sábado, 22 de diciembre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo X


Cuando abrió los ojos se sintió aturdida, perdida y muy débil. Todo era borroso, no podía centrar la vista en nada y su cuerpo le dolía entero, con fuertes punzadas, como si tuviera ml alfileres clavados. Sólo cuando su mano derecha tocó el frío suelo y luego un charco de algo, recobró la conciencia plenamente, acercó sus manos a sus ojos, y los abrió grande, tratando de ver. Estaban completamente ensangrentadas, y su mano izquierda tenía un profundo corte. Comenzó a llorar de indignación, insultando a su mala suerte: había intentado matarse y resultó que seguía en su habitación. Tantas veces había matado y no podía matarse a sí misma. Miró el suelo, su ropa,  y su cama. Había rastros de sangre por todos lados, pero al parecer no era la suficiente como para morirse. Recordó algo: la culpa sería del coagulante que a veces tomaba cuando tenía su período, ya que era propensa a las hemorragias. Seguramente algún rastro del medicamento en su cuerpo había frenado la sangre que escapaba por sus venas. Siguió insultando, y le dio una patada al trozo de espejo con el que se había cortado. Sólo después de eso miró  a la pared que tenía enfrente y terminó de recordar todo lo que había sucedido. Allí,  con sus dedos llenos de sangre, había alcanzado a garabatear “I need somebody” antes de desvanecerse. Todos sus crímenes estaban firmados con canciones, y el suyo propio no podía ser menos, ya que ese era el mas importante, aunque resultó totalmente imperfecto. Eligió una canción de Lennon, y quizás, ese alguien que necesitara fuera él, pero jamás lo reconocería. Nunca dejaría que eso pasara.

Salió a la calle luego de limpiar todo y vendarse. Eran las seis de la mañana, y no andaba ni un perro. Pero eso no le importaba. Su fallo, su error, quizás el peor de toda su vida, la tenía enfurecida y necesitaba descargarse. Miró de reojo el brillo de su navaja antes de meterla en el bolsillo y caminar. Alguien debía pagar y ya no dejaría que ningún sentimiento de culpa se interpusiera.
Llegó a un callejón, donde se amontonaban botes de basura, se escondió detrás de uno de ellos y se quitó el impermeable; lo traía puesto porque lloviznaba. Sólo quedó vestida con lo que traía debajo, un viejo pijama. Bajo el impermeable dejó su bolso blanco, donde llevaba ropa de más. Se colocó guantes de látex, y esperó. Esperó como un animal cazador que tiene toda la paciencia y el tiempo para atrapar a su presa. Cerca de veinte minutos después, escuchó ruidos, como de una lata siendo pateada y unos gritos de hombre. Apareció un hombre bastante mayor, desaliñado, bebiendo de una botella de cerveza y cantando a voz en cuello el Himno Británico. Mélisande vio con satisfacción como el tipo doblaba y se adentraba en el callejón. De inmediato la salió al paso y el hombre se detuvo, sorprendido. Levantó los brazos y trastabilló.
-Hola preciosa, ¿de dónde salis.....?
No pudo terminar su pregunta. Mélisande lo apuñaló una y otra vez, con rapidez, hasta que el hombre cayó, desplomado, aún aferrado a su botella.
-Creí que saldría cerveza en vez de sangre –dijo con cara de asco,  caminando rumbo a su escondite.
Con la navaja aún ensangrentada se acercó al bote de basura mas cercano al tipo y allí talló en el plástico del bote un “The Night Before”, en alusión a su mala noche.
Después, se quitó los guantes con lentitud, los dejó en el suelo, buscó su bolso y sacó la ropa. Se escondió detrás del bote y se quitó el pijama, ya que estaba bastante manchado, y lo puso junto con los guantes. Tembló debido al frío que hacía, y rápidamente se vistió con la ropa limpia. Se puso el impermeable, cerró el bolso y envolvió la navaja y los guantes con el pijama. Ya estaba lloviendo, y la tormenta prometía hacerlo con mayor intensidad; eso le convenía, se lavarían las posibles huellas que hubieran quedado. Metió el envoltorio del pijama, guantes y navaja en un bote de basura sin tapa al que la lluvia le daba de plano.
-Ya era hora de cambiar de pijama –dijo dejándolo dentro.
Después se giró, miró a todos lados, y caminó con su habitual seguridad, haciendo sonar sus pasos.  Esquivando a su reciente víctima, la miró de reojo y esbozó una sonrisita.
-Feliz Navidad, viejo.




-Ni en Navidad me dejan en tranquilo –Dobb colgó el auricular el teléfono de su habitación, con evidente enfado. Suspiro y miró a quien le hacía compañía en la cama: Una médica forense, con quien tenía una relación casi exclusivamente sexual desde hacía varios años –Diana, despierta. Tenemos trabajo.




-Dobb, es 25 de diciembre, son las dos de la tarde, ¿por qué no se come los dulces que le sobraron de anoche y me deja en paz?
-Perdóname  John, pero no tengo la culpa de que el asesino haya vuelto y en tan inoportuna fecha.
-No lo culpo a usted de eso, lo culpo de que siempre me llame a mí. Hay tres más, ¿sabe?
-Pero tú....pareces el mas responsable.
-¿Yo? Gracia por el halago, creo que es la primera vez que me lo dicen, pero debo aclararle que ninguno de los cuatro es responsable, ese concepto no nos va. En todo caso, podría ser Paul pero....es pura apariencia, no crea.
-Como sea John, necesito saber si viste u oíste algo sobre Mélisande, no sé, algún comportamiento raro.....Todo, siempre, me lleva a ella.
-No creo que haya sido ella, porque nos dijo que pasaría Navidad con su familia y su....novio –sin que quisiera, su voz sonó rara al decir lo último –Supongo que no dejaría a todos sólo por ir a matar a cualquiera.
-Gracias por el dato. Y otra vez te pido disculpas.
-Está bien, está disculpado, pero le repito, ella seguramente no fue. Creo que andan varios asesinos que aprovechan a poner inscripciones.
-Si es así no sé como se enteraron, somos pocos los que sabemos de esto.
-Quizás eran varios desde un principio, y todos creen que es uno solo.
-Pensaré esa posibilidad. Gracias.
-De nada, que tenga buen día.  –suspiró y colgó.
-Era ese inspector, ¿no?
Miró con cierto desinterés a su esposa, que estaba parada a su lado.
-Sí, era él. Mataron a otro tipo.
-John, creo que no tendrías que colaborar mas con la policía, es riesgoso, y mas con esa chica que pusieron a trabajar para ustedes. Paul me ha dicho que todos sospechan de ella.
-Pero yo creo que es inocente.
-¿Y cómo lo sabes?
-Lo sé, sólo eso –se puso de pie, dispuesto a dejar la sala.
-Es linda, ¿verdad?
-Yo que sé, no empieces con tus cosas.
-Seguramente te gusta, por eso la defiendes. Te gusta como te gustan todas.
-¡Ya déjame en paz Cynthia! –salió al jardín, dando un portazo.




-Siete puñaladas –leyó Dobb en el informe forense –No hay ni rastro de nada. Llovió demasiado y el agua prácticamente inundó el lugar, las eventuales huellas que podría haber se perdieron.
-¿Se sabe quién era? –preguntó el agente que estaba con él en su despacho, ordenando carpetas.
-Un tipo solo, al parecer sin familia, aún nadie lo ha reclamado. Vivía en una pensión, pero sólo iba allí a dormir, y a veces. Se la pasaba en los bares, o en la calle. Un pobre infeliz.
-Quizás le hicieron un favor matándolo.
-No diga idioteces Wassmer.
-Perdone, señor Inspector.
Dobb no contestó, sólo releyó el informe hasta que la puerta se abrió y se asomó uno de los empleados que Diana tenía a su cargo.
-Dobb, se encontró un pijama con sangre en uno de los botes. También hay una navaja y guantes de látex.
-¿Un pijama?
-Sí, de mujer....o eso parece.
-Maldita.....-dijo entre dientes, pero tanto Wassmer como el empleado de Diana no le entendieron.
-Está muy sucio y mojado, no creo que se pueda sacar algo en concreto si lo analizamos.
-Está bien, gracias. Retírense los dos.
Los dos hombres se fueron y Dobb encendió su pipa y le dio una calada. Se recostó en su sillón y exhaló el humo, tratando de pensar.




-¡Hola! –saludó Mélisande con una sonrisa al entrar al estudio.
-Hola, ¿cómo pasaste la Navidad? –preguntó Ringo.
-Muy bien, ¿y tú?
-También, con mi familia.
-¿Cómo? ¿No son primos? ¿No pasaron la Navidad juntos? –dijo Brian, que estaba al lado de ella.
Ambos se miraron, algo asustados.
-Es que...ella lo pasó junto a su familia, sus padres y eso, ¿no es así, Mélisande?
-Claro, que seamos primos no significa que pasemos juntos las fiestas.
-Ahh....tienen razón, disculpen, soy un entrometido. Mélisande, en media hora te veo, hay que ajustar unos detalles.
-Ok Brian.
-Uff....eso estuvo cerca –dijo Ringo, ni bien Brian se fue.
-Hola Mélisande –saludó John -¿Cómo estás?
-Muy bien.
-Me aleg....ey...¿qué te pasó aquí? –John le tomó la mano, y ella no pudo ocultar su incomodidad. Pese a que tenía un suéter, su vendaje se notaba.
-Ehh....me quemé con el borde de una olla –se zafó de él, con algo de brusquedad. Se sentía nerviosa y esperaba no estar sonrojada. Sin embargo, él parecía inmutable.
-Te debes haber quemado bastante porque tienes un vendaje grande.
-Si, quise agarrar una sartén, y sin querer me apoyé en otra olla que estaba en el fuego....Ya sabes, accidentes domésticos tontos.
-Sí, pueden ser tontos, pero también graves. Ten cuidado.
-Lo tendré, gracias por al preocupación, pero ya vez, no es nada.
Trató de sonreírle, y salió de allí prácticamente disparada, mientras se tironeaba la manga del suéter para ocultar la venda. Antes de salir, no pudo evitar voltearse y mirar apenas  a John, pero se encontró con que él también la miraba. Apretó los párpados y siguió caminando. 



********************
Hooolaaaaaa!!!! como les va? Perdonen este capitulo, no está tan bueno como el anterior, pero prometo que los próximos tres estarán mejores. Y digo próximos tres porque falta eso para que termine el fic. Tiene 13 capitulos, en realidad iba a tener 12, pero como este fic es taaan negro, elegí llegar a 13, ya saben la fama que tiene el numerito ese jajajaja, me pareció "atractivo" que tenga esa cantidad de capis.
Bueno, les digo que hasta el año que viene no subiré mas, porque ya saben, me tengo que ocupar de mi proximo examen y de mis otros dos fics, así que les deseo Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo. 
Que lo pasen lo mejor que puedan jaja!
Besos y gracias por leer! 

domingo, 16 de diciembre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo IX


Los periódicos llevaban la noticia en sus portadas: un joven, encontrado en su departamento, muerto por envenenamiento.
Después de montones de pesquisas, se descartó la hipótesis del suicidio, la primera que se barajó. Pero entonces, si no se había suicidado, ¿quién lo habría asesinado? Si sólo era un muchacho que, según dichos de familiares y gente allegada, no tenía enemigos ni problemas graves.....
-¿Crees que haya sido ella? –le preguntó John a Paul.
-No sé....Dobb dijo que este crimen no se condice con el perfil del asesino, no hubo golpes, ni puñaladas, ni sangre, ni tampoco le robaron nada.
-Hola...-por la puerta entreabierta se asomó Mélisande, haciendo que Paul y John cambiaran las expresiones de sus rostros.
-Hola Mélisande, ¿cómo estás? –saludó John.
-Bien....dice Brian que recuerden que hoy tienen la entrevista radial.
-¡Es cierto! Ya lo  había olvidado –exclamó Paul –Muchas gracias.
-¿Quieren que les traiga té?
Se dedicaron unas miradas asustadas.
-No, mejor no, gracias.....-respondió Paul.


Dobb giró con cuidado la llave y abrió lentamente la puerta. Se colocó guantes de látex y entró. Había decidido ir solo y sin decirle a nadie al departamento de Jack Ernst. Quería investigar tranquilo y sin preguntas tontas de sus colaboradores.
Enseguida notó que el muchacho vivía solo, ya que había mucho desorden de ropa e instrumentos de cocina. Tenía familia y amigos, de hecho fue uno de ellos quien lo encontró muerto. Muchas fotos pegadas en las paredes de un pequeño cuarto que usaba como estudio demostraba que tenía buenas relaciones con todos. Estaba recién graduado de contador, y había conseguido el empleo de administrador con relativa facilidad. Tenía proyectado trabajar en eso hasta que pudiera entrar a algún estudio contable o montar el propio, o algo así había mencionado su hermano en una declaración.
Revisó con cuidado cada cosa que encontró, pero en todas sólo estaban las huellas de Jack, y ni un rastro de veneno. Cansado de no obtener nada relevante, se dirigió a la puerta, para irse de alli, cuando vio tirada detrás de un sillón, una carpeta negra. La sacó de allí  y la revisó, sólo eran recibos y papeluchos, pero igualmente los revisó uno por uno, hasta que en el revés de uno, leyó algo    que lo dejó perplejo: con una letra muy desprolija, decía “She’s got the devil in her heart”. No la leyó, directamente la tarareó, esa canción la cantaban....The Beatles.
No tenía dudas, era el mismo asesino de siempre, por lo tanto cayeron otra vez sus sospechas sobre Mélisande.


Asustada por los golpes, abrió la puerta. Ver a tres policías allí la dejó helada.
-¿En qué puedo ayudarlos? –preguntó tratando de ser amable.
-Orden de allanamiento –respondió uno mostrándole una hoja firmada por un juez.
Sintió nervios, pero los dejó pasar.
-Es por la muerte de Jack Ernst, la viuda del dueño de edificio dijo que lo mandó aquí la tarde que el murió.
-Oh si, pobrecito Jack....incluso me había invitado a salir, y yo había aceptado....
-Lo siento mucho señorita –dijo uno de los policías poniéndole una mano sobre su hombro.
-Debemos revisar todo –dijo otro.
-De acuerdo...
-También debemos tomarle declaración.
Mientras uno le hacía varias preguntas y anotaba sus respuestas, los otros dos revisaron todo. Obviamente, no encontraron nada, ella ya se habia encargado de limpiar absolutamente todo.
Cuando terminaron, volvieron a la pequeña sala.
-Ni rastros de veneno ni nada sospechoso –informó el policía que parecía mas mayor.
-En fin....-suspiró el que escribía –Lamento esto señorita Leroux, pero es parte de la investigación.  
-No se preocupen, entiendo.
Cuando los policías se fueron, cerró la puerta y suspiró aliviada. De algún modo había presentido que pasaría eso, por eso habia limpiado todo, y lo que era mas importante: había arrojado al incinerador del edificio a su pequeña hacha.


-Esa canción no es nuestra –George infló con total desparpajo el globo de su chicle, que casi quedó pegado a la cara de Dobb.
-No me digan....
-Eso es. La cantamos, pero no es nuestra. ¿Y? ¿Cuando meten presa a nuestra querida asistente?
-George...
-¿Qué, John? Es la verdad, se están tardando mucho....
-Sin pruebas....
-Si, si, ya sé, sin pruebas no hay detención. No lo vuelva a decir Dobb, que ya lo escuché muchas veces.
Dobb suspiró, no sabía de qué se quejaban esos cuatro. Está bien, debían trabajar con una chica que podría ser una asesina en serie, pero él tenía mas motivos para estar cansado, porque vivía pensando qué hacer, y no tenía resultados. Si fuera por él, la chica estaría tras las rejas, pero tenía las manos atadas, la justicia era así. Lo único bueno era que el gobierno francés había dejado de meter presión por el caso Deppart.


Mélisande bufó y le dio un pincelazo a su cuadro.
-¿Pasa algo? –preguntó uno de los chicos mas guapos de su clase, que estaba sentado cerca de ella.
-Nada –respondió con la mayor sequedad, mirándolo de reojo.
-¿Nada? –insistió.
-¿Sabes qué? Mejor me voy, esto es aburrido, y no tengo ganas de aguantar pesados como tú –rápidamente guardó sus cosas y se fue sin saludar, dejando su cuadro a medio terminar.
Como era muy temprano para volver a su casa, decidió pasar por un parque cercano y disfrutar del tímido sol invernal. Buscó un ligar apartado, y allí se sentó, en el césped. Sacó de su bolso su carpeta de dibujo y una carbonilla. Estaba un poco cansada de los abstractos, querría dibujar algo concreto y sencillo, pero no sabía muy bien qué. Decidió hacer lo que tenía enfrente: pequeñas cuestas o lomitas del parque, hojas secas revoloteando, edificios que se asomaban detrás de los árboles. Era tonto, pero por lo menos no se aburriría como en su clase.
De pronto, una pelota roja llegó rodando y golpeó levemente su pierna derecha. La miró, la había desconcentrado, y seguramente era de algún niñito chillador. Tuvo ganas de pincharla con una trincheta, hasta que escuchó una vocecita.
-Disculpa ¿podrías dármela?
Levantó la vista y se encontró con un niño de no mas de 4 años. Sin querer se le escapó una sonrisa.
-Claro, aquí la tienes –se la dio y el chiquito corrió cuesta abajo.
-¿Mélisande? ¿Eres tú?
Se giró, algo asustada, y se encontró nada menos que con John. John Lennon.
-Ah si, veo que eres tú –dijo casi riéndose –Con que dibujando ¿eh?
-Si....si...-respondió dubitativa -¿Y tú qué haces aquí? No vas muy bien disfrazado....
-Vine a pasear un rato con mi hijo.
-¿Tu hijo?
-Si, el de la pelota roja.
-¿Ese niño es tu hijo?
-Exacto.
-Lo he visto algunas veces en fotos pero....veo que ha crecido
-Si –respondió sonriendo, y luego mirando a un costado -¡Ey, Jules! ¡No vayas tan lejos!
-Es muy lindo.
-Igual que el padre –le guiñó un ojo.
Mélisande frunció el ceño y volvió a su dibujo. Se sentía incómoda con Lennon parado a su lado.
-Dibujas bien, ¿sabes?
-Si, lo sé. Estudio arte, debo dibujar bien, sino me hubieran echado de la escuela.
-Tienes razón. Yo también dibujo.
-Qué bien.
-Te estoy molestando, ¿no?
-Sí, lo haces.
-Pero soy tu jefe.
-Pero no estamos en horario de trabajo.
John largó una carcajada y Mélisande giró la cabeza para mirarlo, extrañada.
-Eres rápida para responder.
Negó con la cabeza y volvió a su dibujo.
-¿Harías un cuadro para mí?
-¿Sobre qué?
-Lo que quieras. Quiero ponerlo en mi sala.
-Lo pensaré.
-Eso es bueno. Bien, me tengo que ir, nos vemos maña. ¡Adiós Meli!
No contestó, sólo lo miró de reojo.
-“Meli”. ¿Qué se cree éste?



-“Descuentos por Navidad” –leyó en el volante que un muchachito le había entregado en la calle –Idiotas.
Arrojó el volante en la vereda y siguió caminando rumbo a Abbey Road, esquivando a la gente que, apurada, hacía compras de último momento, y a los tipos disfrazados de Santa Claus que había en la puerta de cada negocio.


-Ayes estuve con Mélisande –informó John encendiendo un cigarrillo
-¿Dónde? –preguntó Ringo, entre sorprendido y asustado.
-Estaba en el parque.
-Que raro.
-¿Por qué? Es un ser humano, puede ir a un parque.
-Si, pero pareciera un poco....
-Hosca, sí. –completó John –Sí, lo es. Pero, ¿sabes? Creo que todo esto es en vano. Esa chica no es el famoso asesino.
-¿Y cómo lo sabes? No me digas que es porque no tiene cara de asesina porque eso es estúpido.
-No, no iba a decir eso. Pero igual...¿a ti te parece que puede ser?
-Para ser sincero, a veces sí, y a veces no. Pero no hay que perderla de vista.
-Sobre todo porque es tu prima.
-¡No me jodas, John! –rió.
En ese momento, entró Mélisande seguida por Paul.
-No la mires tanto...-susurró Ringo en el oído de Paul, y él sólo rió.
-Brian les manda esto –Mélisande le entregó una carpeta a John.
-Ah si, hay que firmar unas cosas.....-dijo Paul.
-Bueno, me voy.
-Espera Mélisande –dijo John –Quería hacerte una pregunta.
-¿Qué pregunta? –todos lo miraron extrañados.
-¿Con quién pasarás Navidad?
La chica le dirigió una mirada fría, pero también curiosa, al igual que Paul y Ringo, que además se miraban entre ellos.
-¿Por qué quieres saber eso?
-No se responde a una pregunta con otra pregunta –rió –Te preguntaba porque.....si estás sola, puedes venir a pasarla con nosotros.
Paul iba a decir algo, pero Ringo lo detuvo, sin embargo Mélisande los vió.
-Lo pasaré con mi familia, vendrán de Francia.  Y con mi novio. De todos modos, gracias por la invitación –sonrió y se fue.
-Vaya, tiene novio –dijo John cuando se aseguró de que no lo escuchara.
-¡¿Pero qué mierda Lennon?! -gritó Paul -¡¿Cómo se te ocurre?!
-No te enojes, te estoy ayudando, la chica te gusta. Pero.....ya ves, tiene novio. Es una lástima.
-¡Estás loco de atar!
-Tranquilo Paul –dijo Ringo –Sólo es una estrategia, ¿no es cierto? John, por favor, dime que es una estrategia.
-Mmm....en parte sí. Pero dime si o harían una linda parejita.....
-Ay, mejor busquemos a George que no sé dónde se ha metido.....


El día de Nochebuena llegó. Vio como, de cada departamento de su edificio, las familias salían bien vestidas, con recipientes con comida, botellas y regalos, rumbo a las fiestas con sus familiares. Cerca de las siete de la noche, su piso estaba prácticamente vacío. Miró con algo de repulsión las coronas de Navidad colgando de las puertas, y se encerró en su departamento. No tenía ganas de comer, y tampoco tenía mucho para hacer. La televisión y la radio sólo le ofrecían programas navideños, así que decidió apagar todo y sentarse a pintar. Pero no encontró inspiración, por lo tanto guardó todos sus elementos, apagó la luz y se sentó en una vieja mecedora que tenía en su salita, frente a la ventana. Desde allí distinguía las luces de los árboles de Navidad del edificio de enfrente, y también las siluetas de algunas personas. En la calle no pasaba nadie, salvo algún que otro coche.
Suspiró, cansada. Nunca se había sentido tan sola. Si bien, durante casi toda su vida, la soledad había sido su única compañera en una familia donde todos parecían desconocidos,  había aprendido a disfrutarla, a sentirse independiente. Sin embargo, esa noche, se sentía tristemente sola, le pesaba mucho. ¿Qué había hecho? ¿Por qué, a veces, se sentía enferma por ser quien era? Si bien lo hacía con gusto, cuando se paraba a pensar, cuando recordaba esos rostros, no podía evitar despreciarse a sí misma. ¿Qué culpa tenían todas esas personas de que ella fuera una adicta a la muerte?
Recordó como había empezado todo: la crueldad de los niños, esa crueldad que todos tienen, no había cesado con el paso de los años. Comenzó, como hace un niño cualquiera, sintiendo placer al aplastar insectos o quemar hormigas, pero después, poco a poco, se le fue a de las manos. Cuando se dio cuenta, tenía dos muertes a su cargo en Francia, motivo por el cual decidió quedarse en Londres para siempre.
Pero, ¿en qué se había convertido? Pensó en Jack, era un muchacho encantador, del que incluso hasta podría haber sido su novia. ¿Qué mal había hecho para terminar así? ¿Por qué, cuando pensó en matarlo, nada la detuvo?
Se sentía acorralada. La policía, cada vez mas cerca, no era casi nada en comparación a  esos pensamientos, que solían aparecer para torturarla. Y para colmo de males, Lennon. Siempre había sido su preferido, desde el primer momento que supo de ellos, clavó su mirada en él. Al conocerlo, sólo le pareció un simple mortal mas, pero igual le notaba ese brillo distinto, algo que sólo él tenía por sobre los demás.
-¿Qué te pasa Mélisande? –se dijo a sí misma -¿Qué diablos te pasa?
Pasó los dedos por sus ojos, sin querer, unas lágrimas brotaron. Se puso de pie, y caminó al baño. Allí buscó un espejito de cartera, que hacía unos días se había roto contra el suelo.  Tomó la mitad, y caminó hasta su habitación. Se sentó en la cama, y otra vez volvieron unas lágrimas traicioneras, pero las dejó fluír. Estaba decidida. Mientras escuchaba algunos fuegos de artificio, y las campanadas que anunciaban la medianoche, extendió su brazo izquierdo y miró bien su blanca y delgada muñeca. Apoyó el trozo de espejo, con fuerza, sintiendo dolor. Brotó un poco de sangre, pero continuó. Era el momento de ponerle fin a todo. 

domingo, 11 de noviembre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo VIII


Se levantó por segunda vez en la noche. No podía dormir por los nervios y eso era algo que la ponía peor. ¿Ella, nerviosa? Era inaceptable.
Cuando miró su reloj despertador se dio cuenta que apenas faltaba hora y media para que sonara. Decidió no volver a acostarse y comenzar a preparase.
Cuando ya se acercaba la hora, caminó hasta los estudios, que muy lejos no quedaban. Mientras, vio como en las vidrieras de los comercios brillaban las luces y adornos de Navidad. Detestaba con toda su alma esas fechas, y mas ese año, que las pasaría sola, ya que aún seguía demasiado enojada con sus padres como para visitarlos.
Llegó a los estudios y se llevó una decepción: la banda no grababa por la mañana, así que allí sólo estaba el manager, esperando para conocerla. Ocultó su molestia tras una sonrisa falsa y respondió a todas las preguntas que Epstein le hizo, hasta que, al parecer, quedó satisfecho y convencido. Después se encargó de cumplir con rapidez y eficiencia todos los pedidos que él le solicitó. Se entretuvo bastante, tanto que la sorprendió el comentario que Brian le hizo:
-En una hora llegarán los chicos.
Efectivamente, cerca de una hora después, fueron llegando uno a uno.
-Ringo, tu prima es muy eficiente –dijo Brian.
Mélisande miró mas que extrañada al manager y luego a Ringo que le hizo una cara de “después te explico”.
-Ah si, si, es muy buena –contestó el chico.
Brian se retiró un instante y Ringo la llamó.
-Perdón por esto, él no quería que contratáramos una asistente, pero nosotros lo creíamos necesario. Y....bueno....para que pudieras entrar, John le dijo que eras mi prima.
Trató de contener una carcajada, pero fue en vano, y eso la extrañó mucho.
-No te preocupes, simularé que somos familiares.
-Gracias.
Ese primer día terminó siendo tranquilo, y los siguientes también. El trabajo no era mucho, y se sentía a gusto allí. Estaba relajada, sin nervios ni tensiones y no tenía que simular ser una chica buena porque prácticamente se sentía así.  No había visto mas a Dobb, aunque deducía que era porque el trabajo de vigilarla lo estaban haciendo los chicos.
Ello no le quitaban los ojos de encima por dos razones: por mandato de Dobb, y porque era muy hermosa. Mélisande lo sabía y siempre se arreglaba mucho para ir a trabajar. Esa era la estrategia de muchas mujeres: explotar su belleza para hacer caer a los hombres.
Pero había algo que la inquietaba: en los días que llevaba trabajando allí, no hubo noticias de asesinatos. Eso podría levantar sospechas; Dobb, o quizás mas personas que estuvieran al tanto se preguntarían “Qué casualidad, hace una semana que está trabajando, vigilada constantemente y no murió ni un perro”. Tenía que hacer algo para despistarlos, pero no arriesgarse mucho. Se le ocurrió una idea.
-Mélisande, ya puedes pasar por la oficina, está tu paga de esta semana –dijo Paul, detrás suyo.
-Ah gracias Paul –respondió tratando de disimular su sobresalto, no sabía que él estaba tan cerca. Le sonrió y salió del estudio, rumbo a la oficina.


-Estaba pensativa –Paul encendió un cigarrillo.
-Quizás pensaba cómo despellejarnos –dijo George tratando de abrir un paquete de tostadas.
-¿Saben? Me parece que nos equivocamos –todos miraron a John –Para mí que no es ella....y sino lo disimula muy pero muy bien.
-Puede ser –dijo Ringo terminando de abrir el paquete con el que George luchaba –Flacucho ya ni fuerzas para esto tienes. Decía que ella no tiene cara de asesina serial. Está bien, no es necesario que se parezca a Jack el Destripador, pero....parece una chica común y corriente. Pero bueno, si Dobb sospecha....
-Rich, Dobb es medio tarado –dijo George con la boca llena.
-Bueno, en eso tienes razón –rió.
-Sigamos vigilándola, no nos dejemos engatusar –sentenció Paul.


Con el dinero en la mano, sonrió. Era justo lo que necesitaba para llevar a cabo su idea. No sería tan emocionante como otras veces, pero tenía su encanto, sería diferente.
Llegó hasta la farmacia que quedaba a dos calles de su edificio. Sabia que el dependiente era un muchacho joven un poco atontado, así que le sería fácil.
-Hola –saludó con una sonrisa seductora.
-Hola...-respondió el muchacho mirándola sorprendido.
-Quería saber si vendes potasio.....se lo pidieron  a mi hermano en el colegio, para hacer experimentos en el laboratorio.
-Si, claro. Sígueme, esas cosas están por aquí –el dependiente le indicó que pasara detrás del mostrador y entró a un cuarto contiguo con estantes abarrotados de cajas llenas de bolsitas y frasquitos pequeños. Comenzó a buscar con la mirada. –Veamos....potasio.....¡aquí! –de una caja extrajo una bolsita.
-¿Es esto?
-si, viene en esa cantidad, así siempre lo llevan los estudiantes.
-Ah...gracias....-casi con desesperación, buscó con la mirada lo que realmente necesitaba, mientras tanto vio una caja en una estante, el mas alto de todos, que decía “Sodio”.
-¿Necesitabas algo mas? –preguntó el muchacho, al ver que ella no decía nada mas.
-Eso que está allí....-señaló la caja -¿Es el bicarbonato de sodio que a veces usamos?
-Si, es ese.
-¿Podrías darme un poco?
-Por supuesto –el chico sonrió -Buscaré una silla para subirme y alcanzarlo.
Se fue, y Mélisande comenzó con su búsqueda. En un rincón oscuro encontró dos cajas apartadas: “Cianuro” y “Estricnina”. Se acercó y metió la mano en la caja del cianuro y estaba ya sacando un frasquito cuando el dependiente volvió, haciendo bastante barullo con la silla. De inmediato se dio vuelta y le sonrió, él le devolvió la sonrisa, ni siquiera vio lo que ella estaba haciendo. Se subió a la silla y trató de alcanzar la caja de sodio.
-Mmm....no sé cuál llevar –pensó Mélisande –Cianuro me parece muy cruel....Mejor estricnina, es rápida y menos dolorosa.
Le dio una mirada furtiva al muchacho que seguía intentando agarrar la caja, y se acercó al rincón. Con un movimiento rápido, extrajo un frasquito de la caja de estricnina y lo metió en el bolsillo de su abrigo.
-¡La tengo! –exclamó el empleado –Bien....una bolsita de sodio. ¿Algo mas?
-No, nada mas.
Volvió a poner la caja en su lugar y le entregó la bolsita.
-Perdón por la tardanza.
-Oh, no hay problema. Dime cuánto es.
-Eh...bueno, te hice esperar mucho y....no te cobraré nada.
-Pero....
-Además no me parece bien cobrarle a una chica tan linda.
-Gracias –Mélisande le sonrió y salió de allí con las bolsitas en la mano.
-Idiota –dijo en voz baja al cerrar la puerta de la farmacia.


Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue tirar las bolsitas de potasio y sodio al cesto de basura y después sacó esa misma basura al pasillo de su piso, donde el portero del edificio la recogería. Después, llamó a la viuda, diciéndole que tenía algo de dinero para pagar su deuda. La mujer le contestó que enseguida enviaría a su administrador. Cortó la comunicación con una sonrisa de satisfacción.
Mas de una hora después, el joven administrador tocó timbre.
-Bu....buenas noches señorita Leroux –tartamudeó.
Mélisande sonrió para sus adentros, sabía perfectamente de qué forma la había mirado Jack Ernst la primera vez que se encontraron.
-Buenas noches, pase. –Jack entró y ella le indicó que podía dejar sus papeles sobre la pequeña mesa de la sala.
-Perdón por la tardanza, no pude alcanzar el autobús y tuve que venir caminando y...digamos que mi casa queda bastante lejos de aquí.
-No se preocupe, no había apuro. ¿Quiere tomar algo?
-Por favor, tutéame. Los dos somos muy jóvenes, ¿no?
-Si, está bien....Tienes razón –respondió riendo –En fin, ¿quieres tomar algo?
-Con un vaso de agua fresca estará bien.
-Ya mismo lo traigo.
Entró a la cocina, buscó un vaso y lo llenó con agua que tenía guardada en el refrigerador. Miró a todos lados, para cerciorarse de que el chico no estuviera cerca, y sacó del bolsillo de su abrigo colgado en una silla, el frasquito. Con 25 mg., los síntomas aparecerían en treinta minutos, y en cuarenta y cinco sobrevendría la muerte segura. No sabía cuánto serían 25 mg., pero mas o menos calculó.
Tapó y arrojó el frasco a la basura, al día siguiente de lo llevarían.
-Aquí tienes –dijo dándole el vaso a Jack.
-Muchas gracias –respondió el joven antes de tomar unos sorbos. Sin querer, a Mélisande se le escapó una sonrisa.
-Te pagaré un mes, el mes entrante te daré lo que falta –buscó en sus bolsillos hasta que sacó el dinero que había cobrado esa misma tarde.
-Perfecto –Jack abrió una carpeta negra y buscó el recibo –Firma aquí –dijo extendiéndole el recibo.
-¿No tienes bolígrafo?
-Oh perdón, lo olvidé, qué tonto –se lamentó tomándose la cabeza.
-No hay problema, aquí tengo uno –Mélisande buscó uno en un lapicero, y agradeció que Jack no tuviera bolígrafo, así sus huellas no quedarían marcadas en él.
-Vaya, no sabía que pintabas –Jack miraba los cuadros sin colgar, apoyados contra la pared.
-Estudio arte.
-Son muy bellos....Oh, éste está espectacular –señaló uno.
Atenta a todos sus movimientos, tomó la carpeta negra con los recibos cuando él estaba concentrado mirando su mas reciente obra.  Era el momento de dejar  su marca personal. Estaba dispuesta a escribir cuando se detuvo a pensar. Un perito caligráfico podría comparar su letra en esa carpeta con cualquier cosa que hubiera escrito, y las tendrían porque ahora trabajaba para The Beatles, por lo tanto, sería fácil que encontraran un papel escrito por ella. Dudando, tomó el bolígrafo con la mano izquierda y detrás de un recibo cualquiera, escribió con algo de dificultad “She’s got the devil in her heart.”
-Ya está –dijo, y Jack se dio vuelta, y tomó el dinero que Mélisande le daba.
Contó los billetes y asintiendo los metió el en bolsillo de su pantalón. Luego, tomó mas agua.
-Po....¿podría preguntarte algo? –de repente, Jack parecía inseguro, o nervioso.
-Claro, lo que quieras.
-¿Quisieras salir este sábado, ir al cine? Me dieron unas entradas y...no tengo con quien ir.
Dudó unos instantes, pero enseguida se decidió. Después de todo, ¿qué le costaba darle una última alegría?
-Me encantaría.
Jack hizo una sonrisa de oreja a oreja.
-Pasaré por ti a las 7
-Muy bien, te espero.
Se despidieron, Mélisande cerró la puerta y se apoyó en ella, suspirando.
-Pobre Jack, parecía un buen chico......



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Vamos a hablar en serio, esta mina es una hija de pu....ah, cierto, la madre soy yo XD
Jajaja, como les va? Perdón por tardar en subir en este fic, y si, ya sé que Devil in her heart no es de los Beatles, pero no importa, aparte en el siguiente capitulo van a decir que no es de ellos. Ah, el próximo capitulo va a estar bueno (eso creo).
Se cuidan, eh! 

domingo, 28 de octubre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo VII


Una larga fila de muchachitas esperaban, ansiosas,  ser entrevistadas, aunque ignoraban que ninguna de ellas sería seleccionada.
Dos agentes mujeres de mucha confianza las esperaban detrás de un escritorio, donde les hacían unas pocas preguntas sin importancia, y con indiferencia, les decían que pronto las llamarían. Dobb supervisaba todo atentamente, en busca de la chica que realmente le interesaba. Tenía fé en que aparecería.
-Señor Inspector, estamos aburridas –dijo una de las agentes, mientras observaba las puntas maltratadas de sus largos cabellos.
-Recuerden la recompensa –respondió Dobb, guiñándoles un ojo.
-Igual....
-Priscila ¡los conoceremos! Has el sacrificio, faltan pocas chicas –le dijo la otra agente, llena de entusiasmo.


-El procedimiento del viejo este me parece lo mas estúpido del mundo.
-Paul, qué raro tú diciendo “viejo” y “estúpido”. ¿Adónde ha quedado tu educación?
-No me jodas Lennon.
-Paul tiene razón –acotó George –Encima le prometió a las mujeres policía que nos conocerían, todo para que lo ayuden ¿Saben lo que será soportar el acoso de dos mujeres policía?
-Nos amenazarán con sus armas reglamentarias –rió Ringo.
-También pueden esposarnos...-dijo John, pícaramente.
-Ya salió Lennon y sus degeneramientos. Como sea, esto es muy tonto. ¿Qué le cuesta agarrar a la supuesta asesina y meterla presa?
-Lo repetimos mil veces, Paul: no hay pruebas.



Mélisande miró el reloj de la cocina. Había pasado mas de hora y media desde la hora que anunciaba el volante pero, sabiendo que todo se trataba de una treta de Dobb, lo haría esperar. Lo haría esperar hasta que desesperara.
Con tranquilidad, tomó un baño, se vistió tomándose todo su tiempo para elegir la ropa, se peinó y se maquilló con lentitud. Después, salió fuera del departamento, pero alli la esperaba un joven rubio, con un bolso cruzado y unas carpetas negras.
-¿Es usted Leroux? –le preguntó precipitadamente,.
-Si....-respondió con desconfianza.
-Mi nombre es Jack, Jack Ernst. Soy el administrador que puso la viuda. Supongo que sabe que al dueño del edificio lo asesinaron....
-Oh si, lo sé, pobre hombre....
-Bueno, la señora me ha dado los registros y anotaciones de su esposo, y mirándolos veo que usted tiene una deuda.
-Si. ¿Ahora cobrará usted la renta?
-Así es.
-Espéreme una semana. Ahora mismo estoy yendo a una entrevista de trabajo que estoy segura que conseguiré. –Ernst miró con curiosidad a la chica, le pareció muy firme –Así que pronto tendré el dinero y le pagaré todo lo que estoy debiendo.
-De acuerdo....
-Déle mis saludos a la viuda.
Y sin decir mas, caminó apresurada hacia el ascensor, casi llevándose por delante a Jack, que se quedó mirándola, extrañado.


-Maldita sea ¡no puede ser que no venga!
-Inspector, ¿cuando terminemos con esto iremos enseguida a verlos? –preguntó una de las policías.
-¡Y yo qué sé! –respondió exasperado.
-Denos una respuesta, yo antes querría pasar por mi casa a arreglarme mejor, mi maquillaje ya se ve mal....
-Hagan como quieran.....-dijo resignado –Iré a tomar otro café.
Si bien la fila había sido muy larga, ya estaban quedando pocas chicas, que seguían entusiasmadas pese  a haber visto a las anteriores salir desilusionadas.
Pasó una hora y ya no quedaba ninguna.
-Esto fue un fracaso –Dobb arrugó con los dedos el vaso plástico del café que acababa de tomarse –Mejor junten sus cosas y vayan a sus casas, a arreglarse o a lo que sea.
Arrojó a un cesto de basura al arrugado vaso y se sentó en una silla giratoria. Se sentía frustrado, y ya no quería sabe mas nada del asunto. Miraba con indiferencia a las agentes, que estaban eufóricas hablando sin parar de lo que dirían o harían cuando conocieran a The Beatles.
-Si tan solo pusieran el mismo empeño en trabajar....-pensó.
Se puso de pie y cerró las puertas de vidrio del lugar que habían alquilado expresamente para la ocasión. Volvió a sentarse en la misma silla, pensado en el dinero que el Estado estaba invirtiendo en capturar a un asesino, y que por culpa de su ineptitud se estaba malgastando.
Levantó la vista para mirar a las agentes y decirles que era hora de irse, cuando la vio: Mélisande golpeaba tímidamente una de las puertas de vidrio.
Les dijo a las agentes que se quedaran, y que ésa era la chica que buscaba. Se escondió, rogando que Mélisande no lo hubiera visto.
Una  de las agentes abrió la puerta y Mélisande se disculpó por haber llegado tan tarde. Inventó una serie de excusas y se sentó frente al escritorio. Pese a su apuro y ansiedad, las dos policías se esmeraron en las preguntas, para que no sospechara. Demostraron estar conformes y luego de simular una charla privada entre ellas, le informaron que tenía el trabajo, y que sería asistente nada menos que de The Beatles.
A Mélisande se le iluminaron los ojos. Sí, sabía perfectamente de qué se trataba todo, pero a pesar de lo que ella era y de lo que ocultaba, también era una joven obsesionada con esa banda, como todas las chicas, y saber que los conocería a todos le habia despertado su lado mas inocente.
-Perfecto, mañana te presentarás aquí –una de las policías le dio una tarjeta con una  dirección –Te estará esperando un hombre que te llevará con ellos, para que empieces  a trabajar.
-Genial –respondió sonriendo.
-Si, es genial, nosotras nos vamos –una de las policías tomó su bolso y se puso de pie
-¡Priscila contrólate! –la reprendió la otra.
-Bueno, yo me voy, muchas gracias por todo –Mélisande guardó la tarjeta en su cartera y salió.



-Ok, entonces: Para Priscila, con cariño de...
-No, ella es Priscila, yo soy Rachel
-Ok...-Paul miró a John, que se reía, y volvió a su tarea de firmarle los discos a las policías –Para Rachel, con cariño, de Paul. Aquí tienes.
-¡Oh gracias Paul! ¿Puedo darte un beso?
-¡No, yo le daré un beso!
-¡No, yo!
Paul se volvió a Dobb, que enseguida intervino.
-Por favor, son policías, dejen de comportarse como colegialas.
-Entonces le pediré un beso a George
-¡No Rachel!
-¿Qué? Yo no pienso darle un beso a nadie –George se tapó la cara con un almohadón.
-Dobb, no sabe el odio que le estoy tomando –dijo Ringo -¡Trajo a estas dos locas que supuestamente son “policías” nada mas que para que se nos tiren encima!
-Es lo que les ofrecí con tal de que colaboraran y no hicieran preguntas. Y lo hicieron bien, sólo les dije que tomaran a Leroux. Ni siquiera saben qué tienen  que ver ustedes en esto, y cuantas menos personas lo sepan, mejor. Ahora colaboren ustedes, fírmenles lo que quieran, así se irán contentas.
-Encima mañana traen a esa loca –dijo John –La verdad, le tengo miedo.
-Tenemos que pensar qué le diremos a Brian –dijo Ringo.
-Si, es cierto.....



-¿Y usted para qué quieren una asistente? –preguntó Brian, con las manos en la cintura, mirándolos con severidad.
-Vamos Brian, tu estás muy ocupado, y nunca está de mas una asistente –dijo Paul.
-¿Y se puede saber quién es?
-Es....es....¡la prima de Ringo! –todos contuvieron la risa ante la respuesta de John.
-No sabía que tenías una prima....
-Si, si, vive en Li....
-¡Vive en Francia! –George habló antes de que su amigo metiera la pata.
-Ah, si, si, vive en Francia, pero ahora vino aquí.
-¿Cómo se llama?
-Mélisande Leroux –dijo John al ver la cara de desesperación de Ringo, que no recordaba el nombre.
-Ah claro, es bien francesa......Bueno, espero que sea verdad y no una noviecita de alguno de ustedes. Nos vemos después.
Cuando Brian se fue, todos respiraron aliviados, había sido mas fácil de lo que creían.


A la mañana siguiente, Mélisande se presentó en la dirección de la tarjeta. Se sorprendió mucho al encontrarse allí a Dobb. Según ella, el tipo no tenía ni el mas mínimo cuidado en que ella descubriera todo, aunque ya lo sabía. Quizás, todo era parte de la trampa.
-Inspector, que raro usted aquí.-dijo a modo de saludo.
-Es que debo estar aqui. Ya sabes, The Beatles es una banda muy famosa y deben contar con la máxima seguridad. Y de eso me encargo yo, y mas cuando se trata de personal nuevo. Sube al auto, iremos hasta los estudios Abbey Road, allí conocerás a los chicos y harán el contrato. Por favor, nada de escenas de histeria.
Mélisande sonrió y subió al auto con tranquilidad. Le estaba gustando mucho el juego, y mas cuando veía lo nervioso que estaba Dobb. Y es que él tenía ganas de saltarle encima y llevarla a la cárcel mas cercana. Pero debía disimular, aún a sabiendas que la chica era muy inteligente y que ya estaría al tanto de todo.



-Chicos, ella es Mélisande, su nueva asistente –dijo Dobb, con cuidado.
-¡Hola! –saludó ella sin poder ocultar su emoción.
-Ho...hola...-dijeron los cuatro entrecortadamente, tanto por el miedo como por la sorpresa. Y es que la chica les pareció hermosa, quizás demasiado como para ser una asesina despiadada.
-Bien, ¿quién se encarga del contrato? –dijo Dobb para cortar la tensión.
-Es Brian, pero no está, tenía que hacer unas cosas. Así que nos dejó los papeles  a nosotros –respondió John, sin sacarle los ojos de encima a Mélisande.
-Entonces me voy –Dobb se colocó su sombrero y se disponía a irse cuando se percató de la mirada suplicante de los chicos –Oh, tengo tiempo, mejor me quedaré.
Vio como todos relajaban sus expresiones, y Paul salió a buscar los papeles.
-Siéntate –George le ofreció  una silla y ella obedeció.
-Y...¿cómo te llamas? –preguntó Ringo.
-Mélisande.
-Lindo nombre.
-Gracias. –bajó la vista. Sabía que estaría muy sonrojada, y se odiaba por eso, ella que tenía la sangre fría como el hielo, estaba nerviosa por estar frente a ellos.
-Aquí está el contrato –Paul entró y se sentó frente a ella –Bien, la jornada es de seis horas, llevarás nuestra agenda de compromisos, atenderás llamados.....
-Ok –respondió asintiendo con la cabeza.
-Y...veamos, que mas dice –leyó el papel –Ah, si, se te pagará cada dos semanas.
-Que sea cada una.
Todos, incluído Dobb, se quedaron mirándola, sorprendidos por la firmeza de la exigencia. Ella sonrió para sus adentros: si todo era una trampa, no podían despedirla, por lo tanto quería darse el lujo de pedir cuánto y cómo se le pagaría.
-Emm...pero acá dice que.....
-Que sea todas las semanas –insistió.
-No sé si a Brian le gustará....-comenzó de decir George –Ya saben como es él con el dinero, y por lo que sé está ahorrando gastos...
Pero Dobb los miró casi rogándoles que le dijeran que sí.
-Está bien, será todas las semanas –dijo Paul quitando la mirada sobre el inspector y volviendo a los papeles, a la vez que suspiraba resignado.
-Firma aquí –John le señaló el lugar en el papel y le dio un bolígrafo. Notó que la firma de la chica era fina y clara.
-Bueno, mañana a primera hora te esperamos aquí –informó Paul.
Mélisande sonrió, agradeció y salió de allí, con Dobb casi pisándole los talones. Ya en la calle, se saludaron amablemente. Eso era parte del juego que los dos estaban jugando, simular. Aunque la inocencia que demostraba Mélisande a veces hacía dudar al inspector.

En el estudio, lo esperaban ansiosos.
-Bien chicos, ahora les toca actuar a ustedes. Recuerden, deben tener todos los sentidos puestos en ella., cualquier cosa, por mas mínima que sea, puede ser una pista de gran importancia.
-Dobb, solo le digo algo –dijo John –Mas vale que todo esto salga bien.



Llegó a su casa y cerró la puerta con una sonrisa. Dejó sus cosas desperdigadas por la pequeña cocina y se preparó para pintar. Antes de dar la primera pincelada, de color negro azabache, le dedicó una mirada furtiva al póster que tenía colgado en la puerta de su habitación y sonrió. Se sentía satisfecha por haber conocido, al fin, a esos cuatro. Y sobre todo, por haber conocido a uno de ellos, el que le parecía mas importante.





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Hoolaaa!!!!!! perdón por la tardanza, tenía crisis inspirativa hasta hoy, que me senté y me obligué a escribir y salió esto. No sé porqué, pero me gusta como quedó, espero que piensen lo mismo.
Un beso a todas!

domingo, 7 de octubre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo VI


Dobb dejó caer el auricular sobre el teléfono. Estaba desganado y totalmente frustrado. Acababan de notificarle otro crimen y sabía que eso ya desataría una histeria colectiva imparable. No sería fácil tratar de calmar a los londinenses cuando sabían que había alguien que mataba a cualquiera sin un aparente motivo. Lo peor era que se veía venir todo tipo de acusaciones y presiones. Él era el jefe de policía, pero tenía sus superiores que en cualquier momento podían mandarle un telegrama de despido.
Mas frustrado se sentía por haber errado de camino la noche anterior. Estaba seguro que esa chica tenía algo que ver, y sin embargo dejó de vigilarla para interrogar a un delincuente que nada tenía para decir, salvo un montón de recuerdos sobre su madre asesinada. Se dejó engañar por ella, fue mínimo, pero lo hizo, porque pensó que esa noche no pasaría nada, y sucedió otro crimen.
Miró su escritorio, donde se amontonaban varias carpetas amarillas. Buscó la que tenía la declaración de Mélisande y la releyó. No podía ser mentira, no había lugar a sospechas. Pero las había. Y si todo lo que decía allí era mentira, estaba ante una profesional, ante un cerebro inteligente y astuto.
Una oleada de rabia se apoderó de él, ganas de ir a buscarla y llevarla de los pelos a declarar, hasta que confesara. Pero no podía hacer eso, no tenía pruebas, y si quería tenerlas, debía pedir una orden de allanamiento al juez, mostrarle los motivos de sus sospechas y, si el juez quería, recién podía actuar en una semana, o mas. La justicia era lenta y no había tiempo. Además, quería demostrarle a esa chica que él era mas astuto. Había que hacerla caer, y mientras tanto vigilarla. Haría otras investigaciones y elaboraría un plan. Un plan en el que usaría a los cuatro de Liverpool.

-¡La culpa es de George! –se burló John, señalando a su compañero.
-¿Mía? ¿Y yo qué hice ahora?
-Escribiste la canción que la asesina usó.
-Ey, ¿cómo sabes que es una asesina? –preguntó Ringo.
-Es claro que es esa chica, la del nombre raro. No sé porqué no la encarcelan y listo.
-No hay pruebas –intervino Paul.
-¿Seis asesinatos en poca prueba?
-Pero no se sabe si fue ella o no....
-Como sea, la culpa es de George –dijo John, entre risas.
-No me causa gracia –replicó el guitarrista, cruzándose de brazos –En realidad, me preocupa mucho esto ¿Miren si no para hasta acabar con nosotros?
-Creo que mejor sería desentendernos de todo. Que la policía se arregle como pueda. –dijo Ringo.
-Ey, ey, ey ya estamos dentro, no podemos salir, dijimos que ayudaríamos....
-Pues yo me bajo Paul. Si quieren, sigan ustedes, yo no quiero saber nada con psicópatas.
-Ringo no te acobardes
-¡No me acobardo Paul! –gritó exasperado.
-¿Qué está pasando aquí? –Brian los miraba inquisitivamente,  parado en la puerta.
-Nada....-respondió Paul de malas maneras.
-¿Seguros? –insistió el manager.
-Seguros –afirmó John, mirando a Paul y Ringo –Oigan, mejor vamos, quiero mostrarles una canción que escribí hace unos días.


Mélisande frunció el ceño cuando el viento frío le pegó en la cara. Metió sus manos enguantadas en los bolsillos de su tapado, y caminó mas rápido. Mientras, miraba con el rabillo del ojo las vidrieras de los negocios, en busca de algún cartel donde solicitaran personal. Le molestaba muchísimo tener que “rebajarse” a trabajar, pero no tenía alternativa. Podría seguir con su derrotero sangriento y mientras tanto robar, o dedicarse sólo a asaltar, algo en lo que no tenía experiencia.  Pero ya estaba muy cercada y quería detenerse, mas que nada para desorientar a Dobb, a quien ya le había tomado un odio voraz.
Su búsqueda fue infructuosa, y después de caminar largo rato, decidió que no buscaría lugares donde solicitaran empleados, sino que entraría a cualquier comercio y se ofrecería. Miró atrás, en busca del auto del inspector pero no lo encontró. Esta vez, Dobb la seguía caminando, totalmente disfrazado.
Después de entrar en diez negocios, en vano, eligió uno cualquiera. Sino tenía suerte, probaría otro día.
-Buenos días –saludó a la vendedora del local de ropa.
-Buenos días –contestó la mujer amablemente -¿En qué puedo ayudarla?
-Mire, estoy buscando trabajo. No tengo experiencia previa, pero puedo aprender rápido –trató de hacer su mejor sonrisa.
-Entiendo, pero sólo soy una empleada. Preguntaré al dueño, espéreme un momento –la mujer entró en una oficina, mientras Mélisande observaba con detenimiento la ropa.
La mujer salió apresuradamente de la oficina.
-Dice el señor Rubrs que por ahora no necesita a nadie, pero que igualmente deje un número de teléfono para contactarla.
-No tengo teléfono –respondió Mélisande con sequedad –Pero puedo dejarle mi dirección.
-Perfecto, anote aquí –la mujer le dio un papel celeste, y un bolígrafo, donde Mélisande anotó su nombre y dirección.
-Gracias, es usted muy amable –saludó, y ajustándose la bufanda, salió del negocio, sin poder disimular su mala cara.
Ni bien salió vio a un hombre que se le hizo conocido, y en cuestión de segundos reconoció a Dobb, apoyado en una pared, anotando algo en una libreta y tratando de ocultarse bajo un gracioso sombrero.
-Viejo estúpido, se cree que no lo vi –pensó, y comenzó a caminar rápido, rumbo a su casa. Era la primera vez que sentía un poco de miedo por ser descubierta.


Dobb miró el registro que llevaba anotado. Eran todos los lugares que Mélisande había visitado, todos comercios donde entraba y al cabo de unos pocos minutos, salía sin comprar nada. Los primeros, eran negocios donde solicitaban personal. Los otros no. Era evidente que la chica estaba buscando trabajo, y a juzgar por las caras que le había visto, estaba de muy mala suerte. Recordó los datos personales de ella: vivía sola, estudiaba arte, y nunca había trabajado. Eso explicaba porqué nadie la tomaba, no tenía experiencia en nada. Y si recién en ese momento buscaba un trabajo quería decir que quien la mantenía había dejado de hacerlo. Quizás eran sus padres, algún pariente, un amante....Lo que sí sabía con certeza era que con ese dato, podría elaborar el plan.


-Llegó el momento de que actúen.
-No quiero.
Dobb miró a George, sorprendido por la convicción de su respuesta.
-Yo tampoco.
Ahora le tocó mirar a Ringo, que parecía tan firme como su amigo. Sin embargo, el inspector no se ablandó.
-Lo lamento, pero no pueden decir que no. Lo que tengo pensado los involucrará a los cuatro, quieran o no.
Ringo bufó y miró a George, que negaba con la cabeza. John y Paul los miraban, sin expresión.
-¿Sabe qué? La culpable es la chica esa. Arréstela y fin del problema. -dijo John, fastidiado por la tensión del ambiente.
-Yo también creo que es ella, pero sin pruebas no podemos hacer nada.
-Me exasperan las vueltas que da la policía y la justicia –dijo Paul
-Créeme que a mí también. Es un sistema perverso, al que tenemos que obedecer igual.
-Usted dijo que en casos como éste todo el mundo es sospechoso ¿pero cómo saber quién es el culpable y quién un pobre inocente? –preguntó George.
-Para saber eso ideé este plan. Esta chica está buscando trabajo. Encubiertos, nosotros se lo daremos. Será asistente de ustedes.
-¿QUÉ? –cuatro gritos alterados se escucharon.
-¡Está loco, nos matará a todos! –exclamó Ringo.
-Tranquilos, tendrán seguridad, mas seguridad de la que tienen ahora.
-No creo que pongan una escolta policial en la puerta de mi habitación por si la loca esa quiere entrar con un cuchillo a descuartizarme.
-George, cálmate. No vivirá con ninguno de ustedes. Será, por ahora, durante un mes. Anotará sus cosas, los acompañará, bueno, todo lo que hace una asistente. Cuando entre en confianza, será el momento ideal, porque será cuando tenga la guardia baja y dirá o hará algo que la descubra.
-No me parece bueno, se dará cuenta. –dijo Paul.
-No importa si se da cuenta o no –Dobb parecía hartarse- Lo que importa aquí es que esté cerca de ustedes, y si quiere hacerles algo, agarrarla en el momento justo.
-Sigue siendo una pésima idea –Paul estaba contrariado, y miró a sus amigos. Ellos no parecían así, mas bien parecían asustados.
-Oiga ¿cómo hará para que ella sea nuestra asistente? –preguntó John -¿Tendremos que ir nosotros a tocarle el timbre y decirle “Hola, ganaste un concurso en el que nunca participaste y ahora serás nuestra asistente por un mes”? Porque si es así, no dudará en matarnos allí mismo, y yo le daré la razón, porque todo esto es patético.
Dobb calló. El plan que al él le parecía perfecto, se estaba viniendo abajo con las críticas que todos le lanzaban, pero no aportaban ninguna idea.
-Se repartirán volantes en la escuela a la que asiste. Se anunciarán supuestas entrevistas de trabajo. No creo que los estudiantes de arte sean afectos a trabajar como asistentes, así que no se presentarán muchos, a menos que tengan urgencia de empleo, como ella.


Luchaba para que no se le cayera ninguna de las carpetas que llevaba en sus brazos, cuando un jovencito le entregó un volante. Como pudo, lo tomó. Al bajar las escalinatas de la salida, vio como varias chicas comentaban algo, mirando los volantes que repartían. Intrigada, acomodó bien sus carpetas y leyó: “Se solicita asistente para famosa banda de rock. No se necesita experiencia”. Se le hizo imposible reprimir una carcajada. Evidentemente, la policía iba de mal en peor, eran tan básicos....
-Vamos Dobb, sé que ésta es una jugadita tuya –dijo aún riéndose, mientras caminaba leyendo la dirección del papel –Ya te vi siguiéndome, si eres un policía bueno ya sabrás que busco trabajo. Y hoy, mágicamente, aparece uno, en la puerta de mi escuela. Igualmente, te daré el gusto. Ser la asistente de The Beatles será divertido. Muy divertido.



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Hola!!! Perdonen la tardanza, ya saben, la universidad.......
Quiero hacerle publicidad  aun nuevo fic, es de Jane, y la verdad me encantó, léanlo, recién empieza, se llama Hombres de ningún lugar, y es muy original: http://hombresdeningunlugar.blogspot.com.ar/
Nos vemos!

domingo, 23 de septiembre de 2012

Secretos Compartidos Capitulo V


-Así que usted salió con Deppart y lo acompañó hasta el hotel.
-Así es.
Dobb miró inquisitivamente a la chica. Al parecer, hablaba con sinceridad, y para él era un alivio que alguien se presentara a atestigüar en ese caso tan complicado, del que tenía pocas pistas que no llevaban a nada, y en el que, para colmo, el gobierno estaba metiendo presión.
-¿Y después?
-Tomamos u n café y hablamos de arte.
-Mmmm....sí –respondió leyendo una carpeta -¿Puede ser que hablaran en francés? Porque le tomamos declaración al empleado que los atendió, y dijo que le pareció que hablaban es ese idioma.
-Sí, era francés –sonrió para sus adentros. Su coartada estaba resultando perfecta. La vieja de la galería no había hablado aún, por lo tanto nadie podía decirle que concurrió a declarar para defenderse. Y ahora se enteraba de lo del camarero. Era obvio que no supiera nada, porque aquella noche, cuando Deppart la invitó a subir a su habitación, el lugar estaba vacío, y nadie los había visto subir juntos. Y para cuando ella salió del hotel, el pettit café estaba abarrotado de gente y había otros camareros. Sin dudas, todo era perfecto.
-¿Y luego señorita Leroux? ¿Usted se retiró?
-Sí, el señor Deppart se sentía muy cansado, así que nos despedimos y acordamos vernos a la mañana del día siguiente.
-Usted pinta, ¿no es así?
-Exacto. Estudio arte.
-¿No tenía ningún tipo de relación con él? Me refiero a algo amoroso.
-No, lo conocí ese mismo día.
-Bien...-Dobb cerró la carpeta, con lentitud –Le agradezco que se haya presentado a declarar. ¿Por qué lo hizo?
-Quiero que de una vez se termine todo esto y se resuelvan los crímenes. Ya sabe, el de Deppart y el de mi anciana vecina.
-Lamento informarle que no sabemos nada sobre ninguno de los dos. Faltan pruebas, testigos......Ojalá fueran todos como usted.
Mélisande sonrió, agradeció y desapareció por la puerta. Sin embargo, Dobb dudaba. Pero ya era tarde y continuaría al día siguiente.



“Queridos mamá y papá:
                                       Les escribo, otra vez, para pedirles que me envíen el dinero de la renta. Estoy a punto de deber dos meses y el dueño es un pesado. Por favor, es urgente.
                                       Espero que estén bien, aquí todo siguen igual.
                                       Con cariño,
                                                                Mélisande.”

Dobló y metió el papel en un sobre, en el que garabateó una dirección. Lo cerró,  y le pegó unas estampillas.
Entró al ascensor esperando no encontrarse con el dueño del edificio. Por suerte, el hombre no estaba haciendo su recorrida habitual. Salió a la calle mirando a todos lados, otra vez se sintió algo paranoica. Pero esta vez tenía razón en estarlo: aunque no lo sabía, un coche negro estaba aparcado en la esquina. Desde allí, Dobb observaba sus movimientos.


Sentados alrededor de la pequeña mesa, tomaban café. Cuidaban no decir algo que a su manager le pudiera resultar sospechoso. Estaban conscientes de que cuantas menos personas lo supieran, mejor. Luego de finalizar la charla, el hombre se despidió y se fue.
-Bien, es hora de continuar grabando -Paul se puso de pie y se colocó su chaqueta.
-Si, ya es tarde –Ringo bostezó.
-Con unos detalles mas estará lista –agregó John.
Estaban  a punto de salir de la cocina del estudio de grabación cuando se toparon con Dobb.
-Qué bueno que no vino antes –le dijo John –Se hubiera encontrado con nuestro mánager y todos tendríamos que darle explicaciones.
-Entonces fue una suerte quedarme sin gasolina. ¿Tienen tiempo? Necesito decirles algo.
-Hable rápido –dijo George -¿Se descubrió algo?
-No. Hace unas horas declaró la anciana.
-¿Y qué dijo? –John se veía entusiasmado.
-Que no ve.
-¡Eso ya lo sabíamos!
-Dijo lo mismo que les dijo a ustedes: una chica que salió con Deppart luego de haber hablado un rato. Agregó que con Deppart había cruzado unas palabras en otras visitas que hizo a la ciudad. Pobre mujer, estaba muy impresionada.
-No se fíe de las viejas –dijo George –A veces pueden engañar.
-Como policía debería saberlo –agregó Paul.
-No desconfío de ella porque desconfío de otra persona: Mélisande Leroux.
-¡La del nombre raro! –exclamó John.
-¿Es verdad que es linda?
-Paul, estoy diciendo que desconfió de ella ¿y preguntas semejante cosa?
-Está bien, no se enoje....sólo quería saber.....
-¿Por qué sospecha de ella? –preguntó Ringo.
-Anoche se presentó a declarar. Dijo que quiere que se esclarezcan los crímenes. Ella es la chica que la anciana vio.
-¿Y qué mas?
-Su testimonio fue coherente. Tomamos declaración al camarero que dijo haber visto a Deppart con una chica, y ella lo admitió, no lo niega. Pero no me convence.
-¿Y si es inocente?
-Esa pregunta no conviene. En un caso así son todos sospechosos.



Pasaron quince días. Dobb continuó vigilando a Mélisande, era un procedimiento que quería hacer por sí mismo. Pero no había ningún tipo de actitud sospechosa. La chica iba de compras, volvía, salía hacia la Escuela de arte, volvía. Y así todos los días. Nunca se detenía a hablar con nadie y siempre parecía caminar absorta en sus pensamientos. A veces dudaba, le parecía que la chica no tenía nada que ocultar, además, acababan de encontrar a un hijo de la anciana muerta en el edificio, un delincuente que estaba prófugo y se sospechaba que fuera él quien hubiera asesinado a su propia madre, para evitar que ella lo delatara o para conseguir dinero, aunque no faltó ni un centavo.
Pero no se dejaría persuadir por eso. Seguiría pensando que esa chica estaba involucrada hasta que se demostrara totalmente lo contrario.

-Viejo idiota, se piensa que no lo vi –masculló, abriendo la puerta.
Vio en el suelo una carta, la tomó y miró el remitente. Era raro, siempre enviaban un giro postal, o depositaban en su cuenta, no enviaban dinero en un sobre. Lo abrió y se sorprendió, sólo había una hoja de papel. La desdobló y leyó.

“Mélisande:
                  Nos duele decirte esto, pero con tu madre hemos decidido no enviarte mas dinero. Sabes que todo sería fácil si hubieras vuelto con nosotros, pero insististe en quedarte en Londres. Acepté tu decisión y seguir manteniéndote, pero no veo ningún avance en esa “carrera” que elegiste. Hija de exposiciones y cuadros no vas a vivir, eso ya te lo he dicho muchas veces. Por lo tanto, es hora de que te hagas responsable y vivas independiente, después de todo eso es lo que siempre quisiste, ¿no?
                 Con los años comprenderás nuestra decisión.
                 Te quiere,
                                         Tu padre.”


-¡IDIOTAS! –gritó fuera de sí, mientras rompía en pedazos la carta -¡Son unos estúpidos! ¡Los odio, los odio! –arrojó los pedazos de papel a cesto de basura, y se pasó las manos por el cabello, desesperada.
Miró el calendario, ese día o el siguiente volverían a reclamarle la renta. Se dirigió a su habitación, y del último cajón de su armario, sacó un fajo de billetes. Eran los que había robado a su tercer víctima. Dejó el dinero sobre la cama y tomó el teléfono. No quería gastárselo en la renta, pero prefería eso a que la echaran a la calle.
-Hola señor, soy Mélisande Leroux....Tengo el dinero.



-Dobb ¿usted no tendría que estar vigilando a la chica? –preguntó uno de los agentes de mayor confianza.
-No hace falta, en la noche no sale. Además quiero interrogar a este tipo yo mismo. –dijo mirando a través del cristal  de una habitación, donde el hijo delincuente de la anciana estaba sentado.
-Ya lo interrogamos dos veces.....
-Pero yo no. Esta basura me va a conocer –entró a la habitación y cerró de un golpe la puerta. El agente vio como Dobb tomaba del cuello de la camisa al sospechoso, amenazándolo para que hable.


Se ajustó su bufanda, ya que el viento helado se hacía presente en la calle, y mas a esas horas. Miró hacia las equinas, buscando el auto negro, y le pareció raro que no estuviera allí.
Caminó pese a que adonde iba quedaba muy lejos, pero no quería gastar en un bus o en un taxi. Tendría que empezar a ahorrar, y a buscar un trabajo, algo que no le hacía ni la mas mínima gracia. Pisaba fuerte, para calentarse los pies, y también de la rabia al recordar la carta de su padre. Mas que nunca le parecían unos miserables.
Cuando llegó, tocó timbre y esperó a ser atendida.
-Señorita Leroux –saludó el hombre –Pase, hace mucho frío –entró y se encontró con una acogedora sala. Era amplia y co muchos adornos, alfombras y cuadros.
-Qué bonitos –dijo mirándolos.
-Sí, los ha traído  mi mujer de sus viajes. Usted pinta ¿no?
-Si. Me gusta este –señaló uno
-Ese es de Italia.
-Ahh....¿Su esposa es ella? –señaló una foto enmarcada, la de una mujer rubia.
-Si, es ella. Ahora no está, se fue de vacaciones con su madre.
Saber que el hombre estaba solo le gustó. De repente, se le presentaba una gran oportunidad, como una venganza al tipo y a sus padres. Pero también sería un riesgo, ya estaban tras sus huellas. Aunque ella era mas lista.
-Bien, iré a buscar el recibo de pago –el hombre salió de la sala.
Miró rápidamente a todos lados, y vio una puerta, que sería de la cocina. Entró y divisó una cuchilla de carne. Perfecto. Además, tenía puestos sus guantes de cuero.
El hombre volvió con el bloc de recibos y un bolígrafo, haciendo un comentario corriente sobre el clima. Ese era momento, tenía que actuar antes que escribiera su nombre en los recibos.
-¿Podría deletrearme su apellido? Es que siempre lo olvido.....-dijo el hombre, antes de ver como la chica se acercaba, en una extraña actitud. Sólo vio el brillo de algo que llevaba en la mano, antes de que le hundiera la cuchilla en el  pecho. Lo volvió a hacer dos veces mas, hasta que cayó, aún consciente, al suelo. Dijo algo ininteligible y quedó con los ojos abiertos por la impresión y el espanto. La alfombra, que parecía ser de Oriente, se tiñó de rojo.
Ni se molestó en desenterrarle la cuchilla, de todos modos era de él. Hasta le parecía que ello hacía una especie de composé con el resto de la decoración.
Miró su mano derecha. Su guante se había manchado mucho, y parte de su tapado también. Con suavidad, se lo quitó y lo guardó en el bolso. Dio vuelta el tapado, y se lo puso del revés, para que nadie por la calle notara las manchas. Les parecería raro una chica con el tapado puesto del revés, pero eso no importaba. Con su mano izquierda, aún enguantada, levantó con cuidado el bloc de recibos y lo guardó en el cajón de un mueble cualquiera. Tomó el bolígrafo y, un poco molesta porque no podía escribir con la mano izquierda, y mas si tenía el guante puesto, escribió  “Don’t bother me” nada mas y nada manos que sobre la foto de la rubia esposa.
Se sintió tentada en llevarse algún cuadro, pero eso sería levantar demasiadas sospechas. Arrojó el bolígrafo por ahí, y con cuidado, abrió la puerta y se fue.


 *-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Hooola!!! Como les va? Yo aburrida, aunque tengo un montón de cosas para hacer, por ejemplo, almorzar XD
Estoy algo ocupada porque el miércoles tengo examen, así que desde acá aviso a las que leen la novela de Mercy, que no sé cuándo publicaré, tendrán que esperar hasta después del miércoles y mas, porque para esa novela (y para el capitulo que viene) necesito muuucha inspiración jaja. Así que aguantenme un poco. Y con esta también les digo lo mismo, está complicado el tema con la universidad, pero creo que a todas les está pasando algo parecido.
Bueno, las dejo y feliz domingo!

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Walking on thin ice (One Shot)


-¡Por favor, repítemelo de vuelta! –rió, casi gritando, el locutor de radio, mientras su compañera reía histéricamente.
-Queridos oyentes, vuelvo a leer la noticia
-Si es que no se desmayaron –interrumpió el hombre, casi ahogado
-Si aún están conscientes y no están paralizados de horror, les vuelvo a repetir la noticia: Según una importante revista del corazón, Yoko Ono y Paul McCartney ¡se casan!
-JAJAJAJAJAJAJAJAJAJJAA –el hombre prorrumpió en otro ataque de risa, seguido por la chica.
Las risas fueron cortadas por el espacio publicitario de la radio, y por un golpe furioso que le propinaron al aparato transmisor. Tomó su teléfono celular y buscó el número.
-Hola Paul –dijo con sequedad.
-Hola....-respondieron del otro lado -¿Ahora qué quieres?
-¡Quiero saber porqué abriste tu maldita boca!
-¿Yo? ¿De qué hablas?
-¡Acaban de anunciar en la radio que nos casamos! ¿Por qué lo dijiste?
-Yo no dije nada y deja de gritarme como loca. Bueno, eso haz sido siempre.
-No me hagas hablar, idiota. ¿Ahora qué haremos?
-Y yo que sé, supongo que decir la verdad.
-Los fans nos mataran.
-MIS fans querrás decir, porque no creo que tu tengas alguno.
-¿Tus fans? ¿Tus fans? ¡No tienes McCartney! Si tienes es porque te siguen desde que estaban con John!
-Y otra vez con eso.....Para tu información, John no era todo en la banda. Éramos tres mas
-¿Con que no era todo? ¡¿Y entonces porqué tanto escándalo cuando empezó conmigo?!
-¡Yoko discutimos esto un millón de veces! Ya no quiero hablar mas contigo, me hartas.
-¿Y entonces qué?
-Diremos la verdad. Nos casamos para juntar nuestros intereses. Ahora todo volverá a ser Lennon-McCartney. Eso es todo. Tú ganas, yo gano, y todos felices. ¡Dinero para todos!
-No puedo decir eso, me odiarán mas de lo que me odian esos rasposos fans. Dirán, otra vez, que todo lo hago por dinero.
-Por algo lo dirán....
-¡No empieces!
-Vamos Yoko, ¿me vas a decir que por dinero no haces todas esas exposiciones de John? ¿Acaso eso es arte?
-No entiendes nada
-Nunca entendí como una puta manzana  en una mesa puede ser arte. ¡Sólo la pusiste allí, eso cualquiera lo hace!
-¡Ya basta! No quiero seguir con esta estúpida discusión. Tú me odias y yo te odio. No es necesario que nos digamos lo que pensamos el uno del otro.
-Me parece perfecto.
-Hablaré con la prensa
-¡No! Harás un desastre ¡siempre lo hiciste!
-Oh mira, habló el que admitió haber tomado LSD. Deja esto en mis manos, ya me lo agradecerás.
Paul no respondió, solo resopló y colgó con un golpe el auricular. Detestaba a Yoko y mas aún mantener con ella una conversación, porque siempre se convertía en una odiosa discusión que trataba de cosas del pasado. Pero esta vez no le importaba. Sólo quería juntar el dinero, las finanzas, las inversiones, todo. Mas tranquilidad. Aparte...¿qué podría costarle un matrimonio con la japonesa? Nada, se aclararían las cosas, y nadie se enojaría. Bueno, nadie, salvo sus hijas, que querían destriparlo. Pero eso se solucionaba explicándoles bien todo.
Tres horas después, encendió el televisor. Justo estaba en un programa de chimentos. Y justo estaba la japonesa. Ver el titulo de abajo de la imagen casi lo desmaya: “Nos casamos porque nos queremos”
-¿¿¿QUÉ???
Subió el volumen.
-Oh si, con Paul siempre nos odiamos pero desde la muerte de John hemos estado mas unidos y nos hemos perdonado, y es tan pero tan pero tan buena persona que me conquistó, y yo creo que él ahora entiende  a su amigo y....
No pudo seguir. Sentía que le daba un colapso. Otra vez, la japonesa lo había jodido.


-¡TE VOY A MATAR! –gritó entrando a la casa.
-¿Adónde queda tu pacifismo? –preguntó, inmutable como siempre, Yoko.
-¡Al carajo el pacifismo! ¡Contigo no se puede querer la paz del mundo!
-¿Ah no? ¿Y John?
-¡No lo metas a él en esto! ¡Jamás entenderé que mierda te vio! Aunque....siempre tuviste buenas piernas.
-¿Lo ves? No en vano John te advirtió que no te hicieras el galán conmigo.
-Fue en vano, si, lo fue, porque a ti no te tocaba ni con un palo. Siempre fuiste un mono. Mi amigo tenía una novia mono.
-Y tu una novia que no se depilaba –le sacó la lengua.
-A no, me estás buscando Yoko, ¡te estás pasando de la raya!
-Aún no entiendo qué te pasa
-¡Yo no entiendo qué te pasa a ti! ¿Como vas decir lo que dijiste en la televisión? ¡Que nos amamos!
-No iba a decir que lo hago por dinero. Tuve que decir eso.
-¡Pero sin nadie te cree!
-Eso ya lo veremos. Elige  luna de miel
-¿Que? –gritó escupiendo -¡Eso no es necesario!
-No nos creerán
-Yo no quiero que crean nada, ¡solo es una cuestión empresarial!
-Como empresario has sido un desastre, que lo diga la Apple. Ay, nunca piensas sen mi
-Obvio que no.
-Se hará como yo digo
-Ah no, a mi no me vengas con aires de dominante, porque yo....
Pero Yoko le cerró la puerta en la cara.


Diez días después, un juez procedía, encantado, a casar a la “feliz” pareja. Yoko parecía estar tranquila, tenía todo bajo control, cono siempre. Incluso a Paul.
-¿Antes podrían darme un autógrafo? –preguntó el juez, emocionado.
-Si claro, como quiera....-de mala gana, Paul firmó una camiseta blanca.
Al lado, Yoko escribió: “Un racimo de uvas y margaritas vuela hasta el tejado en una noche rosada. Yoko”. El hombre miró extrañado la dedicatoria, pero no se animó a preguntarle, quedaría como un  ignorante no entendiendo el arte de la oriental.
Leyó el acta, y luego los contrayentes firmaron.

La fiesta fue en un yate. Paul se negó rotundamente a cantar, se sentía horrible, aguantando los abrazos de Yoko, que a toda costa intentaba demostrar amor por él.
-Podrías ser un poco mas demostrativo ¿no? A mi también me cuesta hacer esto
-¿¿Y para qué lo hiciste?? Ruega para que no haya tiburones, porque en cualquier momento te tiro de este barco.
Yoko solo sonrió, mientras seguía tomándose fotos con todos los presentes. Después, para completarla, cantó. Todos aplaudieron encantados, aunque solo escucharon gritos desaforados, similares a los de una gata loca, o a los de alguien a quien le han pisado un cayo. Aguantando estoicamente, Paul se quedó hasta el final de la velada.

La luna de miel fue en Vladivostok. Uno de lo lugares mas fríos del planeta. Un lugar elegido por Yoko.
-¿No es lindo? –dijo asomándose por el balcón, viendo la inmensa capa de hielo que cubría el lago.
-No. No, no, no, y ¡NO! Todo esto es ridículo, nadie en su sano juicio cree esta estupidez, todos saben que nos nos soportamos, que nos odiamos, y que todo es una farsa tuya. Lo peor es que por mas que quiera, no puedo defenderme, eres demasiado dominante y engatusas a todos.
-Tranquilo McCartney. Después de todo, salimos bien en las fotos, ¿no crees?
-¡Pero mira con lo que sales!
-A ver...-Yoko se giró, y volvió  a entrar a la habitación de hotel que Paul ocupaba –Esto lo armaste tu. Tú y tu ambición
-No era ambición, es ahorrar trabajo, ya los dos estamos grandes. Ay, por favor, cierra esa ventana, entra un frío terrible.
De mala gana, Yoko cerró la ventana.
-Eres despreciable.
-Mira quien habla. ¡Nos separaste!
-Yo no separé nada ¡fuiste tú!
-Ashhh.....te odio.
-Y yo también.
-No puedo creer que ahora seas ”mi esposa” ¡Es para matarse!
-Y yo no puedo creer que seas “mi esposo”. El tonto McCartney que hace canciones de amor melosas, casado conmigo. Que repugnante.
-Está bien. Esto fue una mala idea. Separémonos.


La vuelta a casa les dio una pila de revistas, entrevistas y todo tipo de chusmeríos. Y además, el odio irracional de los fans. Era una ofensa suprema lo que habían hecho. Eran Paul McCartney y Yoko Ono, casados. Una herejía en su máxima expresión.
-Es hora de que digas la verdad –Paul arrojó al cesto de basura una revista, que en su tapa los mostraba abrazados.
-No. Me odian. Y me odiarán mas.
-¿A quién le importa? Con tal de que no me odien a mí, es suficiente.
-Maldito egocéntrico.
-Mira quien habla. ¡Te robaste a mi amigo!
-¡Ya córtala con eso!
-Aún me sigo recriminando el día que le dije a John que te comprara flores, porque estaba mal porque habían peleado.
-Gracias a eso recompuse mi matrimonio.....-Yoko se acercó a él.
-No me toques, enviada del demonio.
-Y después me dicen a mí que soy fría....
-Hablaré con todos. Esto se tiene que aclarar.
Dos horas después, en una especie de cadena nacional, Paul habló ante los medios. Dijo que el casamiento era por intereses que tenían en común, pero nada mas. Incluso recalcó que se detestaban. Ofendida, Yoko decidió no darle el divorcio.


La ley la amparaba. Para un divorcio, eran necesarios tres años de convivencia. Y apenas hacía una semana que los dos habían dado el “si”. Tampoco se podía pedir la nulidad. Yoko estaba contenta, pero Paul no. Convivir con ella sería una desgracia.
Compraron una casa enorme. Solo estarían ellos dos, pero querían que fuera lo suficientemente grande como para no cruzarse nunca. Sin embargo,  a veces coincidían en el jardín, lo que provocaba que se arrojaran con lo que tenían a mano.
Tres años después, la casa estaba un poco desmantelada. Paul habia preferido seguir con las giras antes que aguantar  a la loca, y Yoko iba por ahí, promocionando su arte. Además, las cosas que no habían vendido, las habían roto en infinidad de discusiones.
Ambos se presentaron ante el juzgado, para que al fin los separaran. La estrategia les había salido mal, y vaya si lo sabían.
El juzgado resolvió que se separarían, pero que Paul debía entregar una abultada suma de dinero a Yoko. Se negó, y apeló. Tardó un mes mas, y otra vez ocurrió lo mismo. Luego de la segunda apelación, se les dio el divorcio sin separar ningún bien, ya que ambos los tenían desde antes de contraer matrimonio.


Ya en la casa, ambos juntaban las pocas pertenencias que les quedaban.
-Sabes Paul, ahora no sé a quien le tiraré cosas. –dijo Yoko, cerrando su maleta
-Y yo no se a quién insultaré.
-La suerte es que no te veré mas, por lo menos en un largo tiempo. –Paul caminó hasta el auto, seguido por ella.
-Si, eso es una gran suerte. Aunque extrañaré pelear. Creo que te extrañaré a ti también.
-Mmm.....y yo creo que me pasará lo mismo. –se acercó y le dio un beso en la mejilla
-Que raro eso en ti
-La fría eres tú, recuérdalo siempre. Bueno....no han sido los mejores tres años de mi vida, pero....si, te extrañaré. Es algo loco, pero si.
-Eso también es arte
-¡Ay no empieces! –rió –Sabes....me gustaría que el domingo vayas a casa, a comer una barbacoa.
-¿Tú, barbacoa?
-Es de soja, no te preocupes
-Ok, iré. Llevaré una botella de veneno para acompañar
-No hace falta, con tu lengua es suficiente –Paul rió y entró al auto
-Con la tuya querrás decir. Espero que no cantes tus bobadas.
-Nadie cantará, y tú tampoco. Nos vemos.
-Nos vemos...No olvides algo: Te odio Paul
-Yo también te odio Yoko.




*--*-*-*-***-*-*-*-*-*-*
Fans de Paul ofendidas en 3...2....1....
Sí, sonará a blasfemia lo que escribí, pero al fin y al cabo no me importa, cada quien es dueño de escribir lo que quiera, para eso hay libertad de expresión, ¿no? Bueno, si quieren pueden tirarme a la hoguera XD
Esta tontería hace mucho tiempo que la tenía en mi cabeza, pero nunca tuve tiempo, o ganas, o suficiente inspiración para escribirla enserio, y ayer, en clase de inglés, la teacher nos hizo leer y escribir una "shaggy dog story", según ella, son historias estúpidas que inventan los ingleses para reírse. El efecto me duró y anoche escribí esta gilada. Ahí tienen mi excusa para que no me acusen de hereje jaja
Mañana prometo subir un capítulo enserio. 

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