Jamás pensó que
presenciaría aquella espantosa visión. Ella, que siempre había logrado huir, no
podía creer lo que estaba ocurriendo frente a su casa. La taza de café recién
hecho se resbaló de sus manos antes que pudiera gritar lo que nunca debía ser
nombrado:
–Po…po…po…¡POLICÍA!
Chloe corrió lo
más rápido que pudo por las escaleras, o lo más rápido que le permitieron sus
pantuflas de perrito. Terminó arrojándolas por la escalera y entró a la
habitación de Zettie, que dormía su profundo sueño de 14 horas.
–¡ZETTIE!
Le dio una
sacudida y de inmediato abrió el armario de la chica y comenzó a sacar su ropa
y arrojarla sobre la cama. Del fondo sacó una maleta.
–¿Qué te pasa?
–dijo Zettie, saliendo de debajo de la montaña de ropa, aún con los ojos
pegados.
–¡La policía!
–Ajá, la policía
usa uniformes azules y anda en coches viejos
y destartalados. ¿Qué hay con ella?
–¡Están acá!
Palideció y de un
salto salió de la cama.
–Guardá acá lo
que necesites, y agarrá el dinero. ¡Rápido!
–Pero…¿para qué?
–Te vas a ir. Yo
me quedo.
–¡No, no puedo
dejarte! ¡No me voy sin vos!
–Ay dejá la
telenovela para otro momento. Hay que salvar el dinero, andate. Después hacés
un plan y me sacás de la cárcel, hoy los túneles se hacen rápido. ¿Estamos de acuerdo?
Se oyeron golpes
en la puerta, Dolores se asomó.
–Está la
policía, ¿qué les digo?
–Ya voy.
Dolores, digan lo que digan, no les creas.
La chica la miró
desconcertada y se fue.
–Chloe…
–Shh. Andate.
Salió siguiendo
a Dolores, esperando ver en su sala a unos cuantos policías con una orden de
arresto en las manos. De pronto recordó que Zettie no sabía conducir, y que
tampoco era rápida corriendo y más con una maleta encima, y peor, no se había
puesto las gafas. Conclusión: la atraparían. Conclusión de la conclusión:
estaban perdidas.
Sin embargo, se
encontró con un hombre alto, de traje y aspecto serio, flanqueado por dos
policías que miraban todo con aire más de curiosidad que de investigación
criminal.
–¿Señorita Read?
–dijo el hombre alto–Disculpe que la molestemos a esta hora. Soy el Inspector
Connor.
Levantó una ceja
antes de saludarlo. ¿Un policía, pidiendo disculpas?
–Mucho gusto,
¿en qué puedo ayudarlo?
–Verá…quisiera
hablar con usted a solas.
–Claro. Dolores,
retirate. Siéntese, inspector. –Chloe señaló los sillones de la sala, y para su
sorpresa, Connor ordenó a los policías que se retiraran. Todo era demasiado
raro.
–Hay un asunto
delicado que me gustaría charlar con usted. Es…complicado.
Chloe se estaba
cansando con tanta vuelta. Ningún policía tardaba tanto en decir “¡Queda
arrestada!” más que nada porque sabía que a los policías les daba placer decir
eso. El dichoso inspector ya la estaba sacando de quicio, le daba ganas de
mostrarle las muñecas para que la esposara y la metiera en la prisión más
cercana con tal de no seguir viendo su cara de circunstancia.
–¿Conoce usted a
los Beatles?
Y tanto, pensó.
¿Cuánto faltaba para que dijera “les robaron y ustedes son las culpables”?
–Necesito su ayuda
para protegerlos.
La taza se le hubiera
caído de las manos de haber tenido una. ¿Qué barbaridad estaba escuchando?
–Sé que es
sorprendente, sí. –continuó Connor, al ver su cara–Pero debe halagarla que la
busque para proteger a la banda más
famosa.
–Espere…no estoy
entendiendo.
–Paso a
explicarle. La banda está amenazada de muerte por un grupo terrorista. Es algo
grave, los han seguido, saben dónde viven, han hecho llamadas. Ya sabemos que
no es una simple broma de alguien aburrido. Sabemos que es gente que cumple con
sus amenazas.
Nunca en su vida
hizo tanta fuerza para no estallar en carcajadas. No podía creer que la policía
se hubiera tragado semejante cuento. Pero si bien la policía le estaba demostrando
cuán idiota era, no lo seria tanto como para no darse cuenta que ella estaba
conteniendo la risa. Así que se tapó la cara
y haciendo gala de sus dotes actorales, simuló un llantito.
–Yo…yo no sabía
eso, qué horror. ¿Cómo puede haber gente tan mala?
–La hay,
señorita Read, el mundo está cada vez menos habitable. Comprendo su
consternación, seguramente usted es fanática de ellos y saber esto…Pero por eso
acudo a ustedes. Conocí a su hermana en una fiesta, ya sé que son educadas,
están alejadas de la fama y el escándalo, por lo tanto no los perjudicarán.
Ustedes podrían protegerlos.
–¿Está seguro?
–otra vez trataba de calmar su risa.
–Más que seguro.
Creo suponer que ustedes tienen la mejor seguridad, al fin y al cabo, son hijas
de la reina. La banda debería quedarse aislada por un tiempo, hasta que las
amenazas pasen. Si se van del país, estos terroristas los encontrarán y los
Beatles estarán más desprotegidos contra ellos. Pero si se quedan en Londres,
en un lugar que nadie conozca, los terroristas se despistarán. Repito, ustedes
tienen la mejor seguridad, ¿no es así?
Chloe iba
decirle que no, que dos ladronas no precisan seguridad, salvo que algún otro
ladrón quiera cien años de perdón. Pero por lo que estaba entendiendo, Connor
estaba muy interesado en saber eso.
–Sí, tenemos la
mejor seguridad del país. Ahora no los ve porque son muy discretos, pero están
siempre atentos.
–Entonces,
¿podría contar con usted? Por favor, es lo único que se me ocurrió, otra opción
seria ocultarlos en el mismísimo palacio, pero sería muy obvio, además ya lo hicieron
en esa película de porquería.
Chloe lo miró con
desprecio, en su presencia nadie podía llamar “película de porquería” a Help.
–Bueno…lo
ayudaré.
–¿De verdad?
¡Gracias, gracias, gracias!
Connor había
estado tan desesperado que escuchar que Chloe aceptaba lo hizo ponerse de
rodillas y besarle una mano. Otra vez tuvo que contener la risa, un policía a sus
pies…De pronto, escuchó un estrépito de vidrios rotos.
–Ay, Zettie…
************
Brian suspiró
aliviado. Al fin una buena noticia, una solución a parte de sus problemas.
Connor parecía feliz contándole las bondades del hogar de las princesas, con su
gran sala, su gran parque, su gran piscina, su gran seguridad, y sobre todo, su
gran predisposición. Todos estarían encantados de pasar una temporada en ese lugar.
–Ya mismo les avisaré
que preparen todo, quiero que se muden allí lo antes posible, el peligro es
mucho y no me gusta que todavía estén a la vista de todos. Mandaré a la prensa
una nota en la que diga que se tomaron vacaciones por separado.
Levantó el
auricular y marcó el número de John, sería el más difícil de convencer.
*******************
Zettie trataba,
en vano, de tomar aire. Estaba pálida, roja, violeta, y algo verde. Chloe
trataba, también en vano, de reanimarla hasta que al fin le lanzó una jarra de
agua helada y la chica por lo menos dejó de agarrarse la garganta en su afán de
respirar.
–¿Q…q…?
–¡Lo que
escuchaste!
–Es
que…AAAAAYYYYY ¡VIVIRÁN CON NOSOTRAS!
De la emoción le
dio una patada a la bolsa llena de billetes con la que había roto el vidrio del
ático.
–¿Y sabés? Un
policía se arrodilló ante mí.
–¡Sos una
campeona! No puedo creer que este plan nos saliera tan bien.
–El dios de los
delincuentes nos está ayudando.
–¿Y cuándo
vienen?
–Lo antes
posible, o eso me dijo. Ya mandé a Dolores a que prepare las habitaciones.
Obviamente, la de John estará al lado de la mía.
–No quiero
degeneramientos en mi casa.
–Maldita monja,
si vos vas a instalar la de Ringo no al lado, sino en tu propia habitación.
Pero a ver, hablando en serio, tenemos que contenernos. Supuestamente somos princesas
y toda esa estupidez, y debemos comportarnos o sospecharán.
******************
John había aceptado
de muy mala gana. Su idea de vacaciones era una playa con mucho sol y calor y
no una casa en el Londres nublado de siempre. Paul, por el contrario, estaba
encantado: el aislamiento le vendría bien para componer, al igual que George,
que quería aprovechar para meditar. Ringo coincidía con John: se aburrirían
muchísimo.
Al fin Brian
dejó de darles instrucciones y los metió en el auto. Por detrás los seguiría un
camión con todo el equipaje que creían necesario, como ropa, discos, bebidas de
todo tipo, libros, un sitar, una batería, cinco guitarras, un piano, y…un caballo.
Bueno, el caballo no iba en el camión, sino en un tráiler especial, y la
ocurrencia había sido de Paul, que insistía en aprender equitación. Los demás lo
llamaban Príncipe Carlos: cada vez que subía a un caballo, se caía. Brian los
reprendió, en la casa no debían mencionar esa broma porque quién sabe cómo
reaccionarían las anfitrionas.
Una escolta policial
les abrió camino hasta la casa.
–¡Policía!
Zettie corrió a
cargar su arma y se apostó en una de las
ventanas del comedor, dispuesta a empezar la guerra. Chloe salió de ducharse,
sin entender nada.
–¿Pero qué
hacés? ¡Son ellos!
–¿Quiénes son
ellos?
–¡Ellos, los
Beatles! ¿No ves que ese tipo es el jefe de la policía? ¡Prometió que me avisaría
cuándo vendrían!
–Pero…¿avisó?
–¡Claro que no,
sino no estaría así! –se secó el cabello con una toalla–¡Me veo horrible! Las primeras
impresiones son las que valen ¡y John me verá así!
–¿Entonces
guardo el arma? ¿Segura que no vienen arrestarnos? ¡Mirá si fue una trampa!
–Guardala. ¡Y
ayudame!
Zettie la peinó
con toda la desprolijidad del mundo mientras también se quejaba de su aspecto.
Escucharon que el mayordomo estaba atendiendo a los “invitados” y se sintieron
peor.
–Ya fue, empiezo
a los tiros. Antes muerta a que Ringo me vea así.
–¡Guardá eso!
Salgamos, ya no podemos hacer nada.
Zettie guardó la
pistola en el botiquín del baño y salió junto a Chloe a la sala. Hubieran querido
recibirlos con sus mejores vestidos y peinados, y no con jeans raídos,
camisetas desteñidas y zapatillas embarradas. Cuando los vieron, la presión se
les subió. Allí estaban los cuatro, en su sala, en su casa.
–¿Dónde están
las princesas? –inquirió Brian.
–¿Cómo “dónde
están”? Somos nosotras.
Brian miró a
Connor, a los chicos, luego a las chicas, y luego volvió a Connor.
–¿Son ellas? –preguntó
incrédulo.
–Ehh…sí.
–¡Pensé que eran
dos ancianas! Son…son…¡son demasiado jóvenes!
–¿Y con eso qué,
viejuco? –Zettie le dio un golpecito a Chloe, esas no eran maneras de una princesa.
–Señor Epstein,
si son hijas de la Reina no pueden ser ancianas...–Connor sonrió incómodo.
–Es verdad.
¿Cómo pude pensar que…? En fin, al diablo con esto, ustedes quédense –miró a
los cuatro con severidad–Y ahora, más que nunca, cuidado con lo que hacen.
***************
Más que
ofendido, Brian se fue avergonzado. No sabía porqué había pensado que esas dos
fueran ancianas. Siendo jóvenes aquello era un problema y si lo hubiera sabido
antes jamás habría aceptado la solución de Connor. Hubiera preferido mandar a los
Beatles a la Antártida si era necesario, pero ahora estarían en una casa con
dos chicas demasiado jóvenes que por muy princesas que fueran tenían sangre de degenerados
y quién sabe qué les harían a sus chicos. O ellos a ellas.
************
–¿Y bien?
–Connor intentaba ser al animador del momento, aún cuando todos habían quedado
un poco raros después de que Brian se fuera–¿No van a saludarse?
–Oiga no somos
niños de primaria para que nos obligue a presentarnos. –dijo John–Pero bien,
soy John y todo eso.
–Ya lo sé. –Chloe
sonrió.
–Uff…ésta tiene
cara de loca. –susurró George en el oído de John. Éste la miró con miedo, su
amigo parecía tener razón, esa chica no le sacaba los ojos de encima.
–Y vos sos Paul,
vos George y…Ringo. –dijo Zettie en un suspiro–Ya sabemos quiénes son, no hacen
falta presentaciones. Y ella es Chloe Read y yo Zettie Foster.
–Bienvenidos a
nuestro hogar.
–Gracias, será
un gusto para nosotros estar aquí. –Paul parecía el único que no las miraba
como si fueran dos psicóticas.
–Uyy, Paul te
mira mucho, Foster.
–A vos te
mirará, si a mi no me gusta. Ejem –Zettie les sonrió a todos–si quieren los
acompañamos a sus habitaciones y damos un recorrido por la casa, ¿les parece?
–¡Qué buena
idea, señorita Foster! –dijo Connor, y amagó con sumarse, pero Chloe lo miró significativamente
y Connor dio un paso atrás. Le encantaba saber el poder que tenía sobre un
policía.
–Bien, yo ya me
voy. –dijo Connor, algo nervioso–Muchachos, ya tienen mi número de teléfono por
si necesitan algo.
–Lo llamaré esta
misma noche –susurró John–cuando alguna de estas dos intente matarme…
****************
–¿Y esto qué es?
Chloe rodó los
ojos. Llevaba cuarenta minutos “paseando” con Ringo y ya le parecía un insoportable.
Era la quincuagésima vez que le hacía la misma pregunta.
–Un estúpido baño.
–abrió la puerta y encendió la luz.
–Faaa…¿cuántos
baños tienen?
–Yo qué sé,
nunca se me ocurrió contarlos. Bueno, sigamos.
–Ehh…no, me
dieron ganas…
–¿De qué?
–Ya sabés, de ir
al baño.
–Ay bueno, entrá
y usalo. –cerró la puerta de un golpe y vio que Zettie se acercaba sonriendo.
–Apartate,
quiero espiarlo.
–No me aparto
nada. Tu muy querido ya me tiene harta. Ve un mueble y dice “¿Y esto qué es?”;
una puerta, “¿Y esto qué es?”; un adorno “¿Y esto qué es?”. Es un tarado.
–Momento, a mi
novio no le decís tarado. Debe ser curioso nada más, qué tierno.
La puerta se
abrió y ambas vieron que Ringo estaba bastante pálido.
–¿Estás bien?
–preguntó Zettie.
–Ehh…no sé…Hay
algo que no sé lo que es.
Chloe bufó y
entró al baño como si entrara a matar infieles.
–¿Qué es lo que
no sabés?
–Esto.
Miró hacia donde
señalaba: la pistola en el botiquín.
–Zettie…
–Puedo
explicarlo. –hizo su sonrisa más inocente, que sin embargo no conmovió a ninguno
de los dos–Es que…Ay, es muy triste esto. Una vez alguien intentó atacarme.
Chloe sonrió, ya
sabía para qué lado iría Zettie: la lástima más penosa.
–Fue cuando ella
era pequeña, ahora no, no te preocupes. La quisieron matar sus parientes.
–¿Los nobles?
–Ah no, no, los
Foster. Son unos animales. –dijo Zettie. Por primera vez no mentía, su familia
era así.
–Qué lamentable…
–Desde ese día guardo
armas por todas partes, para defenderme.
–Sí, quedó
traumada, pobrecita.
–Pero tener
armas es peligroso…
–Ah no, para
nada. –Chloe tomó el arma–Siempre están descargadas.–abrió el cargador, estaba
lleno y miró a Zettie.
–Pero ahí hay
bal…
–Están descargadas
Ringo, no se habla más. –cerró el botiquín y se calzó la pistola en la cintura.
–Una cosa
–Zettie se paró delante de Ringo, tratando de intimidarlo aunque no le salía–¿qué
se supone que hacías mirando el botiquín?
–Eso es cierto,
¿qué hacías?
–Es que…me gusta
mirar lo que tiene la gente. Ya saben, a muchos les pasa, entran a un baño y
miran qué hay.
–Que sea la
última vez.
–Está bien, está
bien…¿cómo era tu nombre?
–Chloe.
–Está bien,
Chloe. Perdón a las dos.
Ringo salió del
baño lo más rápido que pudo y se encerró en su habitación.
*******************
–¿Qué mierda
hace un caballo en mi jardín?
Como una
descarga eléctrica, Zettie bajó y se llevó por delante al jardinero.
–Señorita, ese
caballo está comiendo las flores que planté recién…
–Ya lo vi,
Jaime, no se preocupe. ¿De quién es esa bestia? ¡Ehhh! ¡Fuera! –comenzó a
gritar, ya en el jardín. El caballo ni la miró, Paul se acercó indignado.
–¿Llamaste
bestia a Tofu? ¡Es mi caballo, no una bestia!
–Es una bestia,
igual que su dueño. ¡Y dirigite a mí con respeto!
–Perdón, alteza.
–Paul bajó los ojos, se veía tierno pero Zettie trató de no conmoverse.
–¿Quién te dio
permiso para traer un caballo?
–Nadie.
–¿Cómo dijiste?
–Nadie, alteza.
–Norteño
descarado, siempre ignorantes con poca educación.
–Si mal no
recuerdo, su padre también es norteño, o eso me contaron…
–¿Me estás
discutiendo?
–Ey, ¿qué pasa
acá? –Chloe salió al jardín al escuchar los gritos–Ay, qué lindo caballito.
–No, esa bestia
se va.
–¡Se llama Tofu!
–Por mí que se
llame Napoleón Bonaparte, se va.
–¿Por qué?
Zettie, es lindo, a mi me gusta.
–Se está comiendo
mis flores.
–No las plantaste
vos.
–¡Pero las compré!
–Ay vamos
Zettie, las compraste con el dinero que rob…digo, que nos obsequió nuestra
madre. Quiero que se quede, son dos votos contra uno.
–Los plebeyos no
tienen derecho a votar.
Pero no la
escucharon, porque Paul ya se había subido a Tofu y Chloe se estaba riendo
porque ya se había caído.
*****************
–Esto no va a
funcionar. –Zettie trataba de sacarle crema a un frasco–¡Pero qué crema de
mierda!
–Te dije que lo
rompas.
–No me refería a
esta porquería, me refería a ellos. Ringo encontró la pistola, George se pasó el
día encerrado tocando ese instrumento enloquecedor, y encima lo toca mal.
–Está
aprendiendo.
–John lo único
que hizo fue mirar televisión, el mánager llamó quince veces, y ese caballo
maldito…
–Reconocé que te
pegaste una buena carcajada cuando se cayó, parece el Príncipe Carlos.
–Sí, pero…
–Será hasta que
se acostumbren, no todos los días cuatro hombres tienen la suerte de que los
metan casi por la fuerza en una casa con dos bellas mujeres.
–Hablo en serio.
–Y yo también.
–¿Cómo los vamos
a mantener?
–Ey, eso es una
buena pregunta. El infeliz del inspector no me habló de ninguna cuota alimentaria.
–Supongo que no
vamos a mantenerlos con el dinero que les robamos, ¿no?
–La idea era
usar ese dinero para conquistarlos.
-Sí, pero
queremos conquistar a dos, no darles de comer a cuatro.
–Y bueno, ¿qué
querés? ¿Qué mate a los otros dos que nos sobran?
–No, que ellos
se mantengan. Tienen dinero, pueden hacerlo.
–Es verdad, no
vamos a andar manteniendo vagos. Mañana mismo hablaremos sobre eso.
********************
Eran las cuatro
de la mañana y la casa dormía un sereno sueño de paz. Hasta que algo cortó esa
paz. Un estruendo de batería.
–¿Pero qué
mierda…? –gritó Chloe sobresaltada, saliendo de la cama. Se encontró a Zettie
en el pasillo, tan extrañada como ella–Tu novio me despertó, porque no creo que
sea otro más que él.
Un ruido de piano
siendo apaleado y gritos también se escucharon. Zettie sonrió.
–Tu novio creo
que también está.
Ambas corrieron
al segundo piso de la mansión, donde la tarde anterior habían amontonado los instrumentos.
En el piano, John cantaba o más bien aullaba, mientras reía con Ringo que parecía
que más que tocar, le daba trompadas y patadas a la batería. Ambos parecían
haberse esnifado hasta el polvo de los muebles.
–Hola. –Paul
apareció por detrás de ellas, que lanzaron un grito de puro susto.
–¿Me podés
explicar qué es todo esto, plebeyo?
–Es que a la
madrugada nos inspiramos. A esta hora siempre estamos en el estudio.
–¡Pero esto no
es un estudio! –gritó Chloe–Ey vos, el de las gafitas: dejá de gritar.
–Estás haciendo
callar a John Lennon en plena composición.
–Sí, ¿y qué?
–¿Qué? ¡Que soy
John Lennon!
–¡Y yo soy la
hija de la reina y si quiero te mando a la guillotina!
Otra vez el
silencio volvió por unos instantes.
–Sos una chica
ruda, eh.
–Por supuesto. Ahora
dejen dormir. Mañana en el desayuno habrá asamblea general, hablaremos de las
reglas de la casa.
–Chloe,
¿asamblea?
–Cierto,
asamblea suena demasiado democrático. Será un comunicado oficial.
*******************
A la mañana
siguiente, todos se veían muy somnolientos y esperaban a que Dolores les
sirviera. Cuando la muchacha acercó la jarra con café a la taza de George,
Zettie la frenó.
–No Dolores,
antes de darles comida, hablaremos.
–¡Pero tengo
hambre!
–Objeción
denegada, plebeyo Harrison. Si no pagan, no comen.
–¿Pero qué…?
Dolores les
sirvió a ellas los suculentos desayunos que cada mañana les preparaba. Frente a
esos platos, cada beatle se sintió desfallecer.
–No entiendo
nada.
–Ajá Lennon.
Quizás no entendés porque te dura la resaca de anoche. Sobre eso hablaremos también.
Esta casa tiene reglas y son las siguientes:–sacó una papel del bolsillo de su
pijama y leyó.
Acuerdo de convivencia de la maison Foster–Read
Regla N°1: Nada
de ruidos por la noche.
Regla N°2:
Prohibido el uso del teléfono.
Regla N°3:
Ningún caballo comerá flores.
Regla N°4: Nadie
revisará botiquines, cajas, cajones, cuartos, etc.
Regla N°5: Prohibido
el uso de sitar si no se sabe tocar BIEN.
Regla N°6: Cada
uno pagará su comida y alojamiento.
–Quiero agregar
una…
–Zettie, lo de
esclavos sexuales dijimos que no.
–Qué lástima…
–¿Pero qué es
todo esto? ¡Parece un puto internado! –gritó John.
–Regla N°7:
Nadie insultará, salvo las princesas.
–Oigan no nos pueden
poner reglas, no somos niños. –dijo George.
–Regla N°8:
Nadie protestará contra las reglas.
–¡No nos pueden
hacer esto, somos The Beatles! –exclamó Paul.
–Regla N°9:
Nadie se creerá superior a sus majestades. Vamos, una más y completamos diez.
–Es injusto –se
quejó Ringo–lo de revisar botiquines es una compulsión que sufro, no lo puedo
evitar.
–Regla N° 10:
Nadie alegará enfermedades para evadir las reglas.
–Regla N°11: Las
princesas están con la regla.
Todos
miraron a John, espantados. Aquello
había sido demasiado y él lo supo enseguida. Sin embargo, se reía al ver las
caras de todos.
–Cabrón,
acertaste.
Zettie se puso de
pie y se fue llorando. Paul los miró a todos
e intentó comenzar una conversación pacifica pese a los gritos de Chloe llamando
a Zettie.
–Todo esto es
muy raro –dijo al fin–Y tampoco entiendo las reglas.
–Y claro, si a
vos no te viene. –dijio John y Ringo rió ante la contestación, pero de inmediato se
puso serio–Está bien, perdón, no volveré a decir nada sobre eso.
–No veo qué no entienden,
son claras. No ruidos, no quejas, no caballos sueltos por ahí…
–Pero el
teléfono…debemos usarlo, Brian nos llama y Connor dijo que lo llamáramos si
había inconvenientes.
–Pero no hay inconvenientes,
¿para qué van a llamarlo? Hasta ahora no pasó nada que los asustara como para
llamar a un policía.
–Sí, yo vi un
arma. –dijo Ringo.
–Porque miraste
donde no debías mirar. No volverá a suceder si cumplís la Regla N° 4. Y lo de
los teléfonos es para que no nos llegue una cuenta larguísima luego de que
llamen a cada una de todas sus novias.
–Escuchame,
ricura. –John apoyó su cabeza en su mano y la miró fijo–esto lo hacés para que
no hable con otra que no sea vos, ¿no?
Chloe sintió
cómo se derretía por dentro. ¿Acaso le estaba gustando a John o él se lo hacía
de puro maldito? Por suerte Zettie regresó de su mini depresión e interrumpió
todo antes de que fuera más evidente lo que le pasaba con John.
–¿En qué
estábamos? –Zettie volvió a sentarse a la mesa, y ante los ojos de George paseó
una tostada llena de mermelada y se la comió.
–¡Ey, yo quiero
comer! –se quejó–¡Y también quiero tocar el sitar!
–Y yo quiero ser
astronauta y sin embargo no molesto. ¿Me alcanzás otra tostada?
George bufó y
sólo se tapó la cara con las manos, sin obedecerle a Zettie.
–Está bien,
tocaré el sitar pero sin hacer mucho bullicio y a horas razonables.
–¡Bien! Al fin
alguien que cede, ¿ven como podemos entendernos? –festejó Chloe.
-No entiendo lo del
dinero.
–Era lógico que
el que iba a preguntar sobre dinero sería Paul. Já, pequeño avaro. Es muy fácil
de entender: no los vamos a mantener. Paguen una mensualidad y tendrán cama y
comida.
–Es que…no
podemos.
–Cierto que son pobres
desde que les robaron el dinero del banco…–Zettie sonrió.
–Eso fue
catastrófico, sí. Un momento, ¿cómo saben de ese robo si no salió en ningún
periódico?
–Es que…A ver,
Paul, tenemos contactos, no somos un par de mujeres de clase media. Siempre nos
enteramos de todo.
–Ahh…bueno, eso
fue catastrófico, pero al dinero terminamos recuperándolo.
–Tenemos más
todavía, ¿no es genial? –agregó Ringo.
Chloe y Zettie se
miraron. Ni bien terminaran de desayunar, averiguarían en qué banco estaba ese
dinero.
–El tema es que
no podemos usar ese dinero. –continuó Paul–Usarlo sería hacer movimientos en
las cuentas del banco, algo que cualquier terrorista infiltrado entre los empleados
podría saber. Y si saben que ese dinero sale y se usa para gastos en Londres,
será muy fácil para ellos ubicarnos. No creerán que nos fuimos de vacaciones.
Otra vez, Chloe y
Zettie se miraron. No habían pensado eso y de nada serviría decirles que los
“terroristas” no se enterarían. Estaban algo paranoicos y no lograrían
convencerlos. Tendrían que mantenerlos o echarlos de la casa, algo que ni locas
harían. Había que echar mano al dinero robado. Hasta donde alcanzara.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*
Cuarenta años después, volví! Perdón por la tardanza, tengo que estudiar y tampoco tenía inspiración, así que para enmendar mi error, les dejé un capitulo largo. Espero que les haya gustado, yo me reí mucho pero a lo mejor es porque lo escribí drogada jajaja. Como acá (con acá me refiero a Argentina) hoy es el día del amigo, les deseo feliz día a todos, y a sus amigos también.
Y ahora me voy, hasta el próximo capitulo!