jueves, 30 de agosto de 2012

Secretos Compartidos Capitulo III


Los chicos trataban de grabar una canción, pero siempre alguno fallaba. Después de varias risas, protestas y regaños, por octava vez lo intentaron. Todo iba bien, hasta que una seña de George Martin desde la cabina de grabación los hizo detener.
-¿Qué pasa? ¡Estaba saliendo bien! –protestó John.
-Alguien quiere verlos –se oyó la voz de Martin hablando por el micrófono.
-¿Y por eso cortamos? ¡Esto es increíble! Si vamos a detenernos cada vez que alguien quiere ver....-Paul se vio interrumpido en su queja por la apresurada entrada de Dobb al estudio.
-¿Usted? ¿Qué hace aquí? –John lo miró de arriba a abajo.
-Ya no se puede grabar tranquilo –refunfuñó George, dejando su guitarra sobre una silla.
-De eso venía a hablarles, de tranquilidad –Dobb se dispuso a ir directo al grano, ya que sería en vano esperar un saludo de recibimiento –Creo que dimos con el asesino.
-¿Si? –preguntaron todos, asombrados.
-En realidad, es un sospechoso. Pero por fin encontramos algo.
-¿Quién es? –preguntó Ringo, acercándose.
-Un ex convicto. Mató a su mujer a sangre fría, cumplió su condena y hace poco salió en libertad y...
-¿Mató a su mujer y está en libertad? –interrumpió Paul –Vaya justicia....
-No puedo hacer nada, sólo soy un inspector, no hago las leyes. Como les decía, hace algo de tiempo salió de la cárcel, y coincide con el comienzo de los asesinatos. Se allanó su domicilio y se encontró dinero, quizás sea el que le robaron al hombre, el de la inscripción “Money”. Y también se encontró un arma, una pistola calibre 45.
-Pero a ninguno lo mataron a tiros –dijo George.
-Es verdad. Pero tiene un arma. Seguiremos investigando e interrogándolo. Eso es todo por hoy, adiós. –Dobb se puso su sombrero, y con la misma rapidez con la que entró, salió del estudio.



A Mélisande se la notaba emocionada. Y eso era algo muy extraño, ya que generalmente su bello rostro parecía carecer de expresiones, salvo por alguna sonrisita falsa. Pero su emoción tenía justificación. Ver sus pinturas en la exposición que se realizaba en una de las galerías de Londres, donde no sólo participaba su escuela, sino otras del resto del país, era un motivo de alegría. Algo apartada, observaba a las personas que admiraban sus trabajos y sentía que al fin entraba al mundo del arte, y al parecer, su entrada estaba siendo triunfal.
-Mélisande, te felicito –se giró y se encontró con su profesor.
-Gracias, pero esto se lo debo a usted, fue quien me propuso que exponga.
-No, no, como bien dijiste, yo te lo propuse, pero es gracias a ti y a tu talento.
Se vieron interrumpidos por la curadora, que comenzó a hablar para inaugurar la exposición. Luego de un breve discurso, algunos camareros comenzaron a servir bocadillos y champagne, y el profesor se alejó, para charlar con algunos conocidos. Mélisande se quedó parada en el mismo lugar, miraba como otros pintores que exponían charlaban entre ellos, pero ella no quería establecer ningún tipo de conversación con ninguno.
-¿Eres quien pintó éstos? –escuchó una voz de acento francés, miró a su derecha y vio a un hombre algo mayor, con algunas canas y una sonrisa de dientes blanquísimos. Antes de contestarle, notó la elegancia de su vestimenta.
-Si, soy yo. –contestó al fin, decidida –Mélisande Leroux.
-Un gusto conocerte, Mélisande, veo que eres francesa como yo. Soy Charles Deppart –delicadamente le tomó la mano derecha y se la besó.
-¿Charles Deppart? –preguntó incrédula.
-Si, soy Deppart. ¿Me conoces?
No podía creerlo, ante ella, tenía a uno de los pintores franceses del momento, quizás aún no tan conocido en Inglaterra, pero sí muy famoso en su país natal.
-Lo admiro mucho señor Deppart. Lo admiro a usted y a su obra.
-Gracias, pero permíteme decirte que no debes admirarme tanto.....Tu talento es muy importante. ¿Ésta es tu primera exposición?
-Así es –contestó alucinada por lo que acababa de decir el hombre.
-Creo que eres un prodigio. Los seis cuadros son impactantes.
-Gra.....Gracias.....-no podía creer que se sintiera tan nerviosa por lo que le decía, y que además no pudiera disimularlo.
Sin embargo, sus nervios se disiparon poco después, cuando notó lo agradable y simpático que era. Continuaron charlando animadamente sobre las nuevas tendencias artísticas, y él parecía muy interesado en escuchar sus opiniones, ya que varias personas se le habían acercado y él sólo les contestaba con indiferencia, para retomar enseguida la conversación con ella.
-Esta gente ya me está molestando mucho –dijo él -¿Te gustaría acompañarme a tomar un café?
-Mmm...no lo sé, creo que debería quedarme....
-Ya están quedando pocas personas, y tú has cumplido con tu deber de estar aquí, acompañando a tus trabajos. ¿Vienes?
Le sonrió apenas, cediendo ante su insistencia, y lo siguió por el amplio hall de la galería.
-No sé de ningún lugar bonito y agradable al que podamos ir, realmente casi ni conozco Londres. Pero el hotel donde me alojo tiene un petit café que.....oh, es igual a los de París. ¿Quieres ir a ese? O sino dime tú de alguno que conozcas. Ya que somos franceses, deberíamos hacer honor a eso.
-Es verdad, pero yo tampoco conozco ninguno. Vayamos al que usted dijo.
-Perfecto –Deppart le abrió la puerta de su auto –Pero antes.....deja el “usted”. Tutéame.
-Como digas –respondió sonriendo y entrando al auto.

Llegaron a un lujoso hotel, uno que Mélisande reconoció como de los mas caros de la ciudad. Entraron y se sentaron en una de las mesas. Charles pidió dos cafés y varias delicatessen a su gusto. Allí continuaron hablando, no ya de pintura, sino de sus vidas.
-¿Eres francesa nacida en Francia, o lo son tus padres? –dijo él dándole un sorbo a su café.
-Lo soy. Nací en París.
-¿Y qué hace una bella dama parisina en una ciudad tan gris como Londres?
-Mi familia se mudó aquí, hace unos años –contestó algo sonrojada –Luego volvieron, pero como yo había comenzado mis estudios aquí, decidí quedarme.
-Me imagino que extrañarás....Francia en inolvidable.
-Si, lo es...
-Y....¿podría saber cuántos años tienes?
-23 –respondió con sequedad. Se estaba incomodando con tantas peguntas, detestaba hablar de su vida privada.
Deppart pareció darse cuenta, y desvió su conversación hacia el terreno del arte, pero hablando en francés. Mélisande se sintió aliviada, a la vez que contenta, hacía mucho que no tenía una charla completamente en su idioma materno, y además, sobre su tema preferido, la pintura.
Pero Charles volvió a la carga con sus preguntas.
-¿Por qué no vuelves a Francia? Creo que Inglaterra no valora a los pintores....Todos están con ese grupito, The Beatles, que lo único que hacen es.....
-A mí me gustan. –cortó en seco –Y aquí me gusta también.
-Ahh....¿te inspira Londres?
-No.
-¿Y en qué te inspiras?
Levantó su vista del café que estaba tomando, molesta.
-En cosas de la vida cotidiana.
-¿Sabes? Hace tiempo que llevo conmigo un cuadro que no logro terminar. Muchos me han dicho que es muy bueno, pero que le falta “algo”. Yo siento lo mismo, e incluso le pregunté a dos colegas si podían darme su opinión. Lo modificaron un poco, pero para mí sigue sin terminar. Hay veces en las que me quita el sueño. Quizás tú podrías ayudarme.....



John estaba en la casa de Paul, junto con George. Recostado en un sofá, leía el periódico. Paul estaba frente a él, sentado en una silla, componiendo algo con la guitarra.
-Mira esto Paul –señaló un artículo en el periódico, y Paul apenas lo miró, molesto.
-¿Qué hay? –preguntó
-Es sobre una muestra de arte en una galería.
-¿Y con eso qué?
-Mmm.....me gustaría ir. ¿Me acompañas?
Paul sólo resopló, fastidiado, se puso de pie y salió al jardín, dejando a John refunfuñando por su actitud. George lo vio pasar.
-¿Pasó algo? –preguntó –Vi salir a Paul un poco enojado.
-Estaba  componiendo y yo lo interrumpí.
-Ja, siempre lo interrumpes en sus mejores momentos –rió, y se sentó en la misma silla que antes Paul ocupaba.
-Mira esto –John le extendió el periódico.
-¿Muestra de arte? –dijo luego de leer el titulo –Interesante....
-¡Sabía que podía contar contigo!
-¿Qué?
-¿Me puedes acompañar?
-Si....Aunque es raro que a ti te interese esto....
-Los cuadros me hacen recordar a Stu.....
George se quedó en silencio, mirando la actitud melancólica de su amigo, aunque éste se tapara el rostro con el periódico, para que no lo mirara.
-Te acompaño. Vamos mañana ¿quieres?
-Claro. Gracias, George.



Mélisande contemplaba el cuadro sin terminar de Deppart. Había subido hasta la lujosa habitación se él, supuestamente para que ella le diera aunque sea una mínima opinión o sugerencia.
-Es raro –pensó en voz alta –Un abstracto es raro, pero éste lo es mas. Mmm......tal vez si le agregara un poco de verde por aquí, cambiaría un poco.....-tomó un pincel que estaba en una mesita junto al cuadro, buscó con la mirada un acrílico verde y lo mezcló con un toque de blanco. Cuando llegó a la tonalidad que deseaba, apenas mojó el pincel. Se disponía a pintar cuando Deppart se apareció, saliendo del baño en bata.
-¡¿Qué haces?! –le gritó. Mélisande dio un respingo, asustada, y soltó el pincel, que cayó al suelo.
-Yo.....yo....perdón, perdón, sólo iba a probar, creí que este verde se complementaría y....perdón, no quise entrometerme –se la veía muy nerviosa, como hacía años no se ponía.
Deppart se quedó mirándola y soltó una carcajada, que la desconcertó.
-Ya deja de disculparte, sólo quise hacerte una broma.
Siempre se había sorprendido se su propia capacidad de cambiar de ánimo con la velocidad de la luz. Y ésa vez no fe la excepción, ya que dejó sus nervios y vergüenzas por una penetrante mirada cargada de rabia. Odiaba que le hicieran esas bromas, odiaba que la asustaran con el propósito de sólo reírse en su cara.
-Ah. –fue lo único que respondió.
Deppart le sonrió y se acercó a ella.
-Te agradezco que hayas querido colaborar. Luego me cuentas qué era lo que estabas por hacer, porque ahora....-le tomó una mano con fuerza y la atrajo a sí, para besarla. En el momento no le dio tiempo a reaccionar, todo había sucedido en un segundo. Cuando Charles le quiso besar el cuello, ella usó todas sus fuerzas para zafarse. Y cuando lo logró, le dio una tremenda bofetada.
-¡Viejo de mierda! –le gritó.
-¡Ven aquí maldita perra! ¿Qué te piensas? ¿Que te librarás de mi? –otra vez la tomó con fuerza, pero por los brazos, y la arrinconó contra una pared, con una violencia que hizo que ella se golpeara fuertemente la cabeza.
Pero Mélisande le dio un rodillazo en los genitales, haciendo que él se doblara de dolor, mientras la insultaba. Rápidamente tomó un jarrón de porcelana que había en un escritorio, y con toda la fuerza de la que era capaz, se lo partió en la cabeza. Deppart cayó al suelo, desmayado.
Se paró a mirarlo, con una inmutabilidad que no parecía demostrar que segundos antes había estado en plena lucha.
-Vaya que resultaste degenerado –le dijo, aunque sabía de sobra que no la escuchaba –Antes de subir, supe perfectamente lo que querías. Pero también supe perfectamente lo que YO quería.
Con una media sonrisa, recorrió la habitación con la mirada. Se acercó a la cama, que tenía dos grandes almohadones. Tomó uno y lo colocó sobre el rostro de Deppart, presionando un poco.
-Que víctima tan limpia, ni siquiera hubo sangre –pensó, otra vez, en voz alta.
Se acercó al cuadro, el famoso cuadro sin terminar. Levantó el pincel del suelo, lo volvió a mojar con pintura y pintó a su gusto. Tres palabras se convirtieron en su firma: “I feel fine”. Después, guardó el pincel en su bolso, y limpió todo rastro de ella que pudiera haber, hasta miró minuciosamente los frascos de pintura y las alfombras, cuidando de que no quedara ni un cabello suyo.
Se acercó  vez mas a Deppart y apoyó su dedo índice en el cuello. Ya no se sentía nada. Sonrió, y cruzada de brazos, como quien está satisfecho de su trabajo, contempló el cuadro, aún con la firma fresca.
-Si, tenía razón. Le hacía falta un poco de verde.

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Hola!!! Como están? Yo escuchando a Vivaldi (soy re culta :siclaro:)Perdón si tardé un poco en subir, es que empezaron las clases, y junto con las de inglés (me tocan exactamente los mismos dias de inglés y de uni), sumado a los perros viajes en colectivo, hacen que no tenga ni ganas de escribir, sólo dormir jajaja. 
Para las que preguntaron si en todos los capitulos la chica ésta iba a matar alguien, les digo que no, en los próximos se calmará un poquito (un poquito nada mas jaja)
Bueno, me despido de todas, besos!

lunes, 20 de agosto de 2012

Secretos Compartidos Capitulo II


Mélisande contó por décima vez el dinero. Lo guardó en su bolso y salió del departamento. Guardó las llaves en un bolsillo de su chaqueta y saludó con una inclinación de cabeza a la única vecina en todo el edificio con la que cruzaba escasas palabras. Tomó la calle y caminó, rumbo a la disquería mas cercana. Al llegar, vio lo que ya se imaginaba: una larga fila de gente, casi todas muchachitas, esperando ansiosas su turno para comprar el último álbum que The Beatles acababa de sacar  a la venta. Miró fastidiada a todos y se cruzó de brazos, ocupando el último lugar. Sería una larga espera escuchando grititos y conversaciones tontas de todas esas niñitas. ¿Acaso no había nadie que tuviera otros temas de conversación que no fueran de qué color eran los ojos de Paul?



-Pregunto: ¿es necesario pasearnos frente a todas las disquerías para ver si hay alguien con cara de asesino? –Paul se veía realmente molesto.
Y no era sólo él. El resto de sus compañeros le daba la razón. Estaban todos metidos dentro del auto de Dobb, recorriendo la ciudad, y tratando de dilucidar en el rostro de alguien a un posible criminal.
-Esto es una estupidez. Ahora entiendo porqué la policía nunca resuelve nada. Si hacen estos procedimientos....-agregó John.
-Además, está todo lleno de chicas, es obvio que ninguna de ellas sería una asesina en serie –dijo Ringo, bostezando.
-Y lo peor es que alguna puede reconocernos, por mas que estemos disfrazados con estas porquerías –George se rascó la cara, cubierta por una barba falsa, de plástico.
-Creo que usted tiene un modo de pensar naturalista. Cree que, dependiendo de cómo sea la cara, el cuerpo, o la familia de alguien, puede ser asesino, médico, o trapecista de circo.
Dobb escuchaba todas las quejas pacientemente, pero no respondía. Tenían razón, el procedimiento era ridículo, pero por algo había que empezar.




-Al fin –dijo mirando al vendedor y poniendo su bolso sobre el mostrador.
-Disculpe señorita, usted habrá visto la cantidad de clientes que ha venido hoy.
-¿Que si los vi? Mas de una hora llevo esperando.
-¿Y qué va a  llevar?
-Lo mismo que han comprado todos.
-Ah, yo pensé que....
-Lo mismo –respondió, casi traspasándolo con la mirada.
-De acuerdo. Aquí tiene.  –le dio el disco, y Mélisande, sin decir una palabra mas, dejó el dinero perfectamente contado en la mano del vendedor.
-Qué tenga buen día
Salió sin responderle, y caminó apresurada, ocultando el disco bajo su impermeable, ya que lloviznaba. Compró algunos comestibles en un supermercado y se dirigió a su casa.

Cerró la puerta del ascensor de un golpe, y escuchó la voz de otra de sus vecinas, una a la que despreciaba.
-¡Jovencita! No debe colgar esas porquerías aquí –la mujer señaló unos dibujos pegados en la parte exterior de la puerta del departamento de Mélisande. Estaban hechos por ellas. –Eso rompe con la estética del edificio.
La chica sólo la miró, entre indiferente y ofendida, se acercó a su puerta, colocó la llave y la giró, para luego entrar y cerrar dando un portazo y dejando a la mujer hablando sola. Dejó las cosas sobre la mesa de la pequeña cocina y fue hasta su habitación, que estaba a oscuras. Encendió el velador y colocó el disco recién adquirido en el tocadiscos. Se tiró en su cama, a escucharlo tranquila.

Cuando la púa llegó al final, ni se molestó en sacar el disco de la bandeja. Se quedó allí, escuchando el ruido, mezclado con el barullo que provenía desde la calle, mientras contemplaba la tapa del disco. De pronto se puso de pie, guardó el disco y abrió su armario. De entre un pilón de ropa sacó una bolsa plástica de color azul. La abrió para comprobar que estuviera allí su pequeña hacha. Se dirigió a la cocina, y abrió un cajón de la mesada. Se colocó unos guantes de látex que había allí, y salió del departamento, con tranquilidad. Caminó sin prisa el largo del pasillo. Nadie andaba por allí, era la hora del almuerzo y todos estaban en sus casas. Podía escuchar el ruido de ollas, de niños gritando, de televisores encendidos. Llegó a la puerta del final del pasillo, y golpeó, no quería tocar el timbre. Esperó, hasta que la arrugada cara de su vecina al fin se asomó.
-Hola. Me gustaría hablar con usted. –dijo casi sin una expresión en su rostro.
La mujer la miró de arriba a abajo, desconfiada. La volvió a mirar a la cara y esta vez se encontró con una sonrisa casi angelical.
-Pasa –abrió la puerta completamente y Mélisande entró, mirado a todos lados.
La mujer cerró la puerta y se disponía a echarle llave cuando escuchó un ruido, parecido al de una bolsa, quizás la bolsa que vio que traía la chica en su mano izquierda. Quizo voltearse a ver, pero no pudo. Antes, Mélisande le aplicó un certero golpe en la parte superior de la cabeza. La mujer cayó desplomada, con el hacha incrustada, mientras la sangre brotaba a borbotones. Mélisande, inmutable, sacó el hacha de la cabeza de la mujer y rápidamente la envolvió en la bolsa. Miró a su alrededor, en una mesita vio un teléfono, una agenda y un lápiz. Lo tomó y escribió en la blanca puerta el título de una de las canciones que hacía minutos había escuchado: “What you’re doing”. Dejó caer el lápiz, ensangrentado porque lo había tomado con sus guantes sucios, y abrió cuidadosamente la puerta. Miró a todos lados: seguían con su almuerzo. Salió al pasillo, dejando la puerta abierta, caminó con la misma tranquilidad, pero cuidando de no tocar nada, o de dejar huellas, y con un pie empujó la puerta de su casa.





-Tengo hambre. –repetía George constantemente. Dobb estaba perdiendo la paciencia. Era la hora del almuerzo y todos tenían hambre, pero aquel chico parecía querer recordárselo a cada instante.
El radiotransmisor que tenía instalado en su auto comenzó a sonar. Era la policía, pidiendo contacto con él. Dobb estaba a punto de tomar el pequeño transmisor, pero Ringo se le adelantó.
-¡Aquí el inspector Ringo! –los demás estallaron en carcajadas, mientras que del otro lado se hacía un silencio casi sepulcral.
-¿Pero qué haces? –gritó Dobb, tratando de arrebatárselo y a la vez conducir el auto.
-Oiga, va a chocar.
-¡Por tu culpa! ¡Dame eso!
-Pero toda mi vida quise hacerlo.....-Ringo puso su mejor cara de niño compungido.
-A mi no me convences con esas caras. ¡Dámelo! –con cierto temor, Ringo le alcanzó el transmisor, que Dobb tomó con violencia. –Aquí Dobb, ¿qué ocurre?
-Dobb –se escuchó del otro lado –se ha encontrado el cadáver de un femenino.
-Oh no....
-Ey Dobb, creo que esto tiene que ver con....bueno, ya lo sabe, las inscripciones esas......
Los cinco se miraron preocupados.
-No digas nada, Wilson. Pásame la dirección.
Wilson le dictó la dirección, que Dobb memorizó automáticamente.
-Bien, ya escucharon, otro mas. Los llevaré a su casa, cualquier novedad me comunico con ustedes enseguida.
-¿No puedo acompañarlo?
Dobb miró hacia el asiento trasero, para comprobar que el que hablaba era John.
-¿Tú?
-Si, yo. –respondió seguro, ante la mirada desconcertada de sus amigos.
-¿Quieres ver sangre?
-No...
-¿Y entonces?
-Es que....no lo sé, de algún modo estamos metidos en esto....Quisiera ver qué se hace, y esas cosas.....
-Mmm...podrías acompañarme a interrogar a los vecinos o familiares. Eso sí, te disfrazas mejor, no quiero escenas de histeria colectiva.
-John, ¿estás seguro? –preguntó Ringo, preocupado.
-Si, tengo curiosidad.....
Dobb dejó a cada uno en su casa, y se dirigió a la escena del crimen acompañado por John. Mientras conducía, vio de reojo a John, que simplemente silbaba mirando por la ventanilla del coche. Le extrañaba la actitud del joven, no podía saber si quería acompañarlo para sólo divertirse viendo algo nuevo, o si en verdad estaba interesado en lo que estaba sucediendo.
Cuando llegaron, el edificio estaba rodeado por un cordón policial, y ya había algunas cámaras de televisión.
-Venga por aquí, Dobb –dijo un joven agente, indicándole el camino -¿Quién es él?
-Oh, es mi....sobrino –miró a John –No se preocupe, está por graduarse de médico forense,  no molestará.
John rió por lo bajo, y Dobb lo miró con severidad.
-Será un gusto tenerlo trabajando con nosotros, cuando se gradúe –dijo el agente.  John sólo le sonrió y asintió con la cabeza, tenía miedo de que lo reconocieran si hablaba.
Llegaron al departamento de la mujer, que aún tenía la puerta abierta. Estaban colocadas las cintas con la leyenda “Peligro”,  y había varios policías apostados., vigilando que nadie se acercara. Al ver a Dobb, le dieron paso. Entró, pero John decidió quedarse afuera.
-Puedes pasar, ya no hay nada, al cuerpo se lo llevaron los médicos.
John entró, desconfiado, mirando a todos lados. Vio como unos cinco hombres, entre policías y peritos, guardaban en bolsas especiales todo tipo de objetos que pudieran ayudar a la investigación.
-Aquí está la inscripción –John miró hacia la puerta que estaba detrás suyo, la que señalaba uno de los policías mientras recogía un pequeño lápiz ensangrentado.
-What you’re doing......La culpa es de Paul –trató de ponerle humor, pero sólo se ganó una mirada de reprobación por parte del inspector.
-Salgamos a recorrer, quiero escuchar qué dicen los vecinos –Dobb salió seguido por John. Varios vecinos estaban en la puerta de sus departamentos, asustados o charlando entre ellos sobe los sucedido –Bien, mi nombre es Dobb, inspector de policía. Les haré algunas preguntas. ¿Conocían a la mujer?
-Oh si, era una buena vecina –contestó una anciana.
-¿Nadie sabe si poseía algo de valor que quisieran robarle, o algún tipo de enemigo?
-Era una anciana jubilada, ¿qué dinero puede tener? ¿O qué enemigo? –dijo un hombre mayor, algo enojado.
-¿No escucharon nada? ¿El timbre, por ejemplo?
Todos negaron, menos otra mujer.
-Susan salió a hacer compras y cuando volvió notó que estaba abierta la puerta de la casa de la señora Pickwick. Se asomó y......la vió.
-¿Dónde está esa señora Susan?
-Ya la llevó la policía para que declare.
-Gracias por adelantarse, queridos agentes....-masculló Dobb –Seguiré preguntando al resto de los vecinos.
-Ya estamos todos –dijo el hombre mayor, con el ceño fruncido –Al menos los de este piso.
-No, Gerard –le respondió la anciana –Aún falta la muchacha que vive en el “F”, pero creo que no está, sino ya se hubiera asomado a ver qué pasa.
-Quién sabe, esa chica es rara.
Dobb dejó a los vecinos hablando y fue hasta el departamento “F”.
-Cuántos dibujos –dijo John mirando la puerta.
Dobb tocó timbre y al cabo de unos minutos, la puerta se abrió y apareció una chica hermosa.
-Soy inspector de policía, ¿puedo hablar con usted? -La chica sólo asintió con la cabeza –Sólo es para hacerle unas preguntas sobre la muerte de su vecina.
-¿Muerte? –preguntó sorprendida.
-¿No lo sabía? La señora del departamento “A” apareció asesinada.
-Ohh no, qué horror....no lo sabía. ¿Cuándo fue?
-La encontraron hace casi una hora. ¿No escuchó todo este barullo? –dijo haciendo referencia a los vecinos en el pasillo, la policía que iba y venía y algunos médicos.
-Estaba dormida.....
-Entonces no creo que pueda hacerle las preguntas. ¿En estos días no vio a nadie sospechoso por aquí?
-No, no, sólo a los vecinos de siempre.
-¿Usted conocía a la mujer?
-Si, si, era muy buena.
-¿Puede darme su nombre y apellido?
-Mélisande Leroux
-¿Cómo?
-Mélisande Leroux –repitió, y levantó la vista.  Y lo vio. Era demasiado parecido. Él se giró para mirar a su derecha, ya que desde allí provenía un fuerte ruido, probablemente del departamento “A”.
Dobb terminó de apuntar el nombre de la chica.
-Gracias por su ayuda –saludó. Pero Mélisande no le contestó, seguía con la mirada clavada en ese tipo tan parecido a alguien, que ahora también la estaba mirando a ella, aunque sus ojos denotaban sorpresa, o temor. Sí, era él. Los tenía demasiado estudiados como para no darse cuenta.



-Oiga –dijo John luego de cerrar la portezuela del auto –esa chica....
-¿Qué chica?
-La última que vimos, la del nombre raro.
-No es un nombre raro, es un nombre francés.
-Lo que sea. Creo que me reconoció.
-¿Cómo te va a reconocer? Estás muy disfrazado.
-Los fans son así.
-¿Fans?
-Bueno....no sé si lo sea, pero vi un poster pegado en una pared. Creo que éramos nosotros, usted vio que apenas entreabrió la puerta.
-Si, si. Pero no creo que te haya reconocido.
-Eso espero.....


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Hola!!! acá yo de vuelta, trayéndoles otro capi de esta cosa fea jajaja. Me resulta re extraño escribir con "Tu", cuando estoy acostumbrada al "Vos", pero bueno, es para darle seriedad, porque el argentino me parece muy jodón, es mas para algo chistoso y no para cosas donde la chica linda de la historia anda asesinando viejas jajajaja.
Espero que les guste :)
Un beso a todas!

martes, 14 de agosto de 2012

Secretos Compartidos Capitulo I


Lavó sus manos cuidadosamente con agua y se las secó con papel, que luego arrojó al inodoro del baño, y jaló la cadena. Se recogió el cabello y se miró al espejo: hizo una mueca, odiaba a su nariz.
Salió del baño, pasó lentamente por la cocina, tomó su bolso blanco, que había dejado sobre la mesa, y metió en él un fajo de billetes. Se lo colgó, y abrió la puerta de calle con el codo, no podía darse el lujo de andar dejando huellas de sus dedos por cualquier lado.
Así, comenzó a caminar por las vertiginosas calles londinenses, dirigiéndose a su clase en la Escuela de Arte. Atrás dejaba el cadáver envuelto en sangre de un hombre de mediana edad, con cinco puñaladas en el tórax. Su tercer víctima. Y también dejaba una nueva inscripción: “Money”.



Entró al aula apresuradamente, se había retrasado. Justo el profesor tomaba asistencia y la nombró.
-¿Mélisande Leroux?
-Presente –respondió cerrando la puerta.
Los pocos alumnos de la clase se voltearon a verla. Para todos, aquella chica francesa, que hablaba con acento casi chistoso, era demasiado hermosa. Alta, de tez blanquísima, cabello largo, ondulado, azabache, y un par de enormes ojos del color de la esmeralda. Pero lo que tenía de hermosa, lo tenía de misteriosa. Apenas hablaba, y sólo lo hacía en casos donde no tenía mas remedio.
Se sentó detrás del lienzo preparado, colgó su bolso y su chaqueta en el respaldo de la silla, y preparó las pinturas y pinceles, mirando de reojo a sus compañeros: había pocas mujeres, que apenas si la miraban. Sabía que no la querían. Los hombres, en cambio, vivían con los ojos posados en ella. Sin embargo, no le interesaban. En realidad, le daba igual lo que pensaran de ella, porque pensaran lo que pensaran, estarían equivocados.  Nadie sabía quién verdaderamente era.





Dobb, el inspector de policía, colgó el auricular del teléfono con bronca. Hacía un mes que sus empleados, unos inútiles a juzgar por él, no podían dar con el encargado de que aparecieran dos cadáveres, en distintos lugares de Londres, asesinados de diversas formas y al parecer, sin ningún móvil que “justificara” la muerte. Ahora acababa de aparecer otro, un hombre maduro, muerto a puñaladas en una vieja casa de los suburbios.
Prendió un cigarrillo y miró por la ventana, hacia la calle. Dobb era el típico inspector de policía inglés, de bigote, sombrero, paraguas y cigarrillo, que intentaba demostrar su jerarquía. Podría decirse que era una imitación barata de Sherlock Holmes. Al igual que el personaje de Joyce, Dobb demostraba una gran capacidad de deducción, aunque a veces se equivocaba. Pero ahora, con esos tres crímenes, con un asesino serial suelto por la ciudad, no podía deducir nada, porque no tenía idea de nada. No le quedaría mas remedio que llamar a quienes eran la única relación que se podía establecer entre un crimen y otro.




El teléfono sonó en la casa de John Lennon. Estaba sentado en un sillón, a unos metros, y dejó que sonara. Pero era demasiado insistente, así que, bufando de fastidio y maldiciendo que su esposa o ninguna persona del servicio estuvieran, se incorporó y caminó desganadamente hacia el aparato, y atendió.
-Hola.....
-Buenas tardes, soy Dobb, inspector de policía.
-¿Qué hice ahora? –preguntó con cierta diversión.
-Quiero hablarle sobre un tema –respondió el policía, sin darle importancia a la pregunta –Creo que usted sabe que hubo dos asesinatos hace unas semanas. Ahora hay otro.
-Bueno, siempre los hay.....¿Esto es una entrevista para saber qué opino sobre eso?
-No, no. Lo que quiero decirle es que en las escenas de los crímenes aparecieron letras o títulos de canciones de ustedes.
Dobb escuchó como Lennon se quedaba en silencio y luego soltaba un largo suspiro.
-Hable con nuestro manager –dijo al fin.
-Verá, este es un asunto delicado, y cuantas menos personas lo sepan, mejor.
-Pero yo no quiero que todo el mundo se entere que un loco mata y escribe nuestras letras. Nos van a arruinar.
-No se preocupe, esa información no se filtrará. Quisiera que hablemos personalmente. Necesito hablar con los cuatro.




Mélisande dio una última pincelada a su cuadro con cierto fastidio. Sus compañeros de clase no paraban de hablar. Lo peor era que no hablaban de pintura o arte, sino de las triviales cosas que habían hecho el fin de semana.
-Si yo hablara....-pensó para sí misma, mirándolos desde el fondo del aula.
-Muy bien Mélisande –levantó la vista y se encontró a su profesor, de pie a su lado, contemplando su trabajo recién terminado –Me gusta mucho.
-Gracias –respondió tímidamente.
-Tengo una pregunta, es sólo una inquietud, ¿por qué tanto uso del rojo?
-No lo sé. Será por la sangre –contestó con cierta indiferencia.
Y quizás lo era, ya que su “Corazón” –como había llamado al cuadro- era una explosión de rojo, un rojo furioso y violento.
-Me gustaría que éste cuadro estuviera en la próxima exposición de la Escuela –el profesor lo dijo lo suficientemente alto como para que el resto del alumnado inadaptado que tenía lo escuchara. Todos se quedaron en silencio, mirándolos.
-Me encantaría –respondió ella con una leve sonrisa, mirando triunfal a sus compañeros. Otra vez, aquella extraña chica se llevaba todos los elogios.





John y George se encontraban sentados relajadamente en las sillas del despacho de Dobb, con los pies apoyados sobre el escritorio. Ringo y Paul se entretenían jugando a los dardos con un tablero que colgaba de la pared.
-¿Cuánto mas piensa tardar este tipo? –preguntó George, un tanto molesto.
-Ya sabes, resolver crímenes lleva tiempo –respondió John mientras abría unas carpetas y sobres.
Dobb había ideado un plan, que sería perfecto si lo ponía en marcha como él quería. Entró y se paró en seco cuando vio a los cuatro chicos, prácticamente adueñados de su despacho.
-Soy el inspector Dobb, un gusto –dijo luego de recuperarse de la sorpresa, y dándole la mano a todos. Se sentó detrás de su escritorio y John y George tuvieron la “amabilidad” de bajar los pies. –Tomen asiento –les dijo a Ringo y Paul.
-No...aquí estamos bien –respondió Ringo con una sonrisa, mientras se sentaba sobre un pequeño mueble con puertas, lleno de papeles
-Sí, aquí es mejor –agregó Paul, sentándose junto a Ringo y tirando un adorno al suelo –Upps.....perdón....
-Déjalo ahí –Dobb, de sólo verlos, se dio cuenta que sería bastante difícil trabajar con “esos cuatro melenudos”, como siempre había llamado a la banda que causaba estragos en su país.
-¿Y para qué nos llamó? –dijo George, desperezándose
-Verán.....ha habido crímenes. Tres. No se sabe quién los pudo llevar a cabo, no hay motivos.....en el último, según la hermana de la víctima, faltó dinero. Podría ser un asalto, pero se relaciona con otros dos dónde, al parecer, el móvil no fue un robo.
-¿Y cuál es la relación? –preguntó Paul haciendo un globo con su chicle.
-Que en todos aparecen inscripciones, hechas con distintos elementos, que muestran letras de canciones suyas.
-¿Y? Nosotros no instigamos a la gente a que vaya asesinando por ahí –John se cruzó de brazos, ofendido.
-Lo sé. Pero el asesino escribe sus letras; significa que le gustan.
-O todo lo contrario –dijo Paul –Quizás nos odie y, haciendo eso, busca terminarnos.
-Ah si....eso podría ser....
Paul levantó una ceja y miró a sus compañeros. En ese momento, todos pensaban lo mismo: Dobb parecía tener pocas luces.....
-Tengo un plan –informó el inspector –Ustedes podrían ser una especie de agentes secretos.
-¡Como James Bond! –exclamó Ringo.
-Oh si...Bond, James Bond –George imitó al personaje, causando la risa de sus amigos.
-Oigan,  esto no es un juego –dijo Dobb, serio –Hay crímenes y ustedes están implicados de forma indirecta.
-¡Ahora la culpa es nuestra! –John cada vez parecía mas ofendido.
-Continuaré contándoles el plan.....
-¿Qué dicen las inscripciones?
-Gracias por interrumpir.....¿cómo te llamabas?
-George.
-Ah si, George. Las inscripciones son éstas –de un cajón sacó una gruesa carpeta de tapas amarillas. La abrió y buscó un sobre, del que extrajo unas fotografías –Ésta es la encontrada en el primer asesinato –mostró una fotografía, que decía simplemente “Misery”, garabateado en un cuaderno –El cuaderno fue encontrado cerca de la víctima, y el bolígrafo con el que se escribió jamás  fue hallado. Tampoco hay huellas dactilares en el cuaderno.
-I’ll tell you something, I think you’ll understand –leyó Paul en una de las fotografías.
-Esa es del segundo asesinato –aclaró Dobb –Está escrita con un trocito de ladrillo. Y ésta es la última –mostró otra, donde “Money” aparecía escrito en la puerta de un baño, con tiza blanca.
Todos miraron las fotos, con intriga.
-No le encontramos la relación a las inscripciones con las víctimas, salvo en la última, dice “Money”, y al parecer, le robaron dinero.
-¿Y cómo saben que es la misma persona? Si matara por robar, le faltaría dinero a todos –dedujo Ringo.
-Eso es lo que tampoco sabemos, si es la misma persona o no.
-O sea, que no saben nada.
-John.....-dijo Paul, mirando significativamente a su amigo.
-¿Qué? Si sólo dije la verdad....
-Oiga, nosotros no servimos para investigar, lo nuestro es la música, y estamos muy ocupados, ¿no? –dijo George, impaciente, con las manos en los bolsillos. Sus amigos asintieron y Paul abrió la puerta.
-¡No, esperen! Necesitamos su colaboración. No me dejaron terminar de contarles el plan.
-Ok, siga –respondieron casi con resignación.
-Ustedes serán como un señuelo. Trataremos que el asesino se acerque a ustedes.
-¿QUÉ? –exclamaron escandalizados.
-Tranquilos, tranquilos, contarán con la mejor seguridad. Aún hay que seguir investigando, pero trataremos de que se acerque a ustedes, porque si ustedes le gustan, lo hará, y si los odia, también.
-Esto no me gusta nada. –dijo Ringo, negando con la cabeza.
-A mí tampoco –agregó George.
-Estamos ocupados, no tenemos tiempo –Paul trató de disimular su preocupación.
-Por favor....-Dobb casi suplicaba –son nuestra única ayuda, si no encontramos a este asesino, acabará con todo Londres.
-¡Pero si sólo mató a tres!
-¿Le parece poco? –Dobb miró mal a John, pero éste ni se inmutó.
-Usted miente. No teme que un tipo mate a todos, lo que teme es que, si no lo encuentra, a usted lo despidan.
-Está bien, está bien, no lo niego. También temo por mi puesto de trabajo. Pero por favor, ayúdennos. Ustedes son el único nexo entre una muerte y otra. Por favor....
Los cuatro se miraron, preocupados, y se encogieron de hombros.
-Está bien –dijeron al unísono, poco convencidos.



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Hola!!! Cómo están? Acá volví con otra cosa nueva jaja. Les digo algo? Me estoy jugando una carta fuerte con esto, porque jamás en mi vida escribí un policial, aunque he leído muchísimos. Quizás les resulte aburrido, mas para las que no les gusta el género, pero bueno, ustedes júzguenlo. Como ven, la "hija" que acabo de parir (que raro sonó eso XD) es un poquito.....mala jajaja, así que no le tomen mucho cariño.
Aviso que el fic será corto, no sé de cuántos capitulos, pero aproximadamente como el anterior.
Besitos y gracias por leer!

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