jueves, 14 de enero de 2016

Revolver - Capitulo 9 "Ladrones de amor"




El pelo beatle fue creciendo a una velocidad formidable, parecía que había cobrado fuerza con el corte, y además había sido ayudado por el aceite de almendras que Zettie se había empecinado en embadurnarles a las cuatro cabezas cada mañana, entre sus lamentos y el asco de ellos.
–¡Qué injusto! Tienen mejor pelo que yo. –se quejó Chloe mirando las puntas de un mechón de su cabello.
–Cuando volvamos a la libertad, nos llamarán enseguida para hacer publicidades de champús. –Paul sacudía su cabello frente al espejo de la sala.
–Qué afeminado. –rió George–¿Por qué decís “cuando volvamos a la libertad”?
–Porque acá estamos presos.
Chloe rodó los ojos, metió la mano en la bolsa de arena que tenía para el gato, y la dejó caer en el pelo impecable de Paul.
–¡Ey!
George soltó una carcajada y Chloe también, mientras él trataba de quitarse la arena.
–¿Lo ves? ¡Torturas! ¡Como en las prisiones!
–No se está tan mal aquí. –dijo George.
–No te gustaba.
–Pero ahora sí.
–Mmm…qué sospechoso.
–¿Por qué sospechoso? Al chico le gusta. –Chloe palmeó la espalda de George y se retiró, dispuesta a echarse todo el aceite de almendras que hubiera por la casa.

*********

Estaban contentas, con el dinero robado al camión de caudales habían pagado todos los gastos de manutención de las cuatro cabezas peladas, y además, les había sobrado. Decidieron que, al fin, era momento de darse unos gustos.
–Dolores, ¿podrás cuidar a los muchachos esta tarde?
–Claro señorita Read, se portan muy bien y no molestan. Incluso el niño George ayuda en la cocina aunque bueno…se come todo.
–Niño George. –repitió Zettie controlando la risa–Le diré que deje de robar comida o lo encerraré en el sótano.
–Pobrecito. –Dolores se estrujó las manos–Le gusta mi comida, sólo eso.
–Mentira mujer, no le haré nada. Bueno, ¡nos vemos!
Ambas salieron al jardín, mirando a todos lados. Vieron que todos estaban muy entretenidos: Paul le hablaba a Tofu, convenciéndolo de que era de mal gusto robar la ropa interior de las señoritas que colgaba en el tendedero; George intentaba arreglar una colección de luces de Navidad que no funcionaban; y John y Ringo charlaban y reían sin hacer nada. Al verlos, Zettie arrugó la cara pero no dijo nada.

Tres horas después, se llevaban los percheros completos de ropa, zapatos, y todo tipo de objetos para la casa de los cuales desconocían su utilidad pero igual les gustaban. Y todo lo habían pagado.
–¿Las ayudo, señoritas?
Se giraron para ver, aunque ya sabían quién era. Dimitri.
–Hola pesado. –bufó Chloe–¿Y ahora qué?
–Nunca me dejaron hablarles del negocio que quería proponerles.
–Uf, está bien. –Zettie dejó caer las bolsas al suelo y se cruzó de brazos.
–Que sea rápido, no tenemos todo el día. –agregó Chloe.
–Se trata de calamares.
–¿Calamares? ¡Te recuerdo que los vomitaste a todos arruinando una de nuestras fiestas!
–Sí Zettie, y me los tiraste por la cabeza.
–Era lo menos que podía hacerte.
–Pero esto es distinto, no los comeré. Verán, el calamar está de moda, pero es caro. Viene de Somalía y aquí muy pocos saben cómo es el calamar de calidad. El negocio consiste en robar los contenedores que llegan desde Somalía, y suplantarlos por otros que tienen bichos del mar que son parecidos a los calamares pero que no lo son. Y que además, son más baratos. Los calamares verdaderos, se revenden, o yo qué sé…
–¿Yo qué sé? ¿En tu plan hay lugar para un “yo qué sé”? Sos un inútil.
–Pero Chloe…
–Chloe nada. De pensar en el olor a pescado que se me pegará ya me dan náuseas. Nosotras apuntamos más alto.
–Ustedes se lo pierden –Dimitri se encendió un cigarrillo, mirándolas de arriba abajo–Cuando tenga un negocio con más “clase” para las señoritas, les avisaré.
Se alejó ofendido y entró al estacionamiento del centro comercial. Vieron cómo sacaba su nuevo auto verde y al dar reversa, lo chocaba contra una camioneta. El auto verde salió disparado mientras el dueño de la camioneta, un chino, le gritaba insultos en todos los idiomas.
Una vez que cargaron todo, salieron tranquilamente de la ciudad, rumbo a su casa.
–Chloe, ¿podés parar? –dijo Zettie con mala cara.
–¿Querés ir al baño?
–No.
–¿Te sentís mal?
–No, no. Sólo pará, necesito hablar.
Chloe la miró preocupada y bajó de la carretera. Frenó cerca de una estación de servicio.
–¿Y bien?
–Creo que deberíamos aceptar el negocio de Dimitri.
–¿Eh? Pensé que te parecía un inepto.
–Lo es, pero podríamos mejorarlo y…lo que pasa es que ya no quiero más beatles en casa.
Chloe parpadeó. Que Zettie le estuviera diciendo eso era realmente una sorpresa y no auguraba nada bueno.
–¿Qué pasó? ¿Alguno te hizo algo? ¡Porque si es así, ya mismo voy y los castro!
–¡No, no! No es nada de eso. Es que…creo que…bueno…
–Me alterás, ¡decime qué pasa!
–Ni John ni Ringo son para nosotras.
–¿Cómo?
–Eso. Olvidémonos del tema.
–No entiendo nada, no sé a qué te referís.
–¡Ay, qué John y Ringo están juntos!
–¿¿¿QUÉ??? ¡Pero de dónde sacaste eso!
–¡Los vi!
–¡¿Qué viste, mierda?!
Se oyeron golpecitos en la ventanilla y Chloe creyó morirse. Un policía las miraba. Bajó el vidrio sonriendo inocente.
–¿Sí, oficial?
–¿Está todo bien? Oí muchos gritos.
–Ah sí, sólo discutíamos por una pavada. –soltó una risita nerviosa–Cosas de hermanas.
–De acuerdo. De todos modos, les recuerdo que es peligroso estar aquí, ya está anocheciendo y suelen rondar ladrones.
–Gracias por la advertencia, oficial.
–De nada. Y recuerden, no es bueno pelear entre hermanos. Mirá hija –el policía se acodó en la ventanilla, era un hombre algo mayor–yo también tengo hermanos y de joven peleamos mucho, y hoy nos arrepentimos, perdimos muchas cosas buenas.
–Ah, claro. –Chloe fingió interés.
–Pídanse disculpas, eso barre todos los rencores.
–Ok. Perdón. –miró a Zettie.
–Perdón.
–Qué hermoso. Buenas noches señoritas. –el policía las saludó inclinando su gorra y se fue silbando, convencido de haber cumplido su buena obra del día.
–¡Lo que faltaba! –Chloe subió el vidrio y luego miró amenazante a Zettie–Vos, hablá. ¿Qué viste?
–Vi cómo charlan y se ríen. Y hoy también, parecían reírse más y todo.
–¿Y? Son amigos, con los amigos se charla  y se ríe.
–Hay algo más…Cuando robé la media de Ringo, la saqué de su cajón de ropa interior. Allí, al fondo, había una cajita, como de regalo. Y en la cajita un reloj, carísimo, de oro, una belleza. Atrás tenía grabado el nombre de John.
–¿Y?
–¿Y? Que ningún amigo hace semejante regalo y pone su propio nombre en él. Y el que recibe el regalo no lo guarda entre su ropa interior.
–Zettie…¿por qué no me lo dijiste antes?
–No quería herir tus sentimientos.
–¡Pero los heriste ahora! Y yo que pensé que quizás…Da igual, los echaremos,  no me interesan más, que vayan a hacerse regalitos a otra parte. ¡Cómo pudimos creer que…! ¡Lo hubieran dicho desde un principio!
El auto salió a toda velocidad, tanto que hasta el policía se asustó. Una vez que llegaron  a la casa, la encontraron completamente iluminada con las luces de Navidad. En mayo.
–Harta me tienen, ¡harta! –gritó Chloe  a la vez que le daba un portazo al auto–¡Ya mismo John y Ringo en mi despacho!
–¿Tienen despacho? –preguntó John con indiferencia.
–No, pero no importa. Vengan a la biblioteca. ¡Ahora!
Confundidos, la siguieron. Zettie iba por detrás.
–¿Sabés qué le pasa? –le preguntó Ringo.
–Sí. –contestó con sequedad.
Una vez que entraron  a la biblioteca, Zettie cerró con llave.
–Ahora mismo, digan qué pasa entre ustedes.
–¿Qué? –se miraron y las miraron.
–Queremos saber qué pasa entre ustedes. Tanta risa, tanta charla, tanto estar siempre juntos.
–¿Insinuás que soy el novio de él? –John la miró escandalizado–¿De este sujeto?
–Sí.
–¿De dónde sacaron eso? ¡Odio a John!
–Ey, ¿cómo que me odiás?
–Bueno, no exactamente, pero…
–Ajá, “no exactamente, pero…”. La verdad, Ringo.
–¿Pero qué…? ¡Ay están locas! ¡Cada día me convenzo más!
–Richard Henry Parkin Starkey, explicame porqué estaba un reloj que te regaló John, en tu cajón de ropa interior. –Zettie lo miró, acusadora.
–¿Otra vez revisaron mi cajón?
–No, lo vi cuando te robé la media.
–Ah, con que fuiste vos.
–¡No cambies la conversación! Allí había un reloj carísimo con el nombre de John grabado. ¿Te lo regaló? ¿Por qué con su nombre? ¿Y por qué lo pusiste entre tus calzones?
–Un momento, un momento. –dijo John–¿Mi reloj de oro estaba en el cajón de Ringo?
–Sí.
–¡Maldito ladrón! ¡Sos igual que ellas!
–¡No robé nada! ¡Ni siquiera sé de qué reloj hablan, no guardo nada allí!
–¡Pero yo lo vi!
–A ver, Ringo. –dijo Chloe intentando poner orden en medio del griterío–¿Cómo era el reloj?
–¡Y yo qué sé! ¡Si nunca lo vi!
–¿No lo viste? ¡Me lo robaste! Desapareció al poco tiempo que vinimos aquí, y pensé que había sido una de ellas.
–No vi nada, no tengo nada.
–Ringo, mirame. –pidió Zettie–¿De qué color era la caja del reloj?
–¡Y yo qué sé! ¿Azul?
–No. ¿Y cómo era el cuadrante del reloj? ¿Tenía piedras brillantes?
–Ehh…¿sí?
Zettie miró a Chloe.
–No lo ha visto nunca. La caja era roja y no tenía piedritas.
–Ese reloj me lo regaló mi tía, este año. Y desapareció. Y no se lo regalé  a Ringo y tampoco soy su novio, no quiero tocarlo ni con insecticida.
–Digo lo mismo. –agregó Ringo–Si quieren busquen en mi cajón, pero allí no hay nada, ni en toda la habitación. Nunca vi tal reloj, John no me regaló nada, sólo un sapo para Navidad.
–Y que se murió.
–George lo aplastó cuando sacaba el auto de la cochera. Lo odio.
Chloe sacó de un brazo a Zettie.
–¡No pasa nada! ¡Fue imaginación tuya!
–Mejor…entonces que se queden, aún tenemos oportunidad con ellos.
–De todos modos revisaremos. Ringo –Chloe se asomó a la biblioteca, donde John y Ringo seguían peleando–Dame las llaves de tu habitación.
–¿Van a revisarla? En fin, mejor, así dejan de decirme ladrón. Lo que faltaba.
Entraron a la habitación y Chloe y Zettie la revisaron con la efectividad de un comando policial. Ni rastros del reloj. Luego siguieron por la habitación de John, y ya que estaban, por la de George y Paul. No encontraron nada.
–¿Y entonces dónde está?
–¡Lo robaron ustedes!
–No, no lo tenemos. Yo tampoco conozco ese reloj, sólo lo vio Zettie. Entonces, ¿no son nada? Me refiero a ustedes dos.
–No, nena. –respondió John con gesto cansino.
–Ni lo seremos.
–¿Tenemos esperanzas con ustedes?
–¿Qué?
–Nada, nada, no dije nada. –se excusó Chloe–Disculpen las molestias.

******************
Eran cerca de las tres de la mañana cuando Zettie despertó. Tenía hambre y además el muñeco de Mickey Mouse que se había comprado durante la tarde, y que brillaba en la oscuridad, daba demasiada luz y además parecía terrorífico. Lo tiró por la ventana.
Bajó a la cocina para comer la pizza que había sobrado y vio que allí, la televisión estaba prendida. Con miedo, se acercó de puntillas hasta que vio a John roncando sobre la mesa.
–John, despertate. ¡John! –lo sacudió hasta que entre quejas, el chico abrió los ojos.
–¡Ay no me mates!
–No te voy a matar, estúpido. ¿Qué hacés acá? Son las tres de la madrugada.
–Miraba la repetición del show de Mickey Mouse.
–Te regalaré un muñeco de él.
–¿De verdad?
–Sí, buscalo mañana en el jardín, debe estar por ahí.
–Gracias. Ey, lindo camisón.
–Andá a la mierda.
–Qué carácter. ¿Y qué hacés vos acá, si decís que son las tres de la madrugada?
–Vine a comer pizza.
–¿Pizza? Bueno, ya sé que sos una rara.
–¿Rara?
–Bueno, un poquito rara. ¿Conforme? Ah Zettie, necesito pedirte algo.
Lo miró desconfiada, pero John parecía preocupado por algo así que accedió a sentarse en la mesa frente a él.
–No te daré pizza.
–No es eso.
–¿Y qué pasa?
–Verás…necesito que me enseñes a robar.
–¿Eh?
–Soy rebelde, me gusta serlo, y creo que robando lo sería más. Ya sabés, a  veces el instinto te lo pide.  
Zettie lo miró más desconfiada aún.
–¿Par qué vas a robar si sos millonario?
–No sé, me llama la atención. Pero no quiero usar armas porque soy pacifista.
–Justo te perdés lo divertido. Entonces tendrás que dedicarte a cosas bobas.
–¿Me vas a enseñar?
–Sí. Lavate la cara que salimos ahora.
–¿Ahora?
–Lo que vamos a hacer se hace de noche.



******************

Como hacía calor, la noche era agradable, y más en aquella desierta calle. Estaban en un suburbio de Londres en el que sólo se escuchaban las peleas de los gatos.
–¿Zettie aún estás en camisón?
–No tenia ganas de cambiarme. Además no se me ve nada. Y son lindos los ositos que tiene, ¿no te parece?
–Sí, lo que digas.–respondió John, impaciente– ¿Qué haremos?
–Algo fácil, robar autos. No llevártelos, sino robar lo que tengan adentro. ¿Tenés una moneda?
–¿Sirve una de veinticinco?
–La haremos servir. Mirá, lo que se hace es muy fácil. Ubicás un auto, aquel rojo, por ejemplo. –señaló un auto viejo, estacionado en la acera de enfrente–Te acercás jugando con la moneda, distraído. Y…un momento, ¿de verdad querés hacer esto?
–Sí.
–Es que no te creo lo de la rebeldía. Robar no significa exactamente ser rebelde.
–Bueno sí, es por algo más…Prometeme que no le dirás a nadie.
–¿Y desde cuándo tengo que prometerte cosas? No soy tu amiga.
–Entonces no sabrás la verdadera razón.
–¡Está bien, lo prometo! No diré nada a nadie.
–Verás…quiero impresionar a Chloe.
–¿A Chloe? O sea, ¿Chloe? ¿Chloe Read? ¿La Chloe que conocemos todos?
–Sí, sí, Chloe, ¿cuántas Chloes más hay?
Zettie soltó una carcajada que hizo callar a los gatos. John miró a todas partes, temeroso que alguien apareciera y les robara a ellos.
–¿De qué te reís?
–¡Hombre, no precisás robar para impresionarla! De hecho, no precisás impresionarla, ¡porque ya lo está!
–¿De veras? Bueno, de todos modos, me gusta impresionar a las chicas.
–Pará, pará, pará, John Lennon. ¿Para qué querés impresionar  a mi Chloe? ¿Qué intenciones tenés para con ella?
–Hablás como si fueras el padre…
–No lo soy, pero soy la guardiana de su honor. ¿Para qué la querés impresionar? ¿Lo tuyo va con seriedad? Porque si es sólo para divertirte por una noche, te voy a cortar en pedacitos, le diré a Dolores que te haga estofado, y te serviré para que Tofu te coma.
–Tofu es vegetariano.
–Dejará de serlo. Hablá.
–¿Me vas enseñar a robar o no?
–¡No hables tan alto! ¿Qué pretendés? ¡Que te lleven preso antes de robar? Y ahora, hablá.
–¿Y vos qué sabés si ella no quiere algo sólo de una noche? Me parece que no deberías hablar por ella.
–Lennon…puedo hacerte empanadas y venderte como “Empanadas de John Lennon, literalmente”. Se venderán muchísimo.
–Bueno…–John resopló–son intenciones serias. Me gusta. Es linda y tiene un algo…no sé, me gusta. Y hoy vi cómo se puso con todo ese desastre con mi reloj y Ringo. Estaba celosísima, se lo vi en los ojos.  ¡Zettie apenas te conozco, no sé porqué te estoy contando esto!
–¡Oh por Dios, necesito un teléfono público, debo contarle esto!
–¡No, no! ¡Prometiste que no dirías nada!
–Me costará mucho no decirle, pero intentaré. Y ahora, aprendiz, dame la moneda. Irás caminando distraído, te acercarás al auto, pero cerca de la pared. Cuando estés frente a la ventanilla, tirarás la moneda, pero no como si encestaras en básquet, sino así.–Zettie tomó la moneda, y con el puño hacia arriba, la lanzó hacia su costado–¿Lo ves? El tiro no tiene que ser fuerte para que no haga ruido, pero tiene que tener la suficiente fuerza como para que rompa el vidrio. Intentalo. Es como bailar rock.

John fue caminando hacia el auto rojo, jugueteando con la moneda. Se apoyó en la pared, hizo como que iba a seguir caminando, y lanzó la moneda. Pegó en el vidrio, pero no lo rompió.
–¡Chist! –Zettie, escondida detrás de otro auto, le hizo señas para que probara con el auto estacionado delante del rojo.
Hizo el mismo procedimiento, y esta vez, el vidrio se rompió, apenas. Zettie se acercó, corriendo.
–¡Perfecto! ¡Chloe estará orgullosa de vos! Ahora estirá el puño de la manga de tu camisa, necesitarás cubrirte la mano para meterla.
–No entiendo…
–John, en esto hay que ser rápido y estamos perdiendo mucho tiempo. Observa y aprende. –Zettie estiró la manga de la chaqueta que llevaba puesta, y metió su mano en el pequeño orificio que había hecho la moneda. Por supuesto, el vidrio fue cediendo y rompiéndose, hasta que ella alcanzó el seguro de la puerta y lo quitó.
–¡Voilá! –exclamó cuando la abrió–Auch, igual me lastimé un poco. Bueno, agarrá lo que quieras.
–¿Qué? ¿Tengo que llevarme algo?
–¿Y para qué vas a robar?
–Sólo quería saber cómo se hace, no robar. Además no hay nada que me interese.
–A mí sí, tienen el mapa completo de rutas de Europa, este año se agotó y no lo volvieron a editar. Me lo lleva…
–¡Alto, policía!
Ambos gritaron y salieron corriendo, seguidos por un policía que iba con un palo en alto. Doblaron la esquina y siguieron corriendo.
–¡John, apurate! ¡En A Hard Days Night parecía que corrías rápido!
–¡Estoy cansado!
–¡Saltemos acá!
Saltaron una reja y cayeron dentro de un gran parque municipal medio abandonado. Se escondieron entre unos pastos altos.
–¿Cómo corrés tan rápido con ese camisón largo? –se quejó John–¡Y ni siquiera estás cansada!
–Experiencia, Lennon, experiencia.
–¿Aquí no habrá perros?
–Aquí no hay ni fantasmas. El policía nos perdió de vista, vamos.
Salieron del parque por la puerta, y caminaron hasta el auto. John tenía miedo de que lo reconocieran, y también que reconocieran a Zettie porque era la única loca que podía andar en camisón de ositos por la calle.
De camino a la casa, John se prendió un cigarrillo.
–Es una hermosa noche, ¿no? Me gusta tu auto descapotable.
–Gracias. –contestó sin dejar de mirar fijamente la carretera.
–Pensé que no sabías conducir.
–No sé.
–¡¿Y qué hacés conduciendo?!
–A esta hora no anda nadie a quien pueda chocar. Y no hables, que según dicen tus amigos, también sos un desastre al volante.
–Es porque no veo bien. ¿Y qué tal mi primer delito? ¿Al final te llevaste el mapa?
–Bien, tenés potencial. Y no, se me cayó cuando corríamos. Tardamos mucho, recordá  que eso no se debe hacer. Y pregunto, ¿cómo harás para impresionar a Chloe? ¿Saldrás a robar con nosotras?  Esto tendrías que habérselo pedido a ella, no a mí.
–Pensé que vos podrías contarle. Que yo te lo pedí porque me gusta, y decirle lo que me dijiste, que tengo potencial.
–John –Zettie lo miró–en el mundo de la delincuencia, no se hacen favores si no hay recompensa.
–Pero yo no estoy en el mundo de la delincuencia, no robé nada.
–Rompiste el vidrio de un auto, ya estás adentro.
–De acuerdo, de acuerdo. Decime qué puedo hacer por vos.
–Lo mismo que estoy haciendo yo con vos, para conquistar a Chloe.
–¿Querés conquistar a Chloe?
–¡Ay no, idiota!
–Uff, qué susto. ¿Y entonces?
–Necesito tu ayuda.
–¡Ya sé! ¡Te gusta Paul! Jé, lo vi, ya me parecía. Siempre pelean por el caballo y no se llevan nada bien, y dicen que los que se pelean, se aman.
–No es Paul.
–¿George? Es que es un galán, con esas cejas ha matado  a varias chicas, y se hace el misterioso, ¿eso las pone mucho, no?
–Tampoco es George.
–¿Soy yo? Lo siento Zettie, pero…mierda, no tuve que haberte dicho lo de Chloe. No pensé que vos…
–¡No sos vos!
–¿No? Entonces no sé.
Siguieron andando por la carretera, Zettie lo miraba de reojo pero John no parecía darse cuenta de nada.
–¡Parááááááá!
–¡Ahhhhhhh!
Zettie frenó de golpe, asustada, mirando a todos lados.
–¡Te gusta Ringo!
–¡Tarado! ¡Gritaste como si hubiera atropellado algo! –Zettie se agarraba el pecho, agitada, mirando si, efectivamente, no habría pisado algo o alguien. Pero no había nada, la ruta estaba desierta.
–¿De verdad te gusta Ringo?
–¡Tardaste media hora en darte cuenta de que te faltaba un miembro de tu propia banda!
–Es que a Ringo no lo quiere nadie.
–¡Yo sí!
–Apaa…lo quiere. Esto ya toma tintes telenovelescos.
Zettie arrancó  nuevamente, furiosa.
–¿Y qué querés que haga por vos?
–Nada, mejor no hagas nada.
–Si no hago nada, vos no harás nada por mí con Chloe. Decime qué hago. ¿Le hablo de tus cualidades para la enseñanza?
–No.
–¿Le hablo de tu camisón de osos? A él le gustan los osos.
–Tampoco. Me las arreglaré sola. Además…–Zettie bajó la velocidad y golpeó el volante con una mano–¡Ni siquiera me mira!
–Sí, mira a todas. Digo…¡no, no mira a ninguna!
–¡No le intereso! Y…no sé qué hago acá, con esta noche tan hermosa, estas estrellas, esta luna, ¡y con vos! ¡Tendría que estar con él!
–Pero él no te pidió que le enseñes a robar. Si le digo de tus clases, por ahí te lo pide, y mañana lo llevás y además dicen que habrá luna llena hasta el domingo y…
–Dejá todo así.
–De todos modos no sé qué tiene que ver la luna en todo esto…Definitivamente parece una telenovela. Bueno, ¿me ayudarás con Chloe?
–No lo sé.
–¡Dijiste que sí!
No le respondió más, doblaron para entrar al parque de la casa. John se bajó inmediatamente y agradeciéndole, se metió dentro de la casa.
Cuando Zettie guardaba el auto en las cocheras, sintió que alguien la agarraba por el cuello.
–¡Aaahhhh!
–Silencio Zettie Foster.
Se giró y vio a Chloe, con una linterna en la mano que le apuntaba  a la cara.
–Chloe, yo…
–¡No me expliques nada!
–¡No es lo que parece!
–Estabas con John, a la madrugada, saliendo con tu auto,  ¡y en camisón! ¿Y me decís que no es lo que parece? Maldita traidora, nunca pensé que mataría por amor, pero…
–¡Chloe, no! ¿Me vas a matar? ¿A mí? Dejame que te explique. Me levanté para comer pizza, John estaba dormido en la cocina. Se despertó y me pidió que le enseñe a robar.
–Encima mentirosa. Te recuerdo que sé usar fusiles, y que hay un paredón en el extremo del jardín que pide a gritos tu sangre.
–¡Chloe, de verdad! ¡Quiere aprender! Le enseñé lo básico, ya sabés, la moneda. Lo aprendió rapidísimo pero nos corrió la policía, eso sí.
–Con eso explicás el pasto que tenés adherido al camisón, ¿no? Mostrame algo que hayas robado.
–Se me cayó…Era un mapa de las rutas, el que estuvimos buscando pero que ya no vendían…Chloe de verdad, no pasó nada, John no está interesado en mí y sabés que yo tampoco en él.  Mirá le prometí que no te diría nada, pero…Te quiere impresionar. Lo hace por eso. Le gustás, le parecés linda y que tenés “un no sé qué” que ni sé qué será, pero me dijo así.
–¿De verdad? –Chloe bajó la linterna.
–Sí…No pasó nada, sólo quería que le enseñara, y lo llevé ahora porque no voy a estar enseñándole a plena luz del día. Dijo que me ayudará con Ringo pero lo mío es imposible. Tenés suerte, amiga.
–No te pongas así, vamos. –Chloe la abrazó–Perdoname, pensé cualquier cosa, todo era muy sospechoso. No haré nada que delate que no cumpliste tu promesa. Pero que no se te ocurra pasarte de lista con él.
–Que no, no haré nada. Y Gracias. Bien, será mejor que vayamos a dormir, estoy cansada. Dios, ¿todavía esas luces de Navidad puestas? –dijo mirando a la casa.
–George las dejó ahí y no sé dónde las enchufó. Vamos, que  mañana vendrá Connor y eso no me gusta nada.


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Después de mucho, ¡volví! Espero que hayan pasado un buen fin de año y que este 2016 haya arrancado más que bien.
Aquí les dejo este capitulo, más o menos faltan tres para que termine este fic.
Saludos!











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