidamente.
–¿Y eso último
cómo lo sabés?
–¿Acaso estás
dudando de que John se enamore de mí? ¿Sos capaz?
–No, pero…A ver,
no sé…Eso de ser conocidas no me convence, tarde o temprano se sabrá la verdad.
–¿Y cómo? ¿La
Reina se enterará de que hay dos simples muchachas que dicen ser sus hijas? ¿En
el discurso de Navidad saldrá a desmentirlo? No. Entonces, no hay riesgos.
–Visto así…no.
Está bien, me uno a tu plan, ¡quiero ser famosa!
Como estaba muy
entusiasmada con su idea, Chloe quería invitarlos a su cumpleaños, pero era
obvio que unos recién robados Beatles no irían a una reunión, y menos si en esa
reunión estaba toda el hampa, incluidas sus ladronas. La táctica fue que invitarían
a algunos conocidos que sabían que tenían contactos con la alta sociedad. Esos
conocidos les caían pésimo, pero los Beatles bien valían una fiesta aguantándolos.
–No esperaba tan
repentina invitación, Chloe. –dijo uno de ellos, que se hacía llamar Dólar Blue
–La verdad es que me sorprendió.
–Es que quería
que estuvieran todos los conocidos a los
que admiro, y vos sos parte de ellos. Me gusta festejar con todos. –levantó su
copa y brindó con él.–¿Sabés? Estoy aburrida de estar siempre entre estas
cuatro paredes, quiero salir, conocer más gente, ir a fiestas…
–Puedo invitarte
a una. ¿Ubicás a Twiggy?
–Tendría que ser
un marciano para no saber quién es.
–Dará una el
sábado que viene, estará lo mejor de lo mejor. Y estará encantada de tener a
una princesa en su fiesta.
–Dos, Dólar…Y no
somos princesas, ya sabés que…
–Oh, lo siento,
no quise recordarte eso. Para consolarte, te diré que hasta estará Alain Delon.
–Muero por
Alain.
–Ah ah, ojo ahí.
Nada de acosar gente, ellos están cansados de eso y quieren relajarse, y me
mirarán mal si llevo invitados que los molesten, y sabés que vivo de hacer
relaciones públicas, no puedo dejar que me vean como a un moscón.
–Ay, no hace falta
toda esa aclaración, ¿te creés que no soy una chica educada? Además no soy como
el resto de la plebe, todos matándose por una foto o un autógrafo…-miró a Zettie,
ella le sacó la lengua–Ya me pasás la dirección.
–Pasaré a
buscarlas, quiero darme el lujo de presentarlas.
–¿Estarán los
Beatles?
–Dije que no hay
que acosar.
–Preguntaba
porque si están, no voy. No lo soporto, todo el mundo hablando de ellos y su estúpida
película.
–¡Al fin alguien
que piensa como yo! –Dólar Blue levantó su copa, feliz–Son una banda de tontos.
Y tranquila, no estarán, y eso es una suerte. Esta tarde me enteré que están con
algunos problemas, pero no sé cuáles…Ya saben, la fama fugaz se les estará
escapando.
La fiesta
terminó cuando uno de los rusos vomitó sobre una mesa llena de bandejas con calamares.
Todos se fueron asqueados, incluso el propio ruso porque Zettie le tiró los calamares
por la cabeza.
–Este Dimitri arruinó toda la fiesta. ¿Ahora qué pensarán de
nosotras?
–Nada Zettie, a
los ricos y famosos también les pasan cosas así, incluso peores. Lo importante
es que Dólar se fue y que tenemos una invitación asegurada.
–Pero ellos no estarán.
–A no desesperarse,
por algo se empieza, hay que tener paciencia, como cuando estamos por robar un
peaje. Ya estamos un paso más cerca de ellos, así que Beatles…¡allá vamos por
segunda vez!
*******
Sí, el tipo se llama Dólar Blue jaja. ¿Cómo están? Yo sorprendida de mí misma porque creo que es la primera vez que publico tan seguido, súper raro. Hoy no tenía ni idea de hacerlo, pero como estaba aburrida y aún falta mucho para la cena, publiqué. Agradézcanle a mi madre por tardar en hacer la comida jajaja.
Muchas gracias por sus comentarios en el primer capitulo, dan ganas de seguir con esto aunque sea una locura. Y ya que estoy, aprovecho para recomendarles otro fic, el de Valentina, que lleva poquitos capis y pinta muy bien: http://lostintimebeatles.blogspot.com
Y ahora me despido, ¡nos leemos!