lunes, 20 de julio de 2015

Revolver - Capitulo 6 "Acuerdo de convivencia"



Jamás pensó que presenciaría aquella espantosa visión. Ella, que siempre había logrado huir, no podía creer lo que estaba ocurriendo frente a su casa. La taza de café recién hecho se resbaló de sus manos antes que pudiera gritar lo que nunca debía ser nombrado:
–Po…po…po…¡POLICÍA!
Chloe corrió lo más rápido que pudo por las escaleras, o lo más rápido que le permitieron sus pantuflas de perrito. Terminó arrojándolas por la escalera y entró a la habitación de Zettie, que dormía su profundo sueño de 14 horas.
–¡ZETTIE!
Le dio una sacudida y de inmediato abrió el armario de la chica y comenzó a sacar su ropa y arrojarla sobre la cama. Del fondo sacó una maleta.
–¿Qué te pasa? –dijo Zettie, saliendo de debajo de la montaña de ropa, aún con los ojos pegados.
–¡La policía!
–Ajá, la policía usa uniformes azules y anda en coches viejos  y destartalados. ¿Qué hay con ella?
–¡Están acá!
Palideció y de un salto salió de la cama.
–Guardá acá lo que necesites, y agarrá el dinero. ¡Rápido!
–Pero…¿para qué?
–Te vas a ir. Yo me quedo.
–¡No, no puedo dejarte! ¡No me voy sin vos!
–Ay dejá la telenovela para otro momento. Hay que salvar el dinero, andate. Después hacés un plan y me sacás de la cárcel, hoy los túneles se hacen rápido.  ¿Estamos de acuerdo?
Se oyeron golpes en la puerta, Dolores se asomó.
–Está la policía, ¿qué les digo?
–Ya voy. Dolores, digan lo que digan, no les creas.
La chica la miró desconcertada y se fue.
–Chloe…
–Shh. Andate.
Salió siguiendo a Dolores, esperando ver en su sala a unos cuantos policías con una orden de arresto en las manos. De pronto recordó que Zettie no sabía conducir, y que tampoco era rápida corriendo y más con una maleta encima, y peor, no se había puesto las gafas. Conclusión: la atraparían. Conclusión de la conclusión: estaban perdidas.
Sin embargo, se encontró con un hombre alto, de traje y aspecto serio, flanqueado por dos policías que miraban todo con aire más de curiosidad que de investigación criminal.
–¿Señorita Read? –dijo el hombre alto–Disculpe que la molestemos a esta hora. Soy el Inspector Connor.
Levantó una ceja antes de saludarlo. ¿Un policía, pidiendo disculpas?
–Mucho gusto, ¿en qué puedo ayudarlo?
–Verá…quisiera hablar con usted a solas.
–Claro. Dolores, retirate. Siéntese, inspector. –Chloe señaló los sillones de la sala, y para su sorpresa, Connor ordenó a los policías que se retiraran. Todo era demasiado raro.
–Hay un asunto delicado que me gustaría charlar con usted. Es…complicado.
Chloe se estaba cansando con tanta vuelta. Ningún policía tardaba tanto en decir “¡Queda arrestada!” más que nada porque sabía que a los policías les daba placer decir eso. El dichoso inspector ya la estaba sacando de quicio, le daba ganas de mostrarle las muñecas para que la esposara y la metiera en la prisión más cercana con tal de no seguir viendo su cara de circunstancia.
–¿Conoce usted a los Beatles?
Y tanto, pensó. ¿Cuánto faltaba para que dijera “les robaron y ustedes son las culpables”?
–Necesito su ayuda para protegerlos.
La taza se le hubiera caído de las manos de haber tenido una. ¿Qué barbaridad estaba escuchando?
–Sé que es sorprendente, sí. –continuó Connor, al ver su cara–Pero debe halagarla que la busque para proteger  a la banda más famosa.
–Espere…no estoy entendiendo.
–Paso a explicarle. La banda está amenazada de muerte por un grupo terrorista. Es algo grave, los han seguido, saben dónde viven, han hecho llamadas. Ya sabemos que no es una simple broma de alguien aburrido. Sabemos que es gente que cumple con sus amenazas.
Nunca en su vida hizo tanta fuerza para no estallar en carcajadas. No podía creer que la policía se hubiera tragado semejante cuento. Pero si bien la policía le estaba demostrando cuán idiota era, no lo seria tanto como para no darse cuenta que ella estaba conteniendo la risa. Así que se tapó la cara  y haciendo gala de sus dotes actorales, simuló un llantito.
–Yo…yo no sabía eso, qué horror. ¿Cómo puede haber gente tan mala?
–La hay, señorita Read, el mundo está cada vez menos habitable. Comprendo su consternación, seguramente usted es fanática de ellos y saber esto…Pero por eso acudo a ustedes. Conocí a su hermana en una fiesta, ya sé que son educadas, están alejadas de la fama y el escándalo, por lo tanto no los perjudicarán. Ustedes podrían protegerlos.
–¿Está seguro? –otra vez trataba de calmar su risa.
–Más que seguro. Creo suponer que ustedes tienen la mejor seguridad, al fin y al cabo, son hijas de la reina. La banda debería quedarse aislada por un tiempo, hasta que las amenazas pasen. Si se van del país, estos terroristas los encontrarán y los Beatles estarán más desprotegidos contra ellos. Pero si se quedan en Londres, en un lugar que nadie conozca, los terroristas se despistarán. Repito, ustedes tienen la mejor seguridad, ¿no es así?
Chloe iba decirle que no, que dos ladronas no precisan seguridad, salvo que algún otro ladrón quiera cien años de perdón. Pero por lo que estaba entendiendo, Connor estaba muy interesado en saber eso.
–Sí, tenemos la mejor seguridad del país. Ahora no los ve porque son muy discretos, pero están siempre atentos.
–Entonces, ¿podría contar con usted? Por favor, es lo único que se me ocurrió, otra opción seria ocultarlos en el mismísimo palacio, pero sería muy obvio, además ya lo hicieron en esa película de porquería.
Chloe lo miró con desprecio, en su presencia nadie podía llamar “película de porquería” a Help.
–Bueno…lo ayudaré.
–¿De verdad? ¡Gracias, gracias, gracias!
Connor había estado tan desesperado que escuchar que Chloe aceptaba lo hizo ponerse de rodillas y besarle una mano. Otra vez tuvo que contener la risa, un policía a sus pies…De pronto, escuchó un estrépito de vidrios rotos.
–Ay, Zettie…




 ************



Brian suspiró aliviado. Al fin una buena noticia, una solución a parte de sus problemas. Connor parecía feliz contándole las bondades del hogar de las princesas, con su gran sala, su gran parque, su gran piscina, su gran seguridad, y sobre todo, su gran predisposición. Todos estarían encantados de pasar una temporada en ese lugar.
–Ya mismo les avisaré que preparen todo, quiero que se muden allí lo antes posible, el peligro es mucho y no me gusta que todavía estén a la vista de todos. Mandaré a la prensa una nota en la que diga que se tomaron vacaciones por separado.
Levantó el auricular y marcó el número de John, sería el más difícil de convencer.

 *******************

Zettie trataba, en vano, de tomar aire. Estaba pálida, roja, violeta, y algo verde. Chloe trataba, también en vano, de reanimarla hasta que al fin le lanzó una jarra de agua helada y la chica por lo menos dejó de agarrarse la garganta en su afán de respirar.
–¿Q…q…?
–¡Lo que escuchaste!
–Es que…AAAAAYYYYY ¡VIVIRÁN CON NOSOTRAS!
De la emoción le dio una patada a la bolsa llena de billetes con la que había roto el vidrio del ático.
–¿Y sabés? Un policía se arrodilló ante mí.
–¡Sos una campeona! No puedo creer que este plan nos saliera tan bien.
–El dios de los delincuentes nos está ayudando.
–¿Y cuándo vienen?
–Lo antes posible, o eso me dijo. Ya mandé a Dolores a que prepare las habitaciones. Obviamente, la de John estará al lado de la mía.
–No quiero degeneramientos en mi casa.
–Maldita monja, si vos vas a instalar la de Ringo no al lado, sino en tu propia habitación. Pero a ver, hablando en serio, tenemos que contenernos. Supuestamente somos princesas y toda esa estupidez, y debemos comportarnos o sospecharán.


 ******************

John había aceptado de muy mala gana. Su idea de vacaciones era una playa con mucho sol y calor y no una casa en el Londres nublado de siempre. Paul, por el contrario, estaba encantado: el aislamiento le vendría bien para componer, al igual que George, que quería aprovechar para meditar. Ringo coincidía con John: se aburrirían muchísimo.
Al fin Brian dejó de darles instrucciones y los metió en el auto. Por detrás los seguiría un camión con todo el equipaje que creían necesario, como ropa, discos, bebidas de todo tipo, libros, un sitar, una batería, cinco guitarras, un piano, y…un caballo. Bueno, el caballo no iba en el camión, sino en un tráiler especial, y la ocurrencia había sido de Paul, que insistía en aprender equitación. Los demás lo llamaban Príncipe Carlos: cada vez que subía a un caballo, se caía. Brian los reprendió, en la casa no debían mencionar esa broma porque quién sabe cómo reaccionarían las anfitrionas.
Una escolta policial les abrió camino hasta la casa.
–¡Policía!
Zettie corrió a cargar su arma  y se apostó en una de las ventanas del comedor, dispuesta a empezar la guerra. Chloe salió de ducharse, sin entender nada.
–¿Pero qué hacés? ¡Son ellos!
–¿Quiénes son ellos?
–¡Ellos, los Beatles! ¿No ves que ese tipo es el jefe de la policía? ¡Prometió que me avisaría cuándo vendrían!
–Pero…¿avisó?
–¡Claro que no, sino no estaría así! –se secó el cabello con una toalla–¡Me veo horrible! Las primeras impresiones son las que valen ¡y John me verá así!
–¿Entonces guardo el arma? ¿Segura que no vienen arrestarnos? ¡Mirá si fue una trampa!
–Guardala. ¡Y ayudame!
Zettie la peinó con toda la desprolijidad del mundo mientras también se quejaba de su aspecto. Escucharon que el mayordomo estaba atendiendo a los “invitados” y se sintieron peor.
–Ya fue, empiezo a los tiros. Antes muerta a que Ringo me vea así.
–¡Guardá eso! Salgamos, ya no podemos hacer nada.
Zettie guardó la pistola en el botiquín del baño y salió junto a Chloe a la sala. Hubieran querido recibirlos con sus mejores vestidos y peinados, y no con jeans raídos, camisetas desteñidas y zapatillas embarradas. Cuando los vieron, la presión se les subió. Allí estaban los cuatro, en su sala, en su casa.
–¿Dónde están las princesas? –inquirió Brian.
–¿Cómo “dónde están”? Somos nosotras.
Brian miró a Connor, a los chicos, luego a las chicas, y luego volvió a Connor.
–¿Son ellas? –preguntó incrédulo.
–Ehh…sí.
–¡Pensé que eran dos ancianas! Son…son…¡son demasiado jóvenes!
–¿Y con eso qué, viejuco? –Zettie le dio un golpecito a Chloe, esas no eran maneras de una princesa.
–Señor Epstein, si son hijas de la Reina no pueden ser ancianas...–Connor sonrió incómodo.
–Es verdad. ¿Cómo pude pensar que…? En fin, al diablo con esto, ustedes quédense –miró a los cuatro con severidad–Y ahora, más que nunca, cuidado con lo que hacen.


 ***************

Más que ofendido, Brian se fue avergonzado. No sabía porqué había pensado que esas dos fueran ancianas. Siendo jóvenes aquello era un problema y si lo hubiera sabido antes jamás habría aceptado la solución de Connor. Hubiera preferido mandar a los Beatles a la Antártida si era necesario, pero ahora estarían en una casa con dos chicas demasiado jóvenes que por muy princesas que fueran tenían sangre de degenerados y quién sabe qué les harían a sus chicos. O ellos a ellas.



 ************

–¿Y bien? –Connor intentaba ser al animador del momento, aún cuando todos habían quedado un poco raros después de que Brian se fuera–¿No van a saludarse?
–Oiga no somos niños de primaria para que nos obligue a presentarnos. –dijo John–Pero bien, soy John y todo eso.
–Ya lo sé. –Chloe sonrió.
–Uff…ésta tiene cara de loca. –susurró George en el oído de John. Éste la miró con miedo, su amigo parecía tener razón, esa chica no le sacaba los ojos de encima.
–Y vos sos Paul, vos George y…Ringo. –dijo Zettie en un suspiro–Ya sabemos quiénes son, no hacen falta presentaciones. Y ella es Chloe Read y yo Zettie Foster.
–Bienvenidos a nuestro hogar.
–Gracias, será un gusto para nosotros estar aquí. –Paul parecía el único que no las miraba como si fueran dos psicóticas.
–Uyy, Paul te mira mucho, Foster.
–A vos te mirará, si a mi no me gusta. Ejem –Zettie les sonrió a todos–si quieren los acompañamos a sus habitaciones y damos un recorrido por la casa, ¿les parece?
–¡Qué buena idea, señorita Foster! –dijo Connor, y amagó con sumarse, pero Chloe lo miró significativamente y Connor dio un paso atrás. Le encantaba saber el poder que tenía sobre un policía.
–Bien, yo ya me voy. –dijo Connor, algo nervioso–Muchachos, ya tienen mi número de teléfono por si necesitan algo.
–Lo llamaré esta misma noche –susurró John–cuando alguna de estas dos intente matarme…



 ****************


–¿Y esto qué es?
Chloe rodó los ojos. Llevaba cuarenta minutos “paseando” con Ringo y ya le parecía un insoportable. Era la quincuagésima vez que le hacía la misma pregunta.
–Un estúpido baño. –abrió la puerta y encendió la luz.
–Faaa…¿cuántos baños tienen?
–Yo qué sé, nunca se me ocurrió contarlos. Bueno, sigamos.
–Ehh…no, me dieron ganas…
–¿De qué?
–Ya sabés, de ir al baño.
–Ay bueno, entrá y usalo. –cerró la puerta de un golpe y vio que Zettie se acercaba sonriendo.
–Apartate, quiero espiarlo.
–No me aparto nada. Tu muy querido ya me tiene harta. Ve un mueble y dice “¿Y esto qué es?”; una puerta, “¿Y esto qué es?”; un adorno “¿Y esto qué es?”. Es un tarado.
–Momento, a mi novio no le decís tarado. Debe ser curioso nada más, qué tierno.
La puerta se abrió y ambas vieron que Ringo estaba bastante pálido.
–¿Estás bien? –preguntó Zettie.
–Ehh…no sé…Hay algo que no sé lo que es.
Chloe bufó y entró al baño como si entrara a matar infieles.
–¿Qué es lo que no sabés?
–Esto.
Miró hacia donde señalaba: la pistola en el botiquín.
–Zettie…
–Puedo explicarlo. –hizo su sonrisa más inocente, que sin embargo no conmovió a ninguno de los dos–Es que…Ay, es muy triste esto. Una vez alguien intentó atacarme.
Chloe sonrió, ya sabía para qué lado iría Zettie: la lástima más penosa.
–Fue cuando ella era pequeña, ahora no, no te preocupes. La quisieron matar sus parientes.
–¿Los nobles?
–Ah no, no, los Foster. Son unos animales. –dijo Zettie. Por primera vez no mentía, su familia era así.
–Qué lamentable…
–Desde ese día guardo armas por todas partes, para defenderme.
–Sí, quedó traumada, pobrecita.
–Pero tener armas es peligroso…
–Ah no, para nada. –Chloe tomó el arma–Siempre están descargadas.–abrió el cargador, estaba lleno y miró a Zettie.
–Pero ahí hay bal…
–Están descargadas Ringo, no se habla más. –cerró el botiquín y se calzó la pistola en la cintura.
–Una cosa –Zettie se paró delante de Ringo, tratando de intimidarlo aunque no le salía–¿qué se supone que hacías mirando el botiquín?
–Eso es cierto, ¿qué hacías?
–Es que…me gusta mirar lo que tiene la gente. Ya saben, a muchos les pasa, entran a un baño y miran qué hay.
–Que sea la última vez.
–Está bien, está bien…¿cómo era tu nombre?
–Chloe.
–Está bien, Chloe.  Perdón a las dos.
Ringo salió del baño lo más rápido que pudo y se encerró en su habitación.





 *******************


–¿Qué mierda hace un caballo en mi jardín?
Como una descarga eléctrica, Zettie bajó y se llevó por delante al jardinero.
–Señorita, ese caballo está comiendo las flores que planté recién…
–Ya lo vi, Jaime, no se preocupe. ¿De quién es esa bestia? ¡Ehhh! ¡Fuera! –comenzó a gritar, ya en el jardín. El caballo ni la miró, Paul se acercó indignado.
–¿Llamaste bestia a Tofu? ¡Es mi caballo, no una bestia!
–Es una bestia, igual que su dueño. ¡Y dirigite a mí con respeto!
–Perdón, alteza. –Paul bajó los ojos, se veía tierno pero Zettie trató de no conmoverse.
–¿Quién te dio permiso para traer un caballo?
–Nadie.
–¿Cómo dijiste?
–Nadie, alteza.
–Norteño descarado, siempre ignorantes con poca educación.
–Si mal no recuerdo, su padre también es norteño, o eso me contaron…
–¿Me estás discutiendo?
–Ey, ¿qué pasa acá? –Chloe salió al jardín al escuchar los gritos–Ay,    qué lindo caballito.
–No, esa bestia se va.
–¡Se llama Tofu!
–Por mí que se llame Napoleón Bonaparte, se va.
–¿Por qué? Zettie, es lindo, a mi me gusta.
–Se está comiendo mis flores.
–No las plantaste vos.
–¡Pero las compré!
–Ay vamos Zettie, las compraste con el dinero que rob…digo, que nos obsequió nuestra madre. Quiero que se quede, son dos votos contra uno.
–Los plebeyos no tienen derecho a votar.
Pero no la escucharon, porque Paul ya se había subido a Tofu y Chloe se estaba riendo porque ya se había caído.



 *****************


–Esto no va a funcionar. –Zettie trataba de sacarle crema a un frasco–¡Pero qué crema de mierda!
–Te dije que lo rompas.
–No me refería a esta porquería, me refería a ellos. Ringo encontró la pistola, George se pasó el día encerrado tocando ese instrumento enloquecedor, y encima lo toca mal.
–Está aprendiendo.
–John lo único que hizo fue mirar televisión, el mánager llamó quince veces, y ese caballo maldito…
–Reconocé que te pegaste una buena carcajada cuando se cayó, parece el Príncipe Carlos.
–Sí, pero…
–Será hasta que se acostumbren, no todos los días cuatro hombres tienen la suerte de que los metan casi por la fuerza en una casa con dos bellas mujeres.
–Hablo en serio.
–Y yo también.
–¿Cómo los vamos a mantener?
–Ey, eso es una buena pregunta. El infeliz del inspector no me habló de ninguna cuota alimentaria.
–Supongo que no vamos a mantenerlos con el dinero que les robamos, ¿no?
–La idea era usar ese dinero para conquistarlos.
-Sí, pero queremos conquistar a dos, no darles de comer a cuatro.
–Y bueno, ¿qué querés? ¿Qué mate a los otros dos que nos sobran?
–No, que ellos se mantengan. Tienen dinero, pueden hacerlo.
–Es verdad, no vamos a andar manteniendo vagos. Mañana mismo hablaremos sobre eso.



 ********************


Eran las cuatro de la mañana y la casa dormía un sereno sueño de paz. Hasta que algo cortó esa paz. Un estruendo de batería.
–¿Pero qué mierda…? –gritó Chloe sobresaltada, saliendo de la cama. Se encontró a Zettie en el pasillo, tan extrañada como ella–Tu novio me despertó, porque no creo que sea otro más que él.
Un ruido de piano siendo apaleado y gritos también se escucharon. Zettie sonrió.
–Tu novio creo que también está.
Ambas corrieron al segundo piso de la mansión, donde la tarde anterior habían amontonado los instrumentos. En el piano, John cantaba o más bien aullaba, mientras reía con Ringo que parecía que más que tocar, le daba trompadas y patadas a la batería. Ambos parecían haberse esnifado hasta el polvo de los muebles.
–Hola. –Paul apareció por detrás de ellas, que lanzaron un grito de puro susto.
–¿Me podés explicar qué es todo esto, plebeyo?
–Es que a la madrugada nos inspiramos. A esta hora siempre estamos en el estudio.
–¡Pero esto no es un estudio! –gritó Chloe–Ey vos, el de las gafitas: dejá de gritar.
–Estás haciendo callar a John Lennon en plena composición.
–Sí, ¿y qué?
–¿Qué? ¡Que soy John Lennon!
–¡Y yo soy la hija de la reina y si quiero te mando a la guillotina!
Otra vez el silencio volvió por unos instantes.
–Sos una chica ruda, eh.
–Por supuesto. Ahora dejen dormir. Mañana en el desayuno habrá asamblea general, hablaremos de las reglas de la casa.
–Chloe, ¿asamblea?
–Cierto, asamblea suena demasiado democrático. Será un comunicado oficial.




 *******************


A la mañana siguiente, todos se veían muy somnolientos y esperaban a que Dolores les sirviera. Cuando la muchacha acercó la jarra con café a la taza de George, Zettie la frenó.
–No Dolores, antes de darles comida, hablaremos.
–¡Pero tengo hambre!
–Objeción denegada, plebeyo Harrison. Si no pagan, no comen.
–¿Pero qué…?
Dolores les sirvió a ellas los suculentos desayunos que cada mañana les preparaba. Frente a esos platos, cada beatle se sintió desfallecer.
–No entiendo nada.
–Ajá Lennon. Quizás no entendés porque te dura la resaca de anoche. Sobre eso hablaremos también. Esta casa tiene reglas y son las siguientes:–sacó una papel del bolsillo de su pijama y leyó.

Acuerdo de convivencia de la maison Foster–Read

Regla N°1: Nada de ruidos por la noche.
Regla N°2: Prohibido el uso del teléfono.
Regla N°3: Ningún caballo comerá flores.
Regla N°4: Nadie revisará botiquines, cajas, cajones, cuartos, etc.
Regla N°5: Prohibido el uso de sitar si no se sabe tocar BIEN.
Regla N°6: Cada uno pagará su comida y alojamiento.
–Quiero agregar una…
–Zettie, lo de esclavos sexuales dijimos que no.
–Qué lástima…
–¿Pero qué es todo esto? ¡Parece un puto internado! –gritó John.
–Regla N°7: Nadie insultará, salvo las princesas.
–Oigan no nos pueden poner reglas, no somos niños. –dijo George.
–Regla N°8: Nadie protestará contra las reglas.
–¡No nos pueden hacer esto, somos The Beatles! –exclamó Paul.
–Regla N°9: Nadie se creerá superior a sus majestades. Vamos, una más y completamos diez.
–Es injusto –se quejó Ringo–lo de revisar botiquines es una compulsión que sufro, no lo puedo evitar.
–Regla N° 10: Nadie alegará enfermedades para evadir las reglas.
–Regla N°11: Las princesas están con la regla.
Todos miraron  a John, espantados. Aquello había sido demasiado y él lo supo enseguida. Sin embargo, se reía al ver las caras de todos.
–Cabrón, acertaste.
Zettie se puso de pie  y se fue llorando. Paul los miró a todos e intentó comenzar una conversación pacifica pese a los gritos de Chloe llamando a Zettie.
–Todo esto es muy raro –dijo al fin–Y tampoco entiendo las reglas.
–Y claro, si a vos no te viene. –dijio John y Ringo rió ante la contestación, pero de inmediato se puso serio–Está bien, perdón, no volveré  a decir nada sobre eso.
–No veo qué no entienden, son claras. No ruidos, no quejas, no caballos sueltos por ahí…
–Pero el teléfono…debemos usarlo, Brian nos llama y Connor dijo que lo llamáramos si había inconvenientes.
–Pero no hay inconvenientes, ¿para qué van a llamarlo? Hasta ahora no pasó nada que los asustara como para llamar a un policía.
–Sí, yo vi un arma. –dijo Ringo.
–Porque miraste donde no debías mirar. No volverá a suceder si cumplís la Regla N° 4. Y lo de los teléfonos es para que no nos llegue una cuenta larguísima luego de que llamen a cada una de todas sus novias.
–Escuchame, ricura. –John apoyó su cabeza en su mano y la miró fijo–esto lo hacés para que no hable con otra que no sea vos, ¿no?
Chloe sintió cómo se derretía por dentro. ¿Acaso le estaba gustando a John o él se lo hacía de puro maldito? Por suerte Zettie regresó de su mini depresión e interrumpió todo antes de que fuera más evidente lo que le pasaba con John.
–¿En qué estábamos? –Zettie volvió a sentarse a la mesa, y ante los ojos de George paseó una tostada llena de mermelada y se la comió.
–¡Ey, yo quiero comer! –se quejó–¡Y también quiero tocar el sitar!
–Y yo quiero ser astronauta y sin embargo no molesto. ¿Me alcanzás otra tostada?
George bufó y sólo se tapó la cara con las manos, sin obedecerle a Zettie.
–Está bien, tocaré el sitar pero sin hacer mucho bullicio y a horas razonables.
–¡Bien! Al fin alguien que cede, ¿ven como podemos entendernos? –festejó Chloe.
-No entiendo lo del dinero.
–Era lógico que el que iba a preguntar sobre dinero sería Paul. Já, pequeño avaro. Es muy fácil de entender: no los vamos a mantener. Paguen una mensualidad y tendrán cama y comida.
–Es que…no podemos.
–Cierto que son pobres desde que les robaron el dinero del banco…–Zettie sonrió.
–Eso fue catastrófico, sí. Un momento, ¿cómo saben de ese robo si no salió en ningún periódico?
–Es que…A ver, Paul, tenemos contactos, no somos un par de mujeres de clase media. Siempre nos enteramos de todo.
–Ahh…bueno, eso fue catastrófico, pero al dinero terminamos recuperándolo.
–Tenemos más todavía, ¿no es genial? –agregó Ringo.
Chloe y Zettie se miraron. Ni bien terminaran de desayunar, averiguarían en qué banco estaba ese dinero.
–El tema es que no podemos usar ese dinero. –continuó Paul–Usarlo sería hacer movimientos en las cuentas del banco, algo que cualquier terrorista infiltrado entre los empleados podría saber. Y si saben que ese dinero sale y se usa para gastos en Londres, será muy fácil para ellos ubicarnos. No creerán que nos fuimos de vacaciones.
Otra vez, Chloe y Zettie se miraron. No habían pensado eso y de nada serviría decirles que los “terroristas” no se enterarían. Estaban algo paranoicos y no lograrían convencerlos. Tendrían que mantenerlos o echarlos de la casa, algo que ni locas harían. Había que echar mano al dinero robado. Hasta donde alcanzara.





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Cuarenta años después, volví! Perdón por la tardanza, tengo que estudiar y tampoco tenía inspiración, así que para enmendar mi error, les dejé un capitulo largo. Espero que les haya gustado, yo me reí mucho pero a lo mejor es porque lo escribí drogada jajaja. Como acá (con acá me refiero a Argentina) hoy es el día del amigo, les deseo feliz día a todos, y a sus amigos también.
Y ahora me voy, hasta el próximo capitulo!



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