lunes, 30 de marzo de 2015

Revolver - Capitulo 3 "Bailando con el enemigo"




Chloe soltó un silbido cuando, al bajarse del coche del fastidioso de Dólar Blue, vio la mansión de Twiggy.
–Esto sí que no me lo imaginaba.
–¿El qué? –Zettie aún estaba dentro del auto–¡Ay no puedo salir! Mi vestido está enganchado, ¡auu! ¡Mi cabeza! ¡Me golpeé con el techo de tu estúpido auto! ¡Ey, Dólar, te estoy hablando!
El hombre hizo como que ignoraba los puñetazos que Zettie le estaba dando a su auto y le ofreció su brazo a Chloe. Ella lo aceptó con un dejo de repugnancia.
–Odio este vestido, y estos zapatos, y este bolso cursi, y este peinado, y este maquillaje pegajoso, y este…
–Zettie pará de quejarte. –Chloe le dirigió una sonrisa que a la vista de cualquiera parecía afable pero Zettie sabía que quería asesinarla y lo haría si no dejaba de comportarse mal. Caminó hasta ella, zafándose del brazo de Dólar–Sé que no tenés ganas de estar en esta fiesta, yo tampoco, pero esforzate unas horas y nos vamos. ¿Has visto qué casa?
–Cómo no verla, si es gigante. ¿Estás pensando lo mismo que yo?
–Exacto, colega. Tomemos nota de todas las puertas y ventanas y si tienen un perro malo.
Dólar Blue las miraba intrigado, sólo oía susurros y no entendía nada.  La intriga se le pasó cuando Chloe  tomó su brazo nuevamente y fingió una sonrisita para él. Las presentó ante todos y luego se extrañó de que las chicas, que parecían tan sociables, se hubieran refugiado en un rincón a cuchichear y a mirar por encima del hombro al resto de los invitados. Manías de niñas nobles, se dijo.
–Me aburro.
–Chloe, quiero pizza, acá sólo hay pescado crudo. Pero una pizza como las que hace Vicente, ese italiano hace magia con la comida.
–Y con las cajas fuertes, y las pistolas, y ocultando los cadáveres que deja su familia por todo Nápoles.
–Bueno, no entremos en detalles, a pesar de todo es un chico bueno, como nosotras. Ey, de verdad esto es aburrido.
–Poné cara de digna que hasta ahora el papel nos está saliendo perfecto, parecemos superiores a todos estos pobres plebeyos. –rió apenas.
–Voy al baño, de paso miro e investigo. –le guiñó un ojo y subió las imponentes escaleras alfombradas, en busca de un baño en el primer piso de la casa.
Verdaderamente, la fiesta era aburrida. Los invitados aún estaban sobrios y hablando de sus trabajos, y según los cálculos de Chloe, faltaba mucho rato para que se descontrolaran y hubiera un poco más de acción. De lejos vio al dichoso Alain Delon, lo saludó pero él apenas si levantó la vista.
–Ya vas a venir a pedirme algo. –murmuró. Agarró otra copa de champagne cuando el mesero pasó a su lado con una bandeja, y se quedó mirándolos a todos. Sabía que su idea era una genialidad, pero tener que fumarse vaya a saberse cuántas fiestas como esa para conocer a los Beatles le dejaba el ánimo a la altura de Tyrion Lannister. Pensaba en todo eso cuando se dio cuenta que la mayoría de la gente la miraba descaradamente o de reojo, y hablaban. Aquello no le gustaba nada, para un delincuente es un mal augurio que lo miren tanto. Se sintió peor cuando vio que Dólar se acercaba sonriendo y con los brazos extendidos hacia ella.
–¡Un éxito! Todos hablan de ustedes, están encantados.
–No parece, me miran como si fuera una ladrona.
–¿Cómo se te ocurre decir eso? ¡Qué horror! Están así porque se sienten un poco…intimidados. No están acostumbrados a tratar con la nobleza.
–Bueno, no lo somos exactamente…–puso cara de consternación.
–No nos vamos a poner a revisar el árbol genealógico ni la constitución para saber si son o no lo son. Son las hijas de la reina, con eso basta.  Y ahora…¿podría bailar con vos?
Otro remedio no hay, pensó y le sonrió. Sin embargo le dio unos cuantos pisotones “accidentales”. Estaba agradecida con que las estuviera metiendo en el mundo de los famosos, pero se estaba tomando demasiada confianza, una confianza que ella no quería ni ver cerca. Al fin Dólar la dejó en paz cuando acertó a darle un taconazo en un callo de su pie. Creyó verse liberada de él y del baile, pero un hombre, muy guapo y que lo tenía visto de alguna parte, se le acercó.
–¿Puedo bailar?





Zettie llevaba un buen rato en el baño, estudiando el tamaño de la ventana, las trabas de la puerta, si se escuchaban los ruidos del exterior. Salió cuando supo todo eso y con la cartera llena de jabones. Iba a volverse al recordar que también podía llevarse algo de maquillaje para revender en alguna feria gitana, cuando chocó con un hombre alto, un poco mayor a juzgar por sus canas, y de amplia sonrisa. Pero, portaba con él una mala noticia: una insignia de la policía en el cuello de su traje.
–¿Cómo le va, señorita Foster?








Chloe se la estaba pasando en grande con Michael Devin. A Michael Devin no lo conocía ni su madre y era bastante inexplicable que un actor secundario de unas pocas películas del Oeste estuviera en una fiesta de famosos y estrellas, pero estaba ahí. A Chloe le parecía raro que un actor tan guapo estuviera relegado a papeles pobres siendo que, sólo con su cara, podía ser el galán de cualquier película. Sabía que se estaba pasando de copas porque se reía de cada estupidez que él le contaba de su trabajo, cosas que estando completamente sobria no le habrían hecho ni pizca de gracia.
–No puedo creer estar charlando con una princesa.
–Agregalo a tu currículum, quizás te den un protagónico –rió histéricamente y él chocó su copa con la de ella–Y aparte de actuar, ¿qué te gusta?
–¿Aparte de vos?
–Qué tarado, hablo en serio, aunque no parezca. ¿Qué te gusta?
–Nunca lo adivinarás. Es algo poco común.
–No creas, hay muchos sadomasoquistas.
–¡No es eso! –soltó una sonora carcajada–Es algo que comenzó a gustarme a raíz de una película y estoy perfeccionándome.
–Ya lo dije, sadomasoquismo.
–Que no, su alteza.
–Ay no me llames así, ni soy princesa ni soy reina, salvo del crimen.
Él volvió a reírse y le sirvió más.
–¡Sos muy graciosa! ¿Te das por vencida?
–Sí, aunque ya sé que sos sadomasoquista.
–Soy detective.








–Hola señor…
–Connor, Brian Connor, inspector en jefe de la policía.
–Mucho gusto. –Zettie estrujó su cartera llena de jabones pero mantuvo su sonrisa inocente y dulce.
–Me enteré que usted es hija de la reina, permítame presentarle mis respetos. Lamento mucho la historia, no creía que nuestra reina fuera capaz de algo así, pero sus razones habrá tenido.
–El rey consorte no la atendía muy bien y bueno, pasan estas cosas.
El policía se quedó mirándola extrañado, después rió.
–¡Usted es muy graciosa! Quería decirle que estamos a su disposición, personas tan importantes como usted y su hermana deben tener la mejor seguridad.
–La tenemos, pagamos a gente, pero igualmente agradezco su ofrecimiento señor Connor. Le hablaré a mi madre de usted.
–Será un honor. –el hombre parecía emocionado. Zettie pensó que sería por la satisfacción de que la reina oyera de él, pero se había equivocado: Connor sólo se había acercado a ella para que, al ofrecerse tan desinteresadamente, lo tuvieran en cuenta y le aumentaran el sueldo.
–Bien, debo irme, un gusto haberlo conocido.
–Lo mismo digo, señorita. Permítame darle un consejo, no se haga ver mucho, mientras más desconocidas sean, más seguridad tendrán. Hoy en día anda mucho loco suelto.
–Es verdad, hay tanta delincuencia…Tomaré su consejo señor, muchas gracias.







Chloe tosió. Dólar Blue, que ya estaba al borde de un ataque de celos, aprovechó para acercarse y ella le agradeció internamente. Gracias a él, la conversación con Michael se desvaneció, incluso él se fue con la excusa de buscar más copas.
–Al fin se va éste, es un paria. No deberías charlar con gente de su clase, Chloe.
–Me cae bien. –dijo sólo para pincharlo.
–¡Chloe! –Zettie bajó tropezándose y maldiciendo a sus zapatos–¡Tenemos que irnos!
–Lo mismo digo, no sabés lo que me pasó.
–¡Y a mí! –se acercó a su oído–El jefe de la policía está acá.
–Me parece que nos tendieron una trampa…Un actor resultó ser detective. Salgamos de acá ya mismo.
–¿Pasa algo, chicas?
–Debemos irnos, gracias por traernos.
–Pero si la fiesta aún no llegó a lo mejor…
–Es que…es que…
–¡Nuestro loro intentó suicidarse!
Zettie miró a Chloe, temiendo que su amiga hubiera enloquecido. Dólar las miró a las dos, completamente desconcertado.
–¿Eh? ¿Tienen un loro?
–Un loro suicida, sí. –Zettie afirmó con convencimiento–No llores Chloe, ya se le pasará…
–Es que está mal, pobrecito –Chloe se pasó los dedos por los ojos, simulando secárselos–Está muy triste, desde hace mucho que lo veía así y no pude hacer nada por él.
–Es que su novia lo dejó.
–¿Qué?
–Teníamos un loro y una lora, pero la lora se escapó, yo olvidé cerrar la jaulita y se voló, chau, adiós. Y él está triste.
–Muy triste. –agregó Chloe.
–Tristísimo.
–Quién no lo estaría, ¿no?
–¡Pero un animal no intenta suicidarse! ¿Ustedes están bien?
–Claro que sí. Y muchas aves se deprimen cuando se quedan solos, y quieren matarse. Buscá en una enciclopedia, ahí lo dice. Y nuestro Yago, porque el loro se llama Yago, ha querido hacer eso. –Chloe se tapó la cara y simuló un llanto conmovedor. Zettie sacó un pañuelo de su cartera y se lo dio.
–Gracias. Qué perfumado está.–lo olió y después volvió al llanto.
–Ella lo quiere mucho. En fin, nos vamos.
–Pero es que aún no entiendo, ¿cómo se suicidaría un loro?
–Dólar estamos conmocionadas, no es momento para preguntar eso. Pero de todos modos te diré, quiso atravesarse con el palito de su jaulita, ese palito sonde se paran. Así me contó Dolores, que recién llamó para avisar.
–¡Ay pobrecitooo! –Chloe seguía “llorando” desesperadamente.
–Te dije que no era momento para preguntar, se puso peor.
–Yo las llevo.
–No, tomaremos un taxi.
–Chloe no estés mal, luego te llamo para ver cómo está tu mascota, ¿sí?
–Sí, sí, gracias por todo Dólar.
Él se acercó y le dio un beso en la mejilla.
–Si quieren puedo llevarlas, de verdad…
–No, no, disfrutá de la fiesta. Adiós.
Zettie salió abrazada con la consternadísima Chloe. Ni bien cerraron la puerta, Chloe dejó de taparse la cara.
–Me dio un beso, qué asco, me echaré desinfectante, si es posible lejía. Zettie no entiendo qué salió mal, el plan era perfecto.
–No sé qué pasó, pero un policía en una fiesta de celebridades, es muy sospechoso.
–Estaría como seguridad. –Chloe comenzó a caminar por el césped que separaba la mansión de la vereda. Se quitó los zapatos.  
–Se acercó a mi, ofreciéndose para protegernos. Se sabe que la nobleza tiene sus guardaespaldas privados, ¿qué tiene que ver la policía?
–¿Y qué hace un actor de segunda o tercera categoría en una fiesta de estrellas?
–Quizás se ha colado.
–¿Y por qué es detective también? Esto está muy mal. Volvamos a casa a pie, no quiero más contacto con la gente.
–Ser antisocial está mejor, no te pueden descubrir.
–Es peor, te toman de psicópata. Encima gastamos una fortuna en estos vestidos, ¡para nada! Todo arruinado en la primer fiesta.
–Al menos conseguí jabones. –Zettie abrió su cartera a punto de reventar.
–¿Por qué te robaste eso? Tenemos diez millones, no necesitamos jabón.
–Acabás de decir que gastamos mucho en estos vestidos, así que ya no tenemos diez millones, tenemos menos. Y nunca se sabe cuándo puede venir una crisis, por lo menos tener para bañarnos.
–Somos ladronas, las crisis no nos afectan.
–Claro que sí, los bancos tienen menos, y robamos menos. Me duelen los pies, sentémonos.
Se sentaron en el cordón de la vereda, Zettie arrojó los zapatos al otro lado de la calle.
–¿Era lindo el actor?
–Mucho.
–Supongo que no se te habrá soltado la lengua.
–No, soy una profesional.
–Esto es crítico, si ya nos tienen vistas estamos acabadas. ¿Iremos presas?
–Ay no me hagas reír. ¿Nosotras, presas? Recordá esto: somos inteligentes y ellos son unos asnos. Jamás podrían atraparnos. No entres en la crisis del delincuente acorralado, es claro que nosotras jamás estaremos en esa situación.
–¡Se me ocurre algo!
–¿Lo ves? Inteligencia pura. ¿Qué se te ocurrió? Que no sea comprar un loro...
–Para nada. La idea es despistar, que vuelvan a ocuparse de nuestros preciosos Beatles, pero sin sospechar de nosotras. Está claro que si nos siguen, es por el robo al banco, no por otra cosa. Imaginate, son los Beatles y les han robado. Es un caso más importante que cualquier otro.
–Ajá. ¿Y qué proponés? ¿Robarles otra vez?
–Todo lo contrario, dejar de robar.
–Si no robo no respiro.
–Pensalo, tenemos bastante para sobrevivir y muchos jabones.
–¿Si nos quedamos quietas dejarán de seguirnos? No sé Zettie, muchos han hecho eso y no les resultó.
–Dejarán de hacerlo si es más importante cuidar a los Beatles.
Chloe se quedó mirándola y luego miró a un auto que pasaba por la calle.
–Ya entendí. –dijo al fin–Nos quedamos quietas, de pronto nadie roba, o roban estupideces, no cosas buenas y planificadas como hacemos nosotras. De pronto, algo les sucede a los Beatles. Todo se enfoca en ellos y nadie piensa en robos, porque no les han robado más y además no hay robos importantes. Es una buena estrategia, colega.
–El problema es que no sé qué puede pasarles, tiene que ser algo grave y que no tenga nada que ver con nosotras, pero tampoco quiero hacerles daño, pobrecitos.
–Lo tengo. Sí, sí, sí, tengo la solución.
–¿Y cuál es?

–Terroristas. 







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Como ya hice en el otro fic, pido perdón y mil veces perdón. Acabo de ver la última fecha en la que publiqué acá y...No, no tengo perdón.
Para la próxima ya creo que no tardaré, por lo menos no tardaré tanto. 
Como ven, en este capitulo no salen nuestros amadísimos Beatles, pero en los próximos...en los próximos saldrán demasiado, pobres XDD
Les mando saludos y gracias por leer!


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