La separación había resultado mas difícil de lo que creía.
Extrañaba a Jeremy y a la vez la fastidiaba, porque él la llamaba mínimo tres
veces por día, para pedirle que volvieran. Había sido su primer novio y desde
hacía un tiempo estaban juntos, y ahora ya no estaba con él, lo que suponía un
vacío y un alivio al mismo tiempo.
Se rascó la cabeza, mirando por la ventana hacia el patio interior
del hotel, siempre tan sucio. Otra vez llovía a cántaros y en poco rato tenía
que salir a hacer algo muy importante, quizás lo más importante de su corta
vida.
Se arregló y trató que su cabello le obedeciera, pero la humedad
hacía de las suyas con él, así que se resignó y se lo tapó con la capucha de su
enorme camperón verde.
Esperó bajo la lluvia hasta que pasó un taxi y se subió, chorreando
agua. Ya anochecía.
Después de varias vueltas, el taxi frenó frente a un edificio
de aire distinguido. Era el laboratorio más importante de la ciudad. Midori le
pagó al taxista con una mueca en la cara, ya le estaba quedando poco dinero en
los bolsillos.
Cuando entró, escurriéndose por el agua que se había agarrado
con la carrera desde el taxi a la puerta, vio tapados hasta los ojos a Paul y
Ringo, sentados sin hablarse.
-Aquí llegó la causante de todo esto.-dijo Paul.
-No se quejen, los he juntado. Aunque así vestidos parece que
se hubieran escapado de un asilo de ancianos.
-Si hubiéramos hecho eso, no estaríamos esperando a un
doctor…-refunfuñó Ringo.
-Ay, ay, están viejitos y enojones.-Midori se sentó en medio
de ellos y les sonrió.
-Lo lograste, chiquilla.
-Así es, Sir Paul. Ahora, hablando en serio, quiero
agradecerles que hayan venido. Temía llegar y que no estuvieran.
-No creas que no nos arrepentimos, pero aquí estamos.
-Bueno, gracias por eso.
Un hombre y una mujer, vestidos con impecables guardapolvos
blancos con el logo del laboratorio y sus nombres bordados, salieron de una oficina
y los miraron. La mujer sonrió.
-Bienvenidos. Pasen, por favor.
**********
-Sólo respira, no pienses en que te van a pinchar.
-Pero…es grande. –miró a Ringo con angustia.
-¡Ey Midori! Mira aquí, soy Paul, ¿quieres que te cante?
-No, gracias.
-¡Yo sí! –exclamó la doctora que intentaba extraerle sangre a
Midori.
-Bueno, comenzaré…
-¡¡¡AYYYY!!! ¡Duele!
Tapándose los ojos con el brazo libre, Midori aguantó hasta
que su sangre llenó una jeringa. Paul cantaba una canción que ella no conocía,
pero que al parecer la doctora sí y lo miraba embelezada. Midori sólo rogaba
que la mujer, en su tontera por Paul, no hiciera alguna estupidez, como sacarle
sangre de más o destrozarle una arteria. En todo el transcurso de su plan,
había olvidado el pánico que le tenía a los médicos y principalmente, a las agujas. Si lo hubiera
recordado, seguramente no hubiera buscado a su abuelo.
-Bien, ya está. –la doctora, a la que el endulzamiento aún le
duraba, le apretó un trozo de algodón en el lugar de la extracción. -¿Te
sientes bien?
-Digamos que algo mareada…
-Se le habrá bajado la presión.-Ringo buscó en los bolsillos
de su enorme sobretodo-Tengo semillas de girasol, ¿te gustan? Son saladas, te
ayudarán.
Midori sólo asintió y extendió su mano. Se sentía débil.
-Ni bien estén los resultados, les avisaremos. –informó el
doctor-Eso sí, tardarán un poco, es un estudio que se debe hacer con paciencia
y cuidado.
-No importa, lo que sí le pido es, por favor, discreción.
-Pierda cuidado señor McCartney.
Ringo ayudó a Midori a bajar de la camilla y la llevó del brazo
hasta la puerta de salida. Desde allí vieron a los coches que los esperaban.
-Te llevaremos a tu casa, llueve mucho. Midori…
-¿Qué?
-Paul, esta chica no está bien.
-No se preocupen…
-Pero estás pálida y como ida. Vamos, te llevaré a mi casa,
descansarás un poco.
-¡No, Paul! –gritó angustiada.
-Shh…nos puede reconocer alguien. Ven conmigo. –Paul la tomó del
otro brazo.
-Nos vemos. –saludó Ringo-Que mejores, Midori.
-Gracias…
-Ven, ¿puedes caminar?
-Sí, pero todo me da vueltas.
Paul empujó la puerta del edificio e instantáneamente
apareció su chofer con un paraguas y los acompañó hasta el auto.
Durante el trayecto, Midori durmió. Paul no perdió de vista
que la chica se parecía mucho a Doris, y algo que lo alarmó: también reconoció
rasgos suyos en ella.
-Midori, despierta, ya llegamos.-la sacudió con suavidad,
cuando el coche atravesó la gran portada de su casa.
-¿Qué?
-Despierta.
La tomó de una mano y la ayudó a salir del coche. Entraron a
la casa, no se oía absolutamente nada.
-Ni una palabra de esto. –le advirtió al chofer.
-Lo que usted mande, Sir.
-Midori, ¿quieres comer algo?
-No…Me duele el brazo.
-Bien, te acostarás en alguna de las habitaciones, y dormirás
un poco.
-Pero tengo que irme…
-No, no saldrás a la calle así, y más con la que está
cayendo. –la guió hasta una habitación y allí la dejó.
************
“Para Elisa” otra vez sonó, sacando a Midori de su profundo
sueño. El teléfono vibraba y se sacudía al ritmo de la musiquita, hasta que
ella logró alcanzarlo.
-¿Sí? –dijo aún confundida, ni recordaba bien dónde estaba.
-Midori soy yo, tu padre.
Pestañeó rápido. ¿Su padre? Hacía meses que no sabía de él.
-¿Qué pasó? –preguntó con brusquedad, un llamado así sólo la
asustaba y quería saber cuanto antes el motivo.
-¿Qué pasó? –dijo él, sarcástico-La pregunta sería, ¿qué te
pasó a ti?
-¿A mí? Nada.
-Hablé con tu madre, me contó todo. Quiero que vuelvas a tu
casa ya mismo, deja de deambular por Londres, es peligroso para una chica como
tú, que no sabe nada.
Sintió indignación, ya le iba a contestar cualquier cosa
cuando vio que la puerta se abría y aparecía Paul con una bandeja llena de
comida. Se dijo que pelear con su padre no tenía sentido cuando una bandeja con
comida la miraba provocativamente.
-Hablaré luego contigo, tengo que cortar.
-¡Midori Watts, me escuchas sí o sí! Ya mismo vuelves, en dos
días estaré en tu casa. Ten vendrás conmigo a Canadá.
-Sí, sí, lo que digas…-cortó y lanzó el teléfono al otro lado
de la amplia cama.
-¿Pasó algo? –peguntó
Paul.
-No, nada.
-¿Era ése novio tuyo?
-No, mi padre. ¡Trajiste comida! –manoteó un plato lleno de
arroz con condimentos raros. No le importó mucho, tenía hambre e igual se veía
apetitoso.
-Pero, ¿tienes padre? Pensé que no…
-Está por ahí…
Paul la miró comer. Si entender bien cómo, sabía que la chica
quería evadir el tema. Pero él estaba interesado, si resultaba ser su nieta,
tenía que saber sobre su vida.
-¿En dónde está?
-Ya dije, por ahí.
-Pero…
-Ay, ay, señor curioso…Está en Canadá, ahí con los
esquimales…
-Los esquimales están en Alaska.
-Me da igual, hace frío, debe haber esquimales también en Canadá.
-Pero…
Midori bufó y lo miró, dejando de comer.
-A ver, quieres saber, ¿no? Bien, se llama Jake, se separó de
mi madre cundo yo tenía cinco años, ahora vive con una rubia y tiene una hija
pequeña. O dos, no me acuerdo. No llama nunca y hoy llamó para exigirme que
vaya a Canadá, pero sé que son puras amenazas, nunca cumple nada, ni las cosas
buenas ni las malas. Ojalá viniera para ver…Bah, no tiene sentido. ¿Conforme?
-Sí, perdón si te molesté.
-Mas me molesta la comida que me trajiste y sin embargo la
estoy comiendo.
Paul sólo se quedó en silencio mirando el suelo y escuchando
los ruidos que ella hacía al masticar.
-Dejé a mi novio.
-¿Si? Me alegro muchísimo, estaba intranquilo con ese tema.
-¿Hablas en serio? No mientas.
-Sí que hablo en serio, pensaba que te pegaba.
-No, nunca se atrevió, y si lo hubiera hecho, se hubiera
arrepentido. Pego fuerte, ¿sabes?
-Me imagino. ¿Y ahora qué harás?
-Volveré al hotel y…nada más, no tengo mucho para hacer.
Seguramente mañana por la tarde vuelva a casa, mientras espero los resultados,
así no gasto y me aburro en esa pocilga.
-¿Por qué no te quedas aquí? Hasta mañana estaré solo, bueno,
por la mañana iré a la productora, Nancy recién llagará después del mediodía.
¿Te gustaría venir a la productora? Después de
todo, ya la conoces…
-Sí, me encantaría.
-¿Quieres cenar algo mejor que esto?
-¡Sí!
-Veré qué puedo prepararte.
-Deja esas cosas, vives en una ciudad, viejo, no en el campo,
como yo., pide unas pizzas.
-¿Pizza? Hace años que no como pizza. Y no me llames viejo.
-¿70 años y te privas de la pizza? Hombre, empieza a vivir la
vida…
-Creo que te estás tomando demasiada confianza…
-Relájate…Llamaré a un delivery.
*********
La tormenta arreciaba afuera y parecía que adentro también, a
juzgar por el desorden reinante. Cajas de pizza, latas de gaseosa, servilletas
usadas, la televisión encendida y…ronquidos.
-Paul….¡Paul! Hay que
ver cómo ronca…Si lo vieran sus fans…¡Abuelo!
-¿Eh? ¿Eh? ¿Cómo que abuelo? ¿Era verdad el sueño?
-¿Ah?
-Soñé que el análisis daba positivo.
-¿Y te ponías contento?
-No sé, me despertaste.
-Paul, ¿qué podemos hacer?
-¿Hacer? Dormir, son las once de la noche. Permiso, voy a mi
cama. –se puso de pie.
-¡Es temprano!
-Ustedes los jóvenes…
-Ustedes los viejos…
-Quiero dormir, haz lo que te plazca, pero no molestes.
-Ufa. Paul, cuéntame qué haces con tus nietos verdaderos.
-No sé…-se sentó nuevamente, pensativo-La verdad es que mucho
no los veo, siempre estoy de gira, y cuando estoy aquí, ellos viajan con sus
padres o están ocupados con sus cosas.
-¿Y tu hija? Me refiero a la pequeñita.
-Ahora está con su madre. Si quieres, un día de estos puedes
conocerla. ¡Ah, se me ocurre una idea! Supongamos que no eres mi nieta…
-Eso es lo que quieres.
-No pongas palabras en mi boca. Supongamos que no lo eres.
¿Qué harás?
-No sé, volver, ponerme a estudiar de una vez por todas o
buscar un trabajo en el pueblo.
-¿Te gustaría…ser la niñera de mi hija? Si no te ofende,
claro, y si te gustan los niños. Aunque ya no está tan niña. Piénsalo, nos
seguiríamos viendo. Mal que me pese, me caes bien y te tengo confianza, juntas
se divertirán.
-Mmm…podría ser. ¿Cuánto me pagarías?
-Watts, eres una materialista.
-Habré heredado tus genes.
-Lo que quieras.
-Lo pensaré.
-Ah, me olvidé de algo. Ya sé lo que podemos hacer, abrígate,
saldremos afuera.
***********
Con largas capas y paraguas salieron al parque. La lluvia y
el viento eran impresionantes, y Paul debía alumbrar con una linterna ya que se
había cortado la luz exterior. Corrieron hacia un establo pequeño y entraron.
Encendió una luz y sólo se vio allí paja, salvo por los dos caballos que
dormían tranquilamente.
-Ven.-Paul caminó hacia los caballos. Sólo bufaron y
siguieron durmiendo. Los caballos
estaban separados de otro compartimiento, oscuro, por una pared de madera.
-¿Qué tienes aquí? –preguntó Midori.-Qué prolijo todo, ni
huele a establo…
-Mira.-alumbró con la linterna a un pequeño nido de ramitas,
plumas y paja que había en el suelo. En él, un patito amarillo se revolvió y
los miró.
-¡Pobrecito, está asustado! –Midori se arrodilló y lo tomó con
ambas manos-¡Tiene que estar en tu casa, con esta tormenta y solito aquí con mucho
miedo!
-Es que adentro ensucia…
-¡Pero tiene miedo! –acarició al patito y lo cubrió con su
bufanda.
-Vamos a llevarlo, tápalo bien.
Midori lo metió dentro de su campera y sonrió al sentirlo
calentito. Otra vez salieron afuera, a empaparse y tropezarse con todo.
***********
-Ahora está bien. -Midori, sentada en el piso, frente a la
chimenea, acomodaba al pato en un almohadón-¿Cómo se llama?
-Aún no tiene nombre. ¿Qué tal…Giuseppe?
-No, no, mi Giuseppe es único. Ponle Fígaro. Fígaro Fígaro
Fígaroooo –cantó imitando a un tenor, Paul sonrió.
-¿Por qué todo italiano?
-Porque sí.
-No está mal. Hola Fígaro.
-No te contestará, está enojado contigo. ¿De dónde lo sacaste?
-Se lo pedí a un hombre que tiene granja, lo conoce la
cocinera.
-Tienes que dejarlo aquí, así aprende a hacer cosas como si
fuera un perrito. El mío trae las cartas en el pico cuando pasa el cartero.
-Vaya, no sabía que podían hacer eso.
-Son muy inteligentes. ¿Y ahora qué podemos hacer?
-¿Más? Dormir.
-Siempre pensando en dormir. ¡Vamos a cantar! –en su celular
buscó una canción-Ahora sí, le doy al play y…¡Es la nueva sensación la nueva
generación, es un salto, es un frenesí…!
-¡Ya deja de saltar sobre mis sillones!
-¡Hay un bombo criminal, un relámpago virtual, hay enanos
corriendo por ahí!
-¡Basta, basta! ¡Midori Watts, hija de Caster, nieta de
Doris!
-Soy Aragorn, hijo de Arathorn, heredero de…
-Ya.
-Bien, noto que estás algo enojado.
-Mucho.
-Ok, me calmo.
-Haces bien. Apaga la música.
-Pero…¡eres un amargo! ¡La canción es muy buena, podrías
saltar tú también!
-No.
-Bien, bien, ya voy a dormir.
-No. Si tantas ganas de bailar tienes, te daré el gusto.
Espérame aquí.
Midori se sentó junto al pato, algo enojada. Fígaro trataba
de salir del corralito de almohadones que Paul le había armado. De pronto
escuchó unos acordes, acordes que enseguida reconoció que eran de ukelele.
-¡Ya sé! –gritó poniéndose se pie de un salto-¡All together
now!
-Ese puede ser después…¿Conoces Dance Tonight?
-Sí –sonrió traviesa-es la canción tuya en la que bailan
todos.
Paul comenzó a tocar el ukelele y Midori a hacer palmas y
silbar con él. Cantaron juntos las primeras estrofas pero como bien sabía Paul,
la chica tenía ganas de moverse, y eso hizo, con delicados pasitos de ballet,
piruetas, con el pato en la mano, imitándolo a él tocando, o saltando, otra vez
sin importarle, sobre los sillones.
Cuando la canción terminó, Midori aplaudió contenta.
-¡Eres un genio! Me encanta esa canción.
-A mí me ha encantado cómo la bailabas.
-Puedes ponerme en tu próximo video.
-Mmm…lo pensaré.
-Te estás burlando de mí, pusiste la cara que hago cuando
digo eso.
-Qué bien, ya me sale entonces.
Midori se sentó a su lado, todavía agitada por el baile.
Agarró el ukelele, tocó algunas cuerdas al aire, pensativa.
-Paul, ¿sabes algo? Eres un buen abuelo.
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Después de mil años, volví. Sé que estuve mal en tardar tanto, pido perdón, pero es que antes quería terminar uno de mis fics (pobrecito, aún lo lloro) para estar mas libre para este y el otro. No tienen la culpa, ya lo sé, y también sé que soy mala.
Para pedir más perdón todavía, los invito a poguear con esto:
Ahora me retiro antes de que me tiren con lo que tengan a mano. Si leen esto, les agradezco la paciencia, y les aviso que faltan dos capis para que termine (ya sé, más cosas me van a tirar).
Me voy, prometo que volveré más pronto.