jueves, 4 de julio de 2013

¡Mi abuelo es un beatle! Capitulo 2

-¡Ven aquí ahora mismo!
Caster sólo obtuvo por respuesta un portazo que sacudió toda la casa. Suspiró, resignada, mirando por la ventana a su hija, que caminaba llevando casi a rastras una pesada maleta.

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-Ay, ¿cómo puede ser que un poco de ropa pese tanto?
Midori dejó la maleta en el suelo, a pesar de que se ensuciaría con polvo, y se secó la frente sudorosa. Le gustaba vivir casi en medio del campo, pero detestaba tener que caminar hasta llegar al pueblo cuando se trataba de ahorrar en autobús. Hablando de autobús, éste se acercaba, y pasó a escasos centímetros de ella, envolviéndola en una nube de tierra. Tosiendo, levantó la maleta.
-Empezamos bien...-bufó, reanudando la caminata.
Escuchó un extraño ruido y se detuvo. Reconocía eso, es mas, cualquiera se daría cuenta de lo que era, pero no podía creerlo. Se giró y comprobó que no estaba equivocada.
-¡Giuseppe! ¿Qué haces aquí, pato?
Corrió hasta el animal, que sólo respondió con dos escuetos...cuacs. A pesar de la larga caminata, se veía muy fresco y elegante.
-¿Por qué me has seguido? Ahh...ya sé, piensas que te abandonaré. Pues te has equivocado patín, Midori regresará, ¡y con abuelo! ¿Qué te parece?
El pato sólo hizo otro “cuac” que a Midori le hizo parecer que estaba en desacuerdo.
-Tranquilo, los dos posibles abuelos son vegetarianos. No te comerán.
Giuseppe sólo dio un pasito hacia adelante y se dejó acariciar por su dueña.
-Ahora vuelve, ¿si? Vamos, ¡a casa pato loco!
Lo espantó con la mano y Giuseppe comprendió, porque dio media vuelta y emprendió el regreso a casa. Midori levantó su maleta y continuó caminando. Pero no pasaron ni dos minutos cuando otra vez tuvo que detenerse. En su bolsillo, la melodía de “Para Elisa” hacía que su teléfono celular sonara enloquecido.
-Hola –dijo perdiendo la paciencia.
-¡Midori ¿dónde estás?!
-Ah, Jeremy...
-¡Sí, soy yo! ¿Dónde estás?
-¿Acaso lo olvidaste? Te dije que hoy partiría a Londres.
-¿Queeé? –tuvo que alejar el teléfono de su oído para no quedar sorda -¿Qué te pasa? ¡Te dije que no hicieras eso!
-Y yo te dije que lo haría. Jeremy, sabes que esto es muy importante para mí y...
-¡Estás loca!
Cansada, cortó la comunicación y luego apagó el teléfono.
Jeremy era, desde hacía casi cinco meses, su novio. Pese al poco tiempo que llevaban juntos, ya estaban hartos de las peleas  que tenían casi a diario. Digamos que no eran la típica parejita de adolescentes enamorados y endulzados. Él tenía un humor cambiante que hacía que Modori se cansara.

Al fin llegó al centro del pueblo. Caminar unas pocas calles mas fue lo que le costó llegar hasta la estación de autobús.
-Buenas tardes, un boleto a Londres. El mas barato.
Sin siquiera responder a su saludo, el empleado le extendió el boleto y tomó el dinero.
-Saldrá a las 17:07 hs. –fue lo único que le dijo.
Midori agradeció y miró su reloj pulsera. Faltaba mas de media hora. Se sentó en una fría banca, y metió las manos en los bolsillos. Ya tenía hambre y le gustaba la idea de tomarse aunque sea un café bien caliente, pero no podía darse ese lujo. El dinero que llevaba era el justo y necesario.


Fiel a la famosa puntualidad inglesa, el autobús salió a las 17:07. Midori respiró hondo y cerró los ojos, una siesta no le vendría nada mal. Sin embargo, se dio cuenta que eso seria imposible: su estómago hacía ruiditos y su mente parecía haberse confabulado con él.
-Mmm...pizza....pollo al horno con papas....spaghettis....¡Basta Midori! Trata de dormir, ya comerás....
A su lado, un hombre gordo no tuvo mejor idea que abrir un paquete de galletas dulces. Midori sintió cómo se le hacía agua la boca. El hombre comía ruidosamente, mirando por la ventanilla, sin siquiera reparar en ella.
Le hizo una sonrisita. Quería verse simpática y quizás entablar una conversación cualquiera sólo para que el tipo le convidara.
-Disculpe, ¿podría decirme la hora?
-No llevo reloj, deben se cerca de las 6 de la tarde.
-Ahh gracias. A veces yo también me olvido el reloj, como hoy –rió apenas, mirando al tipo. Este sólo hizo un gruñido y nada mas.
Su plan no había funcionado, y ahora además, trataba de ocultar su reloj pulsera para que el hombre no lo viera. Se resignó a seguir escuchando el ruidito de la bolsa de galletas y cerró los ojos. Estaba ya entrando a un sueño poblado de golosinas, pastas y papas fritas cuando algo la sobresaltó: el hombre gordo también estaba durmiéndose, y roncaba. Roncaba como un rinoceronte asmático. Midori se acercó y estiró su brazo. Le robaría descaradamente las galletas, pero cuando ya estaba a punto de cometer ese delito, el hombre apretó la bolsa contra su pecho.
-¡Ayy! –no pudo reprimir un gritito de enojo y se volvió a acomodar en su asiento, cruzada de brazos. Le tocaría una noche de hambre y ruidos.



Estaba amaneciendo cuando vislumbró los edificios recortándose en la niebla. Los nervios comenzaron  a apoderarse de ella. ¿Y si todo salía mal? ¿Y si todo era un invento de su abuela? Y lo peor: ¿y si su madre tenía razón?
Ni bien el autobús entró a la ciudad, el hombre gordo bajó, llevándose con él las galletas. Midori vio como cada vez iban acercándose mas al centro.
Un hombre de los asientos del fondo se incorporó y caminó por el pasillo.
-Disculpe –le salió al paso -¿Podría decirme cómo llegar a ésta dirección?
El hombre tomó el papelito que ella le tendía.
-Je, otra fan –dijo en voz baja –Te conviene bajar en la próxima parada.
-Muchas gracias –tomó de vuelta el papelito y lo dobló bien, metiéndolo en un bolsillo de su jean.


*************
El autobús reanudó su marcha, dejando detrás de sí un remolino de hojas secas y humo. Midori tosió dos veces y se acomodó el cabello despeinado. Miró la calle: jamás había ido a Londres y se sentía perdida en ese lugar tan diferente a su pueblo, y  a su casa, donde el único ruido fuera de lugar eran los gritos de su madre. Bostezó y levantó la maleta. No tenía ni idea de cómo llegar.
Vio que en una esquina doblaba un grupo de personas. Se acercó a ellos, corriendo, y se percató de que todos eran orientales.
-Oigan ¿saben cómo puedo llegar a ésta calle?
Antes de que terminara de preguntarles y de mostrarles su papelito, todos empezaron a hablarle  a la vez, en un idioma desconocido, y haciendo señas para todos lados.
-Nota mental: nunca preguntes nada a un chino –se dijo a sí misma –Ehh...gracias, ¡adiós!
Corriendo, cruzó la calle, cuidándose de que los chinos no la siguieran.
Un autobús frenó y bajaron unas cuantas personas, entre ellas un niño de  unos 12 años con uniforme escolar.
-¡Ey! –le gritó. El chico se acercó, desconfiado -¿Puedes decirme cómo llego a ésta dirección?
El niño leyó el papel y casi se echó a reír.
-Es aquí.
-¿Eh?
-Aquí –con su dedo señaló justo el edificio que estaba detrás de Midori.
-¿Qué? –se giró y leyó un cartel –Ay...tienes razón, ¡qué tonta soy!
El niño asintió y ella primero lo miró con severidad  y después le  sonrió.
-Gracias.
-De nada –salió corriendo, sujetando su mochila.
-Bien Midori....ya llegaste.
****************

Con una sonrisa fingida, esperó a que abrieran la puerta. Por dentro, los nervios la estaban matando y repasaba una y otra vez en su mente el discurso que había preparado.
-¿Si? –al fin la puerta se abrió y apareció un hombre alto, de esos que tienen toda la apariencia de mayordomo para una película.
-Vengo a ver a Paul McCartney.
-¿Usted piensa que dejamos entrar a cualquier fan?
-Es que no soy ninguna fan. Soy su nieta.
-Oh, disculpe señorita, pase.
Sorprendida, Midori entró. No podía creer que fuera tan fácil entrar a MPL Communications.
-Sir Paul está reunido con un par de señores.
-¿Tan temprano?
-Le gusta aprovechar el día. Disculpe que la haya confundido con una fan, es que nunca vienen los nietos de Sir Paul, y por lo tanto no los conozco. Permítame –le quitó la maleta –Su abrigo.
-Ah si -gustosa, se quitó la chaqueta y se la dio, el hombre guardó todo en un gurdarropas.
-Mientas espera, ¿quiere tomar algo?
-¡Si, por favor! Quiero un tazón de leche con cereales, jugo de naranja, galletas dulces...En fin, quiero un buen desayuno.
-Acompáñeme.
Lo siguió a una sala donde, sentada ante una gran mesa, esperó a que le trajeran su nunca tan ansiado desayuno.
Y sí, había mentido, y encima estaba dándose lujos, pero no podía evitarlo. Aún no sabía si era nieta de Pual, pero eso le había servido para entrar allí y en poco rato, estar cara a cara con él. Al fin cumpliría su sueño, hablar con un beatle. Y quizás, su abuelo.

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-Bien, entonces también agreguemos Canadá a la próxima gira.
Un hombre, vestido de traje negro, anotó en su tablet, mientras otro vestido igual consultaba una agenda.
-Sir Paul, ¿enviamos sus requisitos?
-Sí, claro. Ya saben, lo de siempre, pero quiero que agreguen que necesito veinticuatro jabones.
-¿Tantos?
-Anota eso.
-Como diga, Sir.
Se escucharon unos discretos golpes en la puerta.
-¿Si?
-Sir Paul, su nieta vino a verlo.
-¿Mi nieta? Qué raro...Caballeros, discúlpenme, pero me preocupa que haya venido aquí uno de mis nietos, y encima tan temprano...Quizás haya pasado algo. Ya vuelvo.

Paul se puso de pie y salió de su oficina, siguiendo al mayordomo.


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Hola! Bueno, acá vengo yo, avisé que tardaría así que no protesten jaja. El tema es que ya subí, y espero que les haya gustado este capitulo. Agradezco a todos los que leyeron y comentaron el primer capitulo, me han dado ánimos para escribir y tratar de que sea de su agrado :) 
Me despido mandándoles un beso grande a todos!
Hasta luego!

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