Chloe soltó un silbido cuando, al bajarse del coche del fastidioso de Dólar Blue, vio la mansión de Twiggy.
–Esto sí que no
me lo imaginaba.
–¿El qué? –Zettie
aún estaba dentro del auto–¡Ay no puedo salir! Mi vestido está enganchado, ¡auu!
¡Mi cabeza! ¡Me golpeé con el techo de tu estúpido auto! ¡Ey, Dólar, te estoy
hablando!
El hombre hizo
como que ignoraba los puñetazos que Zettie le estaba dando a su auto y le
ofreció su brazo a Chloe. Ella lo aceptó con un dejo de repugnancia.
–Odio este vestido,
y estos zapatos, y este bolso cursi, y este peinado, y este maquillaje
pegajoso, y este…
–Zettie pará de
quejarte. –Chloe le dirigió una sonrisa que a la vista de cualquiera parecía
afable pero Zettie sabía que quería asesinarla y lo haría si no dejaba de
comportarse mal. Caminó hasta ella, zafándose del brazo de Dólar–Sé que no tenés
ganas de estar en esta fiesta, yo tampoco, pero esforzate unas horas y nos
vamos. ¿Has visto qué casa?
–Cómo no verla,
si es gigante. ¿Estás pensando lo mismo que yo?
–Exacto, colega.
Tomemos nota de todas las puertas y ventanas y si tienen un perro malo.
Dólar Blue las
miraba intrigado, sólo oía susurros y no entendía nada. La intriga se le pasó cuando Chloe tomó su brazo nuevamente y fingió una
sonrisita para él. Las presentó ante todos y luego se extrañó de que las
chicas, que parecían tan sociables, se hubieran refugiado en un rincón a
cuchichear y a mirar por encima del hombro al resto de los invitados. Manías de
niñas nobles, se dijo.
–Me aburro.
–Chloe, quiero
pizza, acá sólo hay pescado crudo. Pero una pizza como las que hace Vicente,
ese italiano hace magia con la comida.
–Y con las cajas
fuertes, y las pistolas, y ocultando los cadáveres que deja su familia por todo
Nápoles.
–Bueno, no
entremos en detalles, a pesar de todo es un chico bueno, como nosotras. Ey, de
verdad esto es aburrido.
–Poné cara de digna
que hasta ahora el papel nos está saliendo perfecto, parecemos superiores a
todos estos pobres plebeyos. –rió apenas.
–Voy al baño, de
paso miro e investigo. –le guiñó un ojo y subió las imponentes escaleras
alfombradas, en busca de un baño en el primer piso de la casa.
Verdaderamente,
la fiesta era aburrida. Los invitados aún estaban sobrios y hablando de sus
trabajos, y según los cálculos de Chloe, faltaba mucho rato para que se
descontrolaran y hubiera un poco más de acción. De lejos vio al dichoso Alain
Delon, lo saludó pero él apenas si levantó la vista.
–Ya vas a venir
a pedirme algo. –murmuró. Agarró otra copa de champagne cuando el mesero pasó a
su lado con una bandeja, y se quedó mirándolos a todos. Sabía que su idea era
una genialidad, pero tener que fumarse vaya a saberse cuántas fiestas como esa
para conocer a los Beatles le dejaba el ánimo a la altura de Tyrion Lannister.
Pensaba en todo eso cuando se dio cuenta que la mayoría de la gente la miraba
descaradamente o de reojo, y hablaban. Aquello no le gustaba nada, para un
delincuente es un mal augurio que lo miren tanto. Se sintió peor cuando vio que
Dólar se acercaba sonriendo y con los brazos extendidos hacia ella.
–¡Un éxito! Todos
hablan de ustedes, están encantados.
–No parece, me
miran como si fuera una ladrona.
–¿Cómo se te
ocurre decir eso? ¡Qué horror! Están así porque se sienten un poco…intimidados.
No están acostumbrados a tratar con la nobleza.
–Bueno, no lo
somos exactamente…–puso cara de consternación.
–No nos vamos a
poner a revisar el árbol genealógico ni la constitución para saber si son o no
lo son. Son las hijas de la reina, con eso basta. Y ahora…¿podría bailar con vos?
Otro remedio no
hay, pensó y le sonrió. Sin embargo le dio unos cuantos pisotones
“accidentales”. Estaba agradecida con que las estuviera metiendo en el mundo de
los famosos, pero se estaba tomando demasiada confianza, una confianza que ella
no quería ni ver cerca. Al fin Dólar la dejó en paz cuando acertó a darle un taconazo
en un callo de su pie. Creyó verse liberada de él y del baile, pero un hombre,
muy guapo y que lo tenía visto de alguna parte, se le acercó.
–¿Puedo bailar?
Zettie llevaba
un buen rato en el baño, estudiando el tamaño de la ventana, las trabas de la
puerta, si se escuchaban los ruidos del exterior. Salió cuando supo todo eso y
con la cartera llena de jabones. Iba a volverse al recordar que también podía
llevarse algo de maquillaje para revender en alguna feria gitana, cuando chocó
con un hombre alto, un poco mayor a juzgar por sus canas, y de amplia sonrisa.
Pero, portaba con él una mala noticia: una insignia de la policía en el cuello
de su traje.
–¿Cómo le va,
señorita Foster?
Chloe se la
estaba pasando en grande con Michael Devin. A Michael Devin no lo conocía ni su
madre y era bastante inexplicable que un actor secundario de unas pocas películas
del Oeste estuviera en una fiesta de famosos y estrellas, pero estaba ahí. A
Chloe le parecía raro que un actor tan guapo estuviera relegado a papeles
pobres siendo que, sólo con su cara, podía ser el galán de cualquier película.
Sabía que se estaba pasando de copas porque se reía de cada estupidez que él le
contaba de su trabajo, cosas que estando completamente sobria no le habrían
hecho ni pizca de gracia.
–No puedo creer
estar charlando con una princesa.
–Agregalo a tu
currículum, quizás te den un protagónico –rió histéricamente y él chocó su copa
con la de ella–Y aparte de actuar, ¿qué te gusta?
–¿Aparte de vos?
–Qué tarado,
hablo en serio, aunque no parezca. ¿Qué te gusta?
–Nunca lo adivinarás.
Es algo poco común.
–No creas, hay
muchos sadomasoquistas.
–¡No es eso! –soltó
una sonora carcajada–Es algo que comenzó a gustarme a raíz de una película y
estoy perfeccionándome.
–Ya lo dije,
sadomasoquismo.
–Que no, su
alteza.
–Ay no me llames
así, ni soy princesa ni soy reina, salvo del crimen.
Él volvió a reírse
y le sirvió más.
–¡Sos muy
graciosa! ¿Te das por vencida?
–Sí, aunque ya
sé que sos sadomasoquista.
–Soy detective.
–Hola señor…
–Connor, Brian
Connor, inspector en jefe de la policía.
–Mucho gusto.
–Zettie estrujó su cartera llena de jabones pero mantuvo su sonrisa inocente y
dulce.
–Me enteré que usted
es hija de la reina, permítame presentarle mis respetos. Lamento mucho la historia,
no creía que nuestra reina fuera capaz de algo así, pero sus razones habrá
tenido.
–El rey consorte
no la atendía muy bien y bueno, pasan estas cosas.
El policía se
quedó mirándola extrañado, después rió.
–¡Usted es muy
graciosa! Quería decirle que estamos a su disposición, personas tan importantes
como usted y su hermana deben tener la mejor seguridad.
–La tenemos,
pagamos a gente, pero igualmente agradezco su ofrecimiento señor Connor. Le hablaré
a mi madre de usted.
–Será un honor.
–el hombre parecía emocionado. Zettie pensó que sería por la satisfacción de
que la reina oyera de él, pero se había equivocado: Connor sólo se había
acercado a ella para que, al ofrecerse tan desinteresadamente, lo tuvieran en
cuenta y le aumentaran el sueldo.
–Bien, debo
irme, un gusto haberlo conocido.
–Lo mismo digo,
señorita. Permítame darle un consejo, no se haga ver mucho, mientras más
desconocidas sean, más seguridad tendrán. Hoy en día anda mucho loco suelto.
–Es verdad, hay
tanta delincuencia…Tomaré su consejo señor, muchas gracias.
Chloe tosió.
Dólar Blue, que ya estaba al borde de un ataque de celos, aprovechó para acercarse
y ella le agradeció internamente. Gracias a él, la conversación con Michael se
desvaneció, incluso él se fue con la excusa de buscar más copas.
–Al fin se va
éste, es un paria. No deberías charlar con gente de su clase, Chloe.
–Me cae bien.
–dijo sólo para pincharlo.
–¡Chloe! –Zettie
bajó tropezándose y maldiciendo a sus zapatos–¡Tenemos que irnos!
–Lo mismo digo,
no sabés lo que me pasó.
–¡Y a mí! –se
acercó a su oído–El jefe de la policía está acá.
–Me parece que
nos tendieron una trampa…Un actor resultó ser detective. Salgamos de acá ya
mismo.
–¿Pasa algo, chicas?
–Debemos irnos,
gracias por traernos.
–Pero si la
fiesta aún no llegó a lo mejor…
–Es que…es que…
–¡Nuestro loro
intentó suicidarse!
Zettie miró a
Chloe, temiendo que su amiga hubiera enloquecido. Dólar las miró a las dos,
completamente desconcertado.
–¿Eh? ¿Tienen un
loro?
–Un loro
suicida, sí. –Zettie afirmó con convencimiento–No llores Chloe, ya se le pasará…
–Es que está mal,
pobrecito –Chloe se pasó los dedos por los ojos, simulando secárselos–Está muy
triste, desde hace mucho que lo veía así y no pude hacer nada por él.
–Es que su novia
lo dejó.
–¿Qué?
–Teníamos un
loro y una lora, pero la lora se escapó, yo olvidé cerrar la jaulita y se voló,
chau, adiós. Y él está triste.
–Muy triste.
–agregó Chloe.
–Tristísimo.
–Quién no lo estaría,
¿no?
–¡Pero un animal
no intenta suicidarse! ¿Ustedes están bien?
–Claro que sí. Y
muchas aves se deprimen cuando se quedan solos, y quieren matarse. Buscá en una
enciclopedia, ahí lo dice. Y nuestro Yago, porque el loro se llama Yago, ha
querido hacer eso. –Chloe se tapó la cara y simuló un llanto conmovedor. Zettie
sacó un pañuelo de su cartera y se lo dio.
–Gracias. Qué
perfumado está.–lo olió y después volvió al llanto.
–Ella lo quiere
mucho. En fin, nos vamos.
–Pero es que aún
no entiendo, ¿cómo se suicidaría un loro?
–Dólar estamos
conmocionadas, no es momento para preguntar eso. Pero de todos modos te diré, quiso
atravesarse con el palito de su jaulita, ese palito sonde se paran. Así me
contó Dolores, que recién llamó para avisar.
–¡Ay
pobrecitooo! –Chloe seguía “llorando” desesperadamente.
–Te dije que no
era momento para preguntar, se puso peor.
–Yo las llevo.
–No, tomaremos un
taxi.
–Chloe no estés
mal, luego te llamo para ver cómo está tu mascota, ¿sí?
–Sí, sí, gracias
por todo Dólar.
Él se acercó y
le dio un beso en la mejilla.
–Si quieren
puedo llevarlas, de verdad…
–No, no,
disfrutá de la fiesta. Adiós.
Zettie salió abrazada
con la consternadísima Chloe. Ni bien cerraron la puerta, Chloe dejó de taparse
la cara.
–Me dio un beso,
qué asco, me echaré desinfectante, si es posible lejía. Zettie no entiendo qué
salió mal, el plan era perfecto.
–No sé qué pasó,
pero un policía en una fiesta de celebridades, es muy sospechoso.
–Estaría como
seguridad. –Chloe comenzó a caminar por el césped que separaba la mansión de la
vereda. Se quitó los zapatos.
–Se acercó a mi,
ofreciéndose para protegernos. Se sabe que la nobleza tiene sus guardaespaldas
privados, ¿qué tiene que ver la policía?
–¿Y qué hace un
actor de segunda o tercera categoría en una fiesta de estrellas?
–Quizás se ha
colado.
–¿Y por qué es detective
también? Esto está muy mal. Volvamos a casa a pie, no quiero más contacto con
la gente.
–Ser antisocial
está mejor, no te pueden descubrir.
–Es peor, te
toman de psicópata. Encima gastamos una fortuna en estos vestidos, ¡para nada!
Todo arruinado en la primer fiesta.
–Al menos
conseguí jabones. –Zettie abrió su cartera a punto de reventar.
–¿Por qué te
robaste eso? Tenemos diez millones, no necesitamos jabón.
–Acabás de decir
que gastamos mucho en estos vestidos, así que ya no tenemos diez millones, tenemos
menos. Y nunca se sabe cuándo puede venir una crisis, por lo menos tener para
bañarnos.
–Somos ladronas,
las crisis no nos afectan.
–Claro que sí,
los bancos tienen menos, y robamos menos. Me duelen los pies, sentémonos.
Se sentaron en
el cordón de la vereda, Zettie arrojó los zapatos al otro lado de la calle.
–¿Era lindo el
actor?
–Mucho.
–Supongo que no
se te habrá soltado la lengua.
–No, soy una
profesional.
–Esto es
crítico, si ya nos tienen vistas estamos acabadas. ¿Iremos presas?
–Ay no me hagas
reír. ¿Nosotras, presas? Recordá esto: somos inteligentes y ellos son unos
asnos. Jamás podrían atraparnos. No entres en la crisis del delincuente
acorralado, es claro que nosotras jamás estaremos en esa situación.
–¡Se me ocurre
algo!
–¿Lo ves?
Inteligencia pura. ¿Qué se te ocurrió? Que no sea comprar un loro...
–Para nada. La
idea es despistar, que vuelvan a ocuparse de nuestros preciosos Beatles, pero
sin sospechar de nosotras. Está claro que si nos siguen, es por el robo al
banco, no por otra cosa. Imaginate, son los Beatles y les han robado. Es un caso
más importante que cualquier otro.
–Ajá. ¿Y qué
proponés? ¿Robarles otra vez?
–Todo lo contrario,
dejar de robar.
–Si no robo no
respiro.
–Pensalo, tenemos
bastante para sobrevivir y muchos jabones.
–¿Si nos
quedamos quietas dejarán de seguirnos? No sé Zettie, muchos han hecho eso y no
les resultó.
–Dejarán de hacerlo
si es más importante cuidar a los Beatles.
Chloe se quedó
mirándola y luego miró a un auto que pasaba por la calle.
–Ya entendí.
–dijo al fin–Nos quedamos quietas, de pronto nadie roba, o roban estupideces,
no cosas buenas y planificadas como hacemos nosotras. De pronto, algo les
sucede a los Beatles. Todo se enfoca en ellos y nadie piensa en robos, porque
no les han robado más y además no hay robos importantes. Es una buena
estrategia, colega.
–El problema es
que no sé qué puede pasarles, tiene que ser algo grave y que no tenga nada que ver
con nosotras, pero tampoco quiero hacerles daño, pobrecitos.
–Lo tengo. Sí,
sí, sí, tengo la solución.
–¿Y cuál es?
–Terroristas.
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Como ya hice en el otro fic, pido perdón y mil veces perdón. Acabo de ver la última fecha en la que publiqué acá y...No, no tengo perdón.
Para la próxima ya creo que no tardaré, por lo menos no tardaré tanto.
Como ven, en este capitulo no salen nuestros amadísimos Beatles, pero en los próximos...en los próximos saldrán demasiado, pobres XDD
Les mando saludos y gracias por leer!