El pelo beatle fue creciendo a una velocidad
formidable, parecía que había cobrado fuerza con el corte, y además había sido
ayudado por el aceite de almendras que Zettie se había empecinado en
embadurnarles a las cuatro cabezas cada mañana, entre sus lamentos y el asco de
ellos.
–¡Qué injusto! Tienen mejor pelo que yo. –se quejó
Chloe mirando las puntas de un mechón de su cabello.
–Cuando volvamos a la libertad, nos llamarán enseguida
para hacer publicidades de champús. –Paul sacudía su cabello frente al espejo
de la sala.
–Qué afeminado. –rió George–¿Por qué decís “cuando
volvamos a la libertad”?
–Porque acá estamos presos.
Chloe rodó los ojos, metió la mano en la bolsa de
arena que tenía para el gato, y la dejó caer en el pelo impecable de Paul.
–¡Ey!
George soltó una carcajada y Chloe también, mientras
él trataba de quitarse la arena.
–¿Lo ves? ¡Torturas! ¡Como en las prisiones!
–No se está tan mal aquí. –dijo George.
–No te gustaba.
–Pero ahora sí.
–Mmm…qué sospechoso.
–¿Por qué sospechoso? Al chico le gusta. –Chloe palmeó
la espalda de George y se retiró, dispuesta a echarse todo el aceite de
almendras que hubiera por la casa.
*********
Estaban contentas, con el dinero robado al camión de caudales habían pagado todos los gastos de manutención de las cuatro cabezas peladas, y además, les había sobrado. Decidieron que, al fin, era momento de darse unos gustos.
–Dolores, ¿podrás cuidar a los muchachos esta tarde?
–Claro señorita Read, se portan muy bien y no molestan.
Incluso el niño George ayuda en la cocina aunque bueno…se come todo.
–Niño George. –repitió Zettie controlando la risa–Le
diré que deje de robar comida o lo encerraré en el sótano.
–Pobrecito. –Dolores se estrujó las manos–Le gusta mi comida,
sólo eso.
–Mentira mujer, no le haré nada. Bueno, ¡nos vemos!
Ambas salieron al jardín, mirando a todos lados. Vieron
que todos estaban muy entretenidos: Paul le hablaba a Tofu, convenciéndolo de
que era de mal gusto robar la ropa interior de las señoritas que colgaba en el
tendedero; George intentaba arreglar una colección de luces de Navidad que no funcionaban;
y John y Ringo charlaban y reían sin hacer nada. Al verlos, Zettie arrugó la
cara pero no dijo nada.
Tres horas después, se llevaban los percheros completos de ropa, zapatos, y todo tipo de objetos para la casa de los cuales desconocían su utilidad pero igual les gustaban. Y todo lo habían pagado.
–¿Las ayudo, señoritas?
Se giraron para ver, aunque ya sabían quién era. Dimitri.
–Hola pesado. –bufó Chloe–¿Y ahora qué?
–Nunca me dejaron hablarles del negocio que quería
proponerles.
–Uf, está bien. –Zettie dejó caer las bolsas al suelo
y se cruzó de brazos.
–Que sea rápido, no tenemos todo el día. –agregó Chloe.
–Se trata de calamares.
–¿Calamares? ¡Te recuerdo que los vomitaste a todos
arruinando una de nuestras fiestas!
–Sí Zettie, y me los tiraste por la cabeza.
–Era lo menos que podía hacerte.
–Pero esto es distinto, no los comeré. Verán, el
calamar está de moda, pero es caro. Viene de Somalía y aquí muy pocos saben
cómo es el calamar de calidad. El negocio consiste en robar los contenedores
que llegan desde Somalía, y suplantarlos por otros que tienen bichos del mar
que son parecidos a los calamares pero que no lo son. Y que además, son más
baratos. Los calamares verdaderos, se revenden, o yo qué sé…
–¿Yo qué sé? ¿En tu plan hay lugar para un “yo qué
sé”? Sos un inútil.
–Pero Chloe…
–Chloe nada. De pensar en el olor a pescado que se me
pegará ya me dan náuseas. Nosotras apuntamos más alto.
–Ustedes se lo pierden –Dimitri se encendió un cigarrillo,
mirándolas de arriba abajo–Cuando tenga un negocio con más “clase” para las
señoritas, les avisaré.
Se alejó ofendido y entró al estacionamiento del centro
comercial. Vieron cómo sacaba su nuevo auto verde y al dar reversa, lo chocaba
contra una camioneta. El auto verde salió disparado mientras el dueño de la camioneta,
un chino, le gritaba insultos en todos los idiomas.
Una vez que cargaron todo, salieron tranquilamente de la
ciudad, rumbo a su casa.
–Chloe, ¿podés parar? –dijo Zettie con mala cara.
–¿Querés ir al baño?
–No.
–¿Te sentís mal?
–No, no. Sólo pará, necesito hablar.
Chloe la miró preocupada y bajó de la carretera. Frenó
cerca de una estación de servicio.
–¿Y bien?
–Creo que deberíamos aceptar el negocio de Dimitri.
–¿Eh? Pensé que te parecía un inepto.
–Lo es, pero podríamos mejorarlo y…lo que pasa es que
ya no quiero más beatles en casa.
Chloe parpadeó. Que Zettie le estuviera diciendo eso
era realmente una sorpresa y no auguraba nada bueno.
–¿Qué pasó? ¿Alguno te hizo algo? ¡Porque si es así,
ya mismo voy y los castro!
–¡No, no! No es nada de eso. Es que…creo que…bueno…
–Me alterás, ¡decime qué pasa!
–Ni John ni Ringo son para nosotras.
–¿Cómo?
–Eso. Olvidémonos del tema.
–No entiendo nada, no sé a qué te referís.
–¡Ay, qué John y Ringo están juntos!
–¿¿¿QUÉ??? ¡Pero de dónde sacaste eso!
–¡Los vi!
–¡¿Qué viste, mierda?!
Se oyeron golpecitos en la ventanilla y Chloe creyó
morirse. Un policía las miraba. Bajó el vidrio sonriendo inocente.
–¿Sí, oficial?
–¿Está todo bien? Oí muchos gritos.
–Ah sí, sólo discutíamos por una pavada. –soltó una
risita nerviosa–Cosas de hermanas.
–De acuerdo. De todos modos, les recuerdo que es
peligroso estar aquí, ya está anocheciendo y suelen rondar ladrones.
–Gracias por la advertencia, oficial.
–De nada. Y recuerden, no es bueno pelear entre
hermanos. Mirá hija –el policía se acodó en la ventanilla, era un hombre algo
mayor–yo también tengo hermanos y de joven peleamos mucho, y hoy nos arrepentimos,
perdimos muchas cosas buenas.
–Ah, claro. –Chloe fingió interés.
–Pídanse disculpas, eso barre todos los rencores.
–Ok. Perdón. –miró a Zettie.
–Perdón.
–Qué hermoso. Buenas noches señoritas. –el policía las
saludó inclinando su gorra y se fue silbando, convencido de haber cumplido su
buena obra del día.
–¡Lo que faltaba! –Chloe subió el vidrio y luego miró
amenazante a Zettie–Vos, hablá. ¿Qué viste?
–Vi cómo charlan y se ríen. Y hoy también, parecían
reírse más y todo.
–¿Y? Son amigos, con los amigos se charla y se ríe.
–Hay algo más…Cuando robé la media de Ringo, la saqué
de su cajón de ropa interior. Allí, al fondo, había una cajita, como de regalo.
Y en la cajita un reloj, carísimo, de oro, una belleza. Atrás tenía grabado el
nombre de John.
–¿Y?
–¿Y? Que ningún amigo hace semejante regalo y pone su
propio nombre en él. Y el que recibe el regalo no lo guarda entre su ropa
interior.
–Zettie…¿por qué no me lo dijiste antes?
–No quería herir tus sentimientos.
–¡Pero los heriste ahora! Y yo que pensé que quizás…Da
igual, los echaremos, no me interesan
más, que vayan a hacerse regalitos a otra parte. ¡Cómo pudimos creer que…! ¡Lo
hubieran dicho desde un principio!
El auto salió a toda velocidad, tanto que hasta el
policía se asustó. Una vez que llegaron
a la casa, la encontraron completamente iluminada con las luces de
Navidad. En mayo.
–Harta me tienen, ¡harta! –gritó Chloe a la vez que le daba un portazo al auto–¡Ya
mismo John y Ringo en mi despacho!
–¿Tienen despacho? –preguntó John con indiferencia.
–No, pero no importa. Vengan a la biblioteca. ¡Ahora!
Confundidos, la siguieron. Zettie iba por detrás.
–¿Sabés qué le pasa? –le preguntó Ringo.
–Sí. –contestó con sequedad.
Una vez que entraron
a la biblioteca, Zettie cerró con llave.
–Ahora mismo, digan qué pasa entre ustedes.
–¿Qué? –se miraron y las miraron.
–Queremos saber qué pasa entre ustedes. Tanta risa,
tanta charla, tanto estar siempre juntos.
–¿Insinuás que soy el novio de él? –John la miró escandalizado–¿De
este sujeto?
–Sí.
–¿De dónde sacaron eso? ¡Odio a John!
–Ey, ¿cómo que me odiás?
–Bueno, no exactamente, pero…
–Ajá, “no exactamente, pero…”. La verdad, Ringo.
–¿Pero qué…? ¡Ay están locas! ¡Cada día me convenzo
más!
–Richard Henry Parkin Starkey, explicame porqué estaba
un reloj que te regaló John, en tu cajón de ropa interior. –Zettie lo miró,
acusadora.
–¿Otra vez revisaron mi cajón?
–No, lo vi cuando te robé la media.
–Ah, con que fuiste vos.
–¡No cambies la conversación! Allí había un reloj
carísimo con el nombre de John grabado. ¿Te lo regaló? ¿Por qué con su nombre?
¿Y por qué lo pusiste entre tus calzones?
–Un momento, un momento. –dijo John–¿Mi reloj de oro
estaba en el cajón de Ringo?
–Sí.
–¡Maldito ladrón! ¡Sos igual que ellas!
–¡No robé nada! ¡Ni siquiera sé de qué reloj hablan,
no guardo nada allí!
–¡Pero yo lo vi!
–A ver, Ringo. –dijo Chloe intentando poner orden en
medio del griterío–¿Cómo era el reloj?
–¡Y yo qué sé! ¡Si nunca lo vi!
–¿No lo viste? ¡Me lo robaste! Desapareció al poco
tiempo que vinimos aquí, y pensé que había sido una de ellas.
–No vi nada, no tengo nada.
–Ringo, mirame. –pidió Zettie–¿De qué color era la
caja del reloj?
–¡Y yo qué sé! ¿Azul?
–No. ¿Y cómo era el cuadrante del reloj? ¿Tenía
piedras brillantes?
–Ehh…¿sí?
Zettie miró a Chloe.
–No lo ha visto nunca. La caja era roja y no tenía
piedritas.
–Ese reloj me lo regaló mi tía, este año. Y
desapareció. Y no se lo regalé a Ringo y
tampoco soy su novio, no quiero tocarlo ni con insecticida.
–Digo lo mismo. –agregó Ringo–Si quieren busquen en mi
cajón, pero allí no hay nada, ni en toda la habitación. Nunca vi tal reloj, John
no me regaló nada, sólo un sapo para Navidad.
–Y que se murió.
–George lo aplastó cuando sacaba el auto de la
cochera. Lo odio.
Chloe sacó de un brazo a Zettie.
–¡No pasa nada! ¡Fue imaginación tuya!
–Mejor…entonces que se queden, aún tenemos oportunidad
con ellos.
–De todos modos revisaremos. Ringo –Chloe se asomó a
la biblioteca, donde John y Ringo seguían peleando–Dame las llaves de tu
habitación.
–¿Van a revisarla? En fin, mejor, así dejan de decirme
ladrón. Lo que faltaba.
Entraron a la habitación y Chloe y Zettie la revisaron
con la efectividad de un comando policial. Ni rastros del reloj. Luego siguieron
por la habitación de John, y ya que estaban, por la de George y Paul. No
encontraron nada.
–¿Y entonces dónde está?
–¡Lo robaron ustedes!
–No, no lo tenemos. Yo tampoco conozco ese reloj, sólo
lo vio Zettie. Entonces, ¿no son nada? Me refiero a ustedes dos.
–No, nena. –respondió John con gesto cansino.
–Ni lo seremos.
–¿Tenemos esperanzas con ustedes?
–¿Qué?
–Nada, nada, no dije nada. –se excusó Chloe–Disculpen
las molestias.
******************
Eran cerca de las tres de la mañana cuando Zettie despertó.
Tenía hambre y además el muñeco de Mickey Mouse que se había comprado durante la
tarde, y que brillaba en la oscuridad, daba demasiada luz y además parecía
terrorífico. Lo tiró por la ventana.
Bajó a la cocina para comer la pizza que había sobrado
y vio que allí, la televisión estaba prendida. Con miedo, se acercó de
puntillas hasta que vio a John roncando sobre la mesa.
–John, despertate. ¡John! –lo sacudió hasta que entre
quejas, el chico abrió los ojos.
–¡Ay no me mates!
–No te voy a matar, estúpido. ¿Qué hacés acá? Son las
tres de la madrugada.
–Miraba la repetición del show de Mickey Mouse.
–Te regalaré un muñeco de él.
–¿De verdad?
–Sí, buscalo mañana en el jardín, debe estar por ahí.
–Gracias. Ey, lindo camisón.
–Andá a la mierda.
–Qué carácter. ¿Y qué hacés vos acá, si decís que son las
tres de la madrugada?
–Vine a comer pizza.
–¿Pizza? Bueno, ya sé que sos una rara.
–¿Rara?
–Bueno, un poquito rara. ¿Conforme? Ah Zettie,
necesito pedirte algo.
Lo miró desconfiada, pero John parecía preocupado por
algo así que accedió a sentarse en la mesa frente a él.
–No te daré pizza.
–No es eso.
–¿Y qué pasa?
–Verás…necesito que me enseñes a robar.
–¿Eh?
–Soy rebelde, me gusta serlo, y creo que robando lo
sería más. Ya sabés, a veces el instinto
te lo pide.
Zettie lo miró más desconfiada aún.
–¿Par qué vas a robar si sos millonario?
–No sé, me llama la atención. Pero no quiero usar armas
porque soy pacifista.
–Justo te perdés lo divertido. Entonces tendrás que
dedicarte a cosas bobas.
–¿Me vas a enseñar?
–Sí. Lavate la cara que salimos ahora.
–¿Ahora?
–Lo que vamos a hacer se hace de noche.
******************
Como hacía calor, la noche era agradable, y más en
aquella desierta calle. Estaban en un suburbio de Londres en el que sólo se escuchaban
las peleas de los gatos.
–¿Zettie aún estás en camisón?
–No tenia ganas de cambiarme. Además no se me ve nada.
Y son lindos los ositos que tiene, ¿no te parece?
–Sí, lo que digas.–respondió John, impaciente– ¿Qué
haremos?
–Algo fácil, robar autos. No llevártelos, sino robar lo
que tengan adentro. ¿Tenés una moneda?
–¿Sirve una de veinticinco?
–La haremos servir. Mirá, lo que se hace es muy fácil.
Ubicás un auto, aquel rojo, por ejemplo. –señaló un auto viejo, estacionado en
la acera de enfrente–Te acercás jugando con la moneda, distraído. Y…un momento,
¿de verdad querés hacer esto?
–Sí.
–Es que no te creo lo de la rebeldía. Robar no
significa exactamente ser rebelde.
–Bueno sí, es por algo más…Prometeme que no le dirás a
nadie.
–¿Y desde cuándo tengo que prometerte cosas? No soy tu
amiga.
–Entonces no sabrás la verdadera razón.
–¡Está bien, lo prometo! No diré nada a nadie.
–Verás…quiero impresionar a Chloe.
–¿A Chloe? O sea, ¿Chloe? ¿Chloe Read? ¿La Chloe que
conocemos todos?
–Sí, sí, Chloe, ¿cuántas Chloes más hay?
Zettie soltó una carcajada que hizo callar a los
gatos. John miró a todas partes, temeroso que alguien apareciera y les robara a
ellos.
–¿De qué te reís?
–¡Hombre, no precisás robar para impresionarla! De
hecho, no precisás impresionarla, ¡porque ya lo está!
–¿De veras? Bueno, de todos modos, me gusta
impresionar a las chicas.
–Pará, pará, pará, John Lennon. ¿Para qué querés
impresionar a mi Chloe? ¿Qué intenciones
tenés para con ella?
–Hablás como si fueras el padre…
–No lo soy, pero soy la guardiana de su honor. ¿Para qué
la querés impresionar? ¿Lo tuyo va con seriedad? Porque si es sólo para
divertirte por una noche, te voy a cortar en pedacitos, le diré a Dolores que
te haga estofado, y te serviré para que Tofu te coma.
–Tofu es vegetariano.
–Dejará de serlo. Hablá.
–¿Me vas enseñar a robar o no?
–¡No hables tan alto! ¿Qué pretendés? ¡Que te lleven
preso antes de robar? Y ahora, hablá.
–¿Y vos qué sabés si ella no quiere algo sólo de una
noche? Me parece que no deberías hablar por ella.
–Lennon…puedo hacerte empanadas y venderte como “Empanadas
de John Lennon, literalmente”. Se venderán muchísimo.
–Bueno…–John resopló–son intenciones serias. Me gusta.
Es linda y tiene un algo…no sé, me gusta. Y hoy vi cómo se puso con todo ese
desastre con mi reloj y Ringo. Estaba celosísima, se lo vi en los ojos. ¡Zettie apenas te conozco, no sé porqué te
estoy contando esto!
–¡Oh por Dios, necesito un teléfono público, debo
contarle esto!
–¡No, no! ¡Prometiste que no dirías nada!
–Me costará mucho no decirle, pero intentaré. Y ahora,
aprendiz, dame la moneda. Irás caminando distraído, te acercarás al auto, pero
cerca de la pared. Cuando estés frente a la ventanilla, tirarás la moneda, pero
no como si encestaras en básquet, sino así.–Zettie tomó la moneda, y con el
puño hacia arriba, la lanzó hacia su costado–¿Lo ves? El tiro no tiene que ser fuerte
para que no haga ruido, pero tiene que tener la suficiente fuerza como para que
rompa el vidrio. Intentalo. Es como bailar rock.
John fue caminando hacia el auto rojo, jugueteando con la moneda. Se apoyó en la pared, hizo como que iba a seguir caminando, y lanzó la moneda. Pegó en el vidrio, pero no lo rompió.
–¡Chist! –Zettie, escondida detrás de otro auto, le
hizo señas para que probara con el auto estacionado delante del rojo.
Hizo el mismo procedimiento, y esta vez, el vidrio se
rompió, apenas. Zettie se acercó, corriendo.
–¡Perfecto! ¡Chloe estará orgullosa de vos! Ahora
estirá el puño de la manga de tu camisa, necesitarás cubrirte la mano para
meterla.
–No entiendo…
–John, en esto hay que ser rápido y estamos perdiendo
mucho tiempo. Observa y aprende. –Zettie estiró la manga de la chaqueta que
llevaba puesta, y metió su mano en el pequeño orificio que había hecho la
moneda. Por supuesto, el vidrio fue cediendo y rompiéndose, hasta que ella
alcanzó el seguro de la puerta y lo quitó.
–¡Voilá! –exclamó cuando la abrió–Auch, igual me
lastimé un poco. Bueno, agarrá lo que quieras.
–¿Qué? ¿Tengo que llevarme algo?
–¿Y para qué vas a robar?
–Sólo quería saber cómo se hace, no robar. Además no
hay nada que me interese.
–A mí sí, tienen el mapa completo de rutas de Europa,
este año se agotó y no lo volvieron a editar. Me lo lleva…
–¡Alto, policía!
Ambos gritaron y salieron corriendo, seguidos por un
policía que iba con un palo en alto. Doblaron la esquina y siguieron corriendo.
–¡John, apurate! ¡En A Hard Days Night parecía que
corrías rápido!
–¡Estoy cansado!
–¡Saltemos acá!
Saltaron una reja y cayeron dentro de un gran parque
municipal medio abandonado. Se escondieron entre unos pastos altos.
–¿Cómo corrés tan rápido con ese camisón largo? –se
quejó John–¡Y ni siquiera estás cansada!
–Experiencia, Lennon, experiencia.
–¿Aquí no habrá perros?
–Aquí no hay ni
fantasmas. El policía nos perdió de vista, vamos.
Salieron del
parque por la puerta, y caminaron hasta el auto. John tenía miedo de que lo reconocieran,
y también que reconocieran a Zettie porque era la única loca que podía andar en
camisón de ositos por la calle.
De camino a la
casa, John se prendió un cigarrillo.
–Es una hermosa
noche, ¿no? Me gusta tu auto descapotable.
–Gracias. –contestó
sin dejar de mirar fijamente la carretera.
–Pensé que no
sabías conducir.
–No sé.
–¡¿Y qué hacés
conduciendo?!
–A esta hora no anda
nadie a quien pueda chocar. Y no hables, que según dicen tus amigos, también
sos un desastre al volante.
–Es porque no
veo bien. ¿Y qué tal mi primer delito? ¿Al final te llevaste el mapa?
–Bien, tenés
potencial. Y no, se me cayó cuando corríamos. Tardamos mucho, recordá que eso no se debe hacer. Y pregunto, ¿cómo
harás para impresionar a Chloe? ¿Saldrás a robar con nosotras? Esto tendrías que habérselo pedido a ella, no
a mí.
–Pensé que vos
podrías contarle. Que yo te lo pedí porque me gusta, y decirle lo que me
dijiste, que tengo potencial.
–John –Zettie lo
miró–en el mundo de la delincuencia, no se hacen favores si no hay recompensa.
–Pero yo no
estoy en el mundo de la delincuencia, no robé nada.
–Rompiste el
vidrio de un auto, ya estás adentro.
–De acuerdo, de
acuerdo. Decime qué puedo hacer por vos.
–Lo mismo que
estoy haciendo yo con vos, para conquistar a Chloe.
–¿Querés conquistar
a Chloe?
–¡Ay no, idiota!
–Uff, qué susto. ¿Y entonces?
–Necesito tu ayuda.
–¡Ya sé! ¡Te gusta Paul! Jé, lo vi, ya me parecía.
Siempre pelean por el caballo y no se llevan nada bien, y dicen que los que se pelean,
se aman.
–No es Paul.
–¿George? Es que es un galán, con esas cejas ha
matado a varias chicas, y se hace el
misterioso, ¿eso las pone mucho, no?
–Tampoco es George.
–¿Soy yo? Lo siento Zettie, pero…mierda, no tuve que
haberte dicho lo de Chloe. No pensé que vos…
–¡No sos vos!
–¿No? Entonces no sé.
Siguieron andando por la carretera, Zettie lo miraba de
reojo pero John no parecía darse cuenta de nada.
–¡Parááááááá!
–¡Ahhhhhhh!
Zettie frenó de golpe, asustada, mirando a todos
lados.
–¡Te gusta Ringo!
–¡Tarado! ¡Gritaste como si hubiera atropellado algo!
–Zettie se agarraba el pecho, agitada, mirando si, efectivamente, no habría pisado
algo o alguien. Pero no había nada, la ruta estaba desierta.
–¿De verdad te gusta Ringo?
–¡Tardaste media hora en darte cuenta de que te faltaba
un miembro de tu propia banda!
–Es que a Ringo no lo quiere nadie.
–¡Yo sí!
–Apaa…lo quiere. Esto ya toma tintes telenovelescos.
Zettie arrancó
nuevamente, furiosa.
–¿Y qué querés que haga por vos?
–Nada, mejor no hagas nada.
–Si no hago nada, vos no harás nada por mí con Chloe.
Decime qué hago. ¿Le hablo de tus cualidades para la enseñanza?
–No.
–¿Le hablo de tu camisón de osos? A él le gustan los
osos.
–Tampoco. Me las arreglaré sola. Además…–Zettie bajó la
velocidad y golpeó el volante con una mano–¡Ni siquiera me mira!
–Sí, mira a todas. Digo…¡no, no mira a ninguna!
–¡No le intereso! Y…no sé qué hago acá, con esta noche
tan hermosa, estas estrellas, esta luna, ¡y con vos! ¡Tendría que estar con él!
–Pero él no te pidió que le enseñes a robar. Si le
digo de tus clases, por ahí te lo pide, y mañana lo llevás y además dicen que
habrá luna llena hasta el domingo y…
–Dejá todo así.
–De todos modos no sé qué tiene que ver la luna en
todo esto…Definitivamente parece una telenovela. Bueno, ¿me ayudarás con Chloe?
–No lo sé.
–¡Dijiste que sí!
No le respondió más, doblaron para entrar al parque de
la casa. John se bajó inmediatamente y agradeciéndole, se metió dentro de la
casa.
Cuando Zettie guardaba el auto en las cocheras, sintió
que alguien la agarraba por el cuello.
–¡Aaahhhh!
–Silencio Zettie Foster.
Se giró y vio a Chloe, con una linterna en la mano que
le apuntaba a la cara.
–Chloe, yo…
–¡No me expliques nada!
–¡No es lo que parece!
–Estabas con John, a la madrugada, saliendo con tu
auto, ¡y en camisón! ¿Y me decís que no
es lo que parece? Maldita traidora, nunca pensé que mataría por amor, pero…
–¡Chloe, no! ¿Me vas a matar? ¿A mí? Dejame que te
explique. Me levanté para comer pizza, John estaba dormido en la cocina. Se
despertó y me pidió que le enseñe a robar.
–Encima mentirosa. Te recuerdo que sé usar fusiles, y que
hay un paredón en el extremo del jardín que pide a gritos tu sangre.
–¡Chloe, de verdad! ¡Quiere aprender! Le enseñé lo básico,
ya sabés, la moneda. Lo aprendió rapidísimo pero nos corrió la policía, eso sí.
–Con eso explicás el pasto que tenés adherido al
camisón, ¿no? Mostrame algo que hayas robado.
–Se me cayó…Era un mapa de las rutas, el que estuvimos
buscando pero que ya no vendían…Chloe de verdad, no pasó nada, John no está interesado
en mí y sabés que yo tampoco en él. Mirá
le prometí que no te diría nada, pero…Te quiere impresionar. Lo hace por eso.
Le gustás, le parecés linda y que tenés “un no sé qué” que ni sé qué será, pero
me dijo así.
–¿De verdad? –Chloe bajó la linterna.
–Sí…No pasó nada, sólo quería que le enseñara, y lo
llevé ahora porque no voy a estar enseñándole a plena luz del día. Dijo que me
ayudará con Ringo pero lo mío es imposible. Tenés suerte, amiga.
–No te pongas así, vamos. –Chloe la abrazó–Perdoname,
pensé cualquier cosa, todo era muy sospechoso. No haré nada que delate que no
cumpliste tu promesa. Pero que no se te ocurra pasarte de lista con él.
–Que no, no haré nada. Y Gracias. Bien, será mejor que
vayamos a dormir, estoy cansada. Dios, ¿todavía esas luces de Navidad puestas?
–dijo mirando a la casa.
–George las dejó ahí y no sé dónde las enchufó. Vamos,
que mañana vendrá Connor y eso no me
gusta nada.
*--*-*-*-*-*
Después de mucho, ¡volví! Espero que hayan pasado un buen fin de año y que este 2016 haya arrancado más que bien.
Aquí les dejo este capitulo, más o menos faltan tres para que termine este fic.
Saludos!