sábado, 9 de noviembre de 2013

¡Mi abuelo es un beatle! Capitulo 7

“Para Elisa” comenzó a sonar de un modo que hasta al propio Beethoven hubiera enloquecido, aunque fuera sordo. El teléfono celular reproducía el sonidito una y otra vez hasta que calló producto de un manotazo que lo arrojó al suelo. Midori suspiró aliviada, quizás acababa de romper su teléfono, pero se había callado. Ni bien pensó eso, el sonido volvió, histérico, y arrastrándose cama abajo hasta tocar el suelo, Midori lo agarró, dispuesta a tirarlo por la ventana si era necesario. Vio que en la pantallita resplandecía un “Mamá” junto con el número de llamadas perdidas. Suspiró otra vez, y atendió.
-¡Midori! ¡Al fin!
-Hola mamá...Son las ocho de la mañana.
-¡Ya lo sé!
-¿Es necesario gritar? –alejó el aparato de su oído.
-Es que con estas porquerías de teléfonos no sé si me escuchas o no, ¡y además estás dormida!
Midori negó con la cabeza. Aquel, seguramente, sería el comienzo de un mal día.
-¿Pasó algo, Caster?
-¡No me llames por mi nombre! ¡No soy una extraña, soy tu madre!
-Bueno mamá...-bostezó, harta ya de la conversación -¿Pasó algo?
-No.
-¿Y entonces para qué me llamas?
-Quería saber cómo estabas.
-¿Y porqué no llamaste mas tarde?
-Una madre tiene derecho a saber qué hace su hijo a cualquier hora.
-Bueno, estaba durmiendo. ¿Conforme?
-¿Dónde está Jeremy?
-Y yo qué sé, desde ayer por la tarde que no lo veo.
-¡Lo mandé a cuidarte! ¡Qué inútil!
-Mamá, para de gritar...
-Ay, está bien. ¿Y? ¿Has logrado algo?
-Lo has dicho tú: algo.
-¿Qué cosa?
-Paul ha aceptado hacerse el ADN.
-¿Y tú le creíste? Eres ingenua, Midori Watts. Ay...¿cómo he podido criarte así? Si yo....
Dejó el teléfono en el piso y se recostó en la cama, dejando que su madre hablara y hablara hasta que se diera cuenta de que ella no la estaba escuchando.
Se tapó hasta la cabeza. Tenía ganas de volver, extrañaba su casa, su  cama, su pato, sus cosas, pero cuando hablaba con Caster prefería quedarse a vivir eternamente en esa pocilga antes que volver.

*************
El día pasó tranquilo. Se preparaba para ir esa misma tarde a ver a Ringo, tenía la extraña seguridad de que lograría convencerlo.
De cuando en cuando, releía el diario de su abuela. A veces, eso la hacía sentir una tonta, Doris había vivido como quería, y ella estaba ahí, esperando que dos tipos se dignaran a hacerse una ADN, aguantando a su madre y a un novio loco.
Hablando de novio, Jeremy golpeó la puerta  y entró sin siquiera esperar repuesta.
-Hoy podríamos ir  a Hyde Park, ¿qué dices?
-Hola, ¿no? ¿Dónde estabas?
-Por ahí. ¿Vienes o no?
-No puedo, iré a ver a Ringo.
-¿Para qué?
-Para hablar con él, para eso vine a Londres.
-Puedes ir mañana. Mira, hoy es un día hermoso.
-No puedo Jeremy. Pero si quieres puedes acompañarme, te gustará.
-Ni loco, no quiero ver a ese viejo.
-Podría ser mi abuelo.
-¿Y a mí qué? Ojalá te dé mucho dinero, así nos casamos y pongo mi empresa.
-Eres un estúpido.
-Tú eres la estúpida. Deja esos sentimentalismos de “ay, puede ser mi abuelo” y piensa en el dinero. Sino, ¿de qué vas a vivir? ¿De amor de abuelo? Por favor...
-Sí, eres un estúpido, cada vez que hablas, lo confirmo más. ¿Sabes qué, Jeremy? No quiero estar más contigo. Esto se acabó.
-¿Me estás dejando?
-¿Y a ti qué te parece?
-¿Me estás dejando?
-No, tú me dejas a mí, porque te vas.
Jeremy levantó una ceja y luego se echó a reír hasta quedar tirado en la cama, agarrándose la panza.
-¡Eres muy chistosa!
Midori le pegó con un suéter.
-Ay, ¿por qué haces eso?
-Para que te levantes, no estoy contando chistes. Te vas.
-Un momento, un momento. ¿Me estás dejando?
-¿Jeremy estás drogado o qué? ¡Qué sí, te dejo, adiós, no soy más tu novia! ¿Entiendes o te explico con manzanitas?
-No, no entiendo. ¿Por qué?
-Porque nos llevamos mal. Parecemos un matrimonio con 20 años de casados.
-La culpa es tuya.
-¿Lo ves? Esto no es un noviazgo.
-¿Te compro chocolates, peluches, flores?
-No. Compra un pasaje y vuélvete a tu casa.
-Eres mala, Midori.  Tu madre tiene razón cuando te lo dice.
-A ver Jeremy...ven – lo tomó de un brazo y lo sentó en la cama –Piensa esto, ¿cuando nos llevamos bien?
-Mmm...bueno, cuando empezamos a salir nos llevábamos genial.
-Eso fue hace mucho, ¿ahora?
-Está bien, tienes razón, nos llevamos pésimo. ¡Pero es porque no te entiendo! Haces cosas raras, como ésta, venir a Londres.
-Sabes que es algo importante para mí. Tú creciste con tus abuelos, con tus padres...yo no. Quizás por eso no me entiendas. Jeremy, de verdad, creo que lo mejor es que cortemos.
-No. Mejor tomémonos un tiempo.
-¿Para qué?
-No sé, para mejorar.
-Está bien...
-¿Sabes? Anoche encontré a un amigo que se vino a vivir aquí. Pasaré el resto de mis vacaciones con él, así no te molesto, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Jeremy le dio un beso en los labios y se fue caminando cabizbajo. Le daba mucha pena verlo así, pero las cosas se presentaban de esa manera. Y también, le daba culpa haberle dicho que se darían un tiempo, cuando estaba segura de que no volverían nunca.

*************
Luego de que Jeremy al fin decidiera juntar sus cosas e irse, Midori terminó de arreglarse y, nerviosa, se dirigió a la casa de Ringo. Pese a que ya la conocía y lo más seguro fuera que la tratara muy bien, tenía miedo, ya que no sabía con quién se encontraría allí. Quizás su casa estuviera llena de amigos o lo que era peor, de familiares. Familiares que quizás también fueran suyos. Decidió que si se encontraba con esa situación, volvería la hotel “con el rabo entre las piernas”, sin haber hablado con Ringo. La verdad era que no quería pasar un mal momento con gente que seguramente no la aceptaría.
Se presentó con una sonrisa forzada, que más bien parecía una mueca, ante la mujer que la atendió.
-Y...¿por qué quiere verlo? –preguntó la mujer, desconfiada.
-Sólo dígale que estoy aquí.
-Mmmm...de acuerdo. –la mujer caminó de mala gana hacia adentro.
-¡Oiga, espere! –gritó Midori. Con cara de pocos amigos, a mujer se giró –Antes de llamarlo...¿podría decirme si está solo?  Quiero decir, si está con su familia y eso....
-Mire señorita, no sé qué quiere, jamás la he visto, así que no responderé a su pregunta. Agradezca que le avisaré al señor que usted está aquí.
Midori resopló, era inútil llevarle la contraria.
Casi quince minutos después, la mujer volvió, arrastrando los pies.
-Entre.
Midori la siguió. La casa de Ringo no era tan despampanante como la de Paul, pero también estaba repleta de objetos exóticos y obras de arte de todo tipo.
-Ahí lo tiene. –la mujer señaló una habitación o sala,  o lo que fuera. La puerta estaba abierta y se escuchaban los sonidos característicos de un partido de fútbol y unos grititos que no podían ser otros que los de Ringo.
-Vamos, entre de una vez. –insistió la mujer, y luego se marchó, murmurando por lo bajo.
Midori entró con cuidado: había un corto pasillo desde la puerta hasta la sala propiamente dicha, así que no veía nada de lo que allí sucedía. Como todo estaba alfombrado, seguramente no escucharían sus pasos, así que golpeó la puerta, pero nadie contestó. Tragando saliva, se decidió  y entró de una vez, ya estaba perdida así que no ganaría nada parada allí sin saber quiénes estaban.
Cuando entró y vio lo que sucedía, no pudo más que estallar en una carcajada: frente a un gran televisor de plasma, Ringo jugaba al fútbol con la Play Station.
-¡AAAHHH! ¿Qué haces aquí? ¿Pretendes matarme de un susto? ¡Deja de reírte!
-Perdón, pero tu ama de llaves, -muy antipática, por cierto- parece que no se dignó a anunciarme. Lamento interrumpir tu...hora de juego.
-Me hacía falta un contrincante, me aburro jugando solo. ¿United o City? ¿Barça o Real?
-No sé jugar...
-¿Cómo que no sabes jugar?
-Ringo, soy chica.
-¿Y con eso? Pensé que las jóvenes de hoy ya no se fijaban en cuáles cosas son de hombre y cuáles de mujer. Anda, ven a jugar.
-Es que venía a hablarte sobre...
-¡Para eso hay tiempo! ¡Ven!
Y sin otorgarle derecho a réplica, le tendió uno de los joysticks.
************
La tarde estaba pasando a velocidad supersónica, y además, era la mejor tarde que tenía en mucho tiempo. También, no recordaba haber reído tanto en un lapso de pocas horas.
-¡Vamos Messi! ¡Patea de una vez!
Otra vez largó una carcajada, despatarrándose en el amplio sofá que había frente a la tele, mirando la indignación de Ringo, que ya estaba parado, insultando a todos los equipos.
-Oye Ringo, ¿por qué no jugamos al Rock Band?
-Ni-lo-sue-ñes. Odio verme en dibujitos.
-En Yellow Submarine estás bien, pareces tierno.
-No parezco, lo soy, y en todas partes, no sólo  en Yellow Sumbarine.
-Recién, insultando a un jueguito, no lo eras...
-¿Viniste a dudar de mi ternura, mi dulzura, y todas esas cosas que me adjudican?
-Sí.
-Has venido a Londres sólo por eso. Eres rara, Midori Watts.
-Ya lo sé.
-Dime una cosa, ¿cómo supiste dónde vivo?
-Internet. Google. Street View. Qué se yo, hay dos millones de cosas que te dicen dónde vive un beatle.
-Qué horror. Vamos, juega otro partido.
-Quiero el Rock Band.
-Estás en MI casa y jugaremos a lo que YO quiera. ¡Y yo quiero el Pro Evolution Soccer!
-¡Uy pareces niñito que invita a sus compañeritos a jugar y sólo a lo que él quiere!
-Sí. –Ringo se sentó, serio, y comenzó a buscar qué partidos jugar –Vamos, el último.
De mala gana, Midori se posicionó para jugar. Un rato después, los dos estaban parados, cada vez mas pegados a la pantalla, gritando y gritándose cosas.
-¡GOOOL!
-¡Niña! ¿No era que no sabías jugar? ¡Me has ganado todos los partidos!
-¡Oe Oa ser del Barça es lo mejor que hay!-cantaba, saltando sobre el sofá.
-Bueno, bueno, suficiente, deja de saltar sobre mis muebles.
-No te gusta perder, ¿eh?
-¿Y a quién le gusta?
-Hagamos otro y te cobras venganza, ¿qué te parece?
-Excelente idea.
Comenzaron a jugar, encarnizados cada vez más.
-¡Goool! Te voy ganando, chica.
-Me da igual porque te estoy dejando ganar, sólo porque eres un señor grande.
-Eres cruel. ¡Mira qué pase!
-Hermoso, pero aquí va mi...¡goool!
-Ay...eres buena, o quizás sólo tengas la suerte del principiante –la miró de reojo, sin dejar de manipular el joystick. –Oye...¿y para qué viniste?
-Ah no, no intentes distraerme.
-Me salió mal la treta...Bien, dejemos esto en un empate, ¿sí?
-¿Lo haces porque quieres hablar o porque no quieres perder otra vez?
-Digamos que por ambas cosas.
Apagó la televisión, se sentó y le ofreció un vaso de jugo, que ella tomó casi sin respirar.
-¿Y bien? –la miró, serio.
-Antes que nada, una pregunta: ¿tienes un pato?
-¿Eh?
-Un pato. Una mascota pato.
-¿Te refieres a una mascota electrónica? Una vez tuve un tamagotchi, pero se me murió...
-No, electrónica no, ¡deja la tecnología! Hablo de un pato de verdad, con sus plumas, su pico, y su cua cua.
-No, no.
-Deberías tener uno, estás viviendo mal.
-Tengo un gato, se lo comerá.
-Naaa....se harán amigos. Bueno, ahora sí, a lo que vine: Paul ha aceptado hacerse el ADN.
-Ay...
-¿Piensas imitarlo?
-A ver Midori., esto es complicado, ¿sabes? Eres muy simpática, mira qué bien nos llevamos, pero ya que seas mi nieta....Joder, te hablo como le hablaba a las chicas que querían ser mi novia.
-Qué espanto, usabas las mismas frases que usan todos los hombres.
-Supongo que saber eso será una desilusión para ti... –sonrió-Oye, esto es muy raro y además tengo que explicárselo a mi familia.
-No hace falta, puedes hacerlo a escondidas. Si no somos  familiares, quedará como que no pasó nada.
-Igual...
Ringo se quedó pensativo, mirando un punto fijo en la pared. Después suspiró, sin volver la vista a ella.
-De acuerdo. Hagámoslo.



***************
No puedo creerlo, he metido a Messi en mi fic. XDDDD

Como ya es costumbre, con casi un mes de retraso, les traigo el capitulo 7! Espero que les haya gustado, fue escrito en un Mc Donalds feo (para mí todos lo son, pero tenía hambre jaaj) mientras hacía tiempo para ir a la universidad.

Les dejo saludos a todos/as, nos vemos en el próximo capitulo!




viernes, 11 de octubre de 2013

¡Mi abuelo es un beatle! Capitulo 6

Llevaba diez minutos, o quizás más, tiritando de frío en la puerta. Y haciéndose  a la idea de que tendría que dormir en la calle porque Paul no la atendería. Una y otra vez se dujo que ir a Londres a comenzar su búsqueda había sido la peor decisión de su vida. Si no lo hubiera hecho, a esa hora estaría calentita en su casa y no allí.
Al fin vio a través de una puerta de hierro y cristal que una luz amarilla se encendía y que alguien caminaba hacia ella con unas llaves.
-¿Qué haces aquí? –gritó Paul cuando abrió la puerta.
-Déjame pasar. Por favor....-suplicó desde la acera.
Paul entró  nuevamente y presionó  un botón, que hizo que las rejas exteriores se abrieran automáticamente. Midori entró al jardín y se dirigió a la casa. Paul salió nuevamente, cruzado de brazos para protegerse del frío.
-Qué noche horrible. Dime qué haces aquí.
-Es que...
-Anda, entra o te congelarás –la interrumpió.
Midori paseó sus ojos al entrar a la gran galería cubierta de mármoles blancos mientras Paul cerraba la puerta.
-Mandé al servicio a dormir así no te ven y piensan cosas que no son. Ahora dime porqué estás aquí.
-Es que....es que vino mi novio y bueno, peleamos mucho y me fui del hotel donde dormía, pero olvidé el dinero. Y no quería dormir en la calle.
-¿Tienes novio?
-Sí.
-¿Y te dejó ir con esta noche que está haciendo?
-Sí pero...me fui yo.
-Da igual, él no te tendría que haber dejado. Estos jóvenes....Bien, sígueme.
Siguió a Paul por un extenso corredor donde los pisos parecían espejos de tan limpios y lustrados que estaban, y donde había también una colección de cuadros y adornos de todo tipo.
-¿Tienes hambre? –preguntó Paul cuando llegaron a una sala que mas bien parecía biblioteca por lo repleta de libros que estaba.
-Hambre tengo siempre.
Sonrió y con la mano le hizo un ademán para que lo siguiera. Al fin llegaron a una cocina que Midori comparó con la extensión total de su casa.
-Bien, aquí tienes comida, elige lo que mas te guste.
-¿De verdad? –Midori abrió el refrigerador -¡Hay de todo!
-Sí.
-¿Y puedo comer todo?
-Oye, con cuidado, que no tengo ganas de llevar chiquillos al doctor porque tuvieron un atracón.
-No soy una chiquilla.
-Me da igual. Ah, mira, ¿ves ésa escalera? –señaló una escalera de caracol.
-Sí, claro que la veo.
-Puedes subir por ahí hasta las habitaciones. Las de la derecha son para huéspedes, elige la que mas te guste.
-Pero Paul....¿qué dirá tu familia? Bueno, Nancy...la verdad es que tiene cara de que no le gusta nada.
-Oye no ye pases.
-Lo dice todo el mundo –se excusó poniendo cara de inocente -¿Qué le dirás?
-Nancy no vuelve hasta mañana al mediodía. Y no hay nadie mas en la casa, salvo la mujer que te atendió por el portero eléctrico y dos choferes.
-Ahh...bueno, si tienes  problemas....
-No habrá ninguno –la cortó con una sonrisa –Tú tranquila. Y mira, puedes pasar a la sala donde está la televisión y elegir una película para ver mientras comes.
-¡Genial! ¡Muchas gracias!
-De nada. Iré a seguir con mis cosas, nos vemos.
Paul se retiró y Midori comenzó su saqueo a la cocina. Había cosas vegetarianas, demasiadas, pero al parecer los empleados de Paul eran carnívoros como ella, así que se armó un sándwich, buscó papas fritas y descongeló una pizza, y encontró palomitas de maíz para ver la película que se le antojara. Con una bandeja cargada con toda la comida, encontró la sala a la que Paul se había referido: era enorme, con un gran sofá y un televisor que ocupaba casi toda la pared. Se sentó cómodamente y eligió una película de acción.
Estaba muy entretenida, mirando y comiendo cuando sintió que alguien sentaba a su lado.
-AAAAHHH!!!
-Tranquila –rió Paul -¿Cómo no me viste?
-Es que estaba concentrada en la pelicula. Es muy buena.
-Pero...se están matando a tiros.
-Por eso está buena.
-No veo que seas una chica muy pacifista.
-No, no lo soy, ¿quien te dijo que lo era?. ¿Quieres comer? –señaló la bandeja.
-¿Qué comes? Ey, eso es carne.
-Si...¿no quieres?
-¿Estás loca? Lo que te estás comiendo era una vaca que estaba en el campo, pastando tranquila y...
-Y las lechugas que tú te comes eran lechugas que también estaban en el campo. Y alguien las arrancó con crueldad, separándolas de sus hermanas, y viniste tú y te las comiste.
-¿Sabes? Tienes capacidad para hacer sentir culpable a la gente.
-Lo sé –sonrió con malicia.
Siguió comiendo y mirado la película. Paul, muy a su pesar, también se había enganchado y ahora rogaba que el protagonista no entrara a un edificio abandonado.
-Esa ametralladora es buena.
-¿Cómo sabes eso, Paul?
-Eh...lo vi en otras peliculas.
-Mmm...me parece que me estas mintiendo.
Paul rió y le robó una papa frita.
-Oye...¿y dónde vives?
-En una granja.
-¿De verdad?
-Sí, y es genial. Bueno, no me había  dado cuenta de eso hasta que pisé ésta ciudad. Aquí hay mucha gente y edificios y me siento perdida.
-¿Y tienes animales?
-Sí, y me los como.
-Eres una bestia.
Midori rió pero Paul le mantuvo la mirada, serio.
-Me los como a todos menos a mi pato. Tengo un pato de mascota.
-¿Un pato?
-Claro, así como otros tienen un perro, yo un pato. Y oye, que es tan o más fiel que el perro. Tú deberías tener uno.
-No sé....ensucian mucho.
-¿Y?  Tienes mucamas. El mío se llama Giuseppe. Mira –sacó de un bolsillo su teléfono celular y buscó una fotografía –Mira qué bonito.
-¿Un pato con corbata?
-Claro, es elegante. Mira ésta otra, le até un sombrero a la cabeza.
Le dio el teléfono a Paul para que siguiera mirando y él reía con cada foto que veía.
-¿Y ella quién es? –señaló una donde no había patos, sólo Midori y otra mujer.
-Mi madre.
-¿Tu...madre? ¿Viene a ser mi....?
-Sí, tu supuesta hija.
-Vaya...es muy linda.
-No sé...-se encogió de hombros –...está un poco loca.
La miró unos segundos más y le devolvió el celular.
-Midori, quiero hacerte una pregunta.
-Claro, la que quieras.
-¿Sólo peleaste con tu novio?
-Si...¿por?
-¿Segura? ¿No te pegó?
-Ay no, ¡Jeremy es incapaz de eso! Puede ser que esté un poco trastornado, pero no tanto.
-¿No me mientes?
-Que no...eres un pesado, ¿sabes?
-Sí.
-Como tu nueva canción.
-Ey, ey, ey, ya te dije que no te pases. ¿Y sabes qué? Me cuesta creerte. ¿Te han dicho que te pareces a Doris?
-Sí, me lo dijo Ringo.
Paul bufó, rodando los ojos y negando con la cabeza.
-¿Por qué no me crees? –preguntó Midori con la vista fija en la televisión.
-Justamente porque eres parecida a tu abuela.
-Un momento, ¿estás diciendo que mi abuela era una mentirosa? ¡No te lo voy a permitir!
-Ey tranquila, deja que termine de explicar. Doris era muy buena para contar historias. Las inventaba con una velocidad increíble y eran atrapantes.
-Entonces quieres decir que lo que te he contado es una historia inventada porque heredé los genes de mi abuela, ¿no? Genial.
-Que me dejes terminar....A veer, otra cosa de Doris era que tenía la misma facilidad para ocultar lo que le pasaba, por eso inventaba cosas, para que nadie se diera cuenta. Por eso no creo lo de tu novio.
-Te dije la verdad en todo, nunca inventé nada para ocultar nada.
-Ok, te creo.
Se quedaron en silencio mirando la televisión, dando de cuando en cuando un respingo de sorpresa por lo que allí veían.
-Paul...
-¿Si?
-¿Qué quería ocultar mi abuela?
Suspiró y negó con la cabeza, sonriendo.
-Sabía que preguntarías eso. Verás...Doris solía pelearse mucho con su familia y lo ocultaba, nunca lo decía. Y con su marido también.
-Espera, espera, espera...¿después de casada siguió viéndose contigo? –no salía de su asombro, era algo que no sabía.
-Sólo una vez, durante una gira con Wings. Pero no pienses nada raro, sólo me visitó y charlamos. Antes me había escrito una o dos cartas, pero me daba cuenta de que mentía, su matrimonio no podía ser color de rosa, básicamente porque no quería a su marido. Es así ,simple.
-¿Y nunca te dijo sobre mi madre?
-Jamás.
Asintió, volviéndose hacia el televisor, y se llenó la boca de palomitas.
-Bien, me iré a dormir, pero junta toda esta comida y no desordenes nada.
-¿Por qué? Tienes empleados –forzó una sonrisa pícara.
-Midori Nomeacuerdotuapellido, es la tercera vez que te digo que no te pases. A la próxima vas a la calle.
-Como digas, abuelo. Y mi apellido es Watts.
Paul soltó un suspiro de resignación y salió dejándola allí, todavía comiendo.



-¿Y la señorita es...?
-Aída, por favor...
-Disculpe el señor, pero ya sabe que me interesa saber quiénes son los extraños que entran  a la casa, me preocupa su seguridad.
-Lo sé, lo sé. Trabaja en la productora, vino a traerme unas maquetas  de sonido. Se llama Midori Watts.
-Pero anoche también vino.
-Sí, así es.¿Conforme?
La mujerona asintió, poco convencida, y se alejó con una jarra de jugo de naranja.
-Discúlpala, pero me cuida mucho y se lo agradezco. Es la mejor ama de llaves que he tenido.
-¿Es tu ama de llaves y te sirve el desayuno? En las películas hacen cosas mas dignas.
-Midori...
-Sí, ya sé, “no te pases”. Oye, éste desayuno está genial.
-¿Siempre tienes hambre?
-Siempre.
-¿Y no has considerado que quizás seas nieta de George?
Lo miró con tal seriedad que enseguida se le borró la sonrisilla que tenía en la cara.
-Nunca te harás el ADN, ¿no? –comentó al pasar, untando una tostada con tal fuerza que la partió.
-Aún no lo se....Escucha Midori.
-Otro se lo haría enseguida para sacarse el problema de encima lo antes posible.
-¿Nunca te enseñaron a no interrumpir?
-Perdón.
Paul tomó aire y bajó la voz.
-Sé que otra persona haría eso pero yo necesito pensar. No sé porqué, pero necesito hacerlo, todo esto es muy raro y tengo que poner en orden mi...-vio que Midori asentía con la cabeza, llena de fastidio y untando otra tostada –...mi cabeza. Pero si quieres saber si lo haré, sí, te digo que me lo haré.
-¿De verdad? –dijo casi en un grito, sorprendida.
-No sé, cuándo, pero lo haré. Vamos, disfruta de tu victoria, te has salido con la tuya.
Sólo sonrió feliz, y le dio un gran mordisco a otra tostada.
-Me falta convencerte para que te apures, pero sé que lo lograré –dijo con la boca llena.
-Tu optimismo asusta.
-Bueno, ya es tarde, no quiero que llegue Nancy y se arme un lío.
La acompañó hasta la puerta y antes de abrir, miró bien que no hubiera ningún curioso rondando.
-Bien, espero volver a verte.
-Que digas eso es genial. Yo espero que te decidas pronto.
-Ah, una cosa antes de que te vayas. Dile  a tu novio que es un cabrón y que me cae mal.
-Será un honor saber que Paul McCartney te odia. Aunque él ni sepa quién eres.
Sonrió, desviando la vista, mirando su jardín.
-Paul...muchas gracias  por todo. De verdad. –se acercó y le dio un beso en la mejilla –Nos vemos.
Entraba al jardín con paso alegre, esperando que se abrieran las rejas para salir a la calle.
-¡Midori!
-¿Si?
-Estuve pensando y creo que tendré un pato.
-Sabia decisión, Macca.
Las rejas se abrieron y se alejó por la calle, silbando una canción.


 *************
Hola! Cómo están? Al fin he regresado con el capitulo 6, les aviso que falta poco para el final, no sé cuánto exactamente (tengo que hacer cuentas jaja) pero falta poco porque no alargaré taaaaanto el fic, además avisé que es un fic corto :)
Ahora les dejo un saludo grande, y...hasta más vernos!




lunes, 23 de septiembre de 2013

¡Mi abuelo es un beatle! Capitulo 5

-¿Cómo lo sabes? –alucinada, sin poder creérselo, Midori miraba a Ringo. Tenía una sensación extraña: alegría y a la vez preocupación por el repentino cambio de humor de Ringo. Que la reconociera como nieta de su abuela, quizás era un inconveniente: a saber qué habría hecho Doris como para que aún la recordara.
-Es que eres igual –respondió Ringo, tras unos segundos que a Midori se le hicieron eternos.
-¿Igual? Mi abuela era rubia.
-Lo sé pero...eres parecida. Muy parecida, ¿nunca te lo dijeron?
Como respuesta, sólo se encogió de hombros y negó con la cabeza. La verdad era que no se acordaba si alguna vez se lo habían dicho.
-¿Y entonces?
-Entonces, ¿qué?
-¿A qué viniste? Lo de que eres mi nieta es mentira, ¿no?
-Ya le dije que hay un cincuenta por ciento de probabilidad.
-No, eso es broma. –al fin volvió a reír, a la vez que negaba con la cabeza.
-No, no lo es. Mi abuela estuvo con Paul, y luego con usted.
-Sí, fue algo muy gracioso. La primera vez que le robaba una chica a Paul. Ya sabes, todas estaban “Ay Paul” –hizo una vocecita aguda, a la que Midori no pudo evitar festejar con una risita –Así que robársela fue genial, la primera de una larga lista de “robos”, ya que se repitió muchas veces. Creo que hasta ahora lo conseguiría.
Midori levantó una ceja y Ringo dejó de reírse.
-Perdón, esto no lo debe escuchar una niña como tú.
-No soy tan niña, tengo 18.
-Uy, qué adulta.
Midori volvió a repetir el gesto de la ceja, y se cruzó de brazos.
-Para mí, a los 18 eres una niña –se excusó Ringo al verla enojada.
-Claro, porque tú a los 18 hacías cosas de niños. Por favor...
-¿Qué sabes tú de eso? Ah, y ya decídete de una vez si me tutearás o seguirás tratándome de “usted”.
-Yo sé todo.
-Bueno, bueno, deja las amenazas. Dime una cosa, ¿como está Doris?
-Muerta. Ay perdón...no quise decirlo así. ¡Qué animal soy!
-No te preocupes. –bajó la cabeza -¿Cuándo fue?
-Hace unos meses. Por eso estoy aquí, me quedé sin abuela y busco a mi abuelo.
-Entiendo que estés mal y sufriendo pero mira...yo no lo soy.
-¿Y cómo lo sabe?
-¿Y como lo sabes tú?
-Bueno...me lo dijo ella. Dijo que alguno de ustedes dos lo eran. Mi madre siempre lo supo, pero nunca se dignó a buscarlos. Yo sí.
-Ajá. Así que supuestamente tengo una hija.
-Algo así.
-¿Y cómo se llama?
-Caster. Pero te odia. Y también odia Yellow Submarine.
-Lo supuse. Pero...¿cómo le creíste a tu abuela?
-Mi abuela no mentía. A veces podía inventar cosas pero cuando se ponía seria, decía la verdad con todas las letras. Y a mí me lo dijo muy seria y a mi madre también, muchas veces, pero ya le digo, mi madre nunca quiso saber nada con ustedes.
Ringo se quedó pensativo, mirando el suelo. En ese momento, entró Bárbara.
-¿Quién es? –peguntó sin más.
-Ah, la mandó Paul por una cosa.
-¿Qué cosa?
-Ya te diré.
Midori notó que Bárbara la miraba de arriba a abajo para luego irse por el mismo lugar por donde había aparecido.
-Escucha...¿cómo era tu nombre?
-Midori.
-¿De dónde sacaron tus padres ese nombre? Ah, un momento, borraré mi tuit, yo pensaba que todo esto era broma y...¡no! ¡Ya tiene 200 retuits!
-Me iban a llamar Yoko.
-¿Eh? Ay no...
-Finalmente optaron por otro, pero oriental. Fue para llevarle la contraria a mi abuela.
-Pobre Doris. Igual es un bonito nombre, se me hace tierno. En fin, te decía que todo esto es muy improbable, y que se necesitan pruebas.
-Las tengo. Mire, el diario de mi abuela y fotos.
-A ver, dame eso –estiró a mano y Midori le dio las cosas. Lo vio leer con detenimiento, a veces con una media sonrisa algo nostálgica.
-¿Y? –preguntó cuando no aguantó más.
-Todo esto es muy lindo, pero no me sirve. ¿Qué te dijo Paul?
-Casi lo mismo.
-¿Ves? Es que esto no son pruebas.
-Entonces el ADN.
-¿Qué? ¿Te hiciste un ADN?
-No, pero se lo propongo.
-¿Se lo propusiste a Paul? ¿Qué dijo?
-Que no.
-Si él no se lo hace, yo tampoco.

******************



Era muy tarde cuando el autobús la dejó en una de las calles de Londres. Llovía, como siempre, y el frío calaba los huesos.
Se sentía frustrada, le habían dicho que “no” otra vez, y no sabia cómo convencerlos. Pero entendía el porqué de esos “no”: miedo a que la gente se enterara, el enojo de sus esposas y de sus hijos sus demás nietos. Otro integrante  en la familia significaba dividir futuras herencias y eso no le gustaba a nadie.
Caminó el trecho que la separaba del hotel, rogando que no hubieran sido tan malditos como para alquilar la habitación que ella ya había dejado paga. Al acercarse, vio la figura de alguien parado en la puerta con un paraguas. Una vez llegó a la puerta y lo vio mas claramente, iluminado por la luz que salía del lobby del hotel, se paralizó.
-¿Jeremy? –preguntó con miedo.

******************


Sentada en la cama, con la cabeza apoyada en las manos, miraba con indiferencia cómo su novio revisaba todo el cuarto, pronunciando una lista de quejas.
-No puedo entenderlo, ¡mira dónde duermes!
-¿Y qué hay con eso?
-¿Qué te pasa? Tú no eras así cuando te conocí.
-Cuando me conociste tenía 5 años y estábamos en el jardín de niños, es obvio que no soy igual.
-No seas sarcástica, que no te queda bien.
-Sólo te respondo. Si tú dices idioteces tengo que contestar con el mismo nivel.
Jeremy se sentó a su lado, soltando un suspiro de resignación.
-No sé qué tienes, pero ya estoy cansado. ¿Dormimos?
-¿Qué?
-Si dormimos. Juntos, claro.
-No pienso dormir contigo.
-¿Por qué? Soy tu novio,¿qué tiene?
-Tiene que te conozco demasiado bien.
-Midori siempre me dices que no. Me ponías la excusa de tu abuela, de tu madre, de tu casa. Pues ya no tienes abuela, tu madre y tu casa están lejos y estamos en un hotel.
-Eres un animal, Jeremy. Vete.
-¿Me echas?
-Sí. Te alquilaré un cuarto.
-Pero...
-Fuera.
De mala gana, Jeremy se puso de pie y se colgó su mochila. Midori abrió la puerta.
-¿De dónde sacaste dinero como para ahora alquilar otro cuatro sólo porque no quieres dormir conmigo?
-Fuera.
-¿Te lo dio alguno de tus abuelos?
-¡Fuera!
-Dame el dinero para pagar la habitación.
Del bolsillo de su jean sacó un par de billetes y se los dio.
-¿Enserio no quieres que me quede y...?
-¡Fuera! ¡Lárgate de una vez!
Cerró  la puerta de un golpe, cansada de aguantar tanto en un día.

*******************

-Bueeeenos días chica bonita.
Abrió los ojos, extrañada y maldiciendo porque sentía que había dormido muy poco. Se encontró con Jeremy parado a su lado, con una bandeja.
-Pregunté si podían subir el desayuno y milagrosamente me hicieron caso. Así no tienes que levantarte y tomar frío.
-Gracias Jeremy –se incorporó bostezando.
-Ey, no te ves mal cuando te levantas.
-Gracia por el cumplido.
Jeremy sonrió y le alcanzó una taza de humeante café.
-¿Me perdonas por lo de anoche? No estuve nada bien...
-La verdad que te comportaste como un idiota. Pero te perdono.
-¿Puedo darte un beso?
Adoraba cuando Jeremy se ponía así. De hecho, siempre había sido dulce y cariñoso. Pero últimamente se ponía más insoportable y se enojaba por todo, y eso le  hacía pensar en dejarlo, por lo menos hasta que su carácter se estabilizara.
Le dio un beso y dos más, hasta que él propuso que, pese al mal tiempo, salieran  a pasear. Jeremy conocía muy bien la ciudad, cuando era niño y su familia tenía dinero, iban bastante seguido. Después, el dinero se acabó y las visitas a la ciudad, también.
La tomó de la mano y juntos salieron del hotel.
-¿Cómo supiste que estaba aquí?
-No lo sé, creo que fue una corazonada. En realidad conocía un hotel parecido a este, pregunté allí y me dijeron que no estabas, pero que quizás te alojabas aquí y así fue.
-O sea que no te hice buscar mucho.
-No, en eso te portaste bien.
-Y...¿por qué viniste?
-Quería cuidarte, ver qué hacías...y tu madre también. Hasta hace cuatro días estaba bien, pero se puso insoportable, venía a casa a cada rato para preguntarme si sabía algo de ti y a casi ordenarme que viniera. Fue ella la que me dio el dinero para el pasaje.
-Debí suponerlo.
Pasaron el día recorriendo lugares y a Midori se le hacía extraño que Jeremy no le preguntara nada de su búsqueda. Era mejor así, pero lo que tanto temía, ocurrió cuando volvían al hotel al caer la tarde.
-No te he preguntado....¿Qué tal te fue? ¿Ya hablaste con ellos?
Quiso mentirle pero no pudo. Jeremy se había comportado tan bien con ella que se sentía casi tan enamorada como la vez que se pusieron de novios.
-No he tenido suerte.
-¡Te lo dije! ¡Viniste sólo para gastar dinero!
Su enamoramiento se esfumó de inmediato. Ahora Jeremy era el cabrón de siempre, soltando reproches a los gritos y a la vista de todos.
Pronto llegaron al hotel y allí siguió con su escena.
-¡Es hasta lógico que no te hayan hecho caso!
-Jeremy...
-¿Qué? ¿Vas a decirme que no tengo razón?
-No, no la tienes.
-¡Mira lo que dices! ¡No reconoces que perdiste!
-Esto no es un juego, no sé porqué hablas así.
-Vamos, dime que yo tenía razón, ¡dímelo!
-¡No te voy a decir nada!
-¡Eres egoísta, Midori! ¡Egoísta y orgullosa! Te dejaste influenciar por tu abuela, ¡y estaba loca!
-¡Basta, eres una basura! ¡Me iré ya mismo! –juntó sus cosas y las metió en su maleta.
-¿Dónde crees que vas?
-¡No lo sé, y tampoco te importa!
Salió dando un portazo y tratando de no llorar. Cuando llegó a la calle se dio cuenta de que había olvidado el dinero en la habitación. Ahora estaba sola, en la calle, era de noche y no tenía ni una libra.
Tuvo una idea y sin pensárselo dos veces, enfiló sus pasos hacia la calle que alguna vez había visto en internet.
Quizás, otra vez, no tendría suerte, pero tenía toda la noche para intentarlo.
Al fin llegó a la inmensa casa rodeada de jardines y muros altos y se prendió del timbre, dispuesta a que la atendieran. Y esa vez no mentiría.
-¿Si? –se escuchó una voz femenina a través del portero eléctrico.-¿Es el chofer?
-No. ¿Está Paul? Dígale que soy Midori.




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Hola a todos! Un milagro ocurrirá porque he subido dos veces en el mes! Aleluyaaaa! 
Bueno, aquí les dejo el capi 5, espero que les guste. Voy a mandarle un saludo a Valeria, que ha leido mi primer fic (bueno, no era mi priemr fic pero sí el primero en blogger jaja) y ahora está leyendo esto. Hola Vale!
Y a Karen, que anda buscado fotos de patos en Google, no, no está Giuseppe en Google, está en YouTube y es éste (agradezco a Cris que me pasó este video tan genial)

Y ahora me voy!!! Un saludo para todos!

sábado, 7 de septiembre de 2013

¡Mi abuelo es un beatle! Capitulo 4

La verdad era que el lugar que había conseguido para vivir en Londres distaba mucho de ser como su confortable habitación en su casa. Era una cueva a la que el conserje tenía el descaro de llamar suite y cobrarla como tal. Apenas si tenía una cama con un colchón desvencijado, una mesa, una silla, y un baúl. La “vista”, tan promocionada por el mismo conserje, era un montón de fondos de edificios llenos de chapas y perros que ladraban todo el día, y hasta esa vista se accedía abriendo la ventana a patadas. Hasta ahí, todo era horrible, salvo por la comodidad de la ubicación, ya que estaba bastante cerca del centro, y además tenía internet gratis que le robaba al buffete de abogados que estaba en el edificio de al lado. Gracias a eso, consultó varias páginas hasta que comprobó que Paul tenía razón: Ringo estaba en Liverpool y en dos días daría un concierto.
Estaba contando el dinero que Paul le había dado cuando su teléfono celular comenzó a sonar.
-Hija, soy yo, bueno si te digo hija es porque ya sabes que soy yo, tu madre.
-¿Qué pasa mamá? –dijo con tono cansino.
-Pasa que tu novio está aquí. Y me tiene cansada. Tu pato también me tiene cansada, o te apuras con esa búsqueda estrafalaria, o lo hago al horno.
-Pásame con el pato.
-Midori, te dije que está tu novio.
-¿Sabes? Me gustaría hablar mas con Giuseppe que con Jeremy.
-Cómo eres...
-¡Midori!
No pudo evitar una mueca cuando escuchó la voz de Jeremy, que le había arrebatado el teléfono a Caster. Con lo que le había dicho a su madre, no mentía: prefería escuchar “cuac cuac” antes que mil reproches.
-¿Qué hay? –dijo al fin.
-¿Que qué hay? ¡Midori ni me has llamado! ¡Tengo que venir aquí para preguntarle a tu madre si sabe algo de ti! ¡Se supone que soy tu novio!
-Y porque se supone que eres mi novio, no tienes derecho a gritarme.
-¿Vienes tú a reñirme? ¡Te fuiste sin siquiera avisarme!
-¡Jeremy claro que te dije! –la conversación ya la estaba sacando de su cabales -¡Lo que pasa es que nunca te importó!
-Si buscaras a tu padre, lo entendería. Pero, ¿a tu abuelo? Es por el dinero,
¿no?
-Qué básico eres Jeremy Miller. De verdad no te reconozco.
-¡No empieces con tu moral! ¡Tú nunca...!
Pero ya no escuchó más, sólo cortó la comunicación y apagó el celular. Tenía que pensar en el día siguiente.

*************
Compró el boleto mas barato, de la clase mas barata, en el tren mas barato. Cuando subió, sintió nervios y miedo.
Quizás obtuviera la misma respuesta que le había dado Paul, y al final todo sería en vano y saldrían ganando su madre y su novio. Tenía demasiado orgullo como para permitir eso.
Sin embargo, la idea de volver a casa si una respuesta, era peor. Jamás sabría de dónde venía y eso era triste.
Como siempre, la atacó el hambre, pero igual pudo combatirlo durmiéndose. Estaba cansada, y la verdad era que aquel asiento de tren era mas confortable que la cama del hotel. A propósito del hotel, lo había dejado reservado para cuando volviera. Era malo, sí, pero antes de que no tener nada, prefería eso.
El viaje se le hizo largo, varias veces despertó y varias veces se durmió. Al fin llegó, y allí le esperaba una lluvia torrencial.
-Ay pero qué bien. ¿Por qué será que tengo tanta mala suerte?
Decidió esperar en la estación a que parara de llover. Mientras tanto, preguntó a varios trabajadores de allí si conocían algún hotel. Todos la miraban de arriba a abajo y se sonreían. Luego le daban alguna dirección, que ella anotaba en su pequeña libreta.
Cuando la lluvia pasó, fue a cada una de esas direcciones. Como no conocía nada, cruzó la ciudad tres veces buscando esos hoteles, para obtener el mismo resultado: no eran hoteles como ella esperaba, sino de otro tipo....
-Todos me vieron cara de prostituta –dijo enojada, sentándose en una banca de un parque. -¿Acaso tengo cara de eso?
Buscó un espejito en su bolso y se miró.
-Pues...no me veo así. Estoy llena de acné, tengo cara de boba, uy Dios ese grano....Esta gente de Liverpool está loca.
Vio a una anciana cruzando la calle y se acercó a ella con paso ágil.
-Disculpe señora, ¿podría darme la dirección de algún hotel?
Descubrió  que la anciana la miraba con la misma cara que la gente de la estación.
-Qué inmoral....-dijo entre dientes, y echó a andar con su bastón.
-Pero señora....¡Maldita vieja desdentada! –pateó, furiosa, una piedra del suelo y enseguida gritó -¡Y maldita piedra también!
Al final se resignó y  comenzó a caminar sin rumbo, sin mirar siquiera la ciudad. En una tienda de ropa, al fin la tomaron en serio y le dieron una dirección. Cuando llegó, arrastrando los pies, comprobó que era un hotel decente.


Aquel lugar no se diferenciaba mucho de su cueva londinense, pero era barato y además daban la cena. Enseguida averiguó dónde tocaría Ringo y descubrió que las entradas estaban caras y...agotadas.
-¿Y ahora qué voy a hacer? –se dijo, agarrándose la cabeza. Sintió no haberle pedido a Paul algún tipo de identificación como para que supieran que el la mandaba allí, pero si se hubiera acordado de eso,  no se la hubiera pedido. Se había ido de allí tan enojada que lo que menos hubiera hecho sería pedirle ese favor. Aún estaba enojada, pero a veces se le pasaba cuando comprendía que la situación era complicada de entender.
-En fin....no me quedará mas remedio que recurrir a lo mas bajo.
********
Se había vestido toda de negro y desde la vereda de enfrente miraba cómo la gente hacía fila para entrar al teatro.
-Esto está difícil –dijo tomándose la barbilla y mirando casi con angustia. Lo cierto era que había mucha seguridad por todas partes y escabullirse allí era tarea imposible.
Dio vuelta la esquina y se encontró con un callejón al que daban los fondos del teatro. Si trepaba un muro y saltaba al otro lado, podía subir por una escalerilla que daba lástima hasta una ventana de vidrio. Una vez allí, tendría que romperla. Mas que nunca veía todo imposible, pero nada perdía con intentarlo.
Agradeció haberse criado en el campo y estar acostumbrada a trepar árboles y graneros, por lo tanto, el muro fue cosa de segundos. La escalera daba un poco de vértigo, por el estado en el que estaba.
-Giuseppe, pato querido, si llego arriba sin matarme, el triunfo te lo dedico a ti.
Subió los escalones de dos en dos, sintiéndose la mujer araña y llegó hasta la ventana. Una vez allí se dio cuenta de que no tenía nada con qué romperla.
-¡Qué mujer idiota eres! –se gritó, y maldiciéndose bajó para tomar un trozo de ladrillo. Subió, esta vez con mas rapidez, y cuando estaba a punto de romperla, algo le iluminó la cara, encandilándola.
-¡Alto ahí!
Dejó caer el trozo de ladrillo y apoyó la frente en la escalera. Lo que le faltaba, la policía.




Pero algo de suerte tenía esa noche: no era la policía, sólo personal de seguridad que la registró completamente y la catalogó como “fan loca” para después, casi en un gesto de paternalismo, mandarla a dormir. Volvió a su habitación de hotel, casi llorando. Las cosas estaban poniéndose mas que complicadas y no tenía idea de cómo resolverlas.
De pronto, se le ocurrió algo: averiguaría dónde se hospedaba Ringo, y también el teléfono de Paul.
Al día siguiente, buscó por internet el número de la productora de McCartney y llamó. Era su último recurso, por mucho que le pesara.
***********
Paul escuchaba con atención la maqueta de su nueva canción. Mientras, iba pensando qué arreglos le haría. De pronto, golpes insistentes en la puerta. Bufó, odiaba que lo molestaran en un momento como ese, y todos sus empleados lo sabían.
Abrió de mala gana y vio a una de sus secretarias, con el teléfono en la mano, mirándolo casi con desesperación.
-Disculpe Sir Paul, pero es una situación grave. Su nieta quiere hablar con usted, no pude convencerla de que llamara en otro momento, se puso a chillar y a decirme de todo.
Extrañado y a la vez preocupado, Paul tomó el teléfono de entre las manos de la mujer.
-Puedes irte, Deborah.
La secretaria dio media vuelta, aliviada.
-Niña malcriada –le escuchó decir Paul.
-¿Si?
-Paul, soy Midori.
-¿Tú? ¿Qué quieres? –dijo enojado -¿Y qué le has dicho a mi secretaria?
-Tu secretaria es una estúpida que no me creía y me decía que llamara más tarde. No tengo mucho saldo en el celular como para estar llamando a cada rato. Estoy en Liverpool y necesito tu ayuda.
-Fuiste a buscar a Ringo. Y seguro que necesitas más dinero.
-Respuesta uno: Sí. Respuesta dos: No.
No pudo evitar soltar una risita, que ella interrumpió.
-No puedo verlo, no tengo entradas para su concierto y los de seguridad me atraparon cuando quise meterme en el teatro. Necesito que hables con él.
-¿Quisiste meterte en el teatro?
-Sí. Pual, habla con él.
-¿Y qué se supone que le tengo que decir?
-Y yo qué sé, dile que me conoces y que me reciba. No le digas todo, de eso me encargo yo.
-Una pregunta, ¿cómo conseguiste mi número?
-Paul, está en internet por si no lo sabías. Y ahora dime que sí, por favor.
-Mira niña....
-¡Por favor! Contesta sí o no, ¡pero ahora! La comunicación se cortará...
-Sí.
En ese momento, Midori escuchó la voz de la operadora, que le decía que debía recargar mas dinero.
**********
Tomaba su desayuno mientras leía las noticias del periódico. El día se presentaba nublado y pronto llovería, aunque no hacía frío. Apuró su vaso de jugo y dio vuelta la página. De pronto, su teléfono comenzó a sonar.
-Bárbara, ¿me lo alcanzas?
Su mujer lo miró escéptica y estiró la mano hasta el mueble donde estaba el teléfono.
-¿Hola? –dijo luego de que se lo pasara y atendiera.
-Hola Ringo, soy Paul.
-Ay, ¿tú? ¿Qué quieres?
-Que mala onda tienes.
-Mírate, el viejito diciendo “mala onda”
-Ya, ya, no me molestes. ¿Estás en Liverpool?
-Así es. ¿Quieres venir? Pregunto así me voy.
-No te hagas el graciosito. Te hablo por algo serio. Bueno...no. Bueno, ya te enterarás.
-¿Estás bien?
-Claro que estoy bien. Bueno, antes no. Aunque cuando me acuerdo, me pongo pésimo.
-Me estás mareando. ¿Qué te pasa?
-Ya lo sabrás. Y no sabes cuánto te compadezco. –suspiró.
-No entiendo nada.
-Escúchame una cosa, Rin. Pronto te irá a ver una chica.
-¿Me vas a mandar una chica? Qué atento estás...
-No, no, no es lo que piensas. Es una chica, tendrá unos 18 o 19. Se llama Midori Watts.
-Mi ¿qué?
-Midori.
-Ése nombre es oriental. Ey, ¿esto no tendrá que ver con Yoko?
-¡Ay no la nombres! No, no tiene nada que ver. Por favor, no me pidas explicaciones, sólo déjala que te vea y ella ya te explicará.
-No será un atentado, ¿no?
-¿Piensas eso de mí? No te lo haría ni en broma.
-Bueno...
-Oye, te tengo que dejar. Que tengas suerte.
**********
Antes de quedarse sin saldo, había escuchado la respuesta de Paul, por eso estaba allí, a las puertas de aquel lujoso hotel. Muy en el fondo se su alma, sabía que él había cumplido.
-Necesito hablar con Ringo –le dijo con una sonrisa al botones que estaba parado como estatua en la puerta.
-¿Quién lo busca? –preguntó sin siquiera mirarla.
-Midori Watts.
-Un segundo, por favor –el tipo sacó un handy de uno de sus bolsillos y dijo algo inentendible –Sígame.
Viajó con él en el ascensor durante siete pisos hasta que bajaron en un iluminado corredor. Llegaron hasta una puerta, escoltada por dos hombres de traje negro.
-¿Nombre? –preguntó uno de ellos.
-Midori Watts.
El otro asintió y entró. Cinco minutos después, se asomó.
-Puede pasar.
Entró seguida por el mismo hombre. Sintió náuseas por los nervios que tenía, pero a la vez se sentía feliz: Paul había cumplido, no se había equivocado. Al fin apareció Ringo, y ella no pudo reprimir una risita al verlo en bata y pantuflas.
-Hola –la saludó con una sonrisa –Paul me dijo que vendrías.
-Sí. Soy Midori, un gusto.
-El gusto es mío. Bien, tú me dirás. La verdad es que él no me explicó nada.
-Mejor que sea así. Hablé con Paul por un asunto, y por el mismo asunto tengo que hablar contigo. Perdón, con usted.
-¿Y qué asunto es ése?
Tomó aire y apretó las mandíbulas.
-Yo soy su nieta.
-¿Qué?
-Que soy su nieta. En realidad no lo sé con seguridad, pero hay un cincuenta por ciento de posibilidad.
Para su sorpresa, Ringo soltó una carcajada.
-¿De verdad eres mi nieta? Esto tengo que tuitearlo –sacó su celular de un bolsillo –A ver, una sonrisa.
-Oye, digo, oiga...esto no es una broma.
-¡Saliste hermosa! Ahora la subiré....-comenzó a escribir ante la mirada alucinada de Midori –Tengo una nieta nueva. Peace and love. Y ahora, “enviar”.
-¡No! ¡No, por favor!
-Tweet enviado.
-¡Es que no es broma!
-¿Cómo que no? –dijo con una gran sonrisa-Tengo que reconocer que Paul es muy bueno para esto.
-¡No es ninguna broma de Paul!
-¿No? Ya me parecía, anda muy serio últimamente. Bueno, ¿de qué programa de televisión eres?
-De ninguno.
-Bueno ya, deja de actuar, terminó la cámara oculta.
-No hay ninguna cámara oculta, ni micrófono, ni broma, ni nada. Lo que digo es muy cierto.
La miró bien, observándola con detenimiento. Después, se puso serio de repente y se sentó en un sillón.

-Tú...tú eres la nieta de Doris. 


*-*-*-*-*-*-*-*
Cuando dije que subiría una vez al mes, no creía que fuera tan literal jaja. Pero bueno, otros compromisos y falta de imaginación, me llevaron  a que tardara tanto, espero que haya alguien que lo lea, y sino, no importa jaja.
Ah, les dejo un video (seguro que ya lo vieron) de la conversación telefónica Paul-Ringo XD
Y ahora los saludo diciéndoles...hasta el mes que viene XDD. Espero que no pase taaanto tiempo hasta que vuelva a subir.
Adiós!

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