Querido diario:
Ha pasado un mes desde que
los Beatles están en casa. Las cosas mejoraron, acatan las reglas, no se pelean
y comen menos. Tampoco dan signos de querer denunciarnos. Con Chloe llamamos
dos veces más a Brian haciéndonos las terroristas para que no piense que el
peligro pasó y se los lleve. A continuación, un listado de los cambios y
continuidades de este mes:
*El pelo les creció
malditamente rápido. A George se le dio por querer ser rubio y casi se echa
encima tres frascos de agua oxigenada de no ser porque Chloe lo vio a tiempo y
los tiró en el inodoro.
*Ringo ni siquiera respira
el mismo aire que yo porque procura situarse a tres kilómetros de distancia de
mí. Lo odio. John no ha hecho nada para que cambie de opinión por lo tanto
también lo odio a él.
*John sólo tiene tiempo para
Chloe pero no son nada, sólo se miran y suspiran hasta que Paul y yo nos metemos
un dedo en la boca y simulamos que vamos a vomitar.
*Hablando de Paul, sigue sin
poder montar a Tofu.
*Hablando de Tofu, sigue
comiéndose mis flores.
*Se nos está acabando el
dinero así que pronto haremos un peaje.
*********
–¿Cómo ve veo? –George se plantó delante de Chloe con
una sonrisa tonta en la cara.
–Eh…¿perdón?
–Que cómo me veo.
–Ehh…¿cómo tendrías que verte? –lo miró de arriba a abajo,
desconcertada. Lo veía igual que siempre.
–Ay, decime si estoy bien o no.
–¿Estás enfermo?
–¡Decime si estoy guapo!
–Siempre lo estás…
–¿De verdad?
–Claro, sos lindo. ¿Por qué me estás preguntando esto?
–Es que necesito saber si me veo bien.
–George, ¿pasa algo? Te veo bien pero estás algo…raro.
–Estoy perfecto, no te preocupes. Gracias por tu
ayuda.
George se fue caminando y silbando, no sin frenarse
ante cada espejo para contemplarse. Choe sólo agitó la cabeza, pensando que las
drogas de verdad hacían mal.
********
Se ajustaron los guantes y el gorro y entraron al
auto, listas para un día de trabajo.
–¿Notás raro a George? –preguntó Chloe mientras
controlaba que tuvieran todo.
–¿En qué sentido?
–No sé, de pronto pregunta si se ve bien y se viste
como si fuera a aparecer en una película. Y todo eso de querer ser rubio…
Escucharon golpecitos en la ventanilla y vieron a
Paul, vestido con su mejor ropa. Chloe bajó el vidrio.
–¿Me llevan?
–No. –subió el vidrio.
–¿Por qué?
–Porque no.
–¡Me hablan como si fuera un niño de cuatro años!
–Paul, siempre que alguien te dice lo contrario a lo
que querés, ¡te comportás como un niño de cuatro años!
–¡Pero es que quiero irrrrrrrr!
–Mierda, ¿adónde querés ir?
–Necesito cuerdas para la guitarra.
–Nosotras las podemos comprar.
–¡Ustedes no saben nada!
–¡Claro que sabemos!
–Ay basta. –dijo Zettie, ya harta–Que venga Paul. Pero
no pensarás que irás a comprar cuerdas
vestido así. Si te reconocen estamos fritos todos.
–Tengo mi disfraz. –Paul buscó en un bolsillo y
encontró un bigote sintético. Se lo pegó y al instante se cayó al suelo.
–Excelente disfraz, McCartney. Vení.
Zettie salió del auto y abrió el baúl. Buscó en una
bolsa hasta que sacó una peluca y anteojos de abuelita. Además, una falda.
–¡No pienso ponerme esto!
–Entonces te quedás.
De mala gana, Paul subió al auto y comenzó a vestirse.
Por el espejo retrovisor, Chloe y Zettie lo veían luchando con la peluca y se
mataban de risa.
*****************
El auto estacionó lentamente a un lado del peaje. Por
ser casi mediodía, el lugar estaba atestado de autos y bocinazos.
Chloe se giró para mirar a Paul. Trató de mantener la
seriedad pese al disfraz.
–Vos te quedarás acá, nosotras tenemos que hacer algo.
Ya volvemos.
–¿Eh? ¿Me van a dejar?
–Sí, quedate quietito ahí.
–¡Van a robar! ¡No, no! ¡Tengo que avisarle a esa pobre
gente!
–¡Paul dejá la liga de la justicia a un lado, carajo!
No vas a avisar a nadie, porque si lo hacés…–Chloe mostró el revolver que
llevaba y Paul tragó saliva.
–Me quedaré acá. –dijo al fin, acurrucándose en el
asiento trasero–Además los del peaje
roban con los precios que cobran.
–Y ya sabés que quien le roba a un ladrón…
Paul asintió asustado y las chicas se fueron. Se quedó
sudando y tratando de pensar en otra cosa. A los cinco minutos, se sobresaltó
al escuchar que las puertas del coche se abrían, quizás fuera la policía que
había descubierto todo y ahora se lo llevaban a él también como cómplice. Pero
oyó las voces.
–¡Dale Chloe arrancá esta cosa de una vez!
–¿Ya terminaron?
–Claro chiquito, somos rápidas. Ey, no
malinterpretes–Chloe lo miró por arriba de sus gafas negras– Si venías con nosotras
podríamos haber despistado aún más a la policía. Serían las dos chicas de siempre,
y una abuelita ladrona.
Paul sonrió y se incorporó totalmente, mirando hacia
atrás y haciéndole fuck you al auto de la policía que intentaba seguirlos.
********
–Podría robar el negocio de música.
–Alto ahí McCartney, que hayas participado
indirectamente de un robo no te hace ladrón. Aparte tenés muchos instrumentos y
mucho dinero, ¿para qué vas a robar? Entrá y comprá y pagá.
Paul salió del auto simulando ser una respetable
anciana. Entró y dijo que quería cuerdas para la guitarra de su nieto. El
vendedor, viendo que era una anciana que no sabía nada, intentó venderle las
más caras.
–No se aproveche jovencito, sé muy bien de estas cosas
y las más caras no son las mejores. Deme aquéllas.
El vendedor, sorprendido, le dio lo que quería. Paul
pagó y dejándole unos insultos más, se fue.
–Me encanta esto. –dijo cuando entró en el auto.
–Sabíamos que te convenceríamos. –dijo Zettie–Ahora
vamos a casa, ya estoy muy cansada. Ah Chloe, ¿qué me decías hoy de George?
–¿Eh? ¿Qué pasa con George? –preguntó Paul.
–Nada que te importe.–respondió Chloe–Como te decía…lo
veo raro. Está todo el día frente al espejo como una quinceañera, y no está
comiendo tanto como comía, ni lo hace como un animal de granja.
–Quizás le guste alguien. –dijo Paul.
–¿Quién le puede gustar si no sale de casa?
–Quizás le gustás vos. Ah no, cierto que de vos gusta
John.
–Callate.
Paul se echó a reír. Luego dijo:
–Quizás se haya enamorado de Zettie.
–No estaría mal. –convino–Teniendo en cuenta que Ringo
no me da ni la hora…
–¿Qué? ¿Te gusta Ringo?
Paul se echó a reír con más ganas, como si le hubieran
contado el mejor chiste del mundo. Zettie
comenzó a pegarle con una franela para limpiar pero él seguía riendo.
–¡Quizás guste de vos!
Paul se calló y miró a Zettie. Esta vez fue Chloe la
que largó una carcajada.
–No es una idea descabellada. –dijo sin dejar de mirar
el camino–George últimamente está todo el día hablando con vos y te pide las
guitarras.
–Dejen de decir estupideces. George siempre me pide
las guitarras. Y le gustan las chicas.
–¿Acaso vos no sos una?
Zettie comenzó a reírse esta vez, hasta que se quedó sin
aire.
–No confío en las teorías gays de Zettie porque ya
falló una vez, pero quizás ahora acierte.
–¿Qué teorías?
–Nada, hablamos de otra cosa, chica Paul.
–Paulina. –dijo Chloe y comenzó a reírse.
–¡Sostengo que seguro está interesado en alguna de
ustedes dos!
**********
Cuando llegaron a la casa, vieron a George sentado al
sol, tallando un palito de madera con
una navaja, completamente aburrido. Se
bajaron dando tremendos portazos. Habían hecho todo el viaje acusándose
mutuamente de ser el objeto de amor de George y para cuando llegaron, la duda
los consumía.
–¡Decime que no gustás de mí! –gritó Chloe.
–¡O de mí! –dijo Zettie.
–O…¿de mí?
George miró a cada uno achicando los ojos por el sol
que le daba en la cara. A Paul lo miró durante unos segundos más.
–Están desquiciados. –dijo al fin, volviendo a mirar
el palito.
–¡Alguien te gusta! –dijo Paul.
–¿Y qué? ¿Tengo que pagar un impuesto por eso?
–¡No! Sólo queremos saber.
–¿Por qué?
–Porque me tenés harta con tus preguntas sobre tu pelo,
tus cejas, tus brazos, tu altura, tus zapatos, tus medias, y un millón de cosas
más. –dijo Chloe–Y porque te ponés litros de perfume.
–Es verdad, la sopa de anoche tenía gusto a perfume de
George. –agregó Zettie.
–¿Y bien? ¿Quién es?
–Ninguno de ustedes. Mucho menos Paul. ¿A quién se le
ocurrió esa estupidez?
–Zettie dejá de hacer teorías, siempre fallás.
–Está bien, no haré ninguna más. ¿Pero quién es? ¿La
conocemos?
–Claro. Es Dolores.
–¿Dolores? ¿Nuestra empleada? ¿Estás manipulando a nuestra
empleada?
–¿Manipulando? Miren lo que dicen, simplemente me
gusta. Pero…
–¿Pero?
–Ella no. O no sé. Ella piensa que nosotros somos sus
amantes, como una especie de harén.
–¿¿¿Qué???
Paul comenzó a reírse a carcajadas pero Zettie y Chloe permanecieron serias.
–Esto es grave, tendremos que decirle que las cosas no
son así. No sabía que pensaba eso, nunca lo dijo.
–Y si lo dice estaremos en problemas.
–¿Pueden hablarle? Así no me ignora.
–Momento Harrison, ¿por qué te interesa Dolores?
–Zettie, simplemente me gusta.
–¿Simplemente? Entonces no te ayudaremos.
–¿Por qué?
–No voy a permitir que un beatle le rompa el corazón.
Suficiente conmigo…–Zettie se largó a llorar de forma histérica y se fue
corriendo a la casa. Los demás la miraron como si se hubiera vuelto loca.
–¡Ah! –exclamó Paul– ¡Cierto que Ringo ni la mira!
–¿Ringo?
–Sí George, Zettie está enamorada de Ringo y él, nada.
–¡Dejá de contárselo a todo el mundo!–gritó Zettie
desde el balcón de su habitación.
–Tiene razón, no hay que comentarlo. –dijo
Chloe.–Bien, hablaré con Dolores, pero sólo para aclarar este tema, no para
ayudarte, George.
–¿Por qué?
–No voy a ser la celestina de nadie. ¿Qué es eso?
Paul y George miraron hacia donde miraba Chloe.
Enseguida hicieron una mueca de dolor.
–Ay no…–se quejó Paul.
–¿Es un camión del correo?
–Sí. Sabía que esto sucedería.
********
Con un sonido de alarma intermitente, el camión
volcador del correo fue dejando caer una pila de cartas. Cuando terminó, dio un
rodeo y salió, sin pisar ni un solo papel.
–¿Qué es todo esto?
Chloe miraba la montaña, que medía unos dos metros de
alto. Había cientos de sobres.
–Cartas de fans. –dijo George–Se han acumulado en este
mes.
–¿Y lo decís así, tan tranquilo?
–Estamos acostumbrados.
–¡Pero yo no! ¿Por qué todo esto en mi jardín?
–Porque son muchas. Peor hubiera sido que el camión
entrara a tu sala para dejarlas ahí.
–No es gracioso, Paul. Bien, haré una fogata.
–¡No! ¡No se pueden quemar! Hay que contestarlas.
–Ay por favor, no me digan que las leen todas y encima
las contestan.
–Sí.
–¿Cómo que sí?
–Que sí, que las leemos y las contestamos.
–¿Siempre?
–Claro.
Chloe comenzó a ponerse cada vez más roja.
–¡Le envié treinta cartas a John y jamás me las contestó!
Pensé que sería porque ni siquiera las leían, ¡y resulta que sí!
Entró a la casa dando un portazo.
***********
Dolores pestañeó al ver la montaña de papeles.
–¿Se supone que tengo que limpiar todo esto?
–No Dolores, no hay que limpiar nada. En nuestra correspondencia.
–respondió George, del modo más dulce.
–¿Todo eso lo tienen que leer?
–Sí.
–Y responder.
–También. ¿Nunca nos enviaste una carta?
–Nunca supe que se podía.
–Ahora ya sabés, escribinos.
–¿Para qué si los tengo acá?
George rió ante la lógica de la chica y agarró una
primera carta.
–Puedo ayudar. –se ofreció Dolores–Si contesta alguien
que no es alguno de ustedes, pero con palabras de ustedes, ¿vale igual?
–Claro, te lo agradecería mucho. No tengo mucho para
hacer pero aún así tardaré mucho tiempo si lo hago solo.
Dolores sacó un bolígrafo del bolsillo de su uniforme
y agarró la primer carta dirigida a George que encontró.
–¿Qué hacen? ¿Qué es esto? –dijo Zettie saliendo de la
casa, al parecer repuesta de su ataque de llanto.
–Cartas de los fans. Ayudo al señorito George.
–¿Puedo yo también, George?
–Sí, por favor. Sino jamás terminaremos.
Zettie agarró una carta del montón, iba dirigida a
Ringo.
–¡Ringo! ¡Esta carta es para vos!
–Leela. –dijo él acercándose–Dios, ¿todo esto hay que
responder?
–Y seguro traerán más. –respondió John–¿Dónde está
Chloe?
–En su cuarto, supongo. Se fue enojadísima.
–¿Qué le hiciste, Paul?
–Nada. El culpable sos vos.
–¿Yo?
–Dijo que te escribió treinta cartas y que nunca
respondiste. –dijo George encogiéndose de hombros–Y ahora se enteró que las
leemos a todas y las respondemos. ¿Por qué no respondiste las suyas?
–¡Y yo qué sé! No la conocía. Ni siquiera recuerdo
haber leído su nombre alguna vez.
–Será mejor que le expliques eso como puedas, John.
–dijo Zettie–La conozco, no te lo perdonará.
–¿Y entonces para qué iré a explicarle si no me
perdonará?
–Ayy…¡hombres! –exclamaron Zettie y Dolores.
–De acuerdo, iré.
John se fue y todos continuaron sentados en el jardín,
abriendo y leyendo cartas.
–Ringo, leo la tuya.–dijo Zettie–Dice…”Querido Ringo:
quiero que sepas que te amo y…” ¡Esta estúpida quiere ser tu novia! ¡Y encima
envía su fotografía!
–A ver cómo es, mostramela.
–¡No! Ahora le contestaré: Querida…¿cómo se llama? Angela.
Bien, Querida Angela, quería decirte que sos muy puta.
–¡Zettie no podés escribirle eso!
–¿Por qué? Es la verdad.
–¡Pero no podés escribirle eso a una fan!
–Está bien, ahí te dejo a tu Angela. Ayudaré a Paul.
–No te enojes.
–No me enojo, sólo digo que ayudaré a Paul. Porque a
vos te parece que todo lo que hago, lo hago mal.
–¡Yo no dije eso! ¿Por qué siempre tergiversás todo?
–¿Tergiversar? Vaya, qué léxico manejás hoy. ¿Desayunaste
un diccionario o qué?
–¡Zettie sos imposible!
–¡Y vos también!
Zettie le dio una patada a la montaña de cartas, y
todas se desparramaron o volaron. Se sentó junto a Paul y comenzó a leerle una
carta. De lejos escuchaba todo lo que Ringo murmuraba sobre ella.
–No le hagas caso. –le dijo Paul.
–Ya quisiera no hacerle caso.
–Es que sos muy caprichosa. Él tiene razón, a una fan no
se le puede contestar eso, por más que lo pienses.
–El quería ver la foto.
–¿Qué tiene de malo eso?
–Supongo que nada. ¡Pero es que…! Ay ya, mejor lo dejo
así.
–No, pedile perdón.
–¿Por qué?
–¿Por engañarlo diciéndole que eras una princesa? ¿Por
decirle que tus parientes querían matarte y por eso guardabas armas? ¿Por
robarle sus medias? ¿Por acusarlo de ser novio de John? ¿Por gritarle cuando
rompió una taza? ¿Por…?
–Bueno, bueno, ya entendí el concepto. Tiene razones
para odiarme. ¡Pero Chloe le ha hecho lo mismo a John, y él la ama!
–John no es Ringo y Chloe no sos vos.
–Por una vez en la vida voy a tener que darte la
razón, aunque me cueste.
Zettie se puso de pie y caminó hacia donde Ringo estaba
sentado, garabateando una respuesta en una carta.
–Perdón. –dijo parándose frente a él. Ringo levantó la
vista y la vio con su rostro más altivo.
–No te creo. –respondió al fin.
–Está bien. –se
puso en cuclillas frente a él–Perdón.
–Ahora sí. –él
le sonrió–¿Podrías ayudarme con estas?
Zettie agarró la
docena de cartas que Ringo le tendía y se sentó junto a él.
**********
John golpeaba la
puerta y llamaba a Chloe pero no había respuesta. Cuando se cansó pensó en
irse, pero lo pensó mejor y se sentó en el piso, encendiendo un cigarrillo.
Esperó unos minutos y volvió a golpear. Como nadie respondió, suspiró. ¿Qué
culpa tenía él que las cartas de Chloe nunca hubieran llegado? Todo el mundo
sabía que el correo era un desastre.
Se le ocurrió
una idea y sonrió con picardía. Buscó su
bolígrafo en su chaqueta y revolvió un escritorio que había en el pasillo de las
habitaciones, hasta que encontró unos papeles que no parecían tener uso.
Garabateó algo en uno y lo pasó por debajo de la puerta.
***********
Chloe no entendía
muy bien porqué estaba enojada. Era absurdo pero aún así…Se tapó hasta la cabeza
e intentó dormir, John parecía que se había cansado, ya hablaría luego con él y
le pediría disculpas por su extraño comportamiento. Después de todo, no podía
protestar porque no eran nada, absolutamente nada. Le dolió pensar aquello y se
tapó aún más.
De pronto escuchó
un ruidito. El ruidito de algo deslizándose debajo de la puerta. Se incorporó y
vio un papel blanco. Pensó en Zettie, a veces hacía eso cuando ella estaba
enojada y no tenía ganas de pelear. En sus papelitos escribía cosas como “¿Querés sopa?” o “Te llaman por teléfono”. Decidió no darle importancia, ya lo
leería. Necesitaba estar sola y pensar. A los pocos minutos, escuchó el mismo
ruido. Abrió un ojo, había otro papel. Refunfuñando, se levantó.
“Siento no haber leído tus cartas. Si me mandas una
ahora, la leeré”
Se tapó la boca
con una mano para no gritar y buscó un bolígrafo en su desordenada mesa de luz.
Probó uno pero no funcionaba y maldiciendo lo arrojó al suelo, ensuciando la
alfombra. No le dio importancia, había algo mas importante que hacer. Rebuscó
hasta que dio con otro.
“De acuerdo. En mis cartas te pedía un botón”
Deslizó el papel
y esperó.
*********
John tenía miedo
de leer. Conociendo a Chloe, lo más probable era que le insultara hasta el
órgano reproductor de su madre. Con una mueca abrió el papel doblado y leyó. Su
mueca se acentuó aún más.
–¿Qué mierdas…?
¿Por qué un botón? No pienso arrancarme un botón de mi ropa.
Agarró otro
papel y escribió.
“Espero que no sea del pantalón. Es que tenés cara de ser
demasiado pícara”.
Cuando lo pasó
por debajo de la puerta se maldijo a sí mismo. Era un completo idiota por haber
escrito esa completa idiotez.
*********
Esta vez, Chloe
se tapó la boca con las dos manos para que su carcajada no se escuchara. Después
se dio cuenta que su enojo se había disipado y que se sentía muy contenta con
el extraño método de comunicación que estaban usando. En el reverso del papel,
escribió con letra temblorosa:
“Veo que me estuviste observando demasiado. Sólo es un
botón, no importa de dónde. Siempre me hizo ilusión”.
*********
Con más temor
que antes, John desdobló el papel. Sonrió al ver la repuesta.
–Esa es mi
chica.
Sin dudar mucho
más, con los dientes arrancó un botón de su camisa. Después, poniendo todo su
lado poético en una frase, garabateó un “Todas
siempre piden pelo, vos sos distinta y lo sabía. Te envío el que estaba junto a
mi corazón”
Envolvió el
botón en el papel.
*********
Al ver aquello,
Cloe se sintió más que feliz, pero dudó. ¿Qué podía responder a eso? No iba a
encontrar palabras. Así que respirando hondo, abrió la puerta de su habitación.
–Hola. –dijo
cuando lo vio.
–Hola chica de
los botones. ¿Es para una colección?
Chloe negó con
la cabeza.
–¿Te gustaría
pasar?
***************
–Chloe tenemos
mucho que hacer. Hay que llamar a Brian, otra vez. Y yo no me olvido de nuestro
super proyecto.
–¿Eh? –Chloe parecía
estar en las nubes, apenas se había dado cuenta que Zettie estaba en la misma
habitación que ella.
–Ay ¿qué te pasa?
¡Te hablo de algo serio! Hay que llamar a Brian, amenazar otra vez. Hace mucho
que no lo hacemos y no quiero que confíe que el peligro pasó. Aún nos queda
mucho por hacer con estos beatles. Y nuestro proyecto, el palacio. Chloe, el
palacio es nuestra consagración. Robamos el palacio y nos vamos al Caribe por
siempre, nunca nos van a encontrar.
–No quiero.
–¿Eh?
–Que no quiero.
No lo voy a hacer.
–Pero…pero…¿por
qué?
–Es que no
quiero ir al Caribe.
–Bueno, vayamos
a otra parte...
–No, me quiero
quedar.
–Chloe no seas
tonta, no podemos quedarnos, nos encontrarán enseguida.
–Entonces no
robemos.
–¿Qué te pasa?
¡Hace años que planificamos esto! ¡Es nuestro golpe! Nadie en la historia lo ha
logrado y con nuestro y nuestro talento plan lo conseguiremos. Somos las
mejores, y para las mejores, el mejor premio.
–No lo haré.
–Estás estúpida.
¿Por qué?
–No quiero
robarlo porque no quiero irme. Y no quiero irme porque estoy con John.
Zettie pestañeó
una vez, dos, tres. Luego cerró los ojos mientras trataba de respirar.
–Lo sabía. Lo sabía, lo sabía, ¡lo sabía, maldita sea!
¡Sabía que esto iba a pasar! Y qué suerte que no fui yo, al menos estuvo bien no
haber tenido nada con Ringo. Chloe, lo de John es pasajero, ya lo verás.
–No. Zettie lo
quiero, lo sabés bien.
–Ay una cosa es
quererlo en las revistas o en la televisión y otra cosa es quererlo en serio.
Era parte de nuestra diversión.
–¿Vos querés que
Ringo?
–No lo sé. Y
mejor no saberlo.
–Sí que lo querés,
y si pasara algo con él, estarías de acuerdo conmigo.
–No, no estaría de acuerdo. Llevamos años preparándonos y lo
vas a dejar todo por él.
Zettie salió de la habitación hecha una furia.
Una vez en la suya comenzó a juntar todo lo que iba a necesitar. Si Chloe no la
acompañaba, lo haría ella sola.
Si alguien sigue leyendo esto, pido perdón por la tardanza. En dos capitulos finaliza el fanfic.