lunes, 27 de junio de 2016

Revolver Capitulo 10 - Por debajo de la puerta


Querido diario:
Ha pasado un mes desde que los Beatles están en casa. Las cosas mejoraron, acatan las reglas, no se pelean y comen menos. Tampoco dan signos de querer denunciarnos. Con Chloe llamamos dos veces más a Brian haciéndonos las terroristas para que no piense que el peligro pasó y se los lleve. A continuación, un listado de los cambios y continuidades de este mes:
*El pelo les creció malditamente rápido. A George se le dio por querer ser rubio y casi se echa encima tres frascos de agua oxigenada de no ser porque Chloe lo vio a tiempo y los tiró en el inodoro.
*Ringo ni siquiera respira el mismo aire que yo porque procura situarse a tres kilómetros de distancia de mí. Lo odio. John no ha hecho nada para que cambie de opinión por lo tanto también lo odio a él.
*John sólo tiene tiempo para Chloe pero no son nada, sólo se miran y suspiran hasta que Paul y yo nos metemos un dedo en la boca y simulamos que vamos a vomitar.
*Hablando de Paul, sigue sin poder montar a Tofu.
*Hablando de Tofu, sigue comiéndose mis flores.
*Se nos está acabando el dinero así que pronto haremos un peaje.

*********
–¿Cómo ve veo? –George se plantó delante de Chloe con una sonrisa tonta en la cara.
–Eh…¿perdón?
–Que cómo me veo.
–Ehh…¿cómo tendrías que verte? –lo miró de arriba a abajo, desconcertada. Lo veía igual que siempre.
–Ay, decime si estoy bien o no.
–¿Estás enfermo?
–¡Decime si estoy guapo!
–Siempre lo estás…
–¿De verdad?
–Claro, sos lindo. ¿Por qué me estás preguntando esto?
–Es que necesito saber si me veo bien.
–George, ¿pasa algo? Te veo bien pero estás algo…raro.
–Estoy perfecto, no te preocupes. Gracias por tu ayuda.
George se fue caminando y silbando, no sin frenarse ante cada espejo para contemplarse. Choe sólo agitó la cabeza, pensando que las drogas de verdad hacían mal.
********
Se ajustaron los guantes y el gorro y entraron al auto, listas para un día de trabajo.
–¿Notás raro a George? –preguntó Chloe mientras controlaba que tuvieran todo.
–¿En qué sentido?
–No sé, de pronto pregunta si se ve bien y se viste como si fuera a aparecer en una película. Y todo eso de querer ser rubio…
Escucharon golpecitos en la ventanilla y vieron a Paul, vestido con su mejor ropa. Chloe bajó el vidrio.
–¿Me llevan?
–No. –subió el vidrio.
–¿Por qué?
–Porque no.
–¡Me hablan como si fuera un niño de cuatro años!
–Paul, siempre que alguien te dice lo contrario a lo que querés, ¡te comportás como un niño de cuatro años!
–¡Pero es que quiero irrrrrrrr!
–Mierda, ¿adónde querés ir?
–Necesito cuerdas para la guitarra.
–Nosotras las podemos comprar.
–¡Ustedes no saben nada!
–¡Claro que sabemos!
–Ay basta. –dijo Zettie, ya harta–Que venga Paul. Pero no pensarás que irás  a comprar cuerdas vestido así. Si te reconocen estamos fritos todos.
–Tengo mi disfraz. –Paul buscó en un bolsillo y encontró un bigote sintético. Se lo pegó y al instante se cayó al suelo.
–Excelente disfraz, McCartney. Vení.
Zettie salió del auto y abrió el baúl. Buscó en una bolsa hasta que sacó una peluca y anteojos de abuelita. Además, una falda.
–¡No pienso ponerme esto!
–Entonces te quedás.
De mala gana, Paul subió al auto y comenzó a vestirse. Por el espejo retrovisor, Chloe y Zettie lo veían luchando con la peluca y se mataban de risa.
*****************
El auto estacionó lentamente a un lado del peaje. Por ser casi mediodía, el lugar estaba atestado de autos y bocinazos.
Chloe se giró para mirar a Paul. Trató de mantener la seriedad pese al disfraz.
–Vos te quedarás acá, nosotras tenemos que hacer algo. Ya volvemos.
–¿Eh? ¿Me van a dejar?
–Sí, quedate quietito ahí.
–¡Van a robar! ¡No, no! ¡Tengo que avisarle a esa pobre gente!
–¡Paul dejá la liga de la justicia a un lado, carajo! No vas a avisar a nadie, porque si lo hacés…–Chloe mostró el revolver que llevaba y Paul tragó saliva.
–Me quedaré acá. –dijo al fin, acurrucándose en el asiento trasero–Además los del peaje  roban con los precios que cobran.
–Y ya sabés que quien le roba a un ladrón…

Paul asintió asustado y las chicas se fueron. Se quedó sudando y tratando de pensar en otra cosa. A los cinco minutos, se sobresaltó al escuchar que las puertas del coche se abrían, quizás fuera la policía que había descubierto todo y ahora se lo llevaban a él también como cómplice. Pero oyó las voces.
–¡Dale Chloe arrancá esta cosa de una vez!
–¿Ya terminaron?
–Claro chiquito, somos rápidas. Ey, no malinterpretes–Chloe lo miró por arriba de sus gafas negras– Si venías con nosotras podríamos haber despistado aún más a la policía. Serían las dos chicas de siempre, y una abuelita ladrona.
Paul sonrió y se incorporó totalmente, mirando hacia atrás y haciéndole fuck you al auto de la policía que intentaba seguirlos.

********
–Podría robar el negocio de música.
–Alto ahí McCartney, que hayas participado indirectamente de un robo no te hace ladrón. Aparte tenés muchos instrumentos y mucho dinero, ¿para qué vas a robar? Entrá y comprá y pagá.
Paul salió del auto simulando ser una respetable anciana. Entró y dijo que quería cuerdas para la guitarra de su nieto. El vendedor, viendo que era una anciana que no sabía nada, intentó venderle las más caras.
–No se aproveche jovencito, sé muy bien de estas cosas y las más caras no son las mejores. Deme aquéllas.
El vendedor, sorprendido, le dio lo que quería. Paul pagó y dejándole unos insultos más, se fue.
–Me encanta esto. –dijo cuando entró en el auto.
–Sabíamos que te convenceríamos. –dijo Zettie–Ahora vamos a casa, ya estoy muy cansada. Ah Chloe, ¿qué me decías hoy de George?
–¿Eh? ¿Qué pasa con George? –preguntó Paul.
–Nada que te importe.–respondió Chloe–Como te decía…lo veo raro. Está todo el día frente al espejo como una quinceañera, y no está comiendo tanto como comía, ni lo hace como un animal de granja.
–Quizás le guste alguien. –dijo Paul.
–¿Quién le puede gustar si no sale de casa?
–Quizás le gustás vos. Ah no, cierto que de vos gusta John.
–Callate.
Paul se echó a reír. Luego dijo:
–Quizás se haya enamorado de Zettie.
–No estaría mal. –convino–Teniendo en cuenta que Ringo no me da ni la hora…
–¿Qué? ¿Te gusta Ringo?
Paul se echó a reír con más ganas, como si le hubieran contado el mejor chiste del  mundo. Zettie comenzó a pegarle con una franela para limpiar pero él seguía riendo.
–¡Quizás guste de vos!
Paul se calló y miró a Zettie. Esta vez fue Chloe la que largó una carcajada.
–No es una idea descabellada. –dijo sin dejar de mirar el camino–George últimamente está todo el día hablando con vos y te pide las guitarras.
–Dejen de decir estupideces. George siempre me pide las guitarras. Y le gustan las chicas.
–¿Acaso vos no sos una?
Zettie comenzó a reírse esta vez, hasta que se quedó sin aire.
–No confío en las teorías gays de Zettie porque ya falló una vez, pero quizás ahora acierte.
–¿Qué teorías?
–Nada, hablamos de otra cosa, chica Paul.
–Paulina. –dijo Chloe y comenzó a reírse.
–¡Sostengo que seguro está interesado en alguna de ustedes dos!
**********
Cuando llegaron a la casa, vieron a George sentado al sol,  tallando un palito de madera con una navaja, completamente  aburrido. Se bajaron dando tremendos portazos. Habían hecho todo el viaje acusándose mutuamente de ser el objeto de amor de George y para cuando llegaron, la duda los consumía.
–¡Decime que no gustás de mí! –gritó Chloe.
–¡O de mí! –dijo Zettie.
–O…¿de mí?
George miró a cada uno achicando los ojos por el sol que le daba en la cara. A Paul lo miró durante unos segundos más.
–Están desquiciados. –dijo al fin, volviendo a mirar el palito.
–¡Alguien te gusta! –dijo Paul.
–¿Y qué? ¿Tengo que pagar un impuesto por eso?
–¡No! Sólo queremos saber.
–¿Por qué?
–Porque me tenés harta con tus preguntas sobre tu pelo, tus cejas, tus brazos, tu altura, tus zapatos, tus medias, y un millón de cosas más. –dijo Chloe–Y porque te ponés litros de perfume.
–Es verdad, la sopa de anoche tenía gusto a perfume de George. –agregó Zettie.
–¿Y bien? ¿Quién es?
–Ninguno de ustedes. Mucho menos Paul. ¿A quién se le ocurrió esa estupidez?
–Zettie dejá de hacer teorías, siempre fallás.
–Está bien, no haré ninguna más. ¿Pero quién es? ¿La conocemos?
–Claro. Es Dolores.
–¿Dolores? ¿Nuestra empleada? ¿Estás manipulando a nuestra empleada?
–¿Manipulando? Miren lo que dicen, simplemente me gusta. Pero…
–¿Pero?
–Ella no. O no sé. Ella piensa que nosotros somos sus amantes, como una especie de harén.
–¿¿¿Qué???
Paul comenzó a reírse a carcajadas pero Zettie  y Chloe permanecieron serias.
–Esto es grave, tendremos que decirle que las cosas no son así. No sabía que pensaba eso, nunca lo dijo.
–Y si lo dice estaremos en problemas.
–¿Pueden hablarle? Así no me ignora.
–Momento Harrison, ¿por qué te interesa Dolores?
–Zettie, simplemente me gusta.
–¿Simplemente? Entonces no te ayudaremos.
–¿Por qué?
–No voy a permitir que un beatle le rompa el corazón. Suficiente conmigo…–Zettie se largó a llorar de forma histérica y se fue corriendo a la casa. Los demás la miraron como si se hubiera vuelto loca.
–¡Ah! –exclamó Paul– ¡Cierto que Ringo ni la mira!
–¿Ringo?
–Sí George, Zettie está enamorada de Ringo y él, nada.
–¡Dejá de contárselo a todo el mundo!–gritó Zettie desde el balcón de su habitación.
–Tiene razón, no hay que comentarlo. –dijo Chloe.–Bien, hablaré con Dolores, pero sólo para aclarar este tema, no para ayudarte, George.
–¿Por qué?
–No voy a ser la celestina de nadie. ¿Qué es eso?
Paul y George miraron hacia donde miraba Chloe. Enseguida hicieron una mueca de dolor.
–Ay no…–se quejó Paul.
–¿Es un camión del correo?
–Sí. Sabía que esto sucedería.

********
Con un sonido de alarma intermitente, el camión volcador del correo fue dejando caer una pila de cartas. Cuando terminó, dio un rodeo y salió, sin pisar ni un solo papel.
–¿Qué es todo esto?
Chloe miraba la montaña, que medía unos dos metros de alto. Había cientos de sobres.
–Cartas de fans. –dijo George–Se han acumulado en este mes.
–¿Y lo decís así, tan tranquilo?
–Estamos acostumbrados.
–¡Pero yo no! ¿Por qué todo esto en mi jardín?
–Porque son muchas. Peor hubiera sido que el camión entrara a tu sala para dejarlas ahí.
–No es gracioso, Paul. Bien, haré una fogata.
–¡No! ¡No se pueden quemar! Hay que contestarlas.
–Ay por favor, no me digan que las leen todas y encima las contestan.
–Sí.
–¿Cómo que sí?
–Que sí, que las leemos y las contestamos.
–¿Siempre?
–Claro.
Chloe comenzó a ponerse cada vez más roja.
–¡Le envié treinta cartas a John y jamás me las contestó! Pensé que sería porque ni siquiera las leían, ¡y resulta que sí!
Entró a la casa dando un portazo.
***********
Dolores pestañeó al ver la montaña de papeles.
–¿Se supone que tengo que limpiar todo esto?
–No Dolores, no hay que limpiar nada. En nuestra correspondencia. –respondió George, del modo más dulce.
–¿Todo eso lo tienen que leer?
–Sí.
–Y responder.
–También. ¿Nunca nos enviaste una carta?
–Nunca supe que se podía.
–Ahora ya sabés, escribinos.
–¿Para qué si los tengo acá?
George rió ante la lógica de la chica y agarró una primera carta.
–Puedo ayudar. –se ofreció Dolores–Si contesta alguien que no es alguno de ustedes, pero con palabras de ustedes, ¿vale igual?
–Claro, te lo agradecería mucho. No tengo mucho para hacer pero aún así tardaré mucho tiempo si lo hago solo. 
Dolores sacó un bolígrafo del bolsillo de su uniforme y agarró la primer carta dirigida a George que encontró.
–¿Qué hacen? ¿Qué es esto? –dijo Zettie saliendo de la casa, al parecer repuesta de su ataque de llanto.
–Cartas de los fans. Ayudo al señorito George.
–¿Puedo yo también, George?
–Sí, por favor. Sino jamás terminaremos.
Zettie agarró una carta del montón, iba dirigida a Ringo.
–¡Ringo! ¡Esta carta es para vos!
–Leela. –dijo él acercándose–Dios, ¿todo esto hay que responder?
–Y seguro traerán más. –respondió John–¿Dónde está Chloe?
–En su cuarto, supongo. Se fue enojadísima.
–¿Qué le hiciste, Paul?
–Nada. El culpable sos vos.
–¿Yo?
–Dijo que te escribió treinta cartas y que nunca respondiste. –dijo George encogiéndose de hombros–Y ahora se enteró que las leemos a todas y las respondemos. ¿Por qué no respondiste las suyas?
–¡Y yo qué sé! No la conocía. Ni siquiera recuerdo haber leído su nombre alguna vez.
–Será mejor que le expliques eso como puedas, John. –dijo Zettie–La conozco, no te lo perdonará.
–¿Y entonces para qué iré a explicarle si no me perdonará?
–Ayy…¡hombres! –exclamaron Zettie y Dolores.
–De acuerdo, iré.
John se fue y todos continuaron sentados en el jardín, abriendo y leyendo cartas.
–Ringo, leo la tuya.–dijo Zettie–Dice…”Querido Ringo: quiero que sepas que te amo y…” ¡Esta estúpida quiere ser tu novia! ¡Y encima envía su fotografía!
–A ver cómo es, mostramela.
–¡No! Ahora le contestaré: Querida…¿cómo se llama? Angela. Bien, Querida Angela, quería decirte que sos muy puta.
–¡Zettie no podés escribirle eso!
–¿Por qué? Es la verdad.
–¡Pero no podés escribirle eso a una fan!
–Está bien, ahí te dejo a tu Angela. Ayudaré a Paul.
–No te enojes.
–No me enojo, sólo digo que ayudaré a Paul. Porque a vos te parece que todo lo que hago, lo hago mal.
–¡Yo no dije eso! ¿Por qué siempre tergiversás todo?
–¿Tergiversar? Vaya, qué léxico manejás hoy. ¿Desayunaste un diccionario o qué?
–¡Zettie sos imposible!
–¡Y vos también!
Zettie le dio una patada a la montaña de cartas, y todas se desparramaron o volaron. Se sentó junto a Paul y comenzó a leerle una carta. De lejos escuchaba todo lo que Ringo murmuraba sobre ella.
–No le hagas caso. –le dijo Paul.
–Ya quisiera no hacerle caso.
–Es que sos muy caprichosa. Él tiene razón, a una fan no se le puede contestar eso, por más que lo pienses.
–El quería ver la foto.
–¿Qué tiene de malo eso?
–Supongo que nada. ¡Pero es que…! Ay ya, mejor lo dejo así.
–No, pedile perdón.
–¿Por qué?
–¿Por engañarlo diciéndole que eras una princesa? ¿Por decirle que tus parientes querían matarte y por eso guardabas armas? ¿Por robarle sus medias? ¿Por acusarlo de ser novio de John? ¿Por gritarle cuando rompió una taza? ¿Por…?
–Bueno, bueno, ya entendí el concepto. Tiene razones para odiarme. ¡Pero Chloe le ha hecho lo mismo a John, y él la ama! 
–John no es Ringo y Chloe no sos vos.
–Por una vez en la vida voy a tener que darte la razón, aunque me cueste.
Zettie se puso de pie y caminó hacia donde Ringo estaba sentado, garabateando una respuesta en una carta.
–Perdón. –dijo parándose frente a él. Ringo levantó la vista y la vio con su rostro más altivo.
–No te creo. –respondió al fin.
–Está bien. –se puso en cuclillas frente a él–Perdón.
–Ahora sí. –él le sonrió–¿Podrías ayudarme con estas?
Zettie agarró la docena de cartas que Ringo le tendía y se sentó junto a él.
**********

John golpeaba la puerta y llamaba a Chloe pero no había respuesta. Cuando se cansó pensó en irse, pero lo pensó mejor y se sentó en el piso, encendiendo un cigarrillo. Esperó unos minutos y volvió a golpear. Como nadie respondió, suspiró. ¿Qué culpa tenía él que las cartas de Chloe nunca hubieran llegado? Todo el mundo sabía que el correo era un desastre.
Se le ocurrió una idea y sonrió con  picardía. Buscó su bolígrafo en su chaqueta y revolvió un escritorio que había en el pasillo de las habitaciones, hasta que encontró unos papeles que no parecían tener uso. Garabateó algo en uno y lo pasó por debajo de la puerta.
***********
Chloe no entendía muy bien porqué estaba enojada. Era absurdo pero aún así…Se tapó hasta la cabeza e intentó dormir, John parecía que se había cansado, ya hablaría luego con él y le pediría disculpas por su extraño comportamiento. Después de todo, no podía protestar porque no eran nada, absolutamente nada. Le dolió pensar aquello y se tapó aún más.
De pronto escuchó un ruidito. El ruidito de algo deslizándose debajo de la puerta. Se incorporó y vio un papel blanco. Pensó en Zettie, a veces hacía eso cuando ella estaba enojada y no tenía ganas de pelear. En sus papelitos escribía cosas como “¿Querés sopa?” o “Te llaman por teléfono”. Decidió no darle importancia, ya lo leería. Necesitaba estar sola y pensar. A los pocos minutos, escuchó el mismo ruido. Abrió un ojo, había otro papel. Refunfuñando, se levantó.
“Siento no haber leído tus cartas. Si me mandas una ahora, la leeré”
Se tapó la boca con una mano para no gritar y buscó un bolígrafo en su desordenada mesa de luz. Probó uno pero no funcionaba y maldiciendo lo arrojó al suelo, ensuciando la alfombra. No le dio importancia, había algo mas importante que hacer. Rebuscó hasta que dio con otro.
“De acuerdo. En mis cartas te pedía un botón”
Deslizó el papel y esperó.
*********
John tenía miedo de leer. Conociendo a Chloe, lo más probable era que le insultara hasta el órgano reproductor de su madre. Con una mueca abrió el papel doblado y leyó. Su mueca se acentuó aún más.
–¿Qué mierdas…? ¿Por qué un botón? No pienso arrancarme un botón de mi ropa.
Agarró otro papel y escribió.
“Espero que no sea del pantalón. Es que tenés cara de ser demasiado pícara”.
Cuando lo pasó por debajo de la puerta se maldijo a sí mismo. Era un completo idiota por haber escrito esa completa idiotez.
*********
Esta vez, Chloe se tapó la boca con las dos manos para que su carcajada no se escuchara. Después se dio cuenta que su enojo se había disipado y que se sentía muy contenta con el extraño método de comunicación que estaban usando. En el reverso del papel, escribió con letra temblorosa:
“Veo que me estuviste observando demasiado. Sólo es un botón, no importa de dónde. Siempre me hizo ilusión”.
*********
Con más temor que antes, John desdobló el papel. Sonrió al ver la repuesta.
–Esa es mi chica.
Sin dudar mucho más, con los dientes arrancó un botón de su camisa. Después, poniendo todo su lado poético en una frase, garabateó un “Todas siempre piden pelo, vos sos distinta y lo sabía. Te envío el que estaba junto a mi corazón”
Envolvió el botón en el papel.
*********
Al ver aquello, Cloe se sintió más que feliz, pero dudó. ¿Qué podía responder a eso? No iba a encontrar palabras. Así que respirando hondo, abrió la puerta de su habitación.
–Hola. –dijo cuando lo vio.
–Hola chica de los botones. ¿Es para una colección?
Chloe negó con la cabeza.
–¿Te gustaría pasar?

***************


–Chloe tenemos mucho que hacer. Hay que llamar a Brian, otra vez. Y yo no me olvido de nuestro super proyecto.
–¿Eh? –Chloe parecía estar en las nubes, apenas se había dado cuenta que Zettie estaba en la misma habitación que ella.
–Ay ¿qué te pasa? ¡Te hablo de algo serio! Hay que llamar a Brian, amenazar otra vez. Hace mucho que no lo hacemos y no quiero que confíe que el peligro pasó. Aún nos queda mucho por hacer con estos beatles. Y nuestro proyecto, el palacio. Chloe, el palacio es nuestra consagración. Robamos el palacio y nos vamos al Caribe por siempre, nunca nos van a encontrar.
–No quiero.
–¿Eh?
–Que no quiero. No lo voy a hacer.
–Pero…pero…¿por qué?
–Es que no quiero ir al Caribe.
–Bueno, vayamos a otra parte...
–No, me quiero quedar.
–Chloe no seas tonta, no podemos quedarnos, nos encontrarán enseguida.
–Entonces no robemos.
–¿Qué te pasa? ¡Hace años que planificamos esto! ¡Es nuestro golpe! Nadie en la historia lo ha logrado y con nuestro y nuestro talento plan lo conseguiremos. Somos las mejores, y para las mejores, el mejor premio.
–No lo haré.
–Estás estúpida. ¿Por qué?
–No quiero robarlo porque no quiero irme. Y no quiero irme porque estoy con John.
Zettie pestañeó una vez, dos, tres. Luego cerró los ojos mientras trataba de respirar.
–Lo sabía.  Lo sabía, lo sabía, ¡lo sabía, maldita sea! ¡Sabía que esto iba a pasar! Y qué suerte que no fui yo, al menos estuvo bien no haber tenido nada con Ringo. Chloe, lo de John es pasajero, ya lo verás.
–No. Zettie lo quiero, lo sabés bien.
–Ay una cosa es quererlo en las revistas o en la televisión y otra cosa es quererlo en serio. Era parte de nuestra diversión.
–¿Vos querés que Ringo?
–No lo sé. Y mejor no saberlo.
–Sí que lo querés, y si pasara algo con él, estarías de acuerdo conmigo.
–No, no estaría  de acuerdo. Llevamos años preparándonos y lo vas a dejar todo por él.
 Zettie salió de la habitación hecha una furia. Una vez en la suya comenzó a juntar todo lo que iba a necesitar. Si Chloe no la acompañaba, lo haría ella sola.





 Si alguien sigue leyendo esto, pido perdón por la tardanza. En dos capitulos finaliza el fanfic.




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